Una escuela o facultad que, entre profesores, administrativos y estudiantes, acoge a unas cuatro mil personas no puede asegurar distancias mínimas de seguridad entre las personas. Grupos de entre setenta y cien estudiantes en aulas de sesenta a cien plazas son inviables si se quieren seguir las posibles recomendaciones sanitarias para el próximo curso. Los grupos deberían ser mucho más pequeños, el número de aulas, multiplicarse, así como el de profesores contratados, cuando, en cambio, puede ocurrir que no se renueven contratos de profesores asociados, como ocurrió en 2008: centenares de docentes y de administrativos quedaron en calle, debido a la crisis económica que, al parecer, se anuncia.
El primer cuatrimestre del curso que viene podría seguir impartiéndose a distancia, mediante vídeo conferencias, vídeos, grabaciones de voz, "plataformas" digitales, etc.. El contacto directo entre estudiantes y profesores -salvo dos veces en un curso, en una fecha y a una hora dada, en una sala habilitada, manteniendo una distancia de dos metros, para una corrección de trabajos individualizada- seguirá siendo imposible.
Los edificios universitarios abrirían , así como los despachos de administración y de los departamentos, pero las aulas, bibliotecas y salas de estudio seguirían cerradas.
Ya no se aceptarían estudiantes extranjeros con becas Erasmus, y los cursos de Másters y de Doctorado, que suelen acoger más a extranjeros que estudiantes del país, solo podrán impartirse a
distancia.
Durante un tiempo, no se sabe hasta cuando, el fundamento de la universidad, desde la Edad Media, que consiste en la transmisión directa de conocimientos, y el trabajo y la investigación en pequeños grupos, desaparecerá. Todo, estudios, investigación y administración, se llevara a cabo desde la distancia. El diálogo -término que significa palabra que cuenta la verdad, enunciada entre...., que colmata la separación- ya no será posible sin la mediación de la pantalla. Los congresos, las conferencias, los seminarios no tendrán lugar, salvo en pantallas.
Cabe preguntarse sobre las agudas observaciones de Platón sobre los efectos de las imágenes, y sus advertencias sobre la imposibilidad o la negación de la comunicación verbal (sin mediación alguna).
Hoy y quizá mañana no cabe otra solución. Lo que conlleva la disolución o la suspensión de la educación tal como se ha entendido tradicionalmente, durante un tiempo. La universidad a distancia era un modelo. Ahora es y será el único que existirá, no se sabe hasta cuándo.
Una cierta luz se apaga -o se transforma, sin que se sepa bien si alumbrará suficiente o correctamente.
No cabe el desánimo; sí la inquietud, entre la esperanza, la incredulidad y la desconfianza.
sábado, 25 de abril de 2020
viernes, 24 de abril de 2020
Melancolía (I)
Edición, montaje y escenas introductorias: Lucas Dutra
Nueva grabación para la asignatura de Teoría II de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (UPC-ETSAB).
Este séptima sesión continúa la que se "colgó" la semana pasada y seguirá en la de la semana que viene.
Casi ninguna grabación coincide con la duración de una clase de dos horas, sino que se conciben como un único texto fraccionado, lo que implica -esperando que no sea un problema- la visión de sesiones anteriores y posteriores, si bien, en cada grabación se realiza un resumen de lo explicado hasta entonces y se enuncia el contenido de la sesión siguiente.
MARCEL DUCHAMP (1887-1968): READYMADE MALHEUREUX (READYMADE DESGRACIADO, 1919)
Marcel Duchamp: Readymade Malheureux, 1919, Col. Suzanne Duchamp
Tenemos el congelador lleno de pasteles que no hemos podido entregar, jarrones, en un círculo de pétalos caídos, cargados de rosas que no podemos regalar, la mesa cubierta de libros envueltos en papel de regalo, que se cubre de polvo, que no llegan a su destino.
Marcel Duchamp se enfrentó a una situación parecida. La Primera Guerra Mundial le sorprendió en Buenos Aires, cuando su hermana Suzanne le anunció su boda en París. Las líneas transatlánticas, de pasajeros y de mercancías, se habían interrumpido -y faltaban años para los primeros vuelos transoceánicos. No cabía posibilidad alguna de que Marcel Duchampo le remitiera su regalo de boda.
