miércoles, 7 de agosto de 2024
IVAN ARGOTE (1983): ABRIENDO CAMINOS (2024)
martes, 6 de agosto de 2024
HENRY ORLIK (1947): ARQUITECTURA
lunes, 5 de agosto de 2024
¡Fuera!
Nota : En agosto, sin clases, quizá podamos echar la vista atrás pensando en lo que ha ocurrido, y prepararse por lo que puede ocurrir o para evitar que lo que aconteció vuelva a ocurrir.
De pronto, el profesor se calla. Interrumpe la explicación. Se queda quieto y tenso. Desciende a veces de la tarima y se dirige, casi siempre hacia las últimas filas de un aula atestada.
¡Fuera! ¡Fuera de clase! Y el alumno, nervioso o condescendiente, recoge sus cosas y sale. La clase reemprende. Ya no es la misma. Algo se ha quebrado. Quizá la confianza.
El grito puede también apuntar en dirección contraria: ¡No entre! ¡Ha pasado la hora! Algún profesor, incluso, atranca la puerta para impedir el acceso de un estudiante una vez la clase ha empezado -a la hora o a destiempo.
Fuera, fuera: ¿qué implica esta expresión pronunciada de malos modos, con cara severa, irritada o agria?
Fuera, en latín fuoris, es un adverbio que denota no una posición, sino un movimiento. No se está fuera, como si el no estar dentro designará un espacio propio, consustancial con quien está fuera, sino que se va fuera, nunca libremente, sino por una orden de obligado cumplimiento. Fuera implica una expulsión. Se expele a quien no se acepta. La expulsión se logra mediante el ejerció de la fuerza: se empuja a quien se resiste a irse. Un atropello. El expulsado pierde sus derechos. Se le condena.
Las expulsiones acontecen, necesariamente en espacios acotados. La cota o el límite cualifica el espacio. Lo escinde entre el espacio de la bienaventuranza y el exterior, ilimitado, desordenado, en el que es inevitable perderse, perdiendo también los beneficios que aporta el estar dentro: la protección, la salvación, la redención de la presencia y el verbo de quien puede ordenarse que te alejes, amputándote del colección. La expulsión es siempre hacia un lugar sombrío. La luz, en efecto, solo brilla en ls iglesia. La calidez que impera dentro contrasta con el frío, la frialdad fuera. Uno queda desvalido, sin la validez que otorga la pertenencia a un grupo. Quien sufre una expulsión ha cruzado los límites de lo que se acepta o tolera en el seno de la comunidad o la iglesia.
Los espacios acotados y cerrados definen espacios segregados, separados del espacio no cualificado convencional. Se trata de un lugar especial, con unas leyes o reglas de comportamiento, de juego propias que no rigen fuera del nicho o del nido. Son unas leyes de obligado acatamiento. Quién es expulsado ha faltado a dichas leyes o las ha cuestionado. Ha desobedecido al mandato y, por tanto, ya no puede permanecer en el seno de la comunidad.
Tales lugares pertenecen a comunidades cerradas y, por tanto, excluyentes: áreas de juego, espacios sagrados, ejércitos, misiones, órdenes sectarias. Dentro, los miembros deben atender a las palabras del árbitro, el sacerdote, o el profesor. Literalmente, lo enunciado va a misa. Es incuestionable. Se escucha, se asume, se asiente, se obedece. La escucha puede no darse en realidad. Lo que cuenta es la imagen sumisa y devota. No es de recibo cualquier gesto no regulado, que no entra en la lista de movimientos que deben ejecutarse conjuntamente -levantarse, sentarse, arrodillarse, juntar u darse las manos, moverse rítmicamente, etc-, como buscar un teléfono móvil, teclear en un aparato electrónico, girar la cabeza para hablar en voz baja, cuando el silencio debe imperar al servicio de la voz del profeta, del mandamás, conlleva el alejamiento del grupo. Son gestos inaceptables, manifestaciones de ingratitud, cuendo deberíamos alabar incesantemente al buen pastor. La oveja negra -el color es simbólico, al igual que el animal escogido, símbolo de mansedumbre, salvo cuando adquiere un tono sombrío- es arrinconada, desestimada -pierde la estima, el aprecio, la honra, convirtiéndose en un don nadie-, y finalmente echada “fuera”. Al vacío, a las tinieblas, donde solo cabe la disolución, la pérdida de ligámenes , la desaparición.
