domingo, 6 de marzo de 2016

Estética y arqueología

La casi totalidad de las "obras de arte" antiguas dotadas de imágenes (frescos, mosaicos, relieves, estatuas) fueron, un día, piezas arqueológicas.
La división entre museos de arte, de etnografía y de arqueología, no está clara. Depende de la mirada que se dirige hacia las piezas. Obras muy parecidas pueden hallarse indistintamente en unos u otros museos. El Museo del Prado, en Madrid, dedicado a las "bellas artes", acoge también estatuas greco-latinas, similares a las que se encuentran en el Museo Nacional de Arqueología. Los museos de etnografía suelen estar dedicados a manifestaciones culturales y rituales de sociedades agrarias, por lo que acogen más bien fetiches que estatuas, fetiches que inspiraron a artistas del siglo XX hasta que aquéllos se sumaran a las colecciones de Bellas Artes, como ocurre, por ejemplo, en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, el Museo Británico de Londres, o la Fundación Beyeler de Basilea (que no expone piezas arqueológicas, sin embargo).

Todas estas obras son creaciones o producciones humanas. Cumplen una función, ya sea "práctica" ya sea "educativa" o "religiosa o mágica", sin que los límites estén claramente marcados. Un cuchillo corta porque está técnicamente bien ejecutado y porque place a los dioses -placer que no deriva de su forma ni de sus calidades estéticas-, lo que también causa placer al ser humano que lo utiliza que lo mira u lo observa entonces desde cierta distancia -como si fuera una obra de arte.

Sin embargo, sí existen diferencias entre la arqueología y la teoría del arte o la estética. La arqueología busca objetos del pasado lejano o reciente que puedan ayudar a recrear, a entender el mundo que les dio nacimiento y en el que se insertaron. No importa que el objeto sea hermoso ni completo. Lo que se valora es su capacidad por ilustrar el pasado. Por tanto, lo que más se tiene en cuenta es el marco en el que el objeto se ha hallado, lo que en arqueología se denomina su proveniencia. Una pieza fuera de contexto no significa nada. Puede ser apreciada como obra de arte y por tanto ser objeto de estudio de la estética, pero su incapacidad por recrear el mundo que la imaginó, la deseó y la forjó impide que pueda ser tenida en cuenta como digna de estudio.

Por el contrario, la teoría del arte o la estética necesita de cuantos datos puedan obtenerse sobre una obra, el contexto en el que fue creado, el autor, la finalidad, etc., pero todos esos datos no suplen la contemplación -la percepción- de la obra "libre", "exenta". De algún modo, la apreciación estética, que consiste en descubrir el sentido de la obra en ella misma, sentido que la forma sensible traduce, requiere una confrontación entre el teórico (el estudioso) y la obra: un encuentro libre de interferencias, un cruce de miradas ajenas al entorno, en el que el teórico descubre la obra y ésta le descubre. La obra no habla de una época, sino que habla del ser humano. Transciende las limitaciones de la época que la creó. Habla con el lenguaje de una época, parte de determinados conocimientos o creencias. pero, una vez éstos adquiridos, la obra se revela un espejo que expone o responde a preguntas humanas existenciales. Es conveniente tener conocimientos sobre el arte barroco, y sobre la Biblia, para apreciar en su justa medida la pintura de Rembrandt, pero todo este bagaje cultural no suple la contemplación de la obra ni justifica determinadas sensaciones que la obra despierta. No es necesario ser un creyente para que la pintura de Rembrandt sobrecoja -pese a que fue concebida para creyentes, para ser utilizada quizá como imágenes piadosas por pequeñas y cerradas comunidades de creyentes. La fe no justifica una obra. Solo la emoción que suscita la manera cómo la obra traduce determinadas verdades da cuenta de su "belleza", de su "bondad".

La mirada del arqueólogo parte del objeto hacia el entorno, mientras que la del teórico observa primera el entorno (cultural y material) antes de focalizarse en la obra hasta que -a fin de que- ésta "se abra" y "dialogue" con el espectador, hasta que éste se vea, o se reconozca en la imagen. La obra es un espejo no de una sociedad, sino de los humanos -los que la crearon y los que la contemplamos.

2 comentarios:

  1. La obra de arte es atemporal y a-circunstancial.
    Pero gracias. Un saludo.

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    1. Creo que es lo que intentaba explicar sin la claridad y contundencia de su frase, como una perfecta definición
      Muchas gracias

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