Entonces le dictó un breve texto: tenía que encontrar o comprar un libro de geometría, colgarlo con pinzas de ropa por el loma a una cuerda de tender, bajo su ventana, y dejar que el viento y la lluvia lo agitaran. Sería el azar el que decidiría, tras zarandear el libro y remover las hojas, por qué página se abriría. Las estrictas normas geométricas que encuadran el mundo en formas perfectas y lo miden, se mezclarían con dos de los elementos constituyentes del mundo: el agua y la lluvia, bajo el cielo gris.
Una foto tan solo recuerda esta obra efímera en la que lo ideal y lo terrenal, el azar y la norma se entremezclaban.
THE ROLLING STONES : LIVING IN A GHOST TOWN (VIVIENDO EN UNA CIUDAD FANTASMA, 2020)
Primera nueva canción en doce años....
Aunque no se puede comparar con sus mejores canciones, ofrece una mirada -un ojo de pez que hurga por las calles-, entre el lamento y la rabia, sobre la ciudad, en este momento.
miércoles, 22 de abril de 2020
Virtual, viral
¿Por qué a las “clases” virtuales, a través de filmaciones en directo o grabaciones divulgadas por internet en ordenadores y móviles, las seguimos considerando como sistemas o métodos educativos en vez de calificarlos de lo que, en verdad, son, recreativos -casi siempre aburridos, es cierto?
Distraen, no centran.
La enseñanza exige comunicación verbal y visual en un mismo espacio, la posibilidad mutua de verse las caras (a los ojos), a una cierta distancia que evite la pérdida de atención a la vez que la molesta sensación de estar bajo el ojo avizor de una cámara. La enseñanza se da a cara limpia, sin máquinas intermedias, lo que permite centrar la atención en un rostro, un cuerpo de quien explica o de quien escucha, insertos en un espacio acotado y acogedor, rodeados por un espacio por el que resuenan, se expenden las palabras, que resuenan en nosotros, en íntima comunión con nosotros. En un diálogo, en un intercambio de ideas, los silencios valen al igual que las palabras. En un aula, los alumnos se dan cuenta de lo que el profesor sabe y de lo que duda, de lo que busca, encuentra y cavila cómo transmitir; mientras el profesor percibe cómo sus palabras rebotan, caen o son aceptadas.
Todo lo demás es distracción.
¿Inevitable en esos meses? La lectura y la escritura, la reflexión en silencio, suplen mucho mejor el desfile luminoso y vagamente cegador de imágenes parpadeantes en pantalla. Ésta disocia la imagen y la palabra; la primera se desdibuja casi patéticamente, la segunda adquiere un sonido de lata vacía.
Pero aquéllas, la lectura y la escritura, las líneas y las notas, angustian.
No somos capaces de concentrarnos en un texto para aprender de él. Necesitamos las pantallas para no tener que pensar, porque no podemos pensar.
Distraen, no centran.
La enseñanza exige comunicación verbal y visual en un mismo espacio, la posibilidad mutua de verse las caras (a los ojos), a una cierta distancia que evite la pérdida de atención a la vez que la molesta sensación de estar bajo el ojo avizor de una cámara. La enseñanza se da a cara limpia, sin máquinas intermedias, lo que permite centrar la atención en un rostro, un cuerpo de quien explica o de quien escucha, insertos en un espacio acotado y acogedor, rodeados por un espacio por el que resuenan, se expenden las palabras, que resuenan en nosotros, en íntima comunión con nosotros. En un diálogo, en un intercambio de ideas, los silencios valen al igual que las palabras. En un aula, los alumnos se dan cuenta de lo que el profesor sabe y de lo que duda, de lo que busca, encuentra y cavila cómo transmitir; mientras el profesor percibe cómo sus palabras rebotan, caen o son aceptadas.
Todo lo demás es distracción.
¿Inevitable en esos meses? La lectura y la escritura, la reflexión en silencio, suplen mucho mejor el desfile luminoso y vagamente cegador de imágenes parpadeantes en pantalla. Ésta disocia la imagen y la palabra; la primera se desdibuja casi patéticamente, la segunda adquiere un sonido de lata vacía.