Una secta está compuesta por seguidores -es lo que literalmente significa el verbo sequor, en latín: seguir-. Se sigue, se está de parte de quien lleva la voz cantante. Solo el líder tiene voz. Solo él o ella puede hablar. Los seguidores callan y asientes. Son todo oídos. Las palabras del líder son sagradas. De obligado cumplimiento. No se discuten. No hay discusión posible en el seno de una secta.
¿Es lo que debería ser una clase? Un espacio acotado donde puede ocurrir lo que no tiene lugar “fuera”; un lugar de calma y reflexión, ajeno al ruido externo, a las prisas, las presiones que rigen fuera de las paredes del aula. Un lugar donde el profesor plantea dudas y preguntas, habla y escucha, invita al diálogo, y, necesariamente, para no acallar las voces distintas, discordantes, debe reflexionar sobre lo que dice y hace, debe “cuestionarse”. Una clase es el lugar donde se plantean cuestiones, se abordan soluciones, se someten a juicio afirmaciones y dogmas, y donde la diferencia, que no puede ser atendida “fuera” merece -o debe ser- recibida y estudiada. El aula es un centro de estudio; la aplicación, el celo, el esfuerzo, la concentración son gestos y actitudes que definen el comportamiento en una clase, sin que se excluyan distracciones y ensimismamientos, que facilitan el regreso a la atención: el movimiento siempre es un avance y un retroceso, y el gesto una toma en consideración, un agarre de un problema, y el abandono para abordarlo desde otro punto de vista, o para dejarlo descansar. En clase se descansa de las visicitudes externas; es el lugar adecuado para olvidarse de lo que nos afecta fuera. Es un lugar mágico, donde todo puede ocurrir, todo lo que es imposible que acontezca fuera. El aula es donde todo puede ser, donde el ser amanece y se fragua. El adoctrinamiento, el seguidismo, la mansedumbre no tienen cabida. Una clase es un espacio donde voces distintas resuenan, una orquesta, donde las voces se conjugan, se alzan, discrepan, se callan, regresan, bajo la dirección de un director que rige y atiende.
La expulsión conlleva una ruptura. La fe, o la confianza -que es lo mismo- se quiebran. Recuperarlas se convierte, entonces, en una tarea quizá ya imposible.
jueves, 1 de agosto de 2024
Història de la universidad en Barcelona (ss. XV -XX), parte 12 y fin
1. Elias Rogent: variante de la sede de la Universidad Literaria de Barcelona (Museo del Prado, Madrid)
2. Josep González y Francesc Perales, nuevos laboratorios de la Universidad Literaria de Barcelona, 1934 (Archivo Histórico de la UB, Barcelona)
3 y 4. Francisco de Paula Nebot, proyecto del campus de Pedralbes, 1946 (Archivo Histórico del COAC, Barcelona)
Nota: el relato se detiene a las puertas del siglo XXI y, por tanto, no incluye la continua creación hoy de numerosos estamentos universitarios privados, muchos dedicados a la dirección de empresas, en la órbita de órdenes religiosas.
El relato tampoco se centra exclusivamente en la historia de la universidad de, sino en, Barcelona, por lo que engloba la historia de estamentos no propiamente universitarios pero que han dispensado estudios superiores, como el Colegio de los Cordellas, en el Barroco, o negocios que han favorecido dichos estudios, como las primeras imprentas, en el siglo XVI, de las que Barcelona estaba bien surtida, y que lograron a veces burlar la censura eclesiástica.
La Universidad Literaria de Barcelona, proyectada por Elias Rogent, y ubicada finalmente en el emplazamiento que aún posee, tenía, hasta la Guerra civil, una vida distinta a la actual.
Elias Rogent realizó variantes del proyecto inicial. La misma ubicación inicial, tras el abandono del solar del derribado convento del Carmen, estaba centrada con respecto a la plaza abierta ante la fachada. Hoy, el edificio aparece descentrado. Por otra parte, una calle perpendicular, propia de la trama Cerda, ascendía directamente desde la misma fachada posterior. Esta calle existe solo parcialmente. Un gran edificio educativo, del mismo arquitecto, se interpone en el trazado de la calle y lo interrumpe: el Seminario, rodeado de jardines, impide que la calle Enrique Granados concluya ante la fachada posterior de la universidad.
