domingo, 27 de agosto de 2023
CARLO SCARPA (1906-1978): AMPLIACIÓN DEL MUSEO REVOLTELLA (TRIESTE, ITALIA, 1963-1991)
¿?
Dirigida por un conocido editor español y con realización videográfica de una gran empresa mediática española, la exposición presenta un proyecto de arquitectura y urbanismo, titúlala La línea, a cago de un urbanista español encausado, cuyas obras en el terreno han empezado hace casi un año: una ciudad consistente en una caja de vidrio de ciento setenta quilómetros de largo, trescientos metros de ancho y quinientos metros de alto, en la que, como en una pecera, o una vitrina, se desarrolla una ciudad lineal continua formada por dos muros continuos de un único edificio de quinientos metros de alto, a cada lado, entre los que se abre una estrecha y honda garganta por la que circula un tren de alta velocidad, cuelgan puentes y plataformas suspendidas en el vacío, y surcan aeronaves semejantes a platillos volantes, entre una vegetación selvática. En lo alto se divisan parcelas de cielo. Esta caja, una línea perfecta, está trazada en el desierto aunque muerde una bahía artificial en la que atracan yates de decenas o centenares metros de largo.
El proyecto dividido en tramos está encargado de grandes estudios de arquitectura internacionales. Éste se presenta mediante maquetas. Algunas de gran tamaño, por las que se puede caminar, proyecciones y videojuegos, envueltos en una música electrónica que evoca la de una conocida película de ciencia ficción de los años ochenta. No se muestra ninguna imagen de un espacio doméstico. Los escasos personajes dibujados están siempre quietos en medio de la maraña de pasadizos, puentes y plataformas, entre un hotel de Las Vegas y un centro comercial.
Este proyecto se define o se acompaña con todas las palabras que definen lo que tiene que ser una ciudad del presente y del futuro.
Se ubica en una área de un país conocido hoy por la manera de tratar a mujeres y opositores de todo tipo, y a los emigrantes cuya llegada masiva huyendo de la guerra civil en un país vecino se ha solucionado de manera definitiva, parecida a cómo se tratan a los opositores, tal como ha comunicado la prensa recientemente.
Sin palabras
viernes, 25 de agosto de 2023
PABLO PICASSO (1881-1973): PÍNDARO, VIII PÍTICA (1960)
A Aristómenes de Egina, vencedor en la lucha
PÍNDARO (518-438 aC)
Benévola diosa de la Tranquilidad, diosa de la isla de Egina, engrandecedora de ciudades hija de Justicia, tú que tienes las llaves supremas de consejos y guerras, acepta para Aristomenes el honor por la victoria Pítica. Pues tú sabes inspirar un estado plácido e igualmente aceptarlo con firme oportunidad.
También tú, cuando alguien inyecta rencor implacable en su corazón, áspera, yendo al encuentro del poder de los enemigos pones a Hybris en el desagüe. A la diosa de la Tranquilidad ni Porfirión entendió que la estaba provocando más allá de lo debido. Es muy apreciado el beneficio si alguien lo obtiene de la casa de alguien que lo ofrece voluntariamente.
La violencia incluso al altivo acaba debilitandolo con el tiempo. El monstruo Tifón de Cilicia, de cien cabezas, no la esquivó, ni tampoco el rey de los Gigantes: fueron sometidos por el rayo y por las flechas de Apolo; quien, con mente benévola acogió al hijo de Jenaro, que venía de Cirra, coronado, con plantas del Parnaso y con el cortejo dórico.
Cayó no lejos de las Gracias la isla de las ciudades justas conectada con las famosas gestas de los Eácidas, reyes de Egina: desde su origen una gloria intachable. En verdad es cantada en numerosos certámenes, habiendo criado héroes excelsos en rápidas luchas.
