miércoles, 19 de agosto de 2015

La ciudad según la Biblia

La Biblia ofrece una imagen negativa de la ciudad. Es una afirmación común defendida también en este blog. Quizá deba ser matizada.
Es cierto que existen datos incuestionables. El primer criminal de la historia, el fratricida Caín, fundó y construyó la primera ciudad, y la imagen de Babilonia, las grandes capitales asirias, Sodoma y Gomorra, etc. No deja lugar a dudas: la ciudad es un espacio proscrito. El mismo Yahvé tardó en permitir la construcción de un templo. 

Esta imagen tan negativa contrasta con otros datos que sostienen que Yahvé levantó la bóveda del cielo soportada por lo que se puede interpretar como pilares. Es cierto que el mundo no era una ciudad pero sí se asemejaba a un templo y, por otra parte, fundó ocasionalmente ciudades. Por otra parte, el cielo acogía construcciones celestiales en las que las almas y la misma divinidad miraban. Recordemos que Yahvé ocupaba un trono (un objeto msnufacturado) sostenido por querubines y que aquél Lo representaba.

Sorprende más la relación que los teólogos establecieron pronto entre el Edén y el templo de Jerusalén. Ya Ezequiel consideraba que el templo en el futuro seria como el Edén (algunos textos cristianos "apócrifos" primitivos establecerían que el Edén era una iglesia). No solo el Edén se ubicaba en el monte Moriah donde se levantaría el templo que Salomón levantaría por orden divina, sino que Yahvé se edificó el Edén para si mismo ( cuyo usufructo concedió al adán que modeló), y cuyos elementos destacados, como los querubines que velaban la entrada, eran idénticos a los del templo, cuyas paredes interiores se ornaban con frescos con motivos de palmeras, propias del jardín del Edén (el Paraíso, un jardín recoleto, se ubicaba en la región de Edén o a veces se confundía con éste).
Existía una oposición entre el Edén y la ciudad. La primera fue fundada tras la expulsión de los primeros humanos de aquél. En el Edén no eran necesario muros ni techos puesto que no existían enemigos. La presencia de querubines y espadas flamígeras ante el acceso al Edén -cuya puerta fue entonces marcada- fue una consecuencia de la expulsión de Adán y Eva, para impedirles regresar. 
Pero Ezequiel (36: 34-35) sostuvo, en su visión escatológica que, al final de los tiempos, con la llegada (o el retorno, según los cristianos) del Mesías, el Edén, que se ubicaba en la tierra o en el cielo, al igual que el verdadero templo y que la ciudad ideal (la Jerusalén celestial), se restauraría y las ciudades, abandonadas y en ruinas, volverían a poblarse y las murallas volverían a levantarse. Las ciudades se convertirían de nuevo en lugares pletóricos de vida, espacios vitales, en los que la vida se acogería. Del mismo modo Isaías (65: 21-23) defendía que en la nueva Jerusalén, tras la restauración de los tiempos, los hombres se construirían sus propias moradas, creencia compartida por el tardío (s. V dC) Apocalipsis de 4 Ezra (8:52), según el cual los bienaventurados se construirían su propia ciudad. El propio Yahvé regresaría a su templo que es el Edén al final de los tiempos.

Podríamos entonces pensar que la ciudad y la caída están relacionadas, pero que la relación no es la que podríamos pensar. La ciudad aparece tras la caída, ciertamente, y no es defendible, pero este descrédito no se opone a la existencia de ciudades y construcciones ideales, en las que la divinidad incluso mora, que se materializan en la tierra y lucen cuando la condena de la caída es anulada. Para Marcos (14:48), la construcción del templo no es un hecho condenable, edific mar no es un castigo, siempre que no se trate de un trabajo manual. La ciudad y la arquitectura se piensan. Existen y deben existir solo como espacios soñados o visionaria. 
 La ciudad, entonces, libre de su asociación fatal, se erige como el lugar donde la vida prende. No hay vida (verdadera o eterna) sin ciudad -como no se da vida condenable (que no es vida) fuera de la ciudad terrenal cuando la caída aun impera-, sin ciudad soñada. Vivir es aspirar a una ciudad ideal (que, cuando dejemos de ser humanos, llegará).  