Un alto y esbelto pináculo neo gótico, catedralicio, hubiera tenido que coronar la sede universitaria. Nunca se construyó.
El edificio no solo acogía aulas, biblioteca, paraninfo y despachos, como hoy, sino que también hacía las veces de residencia universitaria, e incluía viviendas, en el segundo piso, para el personal de la universidad. La soprano Victoria de los Ángeles, hija de un conserje, nació y vivió de pequeña en la universidad. Aún se conservan las argollas, clavadas en los muros exteriores que delimitan la parte superior de uno de los claustros, en las que se ataban a los animales -perros, burros (sin segundas intenciones)- que poblaban la universidad. Incluso en los años treinta, los profesores se quejaban de la gallinas que andaban sueltas por los jardines.
Pese al nombre de universidad literaria, el edificio acogía también la escuela de arquitectura hasta 1962, después que unos desacuerdos entre el arquitecto académico Domenech Montaner y el arquitecto político Puig Cadafalch impidieron que la escuela de arquitectura, tras el abandono de la sede de la Lonja de Mar, se asentara en la proyectada -aunque nunca construida- Escuela de Artes y Oficios, un gran edificio ideado por Domenech Montaner, de principios del siglo XX, que se hubiera tenido que construir ocupando varias manzanas cerda de la Ronda de San Pedro.
La Escuela de Artes y Oficios siguió en la Lonja, ya liberada de los estudios de Arquitectura, hasta su traslado, al concluir la Guerra Civil, al edificio de la Cámara de Comercio, llamado El Borsi, en la calle Avinyó, abandonado de nuevo y a toda prisa puesto que amenazaba ruina a principios del siglo XX -su rehabilitación está en proceso hoy en día, un cuarto de siglo más tarde-, instalándose en dos nuevas sedes en los barrios de Sant Andreu de de Sant Gervasi donde aún sigue.
La sede de la Universidad Literaria tenía que haber sido ampliaba a finales de los años veinte con dos edificios ubicados a lado y lado, en los jardines posteriores. Éstos hubieren acogido un instituto de secundaria, y nuevas aulas. El mediocre proyecto de Domenech Menssns nunca se llevó a cabo..
Por el contrario, dos jóvenes arquitectos adscritos a la sociedad de arquitectos racionalistas GATCPAC, Josep González y Francesc Perales, pudieron introducir mejoras en el edificio ya vetusto, poco antes de la Guerra Civil, con reformas en el aulario, laboratorios, y el bar, amén de unos nuevos jardines, junto con el jardinero Artur Rigol, y que hoy constituyen los mejores jardines urbanos de Barcelona.
Los bombardeos de Barcelona durante la Guerra Civil, en 1937, afectaron el edificio hasta tal punto, que las clases tuvieron que desplazarse al Colegio privado de los jesuitas en la parte de la ciudad.
Tras la guerra, la universidad volvió a abrir sus puertas. Ls apertura casi coincidió con la inauguración de una exposición (de un par de semanas de duración, con escaso eco en la prensa, pero simbólicamente significativa) sobre la edición de libros alemanes, presidida por gigantescas banderolas estampilladas con cruces gamadas.
La sede de la universidad era cada más incapaz de acoger nuevos estudios y el creciente número de universitarios. El jefe del Estado ordenó, en 1946, que la universidad se dotará de un extenso campus universitario.
Dos emplazamientos estuvieron en liza. Uno, en las cercanías de la montaña de Montjuic, desechado en favor de extensos terrenos en la periferia occidental de la ciudad, atravesada por la avenida que aún hoy une Barcelona hacia el centro de la península.
Dichos solares pertenecían en su mayoría a dos familias acauladadas : las familias Güell y Girona. Los poderes públicos pagaron a precio de oro dichos terrenos, en una de las operaciones urbanísticas más rentables para los vendedores que jamás s haya llevado a cabo. En cambio, los numerosos pequeños solares en manos de modesta propietarios fueron adquiridos a precio de saldo so pena de una expropiación sin compensación económica. Aunque los propietarios recibieron una exigua cantidad de dinero, el abono por parte de los poderes públicos fue considerable. La diferencia acabó en los bolsillos de los arquitectos municipales, una especulación tan escandalosa, incluso para los niveles que se daban en época del estraperlo, que varias fueron las detenciones y las condenas a presidio en los años 50.
