miércoles, 5 de febrero de 2014

El Grupo "R" (Exposición antológica en el MACBA, Barcelona, febrero-junio de 2014)





La historia de la arquitectura moderna catalana era sencilla en los años setenta. Tras la Guerra Civil, los arquitectos franquistas, todos pésimos, se dedicaron a construir edificios "academicistas" -basados en esquemas y formas clásicas: simetrías, columnas y frontones de piedra-, mientras que, tras unos años de represión y ostracismo, creadores demócratas o republicanos, todos excelentes arquitectos necesariamente, recuperaron el racionalismo del GACTPAC, o el estilo internacional, y produjeron obras maestras. Oscuridad v. Iluminación. Tal era el esquema que un historiador (hoy casi olvidado) como Cirici Pellicer defendía, seguido a pies juntillas por historiadores y profesores de Universidad.
A finales de los años setenta y sobre todo en los años ochenta, estudiosos señalaron que esta historia posiblemente fuera solo una historia edificante. Arquitectos racionalistas de los años treinta como el italiano Giuseppe Terragni fueron fascistas ("mussolinianos") o,al menos, construyeron una Casa del Fascio en Como (que no creo se hubiera encargado a un arquitecto soviético), Le Corbusier no dudó en ponerse al servicio del gobierno francés del General Pétain, aliado del gobierno hitleriano, y responsable de una de las mayores represiones en Europa, Fisac era miembro del Opus Dei, o un miembro del grupo R, como Coderch, no simpatizaba precisamente con la democracia o la República. Por otra parte, se destacaba la bondad de algunos de las Pueblos de Nueva Planta, construidos en los años cuarenta en España por el muy franquista Instituto Nacional de Colonización, o el rigor del gran edificio oficial  de la Delegación Nacional de Sindicatos (o Casa Sindical, hoy el Ministerio de Sanidad) en la Avenida de la Castellana (antes del Generalísimo Franco), libre de ornamentos clasicistas -si es que esta libertad era la causa de su excelencia-, por un arquitecto como Francisco de Asís Cabrero (formado junto a Coderch)  poco sospechoso de antifranquismo, lo que le permitió viajar fuera de España en unos años en que la frontera estaba cerrada.
La asociación entre franquismo y clasicismo o "academicismo" se resquebrajaba. También se mostraba como el régimen franquista divulgó no a pintores de santos y bodegones sino el arte contemporáneo -abstracto o informalista- en ferias internacionales, apoyando a creadores como el grupo El Paso, o un pintor como Antoni Tàpies, como una buena manera de presentarse con la cara limpia internacionalmente.
Por otra parte, la calidad de las obras de los arquitectos del Grupo R era variada. Tras unos brillantes inicios, Coderch levantó una de las moles hoteleras más descorazonadoras y anónimas en Palma de Mallorca, antes de dedicarse a componer fachadas aplacadas sobre interiores anónimos, mientras que Antonio de Moragas construía inmensos bloques idénticos cuya pesadez las fotografías de Catalá roca, aplicadas sobre la fachada o las cubiertas de los balcones, no lograban esconder, y el trío MBM solo lograba destacan con edificios fabriles mientras su ingente producción de viviendas era -y es- olvidable, en el mejor de los casos.
¿Defender el estilo internacional convertía automáticamente a un constructor en un gran arquitecto? Posiblemente el mejor arquitecto del Grupo R fue Pratmarsó, el más olvidado hoy.

  Parecía que la simpleza con la que se equiparaba franquismo con academicismo (es decir, arquitectura mediocre), y antifranquismo con grandes obras, había sido desterrada.

Hoy, en 2014, parece que resurge. Así, un periódico titula hoy:

El Macba repasa el papel del Grup R en la década de 1950 que se enfrentó a la estética academicista del franquismo


Eso sí es una vuelta al pasado más rancio.

Para información sobre esta muestra, pinchar aquí.

2 comentarios:

  1. Suerte que he leído tu artículo. Desconocía esta perspectiva porque, aunque me gusta mucho la arquitectura, sobre todo desde un punto de vista humanista y la sé disfrutar, soy un profano. De forma intuitiva, a lo largo de los años me he ido reconciliando con una estética que nació marcada por esa atribución al poder que comentas. Ahora, como mínimo, voy a ser prudente y crítico quando vaya a ver la exposición.

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  2. Estudiar una época dividida en "buenos" y "malos" y asociando arte y política siempre es un problema, pues las separaciones, los cortes dificultan tener una visión de conjunto más ajustada.
    Es cierto, sin embargo, que todo trabajo histórico no puede llevarse a cabo sin tomar, de un modo u otro partido, pero es conveniente, anunciar y ser consciente de los prejuicios en la medida de lo posible

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