 

martes, 18 de agosto de 2015

Religión

En Turquía es obligatorio indicar cuál es la religión en el carnet de identidad y el pasaporte; no se puede dejar la casilla en blanco. En Siria e Iraq solo se aceptan las religiones monoteístas "principales", a las que se añade el zoroastrismo en Irán, siendo inconcebibles el budismo, religiones politeístas y animistas, así como el agnosticismo y el ateísmo. La religión autorizada (religión de Libro) debe ser señalada en los documentos oficiales. El judaísmo no es aceptado en Siria como sabrán quienes habían solicitado un visado de entrada (hasta el inicio de la guerra civil en 2011) y habían tenido que detallar los nombres de los padres a fin que las autoridades sirias detectaran nombres "judíos" lo que acarreaba la prohibición de entrada en Siria. Ningún "cristiano" logrará jamás un visado para la Meca, mientras que algunos partidos políticos de extrema derecha en Israel sostienen que este país sólo debe otorgar la nacionalidad a "hebreos", confundiendo nacionalidad y religión.

En los países europeos existe libertad de culto. No se prohíbe la entrada o el trabajo a nadie por la fe o ausencia de fe que asume. La religión pertenece al ámbito privado, no así la nacionalidad. 
Existe un país europeo en la que esta regla no se acepta. "Ser" judío -lo que no significa tener la nacionalidad israelita, ni seguir la religión hebrea- impide cumplir un contrato como ha ocurrido recientemente, al exigirse al trabajador que manifieste una postura (que no se solicita a trabajadores de otras religiones), so pena de no poder trabajar. La religión (independientemente de que se sea creyente o ateo) determina las posibilidades laborables.
Esta situación no es inédita en España. Ya ocurría bajo el gobierno de Franco y no hablemos del Santo Oficio. 

lunes, 17 de agosto de 2015

El deseo de Tàpies (Fundación Tàpies, Barcelona)

Eros, el semi-dios griego del deseo, estaba siempre insatisfecho. Iba en pos de algo o alguien que nunca le colmaba. El protagonista de sus sueños se le escapaba y cuando estaba presente no cumplía las espectativas, por lo que la búsqueda reemprendía.
Los sacerdotes sabían que los humanos anhelaban sus dioses porque no los veían. Éstos rehuían el contacto con los mortales. Vivían en otro mundo o encerrados en lo hondo de los templos inaccesibles. Solo en contadas ocasiones se dejaban entrever de lejos cuando las puertas de la capilla se abrían.
Marcel Proust escribió que los sueños no tienen que cumplirse si quieren preservar su condición soñada. A la búsqueda del tiempo perdido es una novela en la que el protagonista, llamado Marcel Proust, como el novelista, descubre amargamente la realidad de sus sueños. La duquesa de Guermantes, la diva del teatro Berma, o Venecia, aureolados de un prestigio intangible, revelan su verdadera y decepcionante condición en cuanto Proust por fin los descubre. Venecia muestra las aguas sucias que en las descripciones de Ruskin se asemejan espejos de azabache. Nunca podrán remontar sobre su pedestal. Los dioses son dioses caídos cuando se muestran cercanos.
Es esa misma consideración sobre los sueños que la nueva dirección de la Fundacion Tàpies de Barcelona va a aplicar para promover el conocimiento y el aprecio de la obra del artista: suscitar el deseo a través de la "ausencia"; aquélla no se mostrará permanentemente.  
El criterio es audaz. La frase, hermosa. Mas, por desgracia, los humanos somos volubles. Lo que un día adoramos lo derribamos o lo olvidamos al día siguiente. Recordemos la fábula del zorro y las uvas verdes. Los mismos héroes que se recluyen siempre son sustituidos por otros más expuestos.
La obra de arte existe para ser pensada y sentida al mismo tiempo. Existe porque es percibida y porque percibe al ser humano, porque éste se "siente" observado por ella. Su ausencia puede ser "sentida", mas no se puede desear lo que no se conoce. Los grandes ausentes cuyo regreso es esperado, los profetas de diversas religiones, han dejado testimonios (visibles, como el velo de la Verónica) para que sean recordados y se confíe en su regreso al Incierto final de los tiempos. Si no se expone la obra de Tàpies algún día, ¿quién la añorará cuando se retire? Por otra parte, ¿es suficientemente conocida y posee entidad suficiente para suscitar un deseo nunca satisfecho?
A falta de Madonna, siempre habrá una Lady Gaga dispuesta a todo.