El arquitecto escogido para el proyecto del nuevo campus, Francisco de Paula Nebot, también fue acusado pero inocentado. El juicio puso fin al proyecto que nunca se llevó a cabo. La universidad se libró de un gigantesco proyecto unitario que combinada imágenes de construcciones cupulares vaticanas con austeros edificios neoclásicos de cariz soviético.
Pero, a cambio, el campus se fue lentamente poblándose de facultades y residencias universitarias desparejadas y de calidad muy desigual, algunas aún en construcción, desde obras maestras como las facultades de derecho y de economía, ambas de los arquitectos Giráldez, López Íñigo y Subías, a finales de los años cincuenta, hasta mediocridades con la escuela de arquitectura de José Antonio Coderch en los años ochenta o la elefantesca ampliación reciente de la facultad de derecho, cuya calidad se acrecienta aún más en comparación con aquélla.
La construcción y la historia de la universidad en Barcelona no ha llegado a término. Se han construido nuevos -demasiados- campus, se siguen abriendo nuevas universidades privadas, se construyen nuevas sedes, y la crónica deuda económica universitaria, por impago de los poderes públicos, sigue, uniendo pasado y presente, en un puente que debería haberse roto hace siglos.
La pobreza del Estudio General en las Ramblas, incluso antes, de la sede de las Escuelas Mayores en la Fonda del Lleó, se mira en las estrecheces económicas de la universidad pública actual, tan distintas de los dispendios de las privadas, si bien el empeño de los estudiantes de ayer, y de muchos docentes, alimenta aún, quizá más que nunca, la vibrante vida universitaria, que cada año alumbra nuevos brillantes estudiantes -que prosiguen sus estudios o emprenden su vida profesional a menudo fuera de la península, dadas las escasas posibilidades que la vida civil y los poderes públicos pueden ( o tratan de ) ofrecerles.
Y la historia continúa…
miércoles, 31 de julio de 2024
Historia de la universidad en Barcelona (ss. XV-XX), parte 11
Felix Ribas: proyecto de la Universidad Literaria de Barcelona, 1852
El Estudio General volvió de Cervera a Barcelona, o mejor dicho, regresó a Barcelona sin tener que abandonar Cervera, la importancia de cuyo Estudio, sin embargo, quedó debilitado tras la reapertura del Estudio en Barcelona.
El Estudio volvía a abrirse en Barcelona. Pero no tenía donde instalarse. Ya comentamos el trasiego de sede en sede, de convento en convento, hasta parar en el convento de nuestra señora del Carmen: un convento en ruinas. La penúltima sede, en el oratorio de San Felipe Neri, tuvo que mantenerse y no cerró hasta la inauguración de la universidad Literaria de Barcelona treinta años después.
Entretanto, el Ministerio y el Ayuntamiento no cesaban de invertir en el convento del Carmrn para evitar su hundimiento. Las reparaciones, las consolidaciones, eran un pozo sin fondo económico.
Pero hubo que esperar la muerte de un operario que participaba en un remiendo del convento para que la necesidad de un edificio en condiciones se hiciera patente a mitad del siglo XIX.
¿Dónde ubicarlo? Barcelona era una ciudad aún amurallada, sin solares libres suficientemente extensos. Solo cabía utilizar los jardines del convento del Carmen y el espacio obtenido tras el derribo de una parte del convento imposible de mantener para ubicar un nuevo Estudio. Y no solo un edificio, sino varios, o uno más extenso de lo que exigía la universidad, para dar cabida a un Instituto de secundaria y una biblioteca popular. Se pensaba también en ubicar la facultad de medicina, idea finalmente desechada por imposible.
El consistorio no veía con buenos ojos la implantación de la universidad entre las ruinas del convento el Carmen, ruinas agravadas por el bombardeo de Barcelona en 1842 que afectó gravemente a lo que quedaba del convento .
El bombardeo ordenado por el gobierno castigaba una revuelta popular. Este levantamiento se oponía a un acuerdo comercial entre los reinos de España y de Inglaterra. Dicho acuerdo reduciría los impuestos sobre los tejidos ingleses facilitando su venta en España, compitiendo así en igualdad de condiciones con los tejidos fabricados en el principado.
La altura inevitable del nuevo edificio universitario , junto con las calles angostas del barrio, atestadas de tráfico (carros y personas) podía colapsar aún más una parte de la ciudad. Eso inquietaba y hacía que no se viere con buenos ojos la proyectada nueva universidad.
