lunes, 5 de octubre de 2020

"Fake news"

 La familia de Jean Calas, un modesto comerciante de telas de la ciudad francesa de Toulouse, se aprestaba a cenar, habiendo invitado al joven Gaubert, un amigo de uno de los hijos de la familia, Pierre, que estaba de prácticas en Burdeos. Atendía una sirvienta católica, muy devota, que se había ocupado de los cinco hijos de la familia, pese a ser católica, lo que podía sorprender ya que la familia Calas era protestante, aunque uno de sus hijos, Luis, se había convertido, hacía ya un tiempo, al catolicismo.

Apenas la cena concluida, el hijo mayor, Marc-Antoine, tan taciturno como de costumbre, salió a la calle. Marc-Antoine trabajaba con su padre en la tienda, pero aspiraba a estudiar y practicar el derecho, a lo que no tenía acceso por ser protestante. Estudioso y amante de las artes, se pensaba que podría seguir a su hermano Louis, y convertirse, lo que también le habría ayudado en una carrera artística en la que también soñaba. 

La familia esperaba su vuelta para despedir como era debido a Gaubert. Como tardaba, Pierre cogió una vela para bajar las escaleras y acompañar a Gaubert hasta la puerta. La calle, en el centro de Toulouse, era estrecha y a oscuras. La vela, de pronto, iluminó la puerta del almacén que daba al rellano. Estaba abierta. Era extraño. Dentro, estaba Marc-Antoine, robando, sin duda. Pierre forcejeó con su hermano. La familia bajó furiosa y siguió el plan establecido. Asesinaron a Marc-Antoine, con la ayuda de Gaubert, que había aceptado participar en tan macabro plan. El supuesto robo no había ocurrido. En verdad, el padre no podía tolerar otro católico en la familia. Estaba todo pensado. tras el crimen, colgaron el cadáver del quicio de la puerta, borrando las huellas de la feroz y desesperada defensa de Marc-Antoine ante el estrangulamiento de su familia, para dar la impresión que el hijo se había suicidado, lo que impedía incluso que fuera enterrado con el debido respeto.

Jean Calas y su familia, entonces, se pusieron a lanzar exagerados gritos de dolor, que recorrieron todo el barrio. Acudieron los vecinos, asustados y curiosos, en medio de la noche. Alguien avisó al alguacil. La policía se llevó a toda la familia al cuartel.

De nada sirvió el engaño. El parlamento de Toulouse condenó a muerte a Jean Calas, al destierro a Pierre y a Gaubert, y envió a la madre y a las dos hijas, que ya no vivían con sus padres, pero que habían tramado también en contra de su hermano, al convento para que las encerraran y las mantuvieran apenas en vida. No se solía ejecutar a mujeres.

La ejecución de Jean Calas se realizó por medio de la rueda. El condenado se estiraba sobre una gran rueda de carro, se le interrogaba para que confesara el crimen -lo que Calas aún no había hecho, a fin de que su alma ennegrecida se redimiera-, y se le ejecutaba entonces con justicia. Un verdugo rompía las articulaciones en brazos y piernas del condenado acostado en la rueda, le quebraba el pecho con cuidado para no causar la muerte y se alzaba la rueda hasta que el eje se clavara en un alto mástil, donde se dejaba al condenado, cuyos miembros colgaban como los de un títere, de cara al cielo, que agonizaba hasta morir. Los condenados solían expiar a poco. Jean Calas tardó una tarde en morir. Y, lo que era un problema, como contaría el sacerdote que alentaba espiritualmente a los condenados, es que Calas no confesó sino que murió proclamando su inocencia y pidiendo a Dios que perdonara a jueces y verdugos.

La condena por infanticidio puede parecer dura, pero estamos en 1762, y la pena capital no sería abolida en Francia hasta más de tres siglos más tarde.

Existe un segundo problema. Esta dura pero aleccionadora historia era mentira. Se produjo un crimen, es cierto. Pero el criminal no era quien se decía.

Jean Calas y su familia nunca asesinaron a su hijo, que, acuciado por las deudas -acababa de perder una importante cantidad de dinero-, se había suicidado.

