jueves, 5 de junio de 2014

Esculturas egipcias y mesopotámicas






El descubrimiento de bloques cúbicos de piedra, empleados para esculpir estatuas, a medio tallar, con la cuadrícula trazada sobre las distintas caras del bloque aún visible, había llevado a postular que los escultores egipcios partían de bloques de piedra cortados en forma de cubo.
 En los años veinte, el gran egiptólogo y asiriólogo Henri Frankfort, conocedor también del arte de las vanguardias, enunció que el volumen básico en Mesopotamia, a partir del cual se esculpían estatuas (de orantes, principalmente, era, no el cubo, como en Egipto, sino el cilindro.
Esta distinción, que destacaba la importancia de dos figuras geométricas puras -el cubo, y el cilindro- seguramente no era casual. Después de que Cézanne hubiera escrito acerca de la existencia de cubos, conos y cilindros en el origen de todas las formas naturales -figuras que el artista tenía que rescatar, librándolas del peso y las distorsiones de la materia, formas consideradas platónicas-, y del cubismo, junto con otros -ismos que ponían el acento en la importancia de volúmenes puros como origen o esencia de formas naturales, Frankfort trató de estudiar el arte antiguo, egipcio y mesopotámico, como si fuera el arte griego y romano, es decir como arte y como como etnografía -o magia. Las estatuas eran estatuas y no fetiches.

La primacía del cubo quizá se debiera a la organización cuatripartita del universo. El cubo de base era una imagen del universo. Las directrices principales apuntaban hacia los puntos cardinales, se organizaban según los ejes seguidos por el Nilo (norte-sur) y el curso del sol (este-oeste). De este modo, las estatuas esculpidas a partir de bloques de piedra cúbicos manifestaban presencias divinas en el cosmos, o mostraban a seres -faraones, miembros de la corte o el templo- en conexión con las fuerzas cósmicas.

Por el contrario, la preferencia del cilindro en Mesopotamia quizá revelara otro imaginario. Las estatuas se sustentas en gruesas bases cilíndricas. Éstas son como islas sobre las que se alzan los orantes. Quizá el mundo sumerio no diera tanta importancia al sol sino al agua. Los meandros finales de los ríos Tigris y Éufrates, los canales sinuosos, las islas de juncos en medio de las marismas podrían haber configurado un paisaje dominado por las líneas curvas, en el que emergían rectos pero flexibles los talos de juncos y cañas, símbolos de rectitud, símbolos entonces reales y divinos.

La diversa estatuaria egipcia y mesopotámica (sumeria) revelaría así, una muy distinta visión del mundo, y de la presencia divina en éste. Frente al hieratismo solar egipcio -el culto al dios-padre Ra-, la sinuosidad sumeria -la importancia de la diosa-madre Nammu, diosa de las marismas.

martes, 3 de junio de 2014

M. GEDDES GENGRAS: PASSAGE (2014)


https://soundcloud.com/tags/ishi

Sobre este compositor e intérprete norteamericano de música electrónica véase esta página web

Quiénes eran los sumerios (2)

Durante años, desde finales del siglo XIX hasta los años sesenta al menos, los sumerios constituyeron un problema. Se planteaba si fueron una población "autóctona" o nativa del sur de Iraq que evolucionó, o si provenían de otras lugares culturalmente "avanzados", ya sea de la India (el valle del Indo), o de Arabia (de la mítica tierra de Dilmun, quizá Barheim).
También se distinguía cuidadosamente a los sumerios de los acadios. Formaban parte de dos razas distintas. Sus cráneos eran distintos. Durante decenios, antropólogos y etnólogos midieron cráneos y más cráneos, casi siempre en mal estado, así como estatuas recientemente excavadas, a fin de hallar un origen racial de los sumerios -presentados como distintos de los semitas y, por tanto, en el origen de los arios y de la cultura occidental en general.

Hoy, por sumerios se entiende a los habitantes del sur de Mesopotamia, básicamente las fértiles marismas del delta del Tigris y el Éufrates, durante los milenios cuarto y tercero. Sumerio (una palabra de origen semita) es un término geográfico. Algunos estudiosos emplean el término "babilónico", o incluso "acadio".
Los sumerios no constituían una raza. Tampoco eran sumero-parlantes exclusivamente. Hablaban varios idiomas, sumerio, acadio y posiblemente otras lenguas.
Es cierto que el empleo de una misma palabra para designar unos habitantes de un lugar, y una lengua -hablada por éstos, junto con otras lenguas, pero también hablada por poblaciones que ocupaban otros territorios- causa un problema.
Los sumerios se presentaban a sí mismos como los habitantes de una tierra determinada: el sur de Mesopotamia (ki-en-gi: la tierra de los señores de las cañas) En ningún momento, se designaban como sumero-parlantes ni como representantes de una raza especial. Los sumerios pertenecían a tríbus y culturas distintas. Eran sumerios porque vivían en Sumeria, en los cañaverales sureños.
Fueron los nacionalismos decimonónicos europeos -que siguen azotando a Europa hoy- que establecieron una relación entre tierra (considerada patria), lengua y raza. Los habitantes del sur de Iraq tenían que ser distintos de los del centro, hablar una lengua distinta, tener distintas creencias, un imaginario diverso, y rasgos físicos visiblemente reconocibles. Es así como se estableció una distinción entre sumerios y semitas, y se proclamó la superioridad de los sumerios, y su pureza, a fin de desmarcarlos de los semitas, y de decretarlos como los antecesores de los occidentales, primitivos, sin duda, pero a la espera de la evolución, la purificación, griega que fijó para la eternidad los rasgos nobles y superiores occidentales que no decayeron desde entonces, y que la estatuaria, considerada modélica, conservó y divulgó.
Un sueño racista que ha marcado la historia del arte y aún la infecta.

lunes, 2 de junio de 2014

UNDERWORLD: HAMBURG HOTEL (2010)



Los escoceses Underworld.