Pero la urgencia de una solución definitiva al problema de la inexistencia de un edificio en condiciones llevó al Ministerio a encargar al arquitecto Félix Ribas un nueva sede, junto con la restauración temporal de las ruinas, parte de las cuales debían mantenerse e incluirse en el proyecto, para no impedir que el Estudio General siguiera abierto durante las obras.
Félix Ribas era un arquitecto y político reformista (fue diputado en las Cortes) de familia acomodada. Estudió arquitectura en la Lonja de Mar y se tituló en la Academia de San Fernando en Madrid como era preceptivo. Aunque realizó numerosos proyectos públicos de gran escala -el ayuntamiento de Tiana, por ejemplo-, pocos llegaron a buen puerto.
De hecho, se presentaba como un teórico.Tomó partido en el enfrentamiento entre ingenieros y arquitectos. Defendía que los ingenieros se limitaran a proyectar y construir puentes y caminos, y no participaran del embellecimiento de los edificios (ya que no sabían de ornamento), mientras que los arquitectos, por el contrario, no tenían que tener vetada ninguna atribución.. Es posible que esta defensa de la teoría y del saber frente a la ciega práctica le costará más de un proyecto. Como, por ejemplo…
Félix Ribas realizó varios proyectos para la sede universitaria. La Academia de San Fernando iba señalando errores, siempre subsanables, a los que un nuevo proyecto respondía favorablemente. El tiempo, los años pasaban.
Los fondos escaseaban. Aunque Ministerio y ayuntamiento debían repartirse los gastos, el Ministerio incumplía, y el ayuntamiento buscaba fondos ajenos.
Las obras no empezaban. Por varias razones: entre éstas, la pérdida o el extravío del proyecto -nunca recuperado- en dependencias ministeriales y la academia de San Fernando. Félix Ribas tuvo que repetir todo el proyecto cuatro años más tarde.
Mientras, Félix Ribas tuvo que proyectar la rehabilitación del deteriorado claustro del convento del Carmen, cerrándolo y cubriéndolo con placas de vidrio y estructura metálica, dándole un aire de invernadero.
Poco tiempo después, se inauguraba el célebre Palacio de Cristal de la primera Exposición Universal, en Londres, en 1851. La universidad del Carmen hubiera sido el primer recinto de vidrio y hierro construido. Pero los conocimientos técnicos del teórico Félix Ribas eran aproximados, también por la novedad de las técnicas constructivas necesarias para trabajar con estos nuevos materiales . Dichos defectos fueron señalados por los académicos de la academia San Fernando. No parecía que fuera ya posible un cambio de proyecto.
La situación devino insostenible. Las clases inaugurales ya no podían siquiera impartirse en el convento del Carmen. Tenían lugar en el oratorio de San Felipe Neri, en las salas nobles del consejo de ciento en el consistorio de Barcelona, o en la Diputación.
La llegada de un nuevo rector, conservador, desbloqueó la situación. Un joven arquitecto, también conservador, muy alejado del carácter reformista de Félix Ribas, recibió discretamente el encargo de una nueva sede para el Estudio General.
Poco tiempo después, el joven arquitecto Elías Rogent presentaba su propuesta, aceptada inmediatamente.
Los herederos de Félix Ribas pleitearon durante decenios para cobrar lo que el arquitecto nunca recibió . Su proyecto y su figura cayeron en el olvido. Silenciados.
El cambio de proyecto significó un cambio simbólica y políticamente decisivo que ha marcado la vida de Barcelona. A un arquitecto teórico y reformista le sustituía un arquitecto práctico y conservador.
Este cambio, y el ideario que lo sustentaba, se hicieron evidentes. Feliz Ribas había proyectado un templo clásico, racional, libre de connotaciones religiosas, coronado por divinidades griegas ligadas a las artes. Su proyecto estaba bajo la advocación de la diosa de las artes romana, la diosa Minerva.
Elías Rogent, en cambio, proyectó una fortaleza neo-medieval bajo la protección de la Inmaculada Concepción. Si el proyecto de Ribas era el reflejo de la pasada ilustración, la fortaleza de Rogent apuntaba a los nuevos tiempos, que miraban a un nebuloso origen medieval, un tiempo de héroes creadores de cerradas patrias dedicadas a una raza, una religión y una lengua propias y exclusivas, una concepción política muy distinta del universalismo al que aspiraba el siglo de las luces y la arquitectura clásica. Los nuevos tiempos exaltaban el arte y la arquitectura románicos presentados como un arte propio, étnico, nacional, en los orígenes de la “nación”.
