Existen obras de arte que, buenas o malas, cambian duraderamente la visión de las cosas.
Tras la exhibición pública, en Alemania, y ahora en Mónaco, de la última obra conjunta (fotografías, maquetas y dibujos) de los artistas Bouchet y McCarthy -que colaboran juntos por vez primera-, en las que, junto a retratos, dignos del realismo socialista, de arquitectos tales como Calatrava, Botta o Hadid -convertidos en imágenes publicitarias de sí mismos, ellos mismos ya siendo imágenes del arquitecto genial-, transforman, con disgusto de la institución, el museo Guggenheim de Bilbao en un navío de guerra, erizado de cañones erectos, es posible que la imagen florida del perrito faldero de Koons ya no sea el emblema amable y colorista del edificio, sino que éste no pueda verse ya más que como una imponente nave acorazada, algo grotesca, a punto de bombardear la ciudad.
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