Los gritos de dolor de la familia eran sinceros. Mas, eran protestantes, en un barrio católico. Los vecinos que acudieron empezaron a rumorear. El aparente suicidio era sin duda puro teatro. Tratarían de maquillar la espantosa realidad, el asesinato del hijo debía ser, era, un complot planeado desde hacía tiempo y llevado a cabo. El escandaloso y escandalizado rumor creció. Los vecinos denunciaron a la familia. Los insultos se multiplicaron. La policía, los jueces, el propio parlamento regional no pudieron -no quisieron- oponerse a las calumnias, so pena de alterar el orden público -pese a que hubo jueces que dudaron de la culpabilidad de la familia (el cadáver de Marc-Antoine no presentaba signos de violencia), y que uno incluso votó en contra de la condena-. Mas, la ciudad se hubiera levantado si no hubieran condenado a la más espantosa de las ejecuciones a Calas y arruinado a la familia dejándola morir de hambre.

Era tan evidente la injusticia cometida por la feroz presión social, que la mujer de Jean Calas logró ir a París e implorar el perdón real y del tribunal de Justica de París, lo que consiguió. Jean Calas, torturado y ejecutado, fue inocentado.

Esta estremecedora historia abre el Tratado sobre la tolerancia que Voltaire, valerosamente, escribió poco después del caso -un recurso compositivo que Michel Foucault utilizaría, pero sin la sabiduría en el uso de la ironía y el sarcasmo, en su ensayo Vigilar y castigar

El rumor, las noticias falsas sobre complots y conspiraciones circulaban a la velocidad del rayo a finales del siglo XVIII, el Siglo de las Luces. Y eran mortíferas.

Y hoy...

    



sábado, 3 de octubre de 2020

La modernidad (una de las causas de)

 Varias causas se han supuesto que supusieron el fin de la manera antigua o tradicional de percibir el mundo en Europa (u Occidente), la posición del ser humano y su incidencia en él, y las relaciones entre los propios humanos, y el nacimiento de la modernidad. Sucesivas crisis teológicas, filosóficas, científicas, desde el siglo XVI -o desde el Renacimiento- quebraron el orden antiguo. 

Una de las razones que se adujo hace más de un siglo, hoy matizada, fue la irrupción de la reforma protestante y la nueva consideración del ser humano y su relación con los poderes celestiales y mundanos -con la iglesia, en particular. La noción de gracia, alcanzada por la fe, que iluminaba solo a ciertos creyentes "de buena fe", determinó que la intervención, la modificación, la explotación del mundo era legítimo siempre que la practicaran quienes estaban en gracia de dios.

Quizá se ha minusvalorado otra causa, cercana al protestantismo, que sí se ha destacado como uno de los acicates de la Revolución francesa, que trastocó definitiva o duraderamente, el orden antiguo, la monarquía por derecho divino.

El cristianismo tuvo, ya desde Agustín, en el siglo IV, con dos conceptos antitéticos: la gracia concedida por Dios, que iluminaba a los fieles y les marcaba el camino por el que transitar en vida, y la libertad humana (el libre albedrío), coartada por la intervención o gracia divinas.

Mientras teólogos como el monje tardo antiguo Pelagio sostenía que el ser humano era capaz por sí mismo de tomar las decisiones correctas y de actuar justamente, Agustín defendía, por el contrario, que el ser humano "desgraciado", carente de la gracia, no podía juzgar ni actuar "santamente". La capacidad de pensar y de actual del humano estaba empañada por el pecado original -del que, sin embargo, había sido lavado (o debería haber sido lavado) por la encarnación, el nacimiento y la muerte terrenales del Hijo de Dios, lo que no se tenía, sorprendentemente, en cuenta.

La predestinación frente a la capacidad de cada uno por tomar el destino en sus manos: dos concepciones de la vida antitéticas.