La nueva sede de la Universidad Literaria de Barcelona debía ocupar el solar del derribado convento del Carmen, de las ruinas y de los jardines transformados en un jardín botánico.
Quizá por la falta de espacio, finalmente se optó por un nuevo solar, tras el derribo de las murallas. Este terreno se ubicaba fuera de la ciudad “antigua”, pero conectada visualmente con la antigua sede del Estudio General , derribado tras su conversión en cuartel. Su desaparición permitió abrir una nueva puerta en la muralla, la puerta de Isabel II, en 1847, al final de las Ramblas. Esta puerta, largamente requerida, facilitaba la conexión real y visual entre la ciudad antigua, los caminos que conectaban con los pueblos cercanos, y la nueva trama urbana, el Ensanche, en ciernes. Una trama defendida por Félix Ribas, una trama cuadriculada, racional, no dependiente de localismos, y obviamente denostada por Rogent. En este caso, la razón se impuso a la leyenda.
La errática historia de la universidad en Barcelona ¿había llegado a su fin a finales del siglo XIX
(continuará)
martes, 30 de julio de 2024
¿Qué es el arte? (según Azorín)
“El arte es triste. El arte sintetiza el desencanto de esfuerzo baldío… ó el más terrible desencanto del esfuerzo realizado…del deseo satisfecho”
(Azorin: La voluntad, XXV)
NB: La voluntad, de 1904, es la primera y admirable novela moderna española, sin historia y múltiples puntos de vista, voces y géneros literarios sobre la nada, tema de la obra.
lunes, 29 de julio de 2024
Historia de la universidad en Barcelona (ss. XV-XX), parte 10
Monasterio de Sant Pere de la Portella (última sede del Estudio General de Cervera) , y Convento de San Francisco y Panteón Real en Barcelona, sede temporal del Estudio General de Barcelona a la vuelta de Cervera
Fuera el Estudio General de Cervera provinciano o un centro educativo de excelencia en el que se formaron Narcis de Monturiol, inventor del submarino, o el filósofo Jaime Balmes, ls reapertura del Estudio General de Barcelona -con el cierre o no del Estudio General de Cervera- se planteó tras las guerras napoleónicas, a principios del siglo XIX.
Pese a la oposición del consistorio de Cervera, el Estudio General se trasladó una primera vez a Barcelona entre 1821 y 1823. Se ubicó en el convento San Francisco, cuya ábside daba la espalda al mar cercano. Mientras, el Estudio General de Cervera siguió abierto. El principado de Cataluña poseyó más de un Estudio General durante tres años, por vez primera desde 1717.
El período corresponde al Trienio Liberal, durante el cual el rey Fernando VII, tras haber recuperado el trono tras la caída de José I Bonaparte, impuesto por su hermano, el emperador francés Napoleón I.
El gobierno obligó al rey Fernando VII a asumir la Constitución liberal de Cádiz, inspirada en los ideales de la Revolución francesa, y que sucedía al Estatuto de Bayona, de 1808, que impuso el emperador francés. Ambos, constitución y estatuto, conllevaban la disminución del poder religioso sobre el civil, y el fin del absolutismo. La derrota del partido liberal canceló dicha constitución, y el Estudio General de Barcelona volvió a cerrarse.
Este primer regreso del Estudio General a Barcelona se enfrentaba a un problema: la falta de espacio. La antigua sede del Estudio General en lo alto de las Ramblas había sido convertida en un cuartel en 1717, y había sufrido durante las guerras napoleónicas. Tras una breve ocupación, el Estudio General se instaló en el Colegio Tridentino ( llamado posteriormente Casa de la Caridad, aún existente).
El cierre del Estudio General de Barcelona fue temporal, empero. Duró hasta 1837 cuando, de nuevo pese a la oposición del consistorio de Cervera y sus súplicas ante el Rey, se planteó y ejecutó un traslado aún provisional del Estudio General a Barcelona. El problema de la falta de sede seguía presente y perduraría durante treinta años.
