domingo, 2 de junio de 2019

HARRY GRUYAERT (1941): LA CIUDAD EN COLOR




































No, no se trata del descubrimiento de unas fotos en color tomadas por Edward Hooper. Pero bien podrían haber sido tomadas por él, si Hooper hubiera sido un fotógrafo y no un pintor -razón por la cual estas imágenes, inspiradas por la pintura de Hooper, no existirían.

Hasta los años setenta, las fotografías aceptables y aceptadas eran en blanco y negro. El color se destinada a la publicidad y a la moda. Era vulgar. La ciudad era un combate entre planos blancos y planos en sombra.
El color no sentaba bien a la cultura protestante. Evocaba ocultos placeres católicos, o el orientalismo.
El fotógrafo belga Gruyaert -miembro de la agencia Magnum- nacido en una familia calvinista, solo hubiera podido realizar fotografías en blanco y negro si no hubiera viajado a Marruecos en los años setenta. Este viaje fue, como lo había sido para Klee y Matisse, una revelación. La ciudad no se pobló, siguió siendo un enigmático, y a veces difícilmente comprensible entorno, pero viró hacia el color. Color saturado, de atardecer, cuando las sombras alargadas, como en los cuadros de de Chirico -y de Hooper- suplen la ausencia de personas, reducidas, en todo caso, a paseantes solitarios, a lo lejos, seguidos o precedidos por sus propias sombras, confundidos con ellas.
Imágenes de ciudades norteamericanas, de África del norte y del Próximo Oriente, cuyos colores se inspiran a menudo en los violentos colores de las imágenes televisivas de los años setenta, expuestas en estos momentos en dos muestras en Francia. 

viernes, 31 de mayo de 2019

Picasso. La mirada del fotógrafo (Museo Picasso, Barcelona, junio-octubre de 2019)


Comisarios: Violette Andres (Museo Picasso, Paris) & Emmanuel Guigon (Museo Picasso, Barcelona)

Diseño del montaje: Pedro Azara & Tiziano Schürch 
Diseño gráfico exterior: pfp disseny (Quim Pintó & Montse Fabregat)
Construcción del montaje: Artpercent (Favio Monza)

Extensa, exhaustiva y sobria  muestra de fotos sobre placas de vidrio tomadas por Picasso a principios del siglo XX, de fotos de los diversos talleres de Picasso tomadas por un gran número de fotógrafos, algunos grandes artistas como Brassaï y Dora Maar, y de experimentos, serios y  juguetones a la vez, de Picasso con fotografías, negativos y recortes.
La exposición de unas trescientas cincuenta fotografías, casi todas en blanco y negro, y muchas con impresiones de época, seleccionadas entre las veinte mil que formaban parte de la colección personal de Picasso (y que hoy atesora el Museo Picasso de París), junto con imágenes de coleccionistas y fotógrafos, como Leopoldo Pomés (algunas inéditas), se completa con algunas obras de arte -esculturas, pinturas, dibujos y grabados- que aparecen en los interiores fotografiados. Fotos con un “estatuto” de obras de arte, como las tomas de Brassaï, la cineasta Nicole Védrès o incluso de Leopoldo Pomés, y otras con un interés más exclusivamente documental. Las fotos de Dora Maar sobre las etapas de la creación del cuadro Guernica, estarían a caballo entre la obra autosuficiente y el documento.
En algunos casos, las fronteras entre géneros artísticos se diluyen: Picasso grababa sobre fotografías, fotografiando el resultado, mientras que en otros casos pintaba sobre placas de vidrio y revelaba, con distintos tiempos de exposición, los “negativos”, impresiones sobre las que, de nuevo, en ocasiones, volvía a intervenir.
Una primera gran exposición sobre la compleja relación de Picasso, como artista y como modelo, con la fotografía, sobre cómo se relacionó con este medio, que sugiere que Picasso, en tanto que gran ojo que “vampirizaba” lo que le rodeaba, fue, en el fondo, un “fotógrafo” voraz, como lo definía Man Ray.

miércoles, 29 de mayo de 2019

NICOLE VÉDRÈS (1911-1965): LA VIE COMMENCE AUJOURD´HUI (LA VIDA EMPIEZA HOY, 1949). PICASSO & LE CORBUSIER





¿Una película protagonizada por Picasso y Le Corbusier -con música de Darius Milhaud?
Insólita, pero no imposible.
La célebre documentalista francesa Nicole Védrès, la mejor del mundo según Chris Marker, realizó un largometraje documental sobre la vida tras la bomba atómica, financiado por la UNESCO.

Picasso y Le Corbusier, entre otros, asumieron diversos papeles: El Pintor, y El Arquitecto.