viernes, 14 de agosto de 2015

El templo egipcio

La creación del mundo era considerada como un desgarro en la Grecia antigua. La razón no residía tanto en los dolores de parto de una diosa-madre, Gea, la tierra, como en la concepción de la divinidad como única, como el Uno, que tenia que fracturarse o dividirse para dar a luz a los distintos seres y entes. Este desgarro o desmembración era considerado una pérdida. Los "hijos" sufrían en comparación con el padre o la madre. Eran más opacos, no poseian la brillantez del genitor. Disponían sin embargo de la posibilidad de retornar al origen, anulando la fractura causada por la creación. De algún modo, ésta era un mal que había que solventar lo antes posible. Desgarro o caída, pérdida y disminución: los términos que describían la creación la presentaban como un acto doloroso. La propia creación de Afrodita, diosa de la belleza y la vida, resultaba de la emasculación y neutralización de su padre, acto violento que dio lugar también a la aparición del cielo y la tierra antes íntimamente unidos.
En Egipto, por el contrario, la creación fue considerada de muy diverso modo. En el origen, érase el caos y no la luz o la unidad que se fragmentaria y se apagaría a medida que el cosmos se constituiría en la Grecia antigua . Los dioses egipcios emanaban, eran hipóstasis de figuras anteriores. La creación debía ser preservada, el retorno al origen evitado porque implicaría una vuelta al caos y a la noche.
El templo, cuya construcción y cuya firma resultante repetía o imitaba la creación del cosmos, cumplía la misión de salvaguarda del mismo. La forma de los pilones o fachadas recordaba la del montículo originario de barro del Nun, las aguas primordiales, en el que una flor de loto se abriría para liberar al sol. La manera cómo el templo velaba por la pervivencia de la creación era eficaz. Un templo comprendía una multitud de estancias y pasadizos, techos y patios, muros y columnas. El espacio estaba fuertemente dividido, controlado. No existía un espacio único, sino una sucesión de lugares encajados los unos dentro de los otros. Esta sorprendente multiplicación de estancias tenía como fin manifestar y preservar la ordenación, la división del mundo a partir del control del caos inicial. La partición no era vista como un mal sino como la neutralización de la noche, su encierro y su desactivación, dividida en seres cuya forma ordenada debía ser preservada. El origen nunca fue juzgado como un parto doloroso sino como la solución al dolor que la falta de creación, el desorden previo a la creación imperaba. El templo, la multiplicación de templos, aseguraba así que el peligro del eterno retorno no existiría 

miércoles, 12 de agosto de 2015

MATTEO MEZZADRI (1973): LE CITTÈ MINIME (CIUDADES MÍNIMAS, 2012)









El fotógrafo italiano publicitario Matteo Mezzadri construyó con distintos tipos de ladrillo una "maqueta" de ciudad, que fotografió. La serie, titulada "Ciudades mínimas" se ha expuesto recientemente en la pequeña ciudad italiana de Carpi, cerca de Bolonia.

martes, 11 de agosto de 2015

Iglesia hermosa (etíope, en Calais)


Quizá el arte y la arquitectura sea eso: construir lo superfluo sin lo que no se puede vivir. En la intemperie, la indignidad con la que se les trata, el rechazo que despiertan, la negación del futuro, la falta de recursos, de pronto, una obra maestra : una capilla, hermosa levantada por refugiados etíopes en un descampado en Calais (Francia), que una madre con un bebé en brazos contempla, ante la que unos emigrantes sin nada se sientan, como si tuvieran algo grande, que da sentido, que posee la forma exacta que suscita una sensación de belleza en medio de un solar pelado. Un signo, seguramente inútil, de que aún se puede construir (un edificio, una vida) cuando no se tiene nada.

Idea y ciudad (proyecto y construcción): la creación divina según Filón de Alejandría