 Aunque la figura de Agustín imponía respeto, es cierto que desde Tomás de Aquino, el libre albedrío fue cada vez más aceptado como lo que permitía al ser humano tomar sus propias decisiones y hacer el bien. Mas, si el peso del pecado original frenaba o impedía incluso las acciones justas y llevaba, por el contrario, por el camino equivocado, la iglesia siempre podía, por la confesión, perdonar las equivocaciones. Pese al perdón ocasional o final, lo cierto es que la iglesia defendió la vida contemplativa, y cualquier acción era juzgada con suspicacia -aunque no prohibida, dado que el ser humano era libre (de actuar bien o mal).

La Reforma protestante trató de romper con esta visión tan ambigua, ofreciendo una solución clara al dilema sobre cómo el ser humano debía comportarse. La vida activa era perfectamente posible. La contemplativa, juzgada severamente. Pero no todos podían actuar correctamente. Solo quienes estaban en gracia de dios podían actuar limpiamente, y todo lo que emprendieran era legítimo, bien intencionado. Esta concepción se basaba en Agustín. Pero introducía un matiz. Solo quienes tenían fe podían saber si estaban en gracia de dios o, mejor dicho, que estaban en gracia de dios. La fe salvaba. El desconocimiento de los incrédulos o de los humanos de poca fe sólo llevaba al error.  

El jansenismo, una austera corriente reformadora barroca francesa -con prédica en Italia-, que no rompió con la iglesia católica, y que contaba entre sus defensores escritores como Pascal, supo hallar una vía entre las opuestas consideraciones católicas y protestantes acerca de la necesidad y la bondad de la intervención humanas en el mundo. ¿Qué debía orientar la acción, la gracia o la libertad?

El concepto central, de nuevo, ya fue enunciado por Agustín y retomado por Lutero y sobre todo Calvino: la noción de gracia eficiente, una noción que compartían algunos católicos -que sospechaban de la excesiva importancia del libre albedrío- y todos los protestantes. Pero, mientras los protestantes defendían que cualquier acción era legítima si se estaba en gracia de dios, y los católicos sostenían que el ser humano era libre de hacer el bien o el mal -un bien que a menudo se torcía, lo que exigía la constante intervención de la iglesia, cuyo perdón se podía comprar, com denunciaba Lutero-, los jansenistas sostuvieron que la acción ra necesaria para activar la gracia. Ésta se volvía efectiva si se intervenía en el mundo, y las acciones iban por el buen camino a medida que se actuaba porque la gracia se encendía. Por tanto, ni se defendía la inacción contemplativa que impedía estar en gracia de dios, ni cualquier acción desaforada -partiendo de la creencia que la gracia todo lo legitimaba-, sino que la gracia y la libertad, la gracia y la acción interaccionaban y se influían mútuamente, las acciones despertando lentamente la gracia y ésta velando por el buen hacer. Es decir, las acciones tenían que emprenderse meditadamente, juzgando sus consecuencias. Una acción equivocada mantenía la gracia aletargada. 

La conjunción de pensamiento y de sentimientos para poder intervenir en el mundo de manera que no hiciera daño, el dar al ser humano los medios para actuar y enjuiciar, la confianza depositada en él, fueron logros que el jansenismo aportó que permitieron pensar en una intervención positiva del ser humano en el mundo, y aspirar a una vida mejor. La noción de progreso se establecía. La importancia del jansenismo en los postulados de la Revolución Francesa  corroboraron el acierto de la vía jansenita que se fue apagando en l siglo XIX con la reacción protestante, mucho más efectiva a la hora de permitir cualquier tipo de intervención sin medir sus consecuencias.     



 

viernes, 2 de octubre de 2020

CLASE 1: Presentación TEORIA II 1Q_2020/2021





Primera clase de la asignatura de Teoría II, de quinto curso de carrera de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (UPC-ETSAB) al aire libre por razones sanitarias.

Tuvo lugar en los tranquilos jardines de la fundación Ramonet de Barcelona.


Filmación: Marina Bernal
Edición del vídeo: Irene Cervera

Agradecimientos por los permisos y facilidades  a Anna Ferrer y a Dolors Magallón


jueves, 1 de octubre de 2020

Cuidado (teoría del arte))

 La teoría es un ejercicio consistente a fijarse en las cosas para tratar de entenderlas observándolas; son cosas que no se extraen del entorno sino que se miran desde cierta distancia.