Le Corbusier guió al único personaje de ficción del documental, interpretado por un actor, una visita a la ciudad del futuro, mientras Picasso modelaba y pintaba cerámicas ante la cámara. En el mundo atómico se retornaba a las artes originarias.

lunes, 27 de mayo de 2019

Ojos sumerios (estatuaria mesopotámica)










Estatuas de orantes sumerios o mesopotámicos, IV-III milenios aC, Oriental Institute, Chicago

Fotos: Tocho, mayo de 2019

Según Hegel, el viaje del espíritu, desde las alturas, en las que apenas era perceptible y comprensible desde la tierra, hasta el corazón del hombre, culminaba cuando la distancia entre el hombre y el espíritu se reducía tanto, que el espíritu se unía al corazón humano y se manifestaba a través de la mirada, el espejo del alma.
La obra de arte era el lugar donde brillaba la materialización del espíritu, Éste, lejano, en la remota antigüedad, apenas alumbraba formas ciclópeas y abstractas, como en Egipto o en la India, incapaces de atinar dónde se hallaba el espíritu y cual era su función.
La mayor cercanía entre el cielo y la tierra, en Grecia, cuando el espíritu ya iluminaba a los hombres, y les infundía esperanzas y desasosiegos, es decir, les ilustraba sobre las pasiones humanas, cuando los hombres ya veían en el espíritu como una luz fiable, dio lugar a un arte naturalista, con la forma antropomórfica como perfecto receptáculo del espíritu, vagamente frío o distante, como las figuras heroicas, ya que el espíritu aún era parcialmente ajeno a los anhelos y miserias humanas. Actuaba como un modelo, mas aún no en plena sintonía con la vida íntima humana.
Fue con el cristianismo, con la llegada de un dios-hombre, con su encarnación y asunción de la vida mortal, siguió contando Hegel, cuando las figuras humanas casi temblorosas, anhelantes y expectantes, pintadas o cantadas, más que esculpidas, ya que la pintura, la palabra y la música eran perfectos vehículos, antes que el mármol y los sillares, para traducir la comunión entre el hombre y el espíritu, cuando el hombre acogió a éste y se dejó guiar por él, manifestando a través del brillo de la mirada, que el arte del retrato reproduce, la plana confianza entre entre ambas entidades, materiales y espirituales -antes del retorno del espíritu hacia lo alto, lo que señalaría la muerte del arte y el crecimiento de la especulación filosófica como manera de seguir la senda ascendente del espíritu, cada vez más enigmático cuya estela y cuyos misterios, sin embargo, podían ser seguidos y desvelados, ya en ausencia de toda imagen. Hegel seguía a Platón.
Las lecciones de estética de Hegel datan de principios del siglo XIX. Su conocimiento del arte era, inevitablemente inferior al de hoy en día. Todavía Occidente apenas tenía un conocimiento directo del arte del Próximo Oriente antiguo. Desde luego, faltaba casi un siglo y medio para los grandes hallazgos arqueológicos del sur de Iraq, y el descubrimiento de las estatuas de orantes sumerios.
¿Cómo habría reaccionado Hegel ante estos ojos bien abiertos, ante esta imagen tan humana de seres expectantes, confiados pero humildes? Es cierto que el dios sumerio no era un hombre, pero sus pasiones y sus temores sí eran cercanos a los de los hombres. Los mismos dioses se lamentaron, se avergonzaron de la decisión que tomaron un día de aniquilar a la ruidosa y populosa humanidad con un diluvio, ya que sintieron pena y dolor ante la disolución humana. Sintieron en carne propia la agonía humana. Los dioses mesopotámicos no eran fríos ni distantes, y menos inmisericordes o incomprensibles, como el dios judío o los dioses griegos. Estaban cerca de los hombres. Por eso, dioses y hombres se representaban prácticamente del mismo modo y, sobre todo, la iluminación que brindaban, la irradiación que otorgaba esperanza, se reflejaba en unos grandes ojos admirativos y confiados, en unos gestos de piedad, que las estatuas de orantes tan bien traducían.

domingo, 26 de mayo de 2019

MAJD ABDEL HAMID (1988): TADMUR PRISON (LA CÁRCEL DE TADMUR, SIRIA, 2018)






Quizá en nombre de Tadmur poco nos diga. Sí, en cambio, el de Palmira, en el desierto sirio.
Tadmur es el nombre árabe de la moderna ciudad de Palmira, cerca de la cual se hallan las ruinas de la ciudad antigua helenística y siro-romana, dañada aun más por el Estado islámico en dos ocasiones en 2015 y 2017.
Tadmur es, el mismo tiempo, el nombre de un conjunto de obras del artista sirio Majd Abdel Hamid, incluidas en la muestra colectiva Heartbreak (Corazón roto) que la fundación iraquí Ruya presenta en estos momentos en Venecia, coincidiendo con la Bienal de Arte.
Las obras consisten en bordados sobre diversas telas de pequeñas dimensiones: pañuelos, retales, remendados, cosidos, rotos, deshilachados. Doblados, arrugados.
Los bordados a mano reproducen la planta de un edificio descomunal. Éste es al mismo tiempo célebre y desconocido. No lejos de las ruinas, escondido tras una colina desértica, se ubica una cárcel en la que quien entra -presos políticos casi siempre- no sale con vida. Cárcel siniestra e invisible.
Los hilos penetran, hieren, tensan, deforman los tejidos, muy sencillos Son una señal indeleble, imposible de eliminar.
La mejor obra de toda la Bienal, muy lejos de la desmesura o el esoterismo reinante.
  

sábado, 25 de mayo de 2019

RICHARD MCGUIRE (1957): PEUR DU NOIR / FEAR OF THE DARK (MIEDO A LA OSCURIDAD, 2007)



No miren este casi mítico cortometraje a medianoche....
O no se refugien en casas solitarias....

Se trata de uno de los cortometrajes, obra del dibujante Richard McGuire, que componen el célebre largometraje francés colectivo Peur(s) du noir -Fear(s) of the Dark-