jueves, 31 de julio de 2014
HRAIR SARKISSIAN (1973): EXECUTION SQUARES (PLAZAS PARA EJECUCIONES, 2008)
Una de las nuevas series de obras que el museo Tate Modern de Londres expone en su colección permanente consiste en fotografías de gran tamaño, del artista sirio Sarkissian, nacido en Damasco y hoy instalado en Londres, de plazas de Damasco y Alepo donde han tenido lugar, hasta esta fecha, ejecuciones públicas recientes, tras las cuales los cuerpos quedaban expuestos durante horas al sol y a la vista de los transeúntes.
Las fotografías muestran las plazas en días de fiesta, a primera hora de la mañana, vacías, muertas, a la espera, pues, de los condenados.
Pocas obras modernas, sin aspavientos, transmiten mejor el horror de la muerte aplicada por la mano del hombre sobre un semejante.
Cualquiera que haya estado en estas ciudades reconocerá estas plazas centrales.
La muestra Mediterráneo. Del mito a la razón, en Caixaforum, Madrid (julio-diciembre de 2014) destaca la importancia de la plaza pública mediterránea, como lugar de diálogo e intercambio. Nos olvidamos que también era el lugar donde el gobierno ejecutaba -y ejecuta- públicamente a quienes supuestamente poner en peligro el orden público que la plaza simboliza y atesora.
Véase las páginas web siguientes:
http://www.hrairsarkissian.com/Portfolio/Pages/Execution_Squares.html
http://www.tate.org.uk/context-comment/video/tateshots-hrair-sarkissian
sábado, 26 de julio de 2014
MACHO: BENIDORM (2012)
Macho es otro de los grupos liderados por el arquitecto, profesor y músico de Barcelona, Ramón Faura, más conocido como Le Petit Ramon.
Dado el turismo que, el estío pulula, de noche y de madrugada, por el casco antiguo de Barcelona, este tema debería ser el himno de una ciudad, Barcelona como Benidorm, convertida en un anuncio de camisetas imperio, bambas hasta la altura de los tobillos y shorts shorts shorts a la altura de las axilas.
http://machomacho.bandcamp.com/track/benidorm
STÉPHANE COUTURIER (1957): BARCELONA (2008) & ALGER (CITÉ CLIMAT DE FRANCE, 2012-2013)
Su reciente retrato del inmenso bloque de quinientas viviendas Climat de France (1954-1957), del arquitecto francés Fernand Pouillon (1912-1986), en Argel, es también devastador.
Planificado y construido como un monumento concebido como un cenotafio, libre de las turbulencias vitales, la Cité Climat de France es hoy, como bien muestra Couturier, una ruina gangrenada por las necesidades y las miserias vitales -o quizá sea hoy lo que tenía que ser, contrariamente al sueño del arquitecto-, y expone el abismo que media entre la visión y la realidad. Es posible que la arquitectura no debería construirse nunca.
Stéphane Couturier - Alger, Climat de France - Cour des Deux Cent Colonnes from stéphane couturier on Vimeo.
Nota: "Clicar" sobre la imagen. Remite directamente al portal de Vimeo donde se activa legalmente la filmación.
MIKE BOUCHET (1970) & PAUL McCARTHY (1945): MUSEO GUGGENHEIM, BILBAO (2014)
Existen obras de arte que, buenas o malas, cambian duraderamente la visión de las cosas.
Tras la exhibición pública, en Alemania, y ahora en Mónaco, de la última obra conjunta (fotografías, maquetas y dibujos) de los artistas Bouchet y McCarthy -que colaboran juntos por vez primera-, en las que, junto a retratos, dignos del realismo socialista, de arquitectos tales como Calatrava, Botta o Hadid -convertidos en imágenes publicitarias de sí mismos, ellos mismos ya siendo imágenes del arquitecto genial-, transforman, con disgusto de la institución, el museo Guggenheim de Bilbao en un navío de guerra, erizado de cañones erectos, es posible que la imagen florida del perrito faldero de Koons ya no sea el emblema amable y colorista del edificio, sino que éste no pueda verse ya más que como una imponente nave acorazada, algo grotesca, a punto de bombardear la ciudad.
viernes, 25 de julio de 2014
Becas universitarias en España (las uvas verdes)
¿Quién propaga el infundio que las instituciones públicas españolas no conceden becas? En absoluto. El número de becas no ha disminuido. Y mucho menos se ha anulado.
Solo hay un pequeño matiz. Piden una nota de promedio de los resultados de las asignaturas aprobadas alta. Tan alta que nadie puede pedir becas.
Es lo que acaba de ocurrir en la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). Se ha abierto el periodo de concesión de becas, por parte del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, para estudiantes de último curso. Tradicionalmente se pedía que el alumno tuviera, además del aval de un departamento, una nota de promedio de cinco como mínimo. Al año pasado subió a siete. Varios departamento no hallaron ningún estudiante que cumpliera con este requisito. Aun así, algunos lograron presentarse. Este año, la nota de corte ha ascendido aun más: siete coma veinticinco.