La teoría presta atención a las cosas y los actos. Se muestra cuidadosa con ellos. Los trata con respeto. La teoría implica estar atento a lo que nos rodea y ser atento con nuestro entorno. Éste debe cuidarse. Se tienen que cuidar las formas, mostrándose educado ante el mundo. Los entes y los seres frágiles requieren cuidados. Nuestra desidia los deja aún más a la intemperie. Pueden desaparecen, por lo que acabaríamos solos, sin nada alrededor nuestro, nada que nos arrope ni nos proteja, nada en lo que podamos confiar, nada en qué proyectarse, como si las cosas fueron hijos nuestros a través de los cuales sobrevivimos. 

Las obras pueden tener una vida mucho más larga que la nuestra. Creemos que las pirámides se construyeron para la eternidad y que van a durar para siempre. Pero las pirámides solo existen porque nos preocupamos por ellas, porque las contemplamos y tratamos de entenderlas. Sin nuestras atenciones no serían sino un absurdo y vano amontonamiento de piedras sin ningún sentido, una muestra de vanagloria que nada aportaría. 

La expresión catalana "tindre cura" implica un mayor grado de compromiso con las cosas que nos salen al paso que la castellana "tener cuidado". "Cura" lleva a la curación. No tenemos que desatender las cosas ni descuidarlas. Merecen nuestras atenciones. si las abandonamos, ni pasamos de largo, las cosas dejan de tener sentido. Cuando nadie las atiende, se dejan ir. Pero el daño que hacemos al entorno repercute en nosotros. Nos volvemos indiferentes, insensibles, como si nada nos emocionara o nos afectara. Dejamos de ser personas, seres humanos. El mundo no nos acoge porque no atendemos a su llamada.      

Cuidar viene del latín cogitare, un verbo que quizá no nos sea extraño -cogito, ergo sum: pienso, luego, existo-, y que significa pensar, meditar. Las cosas que atendemos -que cuidamos, y que escuchamos- suscitan meditaciones: una callada reflexión sobre su razón de ser, sobre lo que son, sobre lo que somos. El objeto de nuestra meditación nos interroga, pone en cuestión nuestras creencias, nuestros hábitos, nuestro lugar en el mundo. Si las obras de arte nos dan qué pensar, logran que "seamos" alguien", que se nos tenga en cuenta, que se nos escuche, nos dejan estar en el mundo.  El arte es lo que da "sentido" a nuestra vida, porque nos cuestiona, obligándonos a repensar qué somos y qué hacemos. El cuidado de las formas lleva a que reflexionemos sobre nosotros mismos y nos descubramos, nos conozcamos. 

Atender, en latín, significa -la partícula adverbial ad: hacia, ya lo apunta- tender hacia: tender las manos para brindar socorro, cuidados, y tender el ánimo para compadecerse de lo que necesita cuidados. La atención se practica en compañía: se tejen relaciones a través de las cuales, cada miembro cuida y recibe cuidados. La teoría nos abre a las cosas y a los demás. Dejamos de pensar solo en nosotros para escuchar lo que las cosas tienen a bien contarnos o revelarnos, sobre ellas y sobre nosotros. 

"Posar cura", en catalán significa esmerarse, que implica un esfuerzo, y actos llevados a cabo con delicadeza para no dañar lo que está a nuestro cuidado. El objetivo del esmero es la pureza (merus, en latín, significa puro, sin mezcla). La teoría devuelve el brillo a las cosas, les permite brillar para que nos iluminen, nos deslumbren. Quizá andábamos a tientas, perdidos; una obra, de pronto, se convierte en una luz que nos guía y evita que caigamos. La teoría no solo beneficia las cosas sino que nos hace bien. Gracias a la acción emprendida obtenemos o recuperamos el porte, la dignidad.  

