martes, 1 de noviembre de 2011

UNIVERSIDAD DE BAGDAD, Noviembre de 2011

















1 Taller de dibujo del Departamento de Arquitectura de la Facultad de Ingeniería
2 - 4 Maquetas de estudiantes: estadio, y conjunto deportivo de Le Corbusier, en Bagdad / barrio de Adhimiya, en Bagdad
5 - 13 Área central, proyectada y construida por Gropius (1957-1964). La torre, central, acoge la administración
14 - 15 Bibliotecarios y bibliotecarias de la Universidad, en los años sesenta

Cruzar el espejo. Tal es la sensación que se tiene, tras sortear el severísimo control de la entrada, en el campus de la Universidad, pública y laica, de Bagdad. Se trata de otro mundo, culto, tolerante y libre, que nada tiene que ver con la vida del país, y la organización política.

Proyectada por Walter Gropius, en 1957, y empezada a construir en 1961, la Universidad se situa en una península, bordeada po un meandro del río Éufrates, justo enfrente de una isla, cercana a la orilla vecina, que Wright escogió para su proyecto de la Ópera de Bagdad -que no se construyó-, a mediados de los años cincuenta del siglo pasado.
Gropius, al igual que Wright, tras sobrevolar la ciudad, escogió el emplazamiento de la Universidad, alejado del centro, a fin de evitar los problemas que las manifestaciones estudiantiles causaban. El lugar, por otra parte, recordaba la ubicación, en el centro urbano, de la primera institución universitaria, proyectada en los años veinte por un arquitecto colonial inglés.

La vía de acceso, a través del campus, se dirige hacia la mezquita que Gropius proyectó como un espacio circular, cubierto por una cúpula, y que nunca ha sido utilizada, ya que la forma impide la correcta orientación hacia la Meca, y presenta problemas acústicos debido a su excesiva altura y a la caja de resonancia que todo el volumen interior crea. Por otra parte, su uso implicaría decidir entre el dominio de sunis y de chiitas, un enfrentamiento que la Universidad, sobre todo hoy, quiere evitar a toda costa. Desde hace años, la mezquita está abandonada (aunque preservada mal que bien); el recubrimiento de la cúpula está dañado, debido a la excesiva diferencia de temperatura entre los lados oriental y occidental..

Desde la mezquita, el camino apunta ahora hacia la torre que acoge la administración de la Universidad. Situada en el centro del campus, se relaciona visualmente con la mezquita hasta tal punto que parece el minarete del que carece la mezquita, lo que según la Dra. Siliq no es casual. Gropius habría querido destacar el poder ejecutivo y decisorio, laico, sobre el poder religioso. La torre, por otra parte, ocupa la posición que todo minarete tiene en la ciudad árabe: el centro de la ciudad, desde donde se lanzan las proclamas y los dogmas, o las leyes civiles, en el caso de la Universidad.

La universidad, sin embargo, no escapa a la situación que se vive en Iraq. Así como en 2008, las estudiantes cubiertas con un hijab eran aun minoritarias, son hoy, en 2011, la mayoría. Sorprende que sean las numerosas profesoras y directoras de Departamentos, las que vistan sin signos religiosos. Según éstas, ninguna estudiante porta el pañuelo por motivos de fe, sino por la presión de las familias temerosas por la suerte de sus hijas si n llevan un pañuelo, en el Iraq de hoy. Las estudiantes tratan de dar la vuelta a la recomendación, llevando el hijab de manera lo más favorecedora posible. Algunas profesores musulmanas, sin embargo, no llevan ostensiblemente el pañuelo, pues con la creciente "islamización" de la sociedad, las mujeres que no llevan velo son consideradas cristianas, lo que las señala en el seno de la sociedad. Al comportarse como unas cristianas, algunas mujeres musulmanas las defienden y manifiestan que no sienten diferencia alguna. Son seres humanos, mujeres, que no aceptan que el rigor religioso las divide.
Cuando pensamos que algunas feministas norteamericanas y europeas consideran que las mujeres musulmanas llevan el hijab -por no hablar del chador o de la burka, presentes sobre todo en el sur- porque quieren, deberían quizá hablar con mujeres iraquíes.
Profesores, alumnos y el personal no docente empiezan a irse a la una y media de la tarde. Se cierran puertan, se bloquean accesos. Las clases concluyen a las tres. Nadie se queda ni puede quedarse. Todo el mundo parte antes de que caiga la noche, lo que no ocurría antes de 2003. De hecho, en Bagdad, solo se puede trabajar por la mañana, por lo que no es pensable llevar a cabo más de una actividad al día.
La oposición entre chiitas y sunistas, amortiguada, no deja de desteñir en la Universidad. No se conciben cargos -dirección de departamentos, decanos, etc.- que no estén en manos chiitas.


Sorprenden las fotos de las bibliotecarias de la Universidad de Bagdad, en los años cincuenta y sesenta. Vestían como querían, según nos cuentan. Las imáenes dan fe de esa libertad. En este sentido, el mundo universitario iraquí en los años cincuenta y sesenta estaba mucho más evolucionado que el español. Hoy, las profesoras iraquíes no entienden qué ha ocurrido desde entonces.
Sorprende aún más saber que Nasiriya, una ciudad del sur tomada por clérigos en los que el chador es de rigor, fue una ciudad de artistas y poetas de vanguardia, plenamente laica, dirigida por el partido comunista, laico y culto, en los años cincuenta. El velo negro también se ha abatido sobre Nasiriyia, y avanza sobre toda Iraq.

Los profesores universitarios se refieren al periodo entre los años cincuenta y finales de los ochenta (incluso bajo el presidente Saddan Hussein, antes de que se creciera tras la aceptación de Irán del tratado de paz con Irak, tras no lograr ganar la guerra) como la Edad de Oro: una época culta, laica, de libertad para las mujeres (de clase alta, urbana y universitaria).
Qué error, qué tremendo error cometimos en las universidades españolas cuando apoyamos las sanciones, a principios de los años noventa, creyendo que las estrecheces lograrían que los iraquíes se levantaran contra el poder de Saddan Hussein

Hace frío (quince grados) y caen gotas en Bagdad. La ciudad tirita, como si temiera el negro futuro que le espera. Los profesores confían en las nuevas generaciones- si es que se puede confiar siempre en ellas.

La electricidad vuelve a fallar. Los generadores no se ponen en marcha. El hotel está a oscuras. Cierro.

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