Los profesores no podemos poner más de un cinco por ciento de Matrículas de Honor (notas de 9 y 10). Por otra parte, en la Escuela de Arquitectura, al menos, los profesores puntuamos bajo. Las notas medianas de cinco y seis son las más habituales. No hemos aceptado que los mejores alumnos de cada año, por mediocres que sean, tienen que obtener, en tanto que son los mejores, notas de nueve y diez, y calificaciones de Sobresaliente o Matrícula de Honor. Los profesores solemos idealizar los alumnos del pasado, sobre todo de cuando estudiábamos, por lo que consideramos que los alumnos actuales son peores. Esta creencia aumenta a medida que pasan los años y nos alejamos de nuestra época estudiantil o de profesor "joven". Por tanto, puntuamos con notas bajas.
Para obtener un promedio de 7,25, es necesario haber obtenido calificaciones de al menos Notable en todas las asignaturas. Las calificaciones, pocas, de Aprobado (5 ó 6) requieren notas de 9 o 10 en otras asignaturas: es decir Sobresalientes y Matrículas de Honor (cuyo número está severamente limitado).
Por tanto, es muy difícil obtener la nota de promedio de carrera exigida por la Universidad para poder acceder a una beca. Raros son los estudiantes que cumplirán con este requisito. En la Escuela de Arquitectura, donde sólo algunos departamentos están autorizados a presentar al menos un candidato, posiblemente, ningún estudiante alcanzará la nota requerida.
Y así no se concederán becas. Becas de dos mil euros para todo un año, que exigen dedicación casi exclusiva.
Las becas son como las uvas verdes. O las meigas. Haberlas, haylas...
Pero ¿quien las ha podido tocar?
Solo hay un pequeño matiz. Piden una nota de promedio de los resultados de las asignaturas aprobadas alta. Tan alta que nadie puede pedir becas.
Es lo que acaba de ocurrir en la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). Se ha abierto el periodo de concesión de becas, por parte del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, para estudiantes de último curso. Tradicionalmente se pedía que el alumno tuviera, además del aval de un departamento, una nota de promedio de cinco como mínimo. Al año pasado subió a siete. Varios departamento no hallaron ningún estudiante que cumpliera con este requisito. Aun así, algunos lograron presentarse. Este año, la nota de corte ha ascendido aun más: siete coma veinticinco.
Los profesores no podemos poner más de un cinco por ciento de Matrículas de Honor (notas de 9 y 10). Por otra parte, en la Escuela de Arquitectura, al menos, los profesores puntuamos bajo. Las notas medianas de cinco y seis son las más habituales. No hemos aceptado que los mejores alumnos de cada año, por mediocres que sean, tienen que obtener, en tanto que son los mejores, notas de nueve y diez, y calificaciones de Sobresaliente o Matrícula de Honor. Los profesores solemos idealizar los alumnos del pasado, sobre todo de cuando estudiábamos, por lo que consideramos que los alumnos actuales son peores. Esta creencia aumenta a medida que pasan los años y nos alejamos de nuestra época estudiantil o de profesor "joven". Por tanto, puntuamos con notas bajas.
Para obtener un promedio de 7,25, es necesario haber obtenido calificaciones de al menos Notable en todas las asignaturas. Las calificaciones, pocas, de Aprobado (5 ó 6) requieren notas de 9 o 10 en otras asignaturas: es decir Sobresalientes y Matrículas de Honor (cuyo número está severamente limitado).
Por tanto, es muy difícil obtener la nota de promedio de carrera exigida por la Universidad para poder acceder a una beca. Raros son los estudiantes que cumplirán con este requisito. En la Escuela de Arquitectura, donde sólo algunos departamentos están autorizados a presentar al menos un candidato, posiblemente, ningún estudiante alcanzará la nota requerida.
Y así no se concederán becas. Becas de dos mil euros para todo un año, que exigen dedicación casi exclusiva.
Las becas son como las uvas verdes. O las meigas. Haberlas, haylas...
Pero ¿quien las ha podido tocar?
Error error: ha aparecido un estudiante con un ocho de promedio. Los departamentos estamos como suegras y nueras peleándonos para lograr sus favores o servicios...
jueves, 24 de julio de 2014
La obra de arte, según Marcel Proust: singularidad y producción en serie
"Hay menos fuerza en una innovación artificiosa que en la repetición destinada a sugerir una verdad nueva" (Marcel Proust, A la sombra de las muchachas en flor)
Considerar que la obra de arte tiene que ser singular, original, única es una opinión moderna, que, por otra parte, duró poco tiempo. Imperó a principios del siglo XIX, y fue puesta en jaque por las vanguardias del siglo XX, sobre todo a partir del Pop Art, que jugaba con obras seriadas.
