miércoles, 23 de mayo de 2018

FEDERICO GARCÍA LORCA (1898-1936): CUENCA (1935)


La preparación de la exposición antológica del pintor surrealista catalano-argentino Juan Batlle Planas, lector de Federico García Lorca, en el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, nos ha llevado a conocer un poema que García Lorca dedicó a Cuenca y la Ciudad Encantada cercana -o, con mayor seguridad, a Cuenca considerada como una ciudad encantada, ubicada en lo alto de unos acantilados, intencionadamente confundida o equiparada con la cercana Ciudad Encantada -un conjunto de riscos romos que configuran un remedo de ciudad imaginaria que Lorca posiblemente no recorriera-, cuando su estancia en esta ciudad en la Semana Santa de 1932.


El poeta pregunta a su amor por la "Ciudad Encantada" de Cuenca

(Sonetos de Amor Oscuro)

¿Te gustó la ciudad que gota a gota
labró el agua en el centro de los pinos?
¿Viste sueños y rostros y caminos
y muros de dolor que el aire azota?

¿Viste la grieta azul de luna rota
que el Júcar moja de cristal y trinos?
¿Han besado tus dedos los espinos
que coronan de amor piedra remota?
¿Te acordaste de mí cuando subías
al silencio que sufre la serpiente,
prisionera de gallos y de umbrías?

¿No viste por el aire transparente
una dalia de pena y alegrías
que te mandó mi corazón caliente?


martes, 22 de mayo de 2018

Una casa en el campo

Bien podía Roma ser la capital del imperio, pero los patricios romanos huían de la ciudad para refugiarse en sus villas aisladas en lo que hoy es el Lazio, cabe Roma, la Campania, alrededor de Neapolis (Nápoles) o la Toscana, cerca de las ciudades etruscas.
Juzgaban a la ciudad como un lugar en el que no se podía vivir bien. La inseguridad, la insalubridad, el exceso de población, la vida mal regulada impedían gozar de una vida plena, libre de enfermedades y epidemias, y apta para la buena educación de los hijos.
La cultura romana era urbana pero rehuía la ciudad. Fundaba ciudades, las dotaba de equipamientos públicos deslumbrantes -termas, templos, jardines, fuentes, pórticos, tetrapilos o monumentos que señalaban y resaltaban los cruces de calles más importantes-, pero los notables se refugiaban en el campo.
El gusto por la vida alejada de la ciudad señala el fracaso de la cultura urbana. Es una manifestación de falta de urbanidad. Un signo de individualidad. La comunidad, el compartir espacios, costumbres desaparecen. Ya no cabe espacio para el diálogo. El intercambio cesa. Una casa en el campo es un coto cerrado; protegido, que se defiende. Levanta barreras (setos, vallas, verjas). Un espacio autosuficiente, que nada necesita, y nada ofrece; un lugar y una vida vueltos sobre si mismos.
Una casa en el campo es una mirada atrás, denota el repliegue, el cerramiento, la cerrazón, por miedo a lo que vendrá. El fin de la esperanza.
Manifiesta el temor del otro, y la falta de confianza en la mejora de las condiciones de vida; es decir, el fracaso de la política, como acción y legislación de una vida comunitaria.

Quizá debamos todos partir de la ciudad. Y abandonar las reglas de convivencia. La vuelta a la "ley" de la selva. O del más fuerte.  ¿Podemos -permitírnoslo?

lunes, 21 de mayo de 2018

LYONEL FEININGER (1871-1956): LA CIUDAD EN LOS CONFINES DEL MUNDO (1935-1955)












El pintor norteamericano Lyonel Feininger, formado en Alemania, talló y pintó durante años para sus hijos pequeños, como también lo hicieran otros artistas como Picasso y Torres García, una ciudad junto con sus habitantes.
Años más tarde, en 1965, uno de sus hijos, ya fotógrafo, publicó un libro sobre esos juguetes y maquetas, que tituló como uno de los grabados expresionistas de su padre: La ciudad en los confines del mundo.
Este libro fue traducido hace meses por la Fundación Juan March de Madrid, cuando la gran exposición antológica dedicada a este artista.
Esos juguetes de madera son, sin duda, una de las obras maestras de Feininger.

LEONARD BERNSTEIN (1918-1990): THE SERENADE, AFTER PLATO´S SYMPOSIUM (CONCIERTO PARA VIOLÍN BASADO EN EL SIMPOSIO DE PLATÓN (1954)




Cada instrumento corresponde a la voz de cada uno de los personajes del diálogo platónico.

domingo, 20 de mayo de 2018

A la vista (Evidencia)







Desde al menos el cuarto milenio aC, la arquitectura mesopotámica echaba mano de numerosas tuberías: conductos de agua, de evacuación de aguas sucias, canalizaciones, desagües. Las salas de agua no eran raras en los palacios, y aquélla circulaba por tuberías encastradas en muros o enterradas bajo el pavimento.
Los conductos eran comunes, igualmente en Grecia y Roma. De hecho, una gran parte de la arquitectura romana era invisible. Las infraestructuras de las termas se hallaban dentro de muros y debajo de los forjados. Las tuberías, de múltiples anchuras, y de diversos materiales -cerámica, plomo- no servían solo para el agua, sino que también canalizaban el aire frío y caliente.

