domingo, 1 de mayo de 2016

JOAN BOSCH AGUSTÍ (1936): CASAS BLANCAS (MONTBAU, BARCELONA, 1963-1968)












































Fotos: Tocho, Mayo de 2016

No lejos de la ermita románica (s. X) de Sant Genis dels Agudells, por encima del polígono de Montbau, edificado en los años cincuenta, en la parte alta de la ciudad, adosado a las laderas de la sierra de Collcerola, se agazapa el conjunto de viviendas unifamiliares llamado Casas Blancas.

Inicialmente una cooperativa -Cooperativa Barcelonesa- cuyas viviendas pertenecen hoy a los ocupantes,  fue proyectada y edificada por el arquitecto Bosch Agustí -uno de los arquitectos del polígono, del que este conjunto, posterior, forma y no forma parte-, entre 1963 y 1968. Se distingue del conjunto de grandes bloques rectilíneos y espacios vacíos -que trataban de ser amplias plazas- por una disposición aferrada a la pronunciada ladera, como si fuera un único edificio tentacular.

Las casas, blancas, con una planta en T, de dos pisos, están separadas por empinadas y estrechas escaleras, y atravesadas por callejuelas interiores que discurren por debajo de las plantas superiores. Los espacios exteriores al aire libre y semi-cubiertos comprenden también pequeños patios interiores ajardinados a los que miran la parte posterior de las casas. La diferencia entre el espacio privado y el público se diluye. Los patios de las casas son públicos aunque estén rodeados por las viviendas, y los accesos exteriores que cruzan por debajo de las plantas superiores ya forman casi parte de las casas. El espacio protector consiste tanto en las viviendas como los espacios públicos. El conjunto se asemeja a una roca blanca, casi un acantilado -o una esfinge-, en la que se hubieran excavado patios y zanjas.
Casas Blancas, correctamente preservado, pese a algunos añadidos privados pintorescos, constituye posiblemente uno de los mejores conjuntos de viviendas de Barcelona, por encima de la ciudad, aunque sin imponerse. El dificultoso acceso a través de escaleras entre las rocas contribuye a la impresión de paraíso perdido y quizá irreal, muy lejos de la ciudad aunque forme parte de ella, del conjunto.

Nota: El arquitecto e historiador Xavier Monteys es quien más ha estudiado este conjunto.

sábado, 30 de abril de 2016

La ciudad y el agua: El Rec Comtal de Barcelona (ss. II-XXI)












Rec Comtal (ss. XIX-XX)




Carles Enrich (1981): Propuesta del trazado del Rec Comtal por Barcelona, hoy cubierto por acwras y calzadas.

















Fotos: Montserrat Domínguez, Judit Gabriel & Tocho, abril de 2016

El Rec Comtal fue, desde la Alta Media hasta mediados del siglo XX, el canal que aportaba agua potable desde Montcada hasta el centro de Barcelona. El trazado utilizaba o seguía el acueducto romano -algunos de cuyos pocos tramos se conservan tanto en la periferia como en el centro de la ciudad-, con la salvedad que éste aportaba agua para los habitantes de la ciudad de Barcino (la Barcelona romana), mientras que las aguas del Rec Comtal, salvo en períodos de sequía, se utilizaban sobre todo para regadíos, gracias a acequias perpendiculares al canal central. Su perfil, apoyado en un muro vertical que contenía las tierras por un lado, y un talud por otro, abierto en numerosos puntos por las acequias, permitió que el Rec Comtal -el nombre procede de los Condes de Barcelona que desde el siglo XII reinaban en la ciudad- estuviera perfectamente en uso durante mil años.
El nombre de varias calles y callejuelas de Barcelona, que siguen el trazado cubierto del canal, recuerdan la presencia y la función de éste, cuyas aguas también alimentaban molinos, lavaderos públicos, talleres de curtidores, y fábricas textiles ya en el siglo XIX.

Los arquitectos municipales Montserrat Domínguez y Aureli Santos, junto con el arquitecto Carles Enrich (tres de los mejores arquitectos españoles), promueven desde 2014 la restauración de esta arteria de la que dependió la vida de la ciudad de Barcelona durante dos milenios, lo que incluye el levantamiento de calles poco transitadas, y la recuperación no solo del trazado sino de la presencia efectiva del canal por el barrio de Sant Andreu principalmente.
En la población de Montcada y en el barrio barcelonés de Vallbona la recuperación ha sido tan efectiva que el baño, sobre todo infantil -común en los siglos XIX y principios del XX-, vuelve a estar autorizado.
El deseo del actual gobierno municipal de mejorar barrios periféricos, cruzados por toda clase de nudos de comunicación y pasos elevados grises, debería permitir que el proyecto pudiera seguir llevándose a cabo.

Agradecimientos a estos tres arquitectos por la excepcional y generosa visita, explicaciones y documentación.
Los errores del texto son solo imputables a este blog.

viernes, 29 de abril de 2016

Puerta y paso

Delthos, en griego, significaba tanto letra cuando misiva: texto escrito y remitido, texto en tránsito.

Delta era el nombre de la cuarta letra del alfabeto griego (y occidental, en general).

En hebreo, la letra d se dice daleth, una palabra que también significa puerta (por la que viajan palabras y personas).
La letra daleth se escribe o se dibuja mediante un ángulo recto que mira hacia la izquierda


Este grafismo representa la parte superior derecha de una puerta o de un marco (el dintel). Daleth significa también apertura; designa no una barrera, una puerta cerrada, sino un espacio o una vía de comunicación. El dibujo de la letra hebreo no lo evoca (bien), sí el de la letra d griega, la letra delta:



Se trata de triangulo púbico, no solo un paso sino de un triángulo vital.
Daleth, finalmente, se traduce por camino y por lo que la vía trazada acarrea o permite: la circulación o el flujo.
La puerta se configura así como una senda segura hacia un bien. Ser trata de una vía iniciática que se emprende con la esperanza de una ganancia física y espiritual.

El origen del grafismo hebreo y griego (y, finalmente, latino) procede, como el de todas las letras de los alfabetos, de los jeroglíficos egipcios. En el caso de la letra d,, un jeroglífico, cuya pronunciación es el sonido d (o dj), está en la base. Dicho jeroglífico es una mano tendida, abierta.



El simbolismo del grafismo (la mano), y no solo el valor fonético, resuena en lo que la letra d evoca: una puerta abierta que permite tender puentes y facilitar la comunicación entre seres y el tránsito entre seres y enseres. Una puerta marca o acota, pues, por donde se puede pasar: orienta el desplazamiento, y lo pauta. La puerta anuncia un nuevo espacio o un nuevo mundo, es una apertura hacia lo otro. Encauza, organiza el movimiento, y lo remarca o enmarca; una puerta es un arco que ennoblece y señala las etapas del viaje. El tránsito no es uniforme o indiferenciado, sino que se muestra acompasado, formando por sucesivas etapas (etapas de viaje, etapas de la vida) hasta la última puerta que libra al o a los otros mundos.