Pero aquéllas, la lectura y la escritura, las líneas y las notas, angustian.
No somos capaces de concentrarnos en un texto para aprender de él. Necesitamos las pantallas para no tener que pensar, porque no podemos pensar.
La ciudad vacía (o vaciada)
La aspiración del escultor Jorge Oteiza (1908-2003) se ha hecho por fin realidad sesenta años tras su enunciación:
para ver el cielo"
"desocupación de la ciudad
en arquitectura en urbanismo vaciar la ciudadpara ver el cielo"
Solo que quizá los ángeles sean los únicos en ver el cielo....
martes, 21 de abril de 2020
El alma de la ciudad (Pericles ante la epidemia)
Dircurso de Pericles a los atenienses ante la pandemia que asola la ciudad-estado de Atenas:
"En cuanto a lo que al bien público toca, pienso que es mucho mejor para los ciudadanos que toda la república esté en buen estado, que no que a cada cual en particular le vaya bien y que toda la ciudad se pierda. Porque si la patria es destruida, el que tiene bienes en particular también queda destruido con ella como los otros. Por el contrario, si a alguno le va mal privadamente, se salva cuando la patria en común está próspera y bien afortunada. Por tanto, si la república puede sufrir y tolerar las adversidades propias de los particulares, y cada cual en particular no es bastante para sufrir las de la república, más razón es que por todos juntos sea ayudada que desamparada por falta de ánimo y poco sufrimiento de las adversidades particulares, como hacéis vosotros ahora, culpándome porque os di consejo para emprender esta guerra, y a vosotros porque lo tomasteis (...)
Las cosas que vienen de súbito y no pensadas quebrantan los corazones, como ha ocurrido en nuestras adversidades, mayormente en la de la pasada epidemia. Pero, teniendo tan grande y tan noble ciudad como tenemos, y siendo criados y enseñados en tan buenas doctrinas y costumbres, no nos debe faltar el ánimo por adversidades que nos sucedan y grandes que sean, ni perder punto de nuestra autoridad y reputación. »Que así como los hombres aborrecen y odian a quien por ambición procura adquirir la honra y gloria que no le pertenece, así también vituperan y culpan al que por falta de ánimo pierde la gloria y honra que tenía. Por tanto, varones atenienses, olvidando los dolores y pasiones particulares, debemos amparar y defender la libertad común."
(Tucídides: Historia de la Guerra del Peloponeso, II, 9)
"En cuanto a lo que al bien público toca, pienso que es mucho mejor para los ciudadanos que toda la república esté en buen estado, que no que a cada cual en particular le vaya bien y que toda la ciudad se pierda. Porque si la patria es destruida, el que tiene bienes en particular también queda destruido con ella como los otros. Por el contrario, si a alguno le va mal privadamente, se salva cuando la patria en común está próspera y bien afortunada. Por tanto, si la república puede sufrir y tolerar las adversidades propias de los particulares, y cada cual en particular no es bastante para sufrir las de la república, más razón es que por todos juntos sea ayudada que desamparada por falta de ánimo y poco sufrimiento de las adversidades particulares, como hacéis vosotros ahora, culpándome porque os di consejo para emprender esta guerra, y a vosotros porque lo tomasteis (...)
Las cosas que vienen de súbito y no pensadas quebrantan los corazones, como ha ocurrido en nuestras adversidades, mayormente en la de la pasada epidemia. Pero, teniendo tan grande y tan noble ciudad como tenemos, y siendo criados y enseñados en tan buenas doctrinas y costumbres, no nos debe faltar el ánimo por adversidades que nos sucedan y grandes que sean, ni perder punto de nuestra autoridad y reputación. »Que así como los hombres aborrecen y odian a quien por ambición procura adquirir la honra y gloria que no le pertenece, así también vituperan y culpan al que por falta de ánimo pierde la gloria y honra que tenía. Por tanto, varones atenienses, olvidando los dolores y pasiones particulares, debemos amparar y defender la libertad común."
(Tucídides: Historia de la Guerra del Peloponeso, II, 9)
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