La defensa de la obra única tenía, sin embargo, antecedentes. Ya los talleres de pintores y escultores a partir del siglo XVI establecían precios distintos de las obras en función de la implicación del maestro del taller y de la singularidad de la obra. Habitualmente, los compradores menos pudientes se contentaban con una copia, ejecutada parcialmente o no por el maestro, o solo por ayudantes suyos, de una obra original del maestro. Eso explica la existencia de tantas obras tan parecidas de artistas como El Greco, Zurbarán, Rubens, etc. Una producción en serie que destacaba por contraste la obra singular del maestro que, no obstante, firmaba todo lo que su taller producía. Lo reconocía como suyo.
La defensa de la singularidad de la obra no es de recibo en el arte antiguo. Antes bien, es un error. Las obras se producían en serie, no solo por necesidades materiales o económicas -todas las terracotas y los bronces se ejecutaban con moldes-, sino por consideraciones "artísticas". Una obra, sobre todo una estatua de culto, labrada por un escultor o un taller de escultores, tenía como finalidad ofrecer un cuerpo o un soporte material para que la divinidad, invisible e incorpórea, se manifestase entre los hombres. La función de la estatua era la de ofrecer el soporte perfecto. Una vez alcanzado, no se podía mejorar. Por tanto, se tenía que repetir indefinidamente siguiente las mismas pautas, formas y procedimientos.
Por otra parte, toa vez que la finalidad de la obra era la de manifestar la presencia de un ente invisible, por tanto, la de dar relieve o cuerpo a un ser incorpóreo, de asentarlo en el tiempo y el espacio, a fin de manifestar su grandeza y su presencia, perceptible por todos, era necesario multiplicar las figuras. Dicha proliferación no tiene que ser juzgada como una limitación del artista, o la expresión de una producción en serie, fruto de la falta de ideas o de un procedimiento mecánico sino, al contrario, del mismo modo que ocurre en la literatura épica o en los relatos míticos en los que se repiten descripciones, atributos e historias, incluso, que tienen como fin, asentar en la memoria la actividad de los héroes y los dioses, a fin de que se les recuerda, se les tenga siempre presentes, la repetición de formas esculpidas o pintadas también perseguía imponer la perdurable presencia de lo invisible en la tierra. El ser divino necesitaba múltiples soportes que impusieran su presencia a los ojos y la memoria de todos los humanos. Una obra única, así, hubiera aparecido como un error, un cuerpo rechazado por la divinidad.
Considerar que la obra de arte tiene que ser singular, original, única es una opinión moderna, que, por otra parte, duró poco tiempo. Imperó a principios del siglo XIX, y fue puesta en jaque por las vanguardias del siglo XX, sobre todo a partir del Pop Art, que jugaba con obras seriadas.
La defensa de la obra única tenía, sin embargo, antecedentes. Ya los talleres de pintores y escultores a partir del siglo XVI establecían precios distintos de las obras en función de la implicación del maestro del taller y de la singularidad de la obra. Habitualmente, los compradores menos pudientes se contentaban con una copia, ejecutada parcialmente o no por el maestro, o solo por ayudantes suyos, de una obra original del maestro. Eso explica la existencia de tantas obras tan parecidas de artistas como El Greco, Zurbarán, Rubens, etc. Una producción en serie que destacaba por contraste la obra singular del maestro que, no obstante, firmaba todo lo que su taller producía. Lo reconocía como suyo.
La defensa de la singularidad de la obra no es de recibo en el arte antiguo. Antes bien, es un error. Las obras se producían en serie, no solo por necesidades materiales o económicas -todas las terracotas y los bronces se ejecutaban con moldes-, sino por consideraciones "artísticas". Una obra, sobre todo una estatua de culto, labrada por un escultor o un taller de escultores, tenía como finalidad ofrecer un cuerpo o un soporte material para que la divinidad, invisible e incorpórea, se manifestase entre los hombres. La función de la estatua era la de ofrecer el soporte perfecto. Una vez alcanzado, no se podía mejorar. Por tanto, se tenía que repetir indefinidamente siguiente las mismas pautas, formas y procedimientos.
Por otra parte, toa vez que la finalidad de la obra era la de manifestar la presencia de un ente invisible, por tanto, la de dar relieve o cuerpo a un ser incorpóreo, de asentarlo en el tiempo y el espacio, a fin de manifestar su grandeza y su presencia, perceptible por todos, era necesario multiplicar las figuras. Dicha proliferación no tiene que ser juzgada como una limitación del artista, o la expresión de una producción en serie, fruto de la falta de ideas o de un procedimiento mecánico sino, al contrario, del mismo modo que ocurre en la literatura épica o en los relatos míticos en los que se repiten descripciones, atributos e historias, incluso, que tienen como fin, asentar en la memoria la actividad de los héroes y los dioses, a fin de que se les recuerda, se les tenga siempre presentes, la repetición de formas esculpidas o pintadas también perseguía imponer la perdurable presencia de lo invisible en la tierra. El ser divino necesitaba múltiples soportes que impusieran su presencia a los ojos y la memoria de todos los humanos. Una obra única, así, hubiera aparecido como un error, un cuerpo rechazado por la divinidad.
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