Los estudiosos distinguen entre espacio y lugar. El primero es indeterminado. No tiene límites, ni ubicación. se trata de una extensión indefinida en todas dirección, un no-lugar, de algún modo: un lugar que no está en ningún sitio preciso, aunque esté en todos, los englobe todos.
Lugar, por el contrario, viene del latín locus. Esta palabra designa en verdad un claro en el bosque: una parte del bosque desbrozado, una parcela limpiada, de nítidos límites con la densa selva circundante, en el que un asentamiento puede producirse (el verbo locare significa emplazar, instalar, situar en un locus), con un fuego en el centro, cuyas luz ilumina la superficie del lugar, dibuja un círculo de luz, que corresponde con el perímetro del locus, y que contrasta con la oscuridad y la impenetrabilidad de la selva. Por el contrario, en el locus, todos los movimientos, los contactos, todas las relaciones son posibles, siempre que acontezcan dentro de los límites que la luz del sol que desciende hasta el suelo -lo que no se produce en la penumbra del bosque- traza, luz que alumbra el lugar. Locus deriva, precisamente del latín lux (luz).
Así como es inevitable perderse en la selva, dónde no existen vías de circulación y todo son obstáculos, nadie puede sentirse perdido en un lugar. Uno se sitúa, se ubica en un lugar. Sabe dónde se encuentra. No se desorienta. Éste está bien acogido y defendido por un halo de luz; todo está a la vista. El diámetro del lugar, es decir la luz que mide lo que la propia luz acoge ( luz es también medida entre objetos u ejes, la medida de los lugares habitados, de los interiores -donde nos recogemos a fin de no quedar a la intemperie-, de las habitaciones), permite que se puedan seguir el perímetro a simple vista. Nada puede esconderse,; la vida transcurre a plena luz del día, e incluso de noche, las llamas de la hoguera, en el centro, atraen de tal modo, que la comunidad se aproxima y se junta, hasta poderse verse las caras y dialogar, al mismo tiempo que puede sentir el calor, físico y metafórico, que el fuego, que asciende en la noche dibujando un eje vertical que une el lugar con el cielo, aporta. Los miembros del asentamiento no temen ser atacados por la espalda. La luz les cubre la misma, y despeja cualquier acto que se hubiera llevado a cabo aprovechando las sombras que la luz disuelve.
El locus es concreto, individual, particular. No es cualquier lugar. Un locus está bien situado; se sabe dónde se encuentra. Y cada locus tiene su peculiaridad. No existe dos loci iguales. No pueden pues prestar a confusión. Precisamente locus tiene, además de la dimensión espacial, también una temporal. Locus significa momento. Un locus es el aquí y ahora, el presente. Ni un espacio inventado, soñado, irreal o perdido, sino un lugar concreto, tangible, ubicado en el presente, que acompaña a la vida; un lugar visible e identificable, donde no caben engaños ni ficciones.
Agradecimientos al arquitecto y teórico David Mesa por su observación sobre la luz como medida interior o como intervalo.
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