También por sus hombres es famosa. No tengo tiempo para desarrollar todo un largo relato con lira y blanda voz, no sea que el hastío, llegando, haga daño. Pero lo que corre ante mis pies, la deuda que tengo contigo que corra alada, la más reciente de tus logros, en torno a mi arte.
pues en la lucha tras los pasos de tus tíos maternos, en Olimpia no avergüenzas a Teogneto, ni en el Istmo a la victoria de brazos fuertes de Clitómaco; elevando el linaje paterno de los Midílidas, llevas sobre ti la profecía que en otro tiempo el hijo de Oicles al ver en Tebas, la de las Siete Puertas, a los hijos resistiendo con lanza, pronunció enigmático,
cuando de Argos llegaron los Epígonos por segunda vez; así dijo, luchando elllos: «por naturaleza el carácter innato (procedente) de los padres es visible en los hijos. Observo con claridad un dragón jaspeado, a Alcmeón blandiéndolo sobre su escudo, primero en las puertas de Cadmo, fundador de Tebas,
El que sufrió en el primer esfuerzo ahora se mantiene con el presagio de un ave mejor, el héroe Adrasto; lo de su casa en cambio, hará lo contrario. Él solo, de entre el ejército de los dánaos, recogiendo los huesos de su hijo muerto, partirá, por azar de los dioses, con su gente indemne
a las espaciosas calles de Abas.”
Tales palabras pronunció Anfiargo. Alegre también yo mismo cubro a Alcmeón con coronas, lo rocío con un himno, porque como vecino y guardián de mis posesiones salió a mi encuentro cuando (yo) iba a Delfos, el ombligo de la tierra, celebrado en los cantos, y con técnicas innatas se entregó a los oráculos.
Tú, que hieres de lejos, Apolo, que riges el renombrado templo común a todos en las grutas del monstruo Pitón, concediste allí la mayor de las alegrías: pero en casa antes (en Egina) concediste el premio del pentatlón, que debía ser deseado ardientemente en vuestras fiestas. Soberano, yo (te) suplico con mente favorable
mirar con una cierta armonía en torno a cada cosa de cuantas emprendo. Junto al desfile de dulce canto se alzó Justicia: pido la mirada de dioses no envidiosos, Jenarques, para vuestro destino. Si alguien consigue cosas valiosas no con gran esfuerzo, aparece para muchos como sabio entre insensatos que refuerza su vida con recursos bien meditados: tales cosas no residen en los hombres: una divinidad lo concede, unas veces a uno, impulsando(lo) a lo alto, mientras a aquel lo rebaja por debajo de la medida de sus manos. En Mégara tienes un premio, y en el valle de Maratón, oh Aristómenes, y el certamen local de Hera en triple victoria, imponiéndote con tu esfuerzo.
Sobre cuatro cuerpos te abalanzaste, planeando males; para ellos no estaba determinado, en los Juegos Pitios, un regreso feliz como el tuyo, ni, al llegar junto a su madre la dulce sonrisa levantó la alegría a su alrededor; por callejones, ocultos a sus enemigos, caminan encogidos, mordidos por la desgracia.
Quien obtiene por azar algún nuevo beneficio, en su ligereza por una gran esperanza vuela con alada energía, con inquietud más fuerte que la riqueza. En breve se eleva el gozo de los hombres; así también cae a tierra, sacudido por designios contrarios.
Seres de un día!, ¿Qué es alguien?, ¿Qué no es alguien? Sueño de una sombra es el hombre. Pero cuando eventualmente llega la gloria, don de Zeus, brillante resplandor envuelve a los hombres, y una existencia amable. Egina, amada madre, acompaña a esta ciudad por un rumbo libre, con Zeus y el rey Éaco, con Peleo y el valiente Telamón, y con Aquiles.
Picasso recibió el encargo de ilustrar una edición de la octava Pítica del poeta griego clásico Píndaro en 1960.
Las Píticas son unos poemas de encargo redactados por el poeta griego Píndaro a finales del siglo VI aC, dedicados a glorificar, mediante comparaciones con héroes griegos, célebres por sus gestas semejantes a la de humanos, las victorias de determinados humanos, reyes o notables, en los juegos en honor de Apolo que se celebraban, conducidos de la sacerdotisa del dios llamada la Pitia, en el santuario apolíneo de Delfos (que una vez perteneció al monstruo Pitón, derrotado por Apolo). Dichos juegos comprendían diversos juegos deportivos o agónicos como la lucha, tema de la octava pítica.
Ésta es célebre por su definición del ser humano como un efímero, la sombra de un sueño, una definición que Platón repetiría dos siglos más tarde -y que ha marcado la visión cristiana de los mortales.
