lunes, 11 de abril de 2022

Viernes santo (con Sócrates)

" —Cuando Sócrates hubo acabado de hablar, Critón, tomando la palabra, le dijo: bueno, Sócrates; pero ¿no tienes nada que recomendarnos ni a mí ni a estos otros sobre tus hijos o sobre cualquier otro negocio en que podamos prestarte algún servicio? 

—Nada más, Critón, que lo que os he recomendado siempre, que es el tener cuidado de vosotros mismos, y así haréis un servicio a mí, a mi familia y a vosotros mismos, aunque no me prometierais nada en este momento; mientras que si os abandonáis, si no queréis seguir el camino de que acabarnos de hablar, todas las promesas, todas las protestas que pudieseis hacerme hoy, todo esto de nada serviría. —Haremos los mayores esfuerzos, respondió Critón, para conducirnos de esa manera; pero, ¿cómo te enterraremos? 

—Como gustéis, dijo Sócrates; si es cosa que podéis cogerme y si no escapo a vuestras manos. Y sonriéndose y mirándonos al mismo tiempo, dijo: no puedo convencer a Critón de que yo soy el Sócrates que conversa con vosotros y que arregla todas las partes de su discurso; se imagina siempre que soy el que va a ver morir luego, y en este concepto me pregunta cómo me ha de enterrar. Y todo ese largo discurso que acabo de dirigiros para probaros que desde que haya bebido la cicuta no permaneceré ya con vosotros, sino que os abandonaré e iré a gozar de la felicidad de los bienaventurados; todo esto me parece que lo he dicho en vano para Critón, como si sólo hubiera hablado para consolaros y para mi consuelo. Os suplico que seáis mis fiadores cerca de Critón, pero de contrario modo a como él lo fue de mi cerca de los jueces, porque allí respondió por mí de que no me fugaría. Y ahora quiero que vosotros respondáis, os lo suplico, de que en el momento que muera, me iré; a fin de que el pobre Critón soporte con más tranquilidad mi muerte, y que al ver quemar mi cuerpo o darle tierra no se desespere, como si yo sufriese grandes males, y no diga en mis funerales: que expone a Sócrates, que lleva a Sócrates, que entierra a Sócrates; porque es preciso que sepas, mi querido Critón, le dijo, que hablar impropiamente no es sólo cometer una falta en lo que se dice, sino causar un mal a las almas. Es preciso tener más valor, y decir que es mi cuerpo el que tú entierras; y entiérrale como te acomode, y de la manera que creas ser más conforme con las leyes."

(Platón: Fedón, 115a-e)


Fedón es quizá el mejor, más conmovedor y sobrecogedor diálogo de Platón. Obra tardía, narra la condena a muerte de Sócrates, la entereza de éste ante la muerte del cuerpo que libera al alma inmortal, la aceptación de la pena pese al horror de la ejecución por voluntario envenenamiento (porque así lo dictan las leyes que la comunidad se dio), y los consejos a sus discípulos -que no deben lamentarse, pues a Sócrates le espera ascender a la diestra de los dioses.

Leído por Pascua, este fragmento adquiere extrañas resonancias.

domingo, 10 de abril de 2022

Pascua

 Domingo de Ramos, día de la celebración de la entrada triunfal de Jesús, subido a un burro -un animal real en Israel-, como sucesor del rey David, en Jerusalén, entre los vítores de los habitantes agitando ramas de palmera, seguido de los tres días de ceniza, con el arresto, el juicio, la condena a muerte, la ejecución, la muerte cruenta y el entierro de quien se presentaba y era considerado como el Mesías o el Profeta uncido por la divinidad, el Mediador entre los mortales y los inmortales que los textos bíblicos anunciaban, un periodo sombrío, nocturno, durante el cual el fiel se cubre la testa con ceniza que le recuerda su mortal condición y el polvo con el que está hecho y al que tiene que retornar, al que sucede la deslumbrante apoteosis del profeta resucitado, convertido en dios tras la muerte de su condición humana, y que cierra la historia de un personaje real para dejar paso a la fe en una figura divinizada: esta rápida y convulsa sucesión de acontecimientos, que se conmemoran cada año, los días de luna llena tras el equinoccio de primavera, abren y cierran el periodo llamado de Pascua, una fiesta cristiana  que sucede a una fiesta judía que originariamente rememora un previo tránsito de la muerte a la vida, un salto o paso vertiginoso -tal es el significado de la palabra semita pascua-, la salida del pueblo judío de Egipto, el largo éxodo por el desierto, liderados por Moisés, el encuentro de éste con la divinidad y la bendición de sus fieles por ésta, que les devuelve la esperanza de salir con vida del errático viaje, y la llegada tardía a la tierra prometida: un renacer, de la muerte en vida esclavizados en Egipto, hasta la tierra donde establecer el reino divino, el paso de la oscuridad a la luz, un ritual de paso que marca la entrada a una nueva era de plenitud.





