lunes, 6 de junio de 2022

BERNARD PLOSSU (1945): EN LA CIUDAD ( EN VILLE)






























































 

Fotógrafo franco-vietnamita, con una intensa relación con España (y el Museo de Arte Moderno IVAM, de Valencia). Cuando obtuvo el premio PHotoEspaña en 2013, ya había publicado Barcelona 74, un célebre libro sobre la ciudad en las postrimerías del franquismo, más gris que en blanco y negro, y había vivido en Huesca y Almería, lugares que le recordaban Mexico donde ha pasado una parte de su vida.

 Sus fotografías que recorren las ciudades en las que ha vivido y vido, principalmente México y Almería, captan la extrañeza de una escena que califica de banal, donde en apariencia nada destaca ni presenta rasgo alguno que pudiera llamar la atención, salvo, por la luz y el encuadre, en la propia imagen. Es difícil saber qué causa la fascinación de sus fotografías, casi al límite de la imagen antropológica.

La mayoría de sus fotografías en blanco y negro son urbanas o suburbanas, reflejando barriadas periféricas de auto construcción, aparentemente vacías o dormidas, adormecidas más bien,  como si el tiempo se hubiera detenido. Raras veces parecen habitadas; escasas multitudes; alguna figura diminuta cruza la imagen. Los ocasionales protagonistas suelen ser siluetas a contraluz, sombras inevitablemente planas, o personas captadas de espalda, alejándose casi siempre. 

Un museo en el sur de Francia, donde vive hoy el fotógrafo,  presenta hoy una exposición centrada en un aspecto poco cómodo de la obra de Plossu : vistas a color italianas -que, paradójicamente, pese a que soñamos en blanco y negro aunque creemos soñar en color, tienen, a causa del color, un aspecto ensoñador o irreal frente a la dureza palpable, tangible, de las imágenes en blanco y negro.








domingo, 5 de junio de 2022

A los cincuenta días…. (Pentecostés)

 Distinguiéndose de la cultura clásica en la que prima la imagen visual -los dioses griegos se exhiben pero hablan poco, y siempre de manera breve y alusiva, como Apolo, mientras, por el contrario,  no dudan en hacer acto de presencia-, la cultura y la religión orientales (hebrea, cristiana) concede una gran importancia a la palabra. Nadie ha visto a Yahvé, aunque, ya en el Edén, se le ha oído andar, y se le ha escuchado. Yahvé es un dios que se relaciona con los humanos escondiéndose (tras una zarza añadiendo, una nube espesa, una tormenta), pero cuya voz retumba. Se le caracteriza por su voz. Es el Verbo (a menos que el Verbo sea no solo una manifestación suya sino una segunda divinidad íntimamente unida a Yahvé al igual que la enigmática Sabiduría con la que Yahvé, de nuevo con la voz, departe).

La importancia de la voz (y del sentido auditivo) se manifiesta también en la fiesta cristiana  que se celebra hoy: la fiesta del paso de los cincuenta días tras la Pascua; la fiesta de la entrega de las primicias ( los primeros frutos llegados a la madurez) tras la siembra pascual, una fiesta que sigue una cifra mágica (siete semanas, siete por siete días, más uno) que son los que median entre Pascua y el Quincuagésimo o Pentecostés.

Aunque es cierto que los frutos llegan a buen término gracias a una gracia divina, lo cierto es que Pentecostés es una fiesta en la que es la divinidad quien agracia a los humanos: les concede el don de las lenguas, la capacidad no solo de hablar todas las lenguas sino de entenderlas, permitiendo así la constitución de una compleja comunidad humana. Esta fiesta, en la que el don se manifiesta visual y sonoramente -los agraciados ven como el Paracleto o Protector, uno de los nombres del Verbo o del Espíritu, desciende y se posa sobre sus cabezas, invitándoles a dialogar sin la barrera de la diversidad de las lenguas, en una imagen visual que traduce maravillosamente la imagen sonora: una lengua de fuego que expresa el don de las lenguas-, que es una bendición -los humanos pueden entenderse y no enfrentarse por una mala interpretación, una tergiversación, una incomprensión-, es la antítesis de la maldición babélica cuando Yahvé creó la multitud de lenguas pero impidió que fueran todas conocidas por todos los hombres. La posesión de una sola lengua, desconocida por los demás, disolvió los ligámenes humanos, al impedir cualquier diálogo. La fiesta de Pentecostés, que concede el conocimiento absoluto a todos los hombres, viene a remedar aquel divino castigo, y restablece la unidad perdida. A partir de entonces, los hombres podrán volver a entenderse. Cabe preguntarse si este don ha sido plenamente efectivo.



sábado, 4 de junio de 2022

Homenaje a Picasso (Barcelona 1971, 2022)



































 Fotos: Tocho, junio de 2022 

 1971: Picasso, instalado en Francia desde la Guerra Civil española, y sin querer regresar hasta que el dictador Francisco Franco abandone el poder, cumple noventa años. Sigue plenamente activo, produciendo lo que hoy se considera sus mejores obras.
En todo el mundo se celebra su aniversario. También en España. Galerías y librerías exponen obras, revistas y libros. Grupos de extrema derecha, que aún hoy existen, empiezan a atacar, saquear, destrozar e incendiar locales y obras en Madrid y Barcelona: acusan a Picasso de todos los males; es la encarnación del vicio y del mal. Periódicos y revistas franquistas alientan los destrozos y publican noticias falsas o grotescas. La dictadura de Franco da sus últimos coletazos aunque no ha acabado de cometer crímenes.
A partir de una sugerencia de Dalí, un galerista particularmente afectado por la furia iconoclasta de bandas de extrema derecha sugiere que artistas plásticos, músicos y poetas españoles y extranjeros, realicen una obra de desagravio en un simple tapete bordado semejante a un papel de bandeja de pastelería, con el borde recortado en forma de puntilla: un regalo para Picasso. Cuatrocientos artistas responden: Miró, Tàpies, Saura, Sònia Delaunay, Pablo Neruda, Alberti, Vasarely, Calder, Benjamín Palencia, Equipo Crónica…Algunos realizan varias obras, como Hartung. Todas las obras se expusieron en Vallauris, donde Picasso residía.
Desde entonces, públicamente al menos, cayeron en el olvido.
Una fundación barcelonesa ha adquirido el conjunto: obras mayores y menores, insólitamente armónicas; y ha organizado una fascinante exposición, muy bien documentada, con textos claros y esclarecedores, y un maravilloso e inteligente montaje de los arquitectos Carlos Guri y Carolina Casajoana, que logra el prodigio de exponer centenares de obras en un local de medianas dimensiones como si fueran partes de una misma obra, creando una hermosa vidriera, en la que hasta las obras menores deslumbran.
Tema nuevo, muy bien planteado y resuelto, rescate de obras desconocidas, muchas fascinantes, y un brillante montaje que pone en foco en cada obra y en el conjunto, en un espacio y un “discurso” expositivo que place y complace: muy pocas veces se reúnen y se armonizan tan dispares necesidades. Una de las mejores y más reveladoras muestras del año.
La mejor introducción al cincuentenario de la muerte de Picasso que acontecerá el año que viene -en el que trabajan el museo Picasso y la fundación Miró de Barcelona, juntas.