El encargo permitió a Picasso, con casi ochenta años, retomar treinta años más tarde, motivos y estilos trabajados en los años treinta, una ensoñación nostálgica de la perfección perdida, y una constatación del tiempo pasado.
jueves, 24 de agosto de 2023
GEORGES BRAQUE (1882-1963): HESÍODO, TEOGONIA (1932-1955)
El arte moderno occidental y la Grecia arcaica se han llevado bien. Las ilustraciones de textos clásicos, durante la vuelta al orden de los años treinta, con grabados, en ediciones limitadas, se multiplicaron.
martes, 22 de agosto de 2023
El teatro en la antigüedad
Las obras de teatro se estructuran mediante actos (entre tres y cinco), y éstos mediante escenas. Esta organización o división del texto, en los libretos, existe, supuestamente, desde los orígenes mismos del teatro en la Grecia antigua. Los libretos, por otra parte, no contienen sólo el texto que se interpreta, sino que también se añaden los nombres de los personajes, que preceden los que éstos enuncian, y se incorporan didascalias, es decir acotaciones o anotaciones sobre los movimientos -entradas, salidas, pero también gestos, tonos de voz, etc.- de los personajes, a fin de facilitar la comprensión o visualización de la obra por parte del lector y del intérprete, cuando se lee o se representa.
Sin embargo, todo este complejo y tabulado sistema compositivo es una invención renacentista. Las obras griegas y romanas carecían de esta partición así como de las llamadas didascalias. Tampoco se incluían referencias escenográficas sobre los lugares donde acontecía la acción. De hecho, las representaciones en la antigüedad carecían de decorados. El escenario estaba desnudo y eran los intérpretes los que aportaban dichas precisiones espaciales, casi siempre en un monólogo inicial en la primera “escena”.
La palabra escena se ha escrito entre comillas porque no existían escenas ni actos. Esta organización del texto, como ya hemos indicado, es moderna, fruto de la preparación de los libretos que se imprimían. La imprenta exigió estas acotaciones dado que el texto se publicaba para ser leído.
Esto no significa que el texto de la obra de teatro fuera continuo, libre de particiones. Éstas existían, pero respondían a criterios muy distintos a los que imperan desde el Renacimiento. Las escenas se componen a partir de las entradas y salidas de los personajes principales, y los actos vienen determinados por las salidas de todos los personajes, quedando el escenario vacío. Por el contrario, en Grecia y Roma, donde el teatro era cantado parcialmente - se asemejaba más al teatro musical o a la ópera (un género artístico aparecido en el siglo XVII, que pretendía recuperar el espíritu del teatro clásico)-, el texto se componía de partes en prosa y partes en verso, y éstas eran cantadas. Es así cómo se estructuraba el texto de una obra. Ésta, que, recordemos, no estaba pensada o compuesta para ser leída, no incluía el nombre de los personajes, e incluía tantas partes distintas cuantas partes cantadas tanto por el coro como por los protagonistas.
Esta división tan distinta de que que se maneja desde el Renacimiento ha implicado la reescritura de las obras y, en ocasiones, en la eliminación, al menos parcial, de la participación del coro, que hoy tiene un papel secundario en el texto, y que no se representa en el escenario. Por otra parte, el canto era lo que pautaba el texto, partes que hoy ya no se cantan.
Las obras de teatro antiguas formaban parte de ceremonias religiosas o sagradas, en honor del dios Dionisios. No eran espectáculos, sino obras “sacras”, como los autosacraméntales medievales y barrocos, y, por tanto, nuestra percepción y valoración de una obra clásica es muy distinta de la que se tenia antiguamente. De hecho, nunca sabremos a fe cierta, cómo se interpretaban ni cómo se juzgaban. La recreación renacentista del mundo clásico, en verdad, supuso el cierre de dicho mundo y la apertura de otro nuevo, en el que aún nos encontramos, que paradójicamente quería revitalizar un mundo antiguo cuando lo cierto es que le puso un cierre. Sin éste, involuntario, sin duda, el mundo moderno no habría despuntado, un mundo para el que la antigüedad pasaba a ser un universo ya sin capacidad de incidencia en el presente, relegado al pasado, que se podría así estudiar, como quien disecciona un cuerpo muerto.