Dos dibujos de Miguel Ángel y de Picasso



 No, no existe ninguna relación evidente entre ambos artistas ni entre ambos dibujos, salvo que se exponen o se han dado a conocer estos días.

El primero, hasta hoy en una colección privada francesa, y en venta, en una próxima subasta, se conoce desde principios del siglo XX, pero se ha atribuido a Miguel Ángel desde hace dos alos. Dibujo de juventud, inspirado en una figura en un fresco del pintor del primer renacimiento italiano, Masaccio, que revela la influencia de este artista en la robustez, la carnalidad de las figuras de Michelangelo, la admiración de este último por el artista florentino.

El autorretrato de Picasso -un dibujo de pequeñas dimensiones, de principios del siglo XX, que corresponde al llamado periodo Azul del artista, perteneciente a la colección del museo Picasso de Barcelona -, en cambio, es conocido (aunque no lo conocía), seguramente, pero se expone raramente. Desde hace una semana, se muestra en una pequeña exposición en dicho museo , y es uno de los mejores autorretratos del artista.






sábado, 9 de abril de 2022

CLAUDIO SANTORO (1919-1989): SINFONÍA 7 “BRASÍLIA” (1959-1960)


 Sobre este compositor brasileño, véase esta enlace:

Mudanza

La separación de la ciudad, paradójicamente, mide y expresa cuanto estamos atado a ella, la íntima unión que nos define. El cambio de casa y de ciudad requiere una mudanza. Mudar, en latín (mutare), significa cambiar (e intercambiar). La mudanza conlleva el abandono de un lugar en beneficio de otro, en el que emprenderemos una nueva vida, un desplazamiento (mutare es también desplazar), un cambio de plaza (plaza, plateia, en griego, significa anchura; una plaza, en verdad es una avenida, un canal de comunicación, gracias al cual volvemos a establecer contactos, contactamos de nuevo con el entorno y con los demás, volvemos a la vida, pues, tras el periodo de desconexión, que implica no estar en ningún sitio y, por tanto, no existir, habiendo desaparecido, durante la mudanza, podemos insertarnos en la comunidad, el “tejido social” que da “sentido” a nuestro estar en el mundo). La relación con el espacio personal se percibe bien en el verbo francés déménager, que se traduce por mudarse. Un déménagement, literalmente, es el abandono de un ménage -que se podría traducir por hogar (literalmente, morada), si la palabra española evocara no solo la estructura arquitectónica, y la calidad, sino también la gestión y el cuidado del lugar- en favor de otro. Una mudanza es un tránsito, de una muda -una piel-a otra. La piel nos envuelve, pero no nos esconde; antes bien, es lo que nos expone a los demás. Se trata de la superficie que mostramos, y que reacciona con el contacto con los demás. La piel es un sensor que registra nuestra interacción con el entorno. El despellejamiento deja la carne al rojo vivo, expuesta a todos los males; se trata de una tortura particularmente cruel, un modo de ensañarse con un condenado a muerte, una ejecución horrísona. Sin piel, no podemos vivir, no somos nada -o nadie. La muda nos abre a la vida, aunque el cambio puede ser doloroso. Durante la mudanza no existimos. No tenemos un sitio fijo; estamos en tránsito; hasta la llegada a la casa o la ciudad nueva, nadie nos puede contactar. Solo con una muda nueva, renacemos. Somos (como) nuevos seres. Estamos y existimos donde antes no éramos.  Hemos abandonado un lugar, como si hubiéramos muerto para éste, y reaparecemos donde antes entonces nadie nos esperaba, como unos recién nacidos. Nos demoramos, nos asentamos, sabemos de nuevo dónde estamos, quiénes somos. 

Próximamente

 

BAGDAD, «UN LUGAR MODERNO» (1958-1978) 
Latif Al-Ani

Próximamente


En Iraq, tras la independencia de los imperios otomano —al final de la Primera Guerra Mundial— y británico —tras la Segunda Guerra Mundial—, las tensiones entre la religión contraria a las imágenes naturalistas sagradas y la permisividad icónica del anglicanismo —cercano al catolicismo—, en unos años en los que la imagen fotográfica se extendía por la prensa gráfica, no detuvieron a Latif Al-Ani. No fue el primer fotógrafo iraquí —los sultanes otomanos que dominaban Iraq eran aficionados a la fotografía—, pero seguramente fue el más importante. 

Sus fotografías retrataron un país, la capital, Bagdad, y una sociedad que ya no es debido a las guerras civiles y las invasiones, la caída de la monarquía —en 1958—, el alejamiento de la órbita soviética —a finales de los años ochenta— y la deriva integrista tras la Segunda Guerra del Golfo, la guerra civil subsiguiente y el actual terrorismo. Se trataba de imágenes de una ciudad, una cultura y una sociedad que quizá solo existieron en el ojo del fotógrafo. Latif Al-Ani trabajó para el Ministerio de Información y la agencia de noticias iraquí, y para una publicación ilustrada de la Iraqi Petroleum Company documentando la industrialización del país en unas vistas en ocasiones aéreas, despegadas de la realidad —y la miseria cercando la ciudad—, a nivel de la calle, buscando una imagen que coincidiera con los sueños y las aspiraciones de una sociedad que accedía a la independencia después de siglos de dominación otomana y británica.