La reina Puabi y el tesoro de las Tumbas Reales de Ur.




A principios de 1928, el arqueólogo Charles Leonard Woolley hallaba lo que pronto llamó la tumba de la reina Puabi -un sello cilindro permitió saber el nombre de la difunta-, cubierta, al parecer, por un manto de perlas de oro y piedras preciosas y coronada por una tiara aun más aparatosa. Ya desde mediados del año anterior, el hallazgo de tumbas con ajuares funerarios de metales y piedras preciosos había llevado a Woolley a anunciar el descubrimiento de las Tumbas Reales de Ur.
Dicho anuncio llegaba a buena hora. Un año antes, Carter había revelado al mundo, gracias a la prensa, la tumba inviolada del faráón Tutankhamon, rebosante de "tesoros", y se estaba llevando todas las ayudas y la fama.
Por otra parte, era necesario que se hallara en tierras sumerias tesoros aun más fabulosos. Se sostenía que la cultura occidental no podía provenir de la semita -estamos ya a finales de los años veinte, y los estudiosos germánicos imponen sus ideas-, y hasta ahora los "sumerios" -que, se indicaba, no eran, como los babilonios y... los egipcios, semitas- solo habían dado barro a la historia. Si Occidente venía de Grecia, y Grecia no tenía nada que ver con Egipto, debía, por el contrario, entroncar con otra raza aria: los semitas. No podía ser que no hubieran producido deslumbrantes tesoros.

Leonard Woolley, su esposa Katherine, y el epigrafista francés, Legrain, de la misión arqueológica anglo-norteamericana de Ur, decidieron modelar la testa de la reina, cuyo cráneo, por desgracia, muy maltratado, se había conservado parcialmente. Sobre dicha testa, se dispondrían las joyas restauradas y remontadas -según el gusto de los años 20, involuntariamente, ya que las piezas se hallaron tan dispersas que la reconstrucción de los collares se hizo por intuición-: la reina sumeria Puabi ensombrecería al débil faraón Tutankhamon.
La escultura se realizó bajo los auspicios de Katherine Woolley -con la desaprobación severa de Legrain. Se ha especulado quien fue la modelo. La asirióloga e historiadora norteamericana Jean Evans ha escrito que algunas mujeres iraquís posaron. Pero el modelo más utilizado fue una fotografía de Greta Garbo.
La elección del modelo era lógica. Una reina, que tenía que competir con el embrujo de Tutankhamon, tenía que poseer unos rasgos perfectos; y fascinantes. La actriz sueca encarnaba la máxima distinción y elegancia. Y sus rasgos eran modélicos.
Que el rostro de una actriz de Hollywood hubiera sido el modelo de la reconstrucción de la faz de una reina sumeria otorgaba a ésta el carácter ideal necesario. Adquiría así la intangibilidad de una estrella. Más que distante se volvía inmaterial. Alcanzaba el mundo de los sueños.
Pero la imagen escogida pertenecía a la película Mata-Hari, de 1931: una espía, seductora y engañosa.
El aura de la reina Puabi se cargaba así de cierto carácter misterioso, casi maléfico, que cuadraba bien, en el imaginario occidental, con la imagen de una reina oriental, perteneciente a tiempos, no bárbaros, pero si muy anteriores a Grecia, unos tiempos que vieron el nacimiento del arte, un arte, por tanto, primitivo, que a Grecia le incumbiría pulir hasta la suprema elegancia clásica.
Puabi tenía que ser perfecta, mas de una perfección que no fuera la perfección clásica; una perfección teñida de un velo inquietante, enigmático. Los ojos grandes, las cejas pronunciadas, la boca bien dibujada le otorgaba un aire casi duro -que no empañaba la lisura de los rasgos, pero sí los dotaba de un carácter moral: el que tenía que tener una reina cuyos funerales exigieron sacrificios humanos, como en la noche de los tiempos que la luz griega disiparía.
La faz de Puabi, tal como se concibió a finales de los años veinte dice mucho más sobre nuestro imaginario, nuestros miedos y nuestra manera de ver o temer el mundo, lógicamente, que sobre la percepción del mundo por parte de los sumerios.

domingo, 1 de junio de 2014

TALA MADANI (1981): HOSPITAL (2009)


Tala Madani, Hospital, 2009 from Frieze on Vimeo.

Sobre esta artista iraní (que vive en Los Ángeles, EEUU), véase, por ejemplo, esta página web

UNIVERS: PARAL·LEL (2014)






Univers: "Paral·lel", del reciente CD o LP L´estat natural:


Paral·lel, la "avenida" de la luz, desconchada, de Barcelona, la calle de los sueños rotos.
Univers tampoco huele a Manel...