Teorizar no lleva a dar la espalda al mundo, alejándonos de la vida activa. Por el contrario, nos conduce a descubrir el lustre de las cosas, que nos ilustra, nos educa, nos forma y nos enseña a mantener las formas en medio de los vaivenes que, como hoy, nos zarandean.

martes, 29 de septiembre de 2020

JÉRÔME DUBOIS (1989): CITÉVILLE & CITÉRUINE (2020)

 














Citéville y Citéruine (Ciudadurbe y Ciudadruina) son dos novelas gráficas (o cómics) del dibujante francés Jérôme Dubois, que se reflejan mútuamente. Citéruine ha sido dibujada calcando las viñetas de Citéville, eliminando los personajes y desdibujando o desencajando los elementos urbanos.

Citéville comprende varios capítulos que ilustran algunas de las distintas funciones, de las distintas zonas (ocio, comercio, espectáculo, reposo...) de la ciudad moderna. Se trata de una densa ciudad zonificada, en la que la vida se desplaza de zona en zona en función de las horas, los días y las estaciones, dejando las demás zonas desiertas.

Zonas desiertas o desertizadas, abandonadas, en Citéruine.

Ciudad inventada, pero basada en distintas áreas de las "villes neuves" de la periferia de París, construidas en los años sesenta y setenta, compuestas por barras y altas torres aisladas concebidas como colmenas, hoy devastadas. El dibujo reproduce exactamente detalles, edificios enteros incluso.

El propio dibujo se compone como una jaula nítidamente trazada, una red de tramas que pauta y encierra la vida antes de expulsarla -o de que ésta haya finalmente logrado huir.

Sobre este dibujante, véase este enlace 


domingo, 27 de septiembre de 2020

Neorrealismo

 


Foto: Massimiliano Minocri, Barcelona, 2020


Terrazas de bar instaladas más allá de las acercas, en la calzada, en calles de Barcelona, separadas del tráfico rodado por bloques de hormigón pintados de amarillo, a veces entre contenedores

¿Croquetas o berberechos?

v.

¿Plástico u orgánico?

sábado, 26 de septiembre de 2020

"No ficción"

 Las listas de libros más vendidos comprenden dos grupos: Ficción y No Ficción.

El primer grupo incluye novelas; el segundo, lo que no lo son: ensayos, poesía, estudios históricos, etc.

No comentaremos que entre los libros más vendidos hoy de No Ficción se encuentran Entre sentimientos, de la influencer Tamara Gorro -célebre por su participación en populares programas de telerrealidad (signifique lo que signifique esta palabra)-, un libro de cocina, y otro de autoayuda del "coach" Curro Cañete. A veces esos libros se han clasificado como de Pensamiento, aunque quizá este epígrafe, vistos los autores de éxito, no parezca plenamente acertado.

Lo curioso es la manera de clasificar. Existen novelas -si es que la novela es ficción, mientras que el ensayo no lo es- y libros que no son novelas. Los ensayos, los poemarios, los libros de historia, las publicaciones científicas, textos de antropología, religiosos, etc., las gramáticas, los diccionarios, etc. se caracterizan, y por eso se agrupan, no por lo que son, sino por lo que no son: no son ficción. Se definen negativamente. Quedan al margen del mundo de la ficción, sin duda ejemplificado por la el arte de la novela. Están descartados. No pueden acceder al grupo principal. 

Queda preguntarse si se les considera como libros deficientes -adolecen de algo para llegar a ser "Ficción"-, o libros marginales, que dan la espalda a la "Ficción", libros heréticos. En otras épocas, y en otras culturas hoy, libros prohibidos, desdeñados y que circulan bajo mano. Son libros "a la contra": van en contra de la Ficción, o no la alcanzan. Libros agriados, resentidos, o incapaces.

La clasificación no es propia de España, sino que es común con la que se utiliza en los Estados Unidos y en Inglaterra. En Francia, por el contrario, "Ensayos y Referencias" constituye un bloque, con sus reglas, que no se define como una imagen deficiente de la "Ficción".

Dicho eso, si las Isla de las Tentaciones me garantiza el éxito de ventas en libros de Ficción y de No Ficción....