Los dioses, en Grecia, no eran los entes supremos. Por encima de ellos, se hallaba el Destino, o las tres diosas del destino que manejaban los hilos de los que pendían y dependían incluso el propio padre de los dioses Zeus.
Fue posiblemente Platón que descubrió que existían también otros entes en lo alto de la jerarquía celestial, superiores a los dioses: las ideas. Las ideas (las formas ideales) preexistían y fueron utilizadas por los dioses para crear el mundo.
Esta concepción no cuadraba con la visión judía y cristiana del universo. Nada existía antes y por encima de Dios. Es cierto que las aguas ya estaban cuando el soplo de dios las arremolinó e hizo surgir de los fondos los cuerpos que configurarían el universo, pero el supremo creador seguía siendo la divinidad. Por tanto, las ideas -cuya existencia no se negaba- no podían estar fuera y por encima de dios sino en su testa.
Fue así cómo el teólogo helenístico judío, Filón de Alejandría (segunda mitad del s. I aC-primera mitad del s. I dC), de formación platónica, concilió las concepciones griega y judeo-cristiana acerca de las relaciones entre el Sumo Creador y las Ideas creativas.
Filón determinó que, del mismo modo que un arquitecto planifica mentalmente una ciudad antes de construirla, Dios ideó el universo antes de materializarlo, si bien no quedó perfectamente claro si estas ideas fueron formadas por él o ya existían en su mente. La creación exigía un modelo. Para que la creación fuera perfecta debía existir primeramente en tanto que proyecto ideal y luego reproducir dicha composición mental. La idea era lo que garantizaba la perfecta creación. Ésta dependía no en el hacer sino en el idear, aunque no se sabía si dicha idea preexistía en la mente del creador y se le imponía como una necesidad, o si el creador era capaz de idear primero antes de modelar la materia. Filón parece indicar que dios ideó, aunque no se indica cómo y a partir de qué ideó. Es posible que la creación ex-nihilo, un concepto que no se dio antes de la Edad Media, no fuera material sino ideal: Dios creó el mundo a partir de una idea que forjó y que luego plasmó en la materia preexistente. Esta manera de crar era la del arquitecto. La creación del mundo era similar a la creación de una ciudad. La imagen poderosa del dios arquitecto, que tanta relevancia tuvo a partir de la Edad Media, se apoya, en gran parte en Filón de Alejandria. 


"16. Dios, en efecto, como que es Dios, conocía de antemano que ninguna copia hermosa podría ser producida jamás sino a partir de un modelo hermoso, y que ninguna de las cosas sensibles podría ser irreprochable si no era hecha como copia de un arquetipo y forma ejemplar aprehensible por la inteligencia. Y así, habiéndose propuesto crear este mundo visible, modeló previamente el mundo aprehensible por la inteligencia, a fin de usarlo como modelo incorpóreo y acabada imagen de la Divinidad en la producción del mundo corpóreo, creación posterior, copia de una anterior, que había de encerrar tantas clases de objetos sensibles cuantas de objetos mentales contenía ésta.

17. No es legítimo suponer o decir que el mundo constituido por las formas ejemplares se halla en un determinado lugar, pero sabremos cómo está constituido si consideramos atentamente cierta imagen tomada de nuestra propia experiencia. Cuando se va a fundar una ciudad para satisfacer los ambiciosos proyectos de algún rey o gobernante que, apropiándose de un poder sin límites y a la vez concibiendo brillantes ideas, busca añadir nuevo lustre a su prosperidad, algún arquitecto experto, tras acudir una y otra vez al lugar y observar sus ventajas de clima y posición, concibe primero en su mente el plano de casi todas las partes de la ciudad que se está a punto de fundar: templos, plazas, puertos, depósitos, calles, emplazamientos de murallas, ubicación de casas y demás edificios públicos.

18. Luego, habiendo recibido en su alma, como en una cera, las imágenes de cada una de ellas, lleva consigo la representación de una ciudad concebida por la inteligencia; y después de haber retenido5 esas imágenes mediante su innata capacidad de recordar, e impreso sus rasgos con más intensidad aún en su inteligencia, comienza, como avezado artífice, con la vista puesta en el modelo, a construirla con piedras y maderas, cuidando que los objetos corpóreos sean iguales totalmente a cada una de las incorpóreas formas ejemplares.

5 La mnéme = memoria, es, según Filón la facultad de conservar presentes los recuerdos, a diferencia de la anamnesis = reminiscencia, que es la capacidad de reactualizarlos tras el olvido. 

19. Pues bien, en lo que a Dios hace hemos de pensar que procedió de manera análoga; que, resuelto a fundar la gran ciudad 6,  concibió primero las características de la misma, y habiendo conformado mediante ellas un mundo aprehensible por la inteligencia, fue produciendo en acabada forma también el mundo perceptible por los sentidos, empleando para ello aquél como modelo.

6 Es decir, el mundo o universo.


20. V. Así, pues, como la ciudad concebida previamente en el espíritu del arquitecto no ocupa lugar alguno fuera de él, sino se halla impresa en el alma del artífice, de la misma manera el mundo de las formas ejemplares no puede existir en otro lugar alguno que no sea el logos Divino, que las forjó con ordenado plan. Porque, ¿qué otro lugar habría apto para recibir y contener en su pureza o integridad, no digo todas, pero ni siquiera una sola cualquiera de ellas, aparte de Sus potencias?"

(Filón de Alejandría: Sobre la creación del mundo según Moisés -De Opificio Mundi-, 16-20)