Montaje de la muestra sobre las culturas del sur de Mesopotamia, en los cuarto y tercer milenios: Antes del diluvio. Mesopotamia, 3500-2100 aC, que se inaugurará en Caixaforum de Barcelona el 29 de noviembre; expositores (vitrinas, peanas, bases) instalados; empieza la colocación de piezas. Vienen de unos veinticinco museos internacionales y españoles, desde la Real Academia de Historia, en Madrid, hasta el Museo del Louvre en París, o el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Mas, ¿cómo llegan las obras, cuál es el procedimiento?
Las peticiones de piezas (arqueológicas, en este caso) tienen que hacerse por escrito. Solo instituciones reconocidas están autorizadas a realizarlas. En ocasiones, los museos que reciben las peticiones oficiales de préstamo, acompañadas del guión de la exposición y de documentos sobre la institución organizadora, su solvencia y las medidas de seguridad, así como de sus condiciones ambientales (controles de temperatura, humedad, luz) de las salas expositivas, aceptan prestar solo a instituciones que disponen de una colección de arte permanente (museos, academias, determinados institutos y universidades, colegios profesionales, etc.): se supone que, en este caso, el organizador dispone de técnicos (conservadores) acostumbrados a -y facultados para- manipular obras de arte (o puede contratarlos sin dificultad), así como de almacenes adecuados y seguros, y salas debidamente preparadas.
Las peticiones de préstamo tienen que enviarse con un mínimo de doce meses antes de la inauguración, si bien algunos museos, como el Museo Universitario de Filadelfia (UPennMuseum) exige dieciocho meses, y el Ministerio de Cultura de Turquía, responsable de todos los museos públicos turcos, tres años (por lo que muchos museos desisten de pedir obras a Turquía). Ningún museo responde si la petición llega con menos de tres meses antes de inaugurar, salvo si se trata de una petición excepcional de una o unas pocas piezas, después de que el organizador se haya enfrentado a un problema inesperado con algún prestador con el que había llegado a un acuerdo, firmado, roto de pronto.
Las cartas de préstamo tampoco se tienen que enviar con excesiva antelación. Los museos atienden las peticiones por orden, por lo que solicitudes prematuras son encarpetadas. Y, así, olvidadas o perdidas, a veces.
Los museos prestan obras con cierta dificultad. Pero los responsables son conscientes que sin préstamos ninguna institución podría organizar ninguna exposición. Los préstamos permiten que algunas piezas se den a conocer, lo que aumenta su valor y su precio; dan trabajo a conservadores que estudian las obras solicitadas -obras a veces inéditas, guardadas en almacenes de los que no han salido nunca- y pueden publicar en los catálogos. En este sentido, las exposiciones permiten el estudio pormenorizado de obras olvidadas o minusvaloradas, o rectificar atribuciones o interpretaciones erróneas o cuestionadas; facilitan una nueva mirada sobre obras de arte menos conocidas.
Salvo para grandes museos internacionales, que disponen de grandes colecciones permanentes -con las que pueden practicar intercambios de obras-, las obras maestras no suelen ser cedidas. Se considera que su falta sería notada y lamentada por los turistas. Algunos museos fijan que algunas de sus piezas son inexportables. Aunque también es cierto que a cambio de ingentes cantidades de dinero -los museos necesitan fondos-, se pueden obtener préstamos sorprendentes. Así, por ejemplo, el préstamo del mítico estandarte sumerio de Ur, del Museo Británico, es innegociable, salvo para las monarquías del Golfo Pérsico (la familia real de Arabia Saudí financia el ignoto museo del caballo de Kentucky, en los Estados Unidos, por lo que este pequeño museo logra préstamos impensables): pese a no disponer de museos internacionalmente reconocidos, pocos son los prestadores que lógicamente no aceptan compensaciones económicas (que permiten restaurar salas, comprar piezas, etc.).
Las grandes exposiciones internacionales, que atraen centenares de miles de visitantes, y generan beneficios económicos ingentes, suelen ser organizadas por tres o cuatro grandes museos que juntan sus fondos. Éstos constituyen el cuerpo de la exposición, completada con préstamos puntuales. Esta política permite que la muestra viaje a varias ciudades durante un tiempo que excede los seis meses, que es el tiempo que los museos y colecciones aceptan prestar obras. Museos, colecciones e instituciones menores no pueden acceder lógicamente, a estos circuitos.
Los grandes museos, sin embargo, poseen colecciones de las que se exponen regularmente pocas piezas. La mayoría permanecen en reservas. Esto no significa que estas obras sean necesariamente menores. La deslumbrante colección de veinte mil piezas sumerias del Field Museum de Chicago están permanentemente guardadas. El Museo no dispone de suficiente espacio para exponer siquiera unas pocas, cuyo interés para el gran público es menor frente al que despierta el arte del Egipto faraónico.
Las piezas de las reservas suelen ser prestadas más fácilmente. De este modo, un museo puede dar a conocer un patrimonio invisible, lo que puede permitir descubrir, de pronto, obras relevantes hasta entonces ocultadas.
Pero las reservas de los grandes museos no son necesariamente cuevas de tesoros desconocidos. Así, las reservas del Museo del Prado son pobres, y las pinturas almacenadas mediocres; pero las reservas de algunos departamentos del Museo Británico harían la fortuna de museos menos renombrados. Los relieves neo-asirios almacenados deslumbran. Pero no caben en las angostas salas de la colección permanente -colección que atrae mucho menos que la egipcia, nuevamente-.
¿Qué ocurre una vez enviada la solicitud de préstamo? (seguirá)
lunes, 19 de noviembre de 2012
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