Durante este periodo el Estudio General de Barcelona se desplazó de convento en convento, todos vacíos y abandonados tras la cancelación de los bienes eclesiásticos y de las órdenes religiosas con muy poco personal por orden del gobierno liberal de Mendizabal. Fernando VII había muerto y la jefatura del Estado estaba en manos de su esposa, la reina regente María Cristina de Borbón, a la espera de la mayoría de edad de la futura reina, Isabel II.
El número de conventos disponibles, en más o menos buen estado, era considerable. Los conventos de San Francisco, Santa Catalina -que había acogido dos siglos antes la Academia de Santo Tomás-, San Cayetano (Sant Gaietà), San Felipe (Sant Felip) Neri y de la Virgen del Carmen, vieron desfilar el Estudio General migrante, debido al creciente mal estado de aquéllos y el creciente número de estudiantes. El coste de la permanente restauración del degradado convento de la virgen del Carmen, la caída de un techo y la muerte de un albañil que trabajaba en ls consolidación del edificio -amén de las heridas de cuatro obreros más- llevaron a que el gobierno central y el consistorio decidieran que el Estudio General necesitaba de una sede propia en condiciones y encargaron un primer proyecto -que tardaría en ver la luz.
Mientras tanto, las llamadas guerras carlistas entre quienes no aceptaban a una reina sino a un rey, y los defensores de Isabel II, entre liberales y conservadores, entre el campo y la ciudad, asolaron la península hasta el siglo XX, y tuvieron un particular impacto en el principado. El campo defendía al pretendiente varón, el infante don Carlos, hermano de Fernando VII. La sucesión real no pasaba por los hermanos sino por los hijos. Por tanto, el infante don Carlos no podía ocupar el trono ya que Fernando VII tuvo descendencia, si bien era una mujer, no un varón. Los conservadores (el campo en el principado, entre éstos) se oponían a la heredera directa, Isabel, herencia legal tras el cambio de la Constitución a fin de permitir que una reina fuera jefa de Estado.
La inseguridad en el territorio debido a la guerra civil era tal que apenas se salía del perímetro amurallado de la ciudad, ambos bandos, carlistas e isabelinos, asaltaban, retenían y secuestraban a los viajeros. En estas circunstancias, desplazarse desde Barcelona a Cervera para estudiar era tan peligroso, que los consistorios de Barcelona y Cervera acordaron crear una delegación de Cervera en Barcelona, que se instaló en el desaparecido (como casi todos) convento de San Cayetano (Sant Gaietà).
El regreso de 1937 devino definitivo en 1842. La lección inaugural del Estudio General de Barcelona, ubicado en el ruinoso convento de la Virgen del Carmen, tuvo lugar, sin embargo, en la llamada Rambla de los estudios, muy cerca de donde se había ubicado el Estudio General entre los siglos XVI y XVIII. Se trataba de la academia de ciencias naturales o academia de ciencias y artes, emplazada donde se había situado el desaparecido Imperial y Real Colegio de los Cordellas gestionado por les jesuitas.
Los jesuitas habían sido expulsados del reino por el rey Carlos III, en el siglo XVIII, acusados de fomentar una revuelta popular en Madrid a causa de la carestía del pan. Regresarían medio siglo más tarde, por mediación de Fernando VII tras su vuelta al trono en 1815. Los jesuitas serían expulsados del reino tres veces más, durante gobiernos liberales, la última vez durante la Segunda República en 1934.
La vuelta del Estudio General a Barcelona no conllevó el cierre inmediato del Estudio de Cervera, gracias al empuje del consistorio de la ciudad.
Mas, Cervera, a diferencia de Barcelona, estaba a favor del príncipe Carlos. No obstante, si el campo era carlista, las tropas carlistas no controlaban Cervera y no podían asegurar la protección de la ciudad, lo que impedía que profesores y estudiantes pudieran desplazarse a Cervera desde Barcelona y otras ciudades. Se inició entonces un sucesivo desplazamiento del Estudio General de Cervera a ciudades más seguras bajo la protección efectiva de las tropas carlistas primeramente en Solsona, luego en Vic, para acabar, entre 1838 y 1840, en el monasterio de Sant Pere de la Portella en el Berguedà, ya con la pérdida casi completa de docentes y estudiantes, donde el Estudio de Cervera se extinguío
Mientras, en Barcelona, tras el derrumbe de la sede del Estudio General en el convento de la virgen del Csrmen…,
(Seguirá)