Latif Al-Ani retrató una sociedad que se urbanizaba, sin obviar el carácter tradicional de maneras de ser y de obrar, retraídas ante los rápidos cambios que se producían. Recurrió a la ironía mostrando a los primeros turistas extranjeros acaudalados, ajenos al país, posando ante las ruinas del pasado, convertidas en un decorado o un trofeo de caza.

Con la llegada de Saddam Hussein al poder, tras una serie de golpes de estado y asesinatos, y la devastadora guerra entre Iraq e Irán en 1980, se prohibió a Latif Al-Ani realizar fotografías en el espacio público. Su nombre y su obra desaparecieron, así como sus archivos —y los archivos públicos que conservaban las publicaciones ilustradas con imágenes suyas—, desaparecidos durante el bombardeo de Bagdad en 2003. Algunos, sin embargo, se salvaron tras la donación de la fotógrafa marroquí Yto Barrada, admiradora de Latif Al-Ani, a la Arab Image Foundation de Beirut. Fallecido en noviembre de 2021, la figura de Latif Al-Ani emerge desde una exposición antológica en la Bienal de Venecia en 2015, revelando una imagen de Bagdad y de Iraq a menudo olvidada o desconocida, que quiebra la imagen del país y de la ciudad que hoy


Próximamente….

La exposición hubiera tenido que inaugurarse el 6 de abril, pero la complejidad legal que envuelve las transacciones entre instituciones públicas y privadas, comunitarias y extra-comunitarias, ha obligado a posponer la inauguración hasta antes de la fiesta del libro y las rosas de Sant Jordi el 23 de abril. 





jueves, 7 de abril de 2022

Qué es un lugar

 Los estudiosos distinguen entre espacio y lugar. El primero es indeterminado. No tiene límites, ni ubicación. se trata de una extensión indefinida en todas dirección, un no-lugar, de algún modo: un lugar que no está en ningún sitio preciso, aunque esté en todos, los englobe todos.

Lugar, por el contrario, viene del latín locus. Esta palabra designa en verdad un claro en el bosque: una parte del bosque desbrozado, una parcela limpiada, de nítidos límites con la densa selva circundante, en el que un asentamiento puede producirse (el verbo locare significa emplazar, instalar, situar en un locus), con un fuego en el centro, cuyas luz ilumina la superficie del lugar, dibuja un círculo de luz, que corresponde con el perímetro del locus, y que contrasta con la oscuridad y la impenetrabilidad de la selva. Por el contrario, en el locus, todos los movimientos, los contactos, todas las relaciones son posibles, siempre que acontezcan dentro de los límites que la luz del sol que desciende hasta el suelo -lo que no se produce en la penumbra del bosque- traza, luz que alumbra el lugar. Locus deriva, precisamente del latín lux (luz). 

Así como es inevitable perderse en la selva, dónde no existen vías de circulación y todo son obstáculos, nadie puede sentirse perdido en un lugar. Uno se sitúa, se ubica en un lugar. Sabe dónde se encuentra. No se desorienta. Éste está bien acogido y defendido por un halo de luz; todo está a la vista. El diámetro del lugar, es decir la luz que mide lo que la propia luz acoge ( luz es también medida entre objetos u ejes, la medida de los lugares habitados, de los interiores -donde nos recogemos a fin de no quedar a la intemperie-, de las habitaciones), permite que se puedan seguir el perímetro a simple vista. Nada puede esconderse,; la vida transcurre a plena luz del día, e incluso de noche, las llamas de la hoguera, en el centro, atraen de tal modo, que la comunidad se aproxima y se junta, hasta poderse verse las caras y dialogar, al mismo tiempo que puede sentir el calor, físico y metafórico,  que el fuego, que asciende en la noche dibujando un eje vertical que une el lugar con el cielo, aporta. Los miembros del asentamiento no temen ser atacados por la espalda. La luz les cubre la misma, y despeja cualquier acto que se hubiera llevado a cabo aprovechando las sombras que la luz disuelve. 

El locus es concreto, individual, particular. No es cualquier lugar. Un locus está bien situado; se sabe dónde se encuentra. Y cada locus tiene su peculiaridad. No existe dos loci iguales. No pueden pues prestar a confusión. Precisamente locus tiene, además de la dimensión espacial, también una temporal. Locus significa momento. Un locus es el aquí y ahora, el presente. Ni un espacio inventado, soñado, irreal o perdido, sino un lugar concreto, tangible, ubicado en el presente, que acompaña a la vida; un lugar visible e identificable, donde no caben engaños ni ficciones.   


Agradecimientos al arquitecto y teórico David Mesa por su observación sobre la luz como medida interior o como intervalo.