Fotos: Tocho, junio de 2022
1971: Picasso, instalado en Francia desde la Guerra Civil española, y sin querer regresar hasta que el dictador Francisco Franco abandone el poder, cumple noventa años. Sigue plenamente activo, produciendo lo que hoy se considera sus mejores obras.
En todo el mundo se celebra su aniversario. También en España. Galerías y librerías exponen obras, revistas y libros. Grupos de extrema derecha, que aún hoy existen, empiezan a atacar, saquear, destrozar e incendiar locales y obras en Madrid y Barcelona: acusan a Picasso de todos los males; es la encarnación del vicio y del mal. Periódicos y revistas franquistas alientan los destrozos y publican noticias falsas o grotescas. La dictadura de Franco da sus últimos coletazos aunque no ha acabado de cometer crímenes.
A partir de una sugerencia de Dalí, un galerista particularmente afectado por la furia iconoclasta de bandas de extrema derecha sugiere que artistas plásticos, músicos y poetas españoles y extranjeros, realicen una obra de desagravio en un simple tapete bordado semejante a un papel de bandeja de pastelería, con el borde recortado en forma de puntilla: un regalo para Picasso. Cuatrocientos artistas responden: Miró, Tàpies, Saura, Sònia Delaunay, Pablo Neruda, Alberti, Vasarely, Calder, Benjamín Palencia, Equipo Crónica…Algunos realizan varias obras, como Hartung. Todas las obras se expusieron en Vallauris, donde Picasso residía.
Desde entonces, públicamente al menos, cayeron en el olvido.
Una fundación barcelonesa ha adquirido el conjunto: obras mayores y menores, insólitamente armónicas; y ha organizado una fascinante exposición, muy bien documentada, con textos claros y esclarecedores, y un maravilloso e inteligente montaje de los arquitectos Carlos Guri y Carolina Casajoana, que logra el prodigio de exponer centenares de obras en un local de medianas dimensiones como si fueran partes de una misma obra, creando una hermosa vidriera, en la que hasta las obras menores deslumbran.
Tema nuevo, muy bien planteado y resuelto, rescate de obras desconocidas, muchas fascinantes, y un brillante montaje que pone en foco en cada obra y en el conjunto, en un espacio y un “discurso” expositivo que place y complace: muy pocas veces se reúnen y se armonizan tan dispares necesidades. Una de las mejores y más reveladoras muestras del año.
La mejor introducción al cincuentenario de la muerte de Picasso que acontecerá el año que viene -en el que trabajan el museo Picasso y la fundación Miró de Barcelona, juntas.
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