Un artículo en el periódico Ara (7 de mayo de 2013), se lamentaba de la suerte actual de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, comparándola con lo que acontecía entre finales de los años setenta y principios de los noventa del siglo pasado.
Consideraba que el viento podría volver a soplar a favor si regresaran arquitectos eminentes que una vez fueron profesores en esta Escuela (aunque estén hoy a punto de jubilarse, y autores, en algún caso de algunos de los edificios peor integrados en el entorno recientemente construidos en Barcelona), y si se potenciara la práctica arquitectónica.
¿Es cierto?
Los años ochenta se caracterizaron por la renovación del profesorado y la llegada masiva de jóvenes arquitectos, de unos treinta años -cuyo regreso se pide ahora, treinta y cinco años más tarde-, con muy escasa práctica arquitectónica, lo que no fue un impedimento para que, algunos, ventilaran los programas, estudios y maneras de enseñar. Desde luego, se valoraba más la experimentación, formal y "conceptual", que el correcto desarrollo técnico del proyecto.
Existió, durante unos pocos años, una línea de Teoría e Historia, en cuyo programa brillaban por su ausencia asignaturas "prácticas" o "técnicas" en favor de cursos de historia, estética, composición, además de optativas de contenido teórico.
Existió, durante un par de años, una línea de Proyectos Finales de Carrera enteramente teórica, impartida por un profesor de historia, Josep Quetglas, por el que bebían los vientos numerosos arquitectos "prácticos". Los proyectos que se llevaban a cabo en este programa podían ser enteramente escritos, similares a una tesina.
Algunos profesores eran tan jóvenes que no habían acabado la carrera; desde luego, su experiencia "profesional" no era lo que más podía valorar, ni lo que se valoraba.
Las asignaturas teóricas tuvieron un inusitado peso. Así, la asignatura de estética se impartía en cuarto y sexto cursos.
Los "mejores" años de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, ¿estuvieron presididos realmente por contenidos "prácticos", en manos de arquitectos bregados en la construcción?
Cualquier ejemplo puede ser contestado con un ejemplo contrario. Pero es curioso que el tratado de arquitectura paradigmático, que ha marcado quinientos años de la historia de la arquitectura, hubiera sido redactado por alguien que no construyó nunca (Vitrubio).
Como es curioso que el mejor arquitecto renacentista hubiera dejado apenas unos bocetos (que en algún caso, han dado lugar a proyectos y obras quinientos años más tarde, como ha ocurrido con apuntes arquitectónicos de Leonardo de Vinci). La reflexión sobre el espacio habilitado y su relación con el natural se halla, quizá, en la "ventana" que se abre tras el retrato de la Gioconda.
No se trata, sin embargo, de dirimir un combate entre la práctica y la teoría. Este combate es imposible, puesto que la arquitectura solo existe en la imaginación.
Hacer arquitectura consiste en pensar en un espacio habitable: dotar de sentido a un espacio a fin de lograr que el ser humano pueda asentarse. La arquitectura es fruto de una reflexión, no de un obrar.
La arquitectura no se construye, como no se construyen los sueños. La arquitectura no puede "existir" o materializarse. en tanto que se trata de un sueño, es inalcanzable, lo que no impide que sea deseable; posiblemente responda a un anhelo humano, sea el -o responda al- anhelo más humano. Un lugar en la vida y en el espacio, un lugar que nos responda y del que nos sintamos responsables, donde podremos vivir y morir, ¿no es un sueño que se tiene que perseguir pero que no se logrará nunca? Pues en cuanto los muros se levantan, y se fija, se endurece el sueño, se descubre muy pronto que el sueño sigue; en otro lugar.
La arquitectura sí tiene un lugar en la tierra, además de en los sueños: en la obra de los artistas. Una imagen (que es un sueño) nos muestra cómo podríamos vivir; son reflexiones, pensadas y plasmadas, sobre las condiciones que nuestro hábitat debería o podría tener.
Para enseñar arquitectura, quizá no cabría ser arquitecto. Es posible que se deberían proscribir a los arquitectos. Y apelar a los visionarios -poetas, pintores, cineastas, músicos, bailarines, actores, etc.- para que nos muestren obras que nos hagan pensar que la arquitectura nunca existirá en la realidad y, por tanto, podrá ser siempre anhelada.
En este caso, sí cabría esperar que la arquitectura tenga un futuro.
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Interesantísima reflexión sobre la arquitectura como imaginación. Completamente de acuerdo que encontrar un lugar en la vida y en el espacio es un bonito sueño recurrente e inalcanzable
ResponderEliminarCreí que era el único al que se le habían erizado los pelos de punto al leer el dichoso artículo...
ResponderEliminarSólo el arquitecto, en su Ego debe definir y reflexionar sobre la arquitectura cuando su conocimiento de cómo viven las personas cuando quizás ni se acerque a la décima parte del conocimiento que tiene en este asunto un antropólogo? Sólo el arquitecto descubrirá sin la física teórica y el desarrollo teórico de la construcción cómo utilizar nuevos materiales y ser más rentable energéticamente? Y el arquitecto práctico, por bueno que sea, es buen docente sólamente por ser buen práctico?
Yo pienso que no.
Y ya sin entrar en cómo consigue una universidad hoy en día el prestigio académico... Jamás por el renombre práctico de sus profesores sino por sus publicaciones o su producción científica... (cosa que, bajo mi punto de vista, también es cuestionable...)
Los estudios de arquitectura deberían incluir asignaturas de sociología, antropología, geografía y ciencias humanas, al menos. Hubo un tiempo en que se enseñaba deontología.
ResponderEliminarEs obvio que un profesor de construcción debe tener conocimientos prácticos de construcción; pero también debería saber enseñar, y gustarle la enseñanza.
Construir a destajo no hace de uno necesariamente un arquitecto. Oriol Bohigas llegó a ser director de la ETSAB.
Se obliga a publicar: artículos en determinadas revistas. Un libro, por el contrario, apenas cuenta.
Eso es lo que cuenta. Un criterio ineludible.
Independientemente de la vocación y la dedicación.
La diferencia entre las escuelas de arquitectura de hace unas décadas y ahora está en la ilusión, En esos momentos, en la Etsab, ademas de huelgas y cargas de la policia a caballo habia un profesorado joven combinado con otros de avanzada edad, coincidían en tener en empatia con el alumnado, en saber transmitir ese ALGO que hace a la arquitectura , SER Arquitectura.
ResponderEliminarEste tipo de profesores "ilusionadores" consiguieron buenísimos resultados entre los alumnos, fomentaban la investigación y el auto aprendizaje bebiendo de otras fuentes.....conectaban la parte exclusivamente técnica con la inmaterial. Arquitectos muy jóvenes , apenas sin obra ejecutada (como Miralles o Llinás , por ejemplo) que nos enseñaron que la Arquitectura tiene A de Alma.
Comentario muy certero.
ResponderEliminarSe juntaba el saber de algunos profesores expertos con un gran número de profesores jóvenes, sobre todo en Proyectos, deseosos de cambiar la enseñanza y, en efecto -aunque no todos, pues recuerdo a algunos muy duros-, más cercanos a los alumnos.
Todos les estudiantes, de aquellos años, guardan un excelente recuerdo de Enric Miralles, poco experto en construcción, pero excelente transmisor y capaz de sacar lo mejor del alumno y hacerle ver lo que no veía.