Quizá una de las diferencias más destacadas entre la arquitectura de algunas culturas antiguas y la arquitectura moderna y contemporánea reside en la puesta de manifiesto de la red de conductos que conectas un edificio a la ciudad: tuberías de agua, aire, gas, y cables eléctricos, telefónicos y de fibras de vidrio, envuelven los edificios como una delgada y tupida red, amén de los canalones que recogen el agua de lluvia que casi siempre han recorrido la línea de las terrazas y los tejados antes de descender, como delgados pilares, por las fachadas. Animan paredes exteriores e interiores, componen tramas por los techos. No hace falta recurrir al ejemplo extremo y ostentoso del Centro Georges Pompidou de París para darse cuenta que los muros y los forjados ya no esconden las nervaduras que permiten que un edificio viva -o que se pueda vivir en él.

Es por este motivo que la exposición de la artista iraní Nairy Baghramian (1971), en el Palacio de Cristal, en el Parque del Retiro de Madrid, sorprende. Comprende una serie de tuberías más o menos desgastadas, expuestas a la vista. El motivo es sorprendente: "la obra de Baghramian remite a aquellos elementos que habitualmente quedan ocultos, engastados o camuflados en la arquitectura (...) Esos dispositivos a los que alude son los que tradicionalmente han de permanecer en la sombra, bajo la segura protección de la pared, el panel o el enlucido", se cuenta en el (inenarrable) texto del folleto de mano.

Exponer lo que se cree que se halla oculto cuando en verdad, casi siempre está a la vista, no deja de ser un ejercicio extraño.
Este trabajo, por otra parte, denota una singular concepción de lo que es un volumen y, en concreto, un volumen arquitectónico. Muros, gruesos o delgados, paneles, pilares, jácenas, forjados, etc., todos ellos, elementos materiales, se conjugan para arman una construcción. Inevitablemente, los materiales, el vidrio, incluso, son terrenales. Tienen cierto grosos o espesor, cierta opacidad. Esconden, por tanto, partes del edificio. La ocultación no responde a ninguna elección, sino a la "lógica de los materiales". Muros de ladrillo comprenden ladrillos ocultos, entre filas de ladrillos vistos. Las armaduras del hormigón visto no se descubren; y, cuando se muestran, solo queda huir: el edificio puede estar a punto de derrumbarse.
Solo existe un tipo de construcción donde todo está a la vista: un edificio construido con luz (aunque la luz puede deslumbrar, impidiendo ver la obra). Pero este tipo de trabajo, con el que quizá sueña el arquitecto -el patrón de los arquitectos, el apóstol Tomás, logró edificar en el cielo un palacio con muros luminosos, desmaterializado, liviano como un sueño, que solo en sueños se alcanzaba a descubrir-, solo existe en el cielo.
No se sabe a fe cierta si la artista iraní ha querido defender que la verdadera arquitectura solo puede ser ideal -que las tuberías sean de material transparente o traslúcido, y que se expongan en un palacio de cristal, apuntaría en esta dirección, añadiendo un matiz que dota de mayor profundidad o complejidad esta lectura: las cañerías están corroídas, rotas, y maculadas por óxidos o el tiempo, pero esta interpretación no es señalada por quien ha redactado la enrevesada hoja de sala-, o si ha descubierto la sopa de ajo.

sábado, 19 de mayo de 2018

Toledo (entre Babilonia y Jerusalén)

La ciudad española de Toledo, capital del reino visigótico en el s. V, y capital de los reinos de España bajo el emperador Carlos I -Carlos V de Alemania-, en el siglo XVI, fue fundada varias veces.

La "historia" cuenta que Tubal, nieto de Noé, cuando la dispersión de los hijos y los nietos del supervivientes del diluvio hacia las cuatro puntos del mundo para repoblarlo, llegó a España y fundó una ciudad a la que bautizó con su nombre. La elección del lugar no era caprichosa o gratuita.

Toledo fue refundada por el emperador de Babilonia, Nabucodonosor, cuando perseguía a los judíos -que habían logrado un cobijo en este lugar-, que Pirro, el gran rey meda (oriental) volvió a instituir -antes de que Hércules, en su tránsito hacia Grecia, tras cumplir con los siete trabajos que le impuso su madrastra por todo el Mediterráneo, devolviera el esplendor a la ciudad, construyendo un mágico y descomunal palacio en una cueva subterránea (Toledo se asienta sobre una cueva, en efecto)-, nombrando a la tierra que lo acogía con el doble nombre de su suegro, Hispán, y de su hija Iberia.

Si todos estos héroes, patriarcas y reyes y emperadores acudieron una y otra vez a Toledo, fue porque el mismo Yavhé, cuando la creación del mundo, ubicó el sol en el empíreo justo a la altura de dónde se ubicó la ciudad, y detuvo su tránsito para que brillara siempre sobre la ciudad, que se  construyó porque la primera huella de Adán -el primer hombre que dios moldeará- se inscribió en Toledo -ciudad en la que, según algunos teólogos- se ubicó la tumba de Adán.
Toda vez que Cristo fue crucificado en el Monte del Calvario, precisamente sobre la tumba de Adán, Toledo era Jerusalén, la Jerusalén redimida, la misma Jerusalén celestial, como así lo atestiguaría un célebre cuadro de El greco (hoy en la Casa.Museo del pintor, en Toledo). 
Los mitos siempre cuentan la verdad, que querríamos que así fuera.
Una visita de trabajo a esta ciudad, ayer, da fe de la verdad de esas historias.

jueves, 17 de mayo de 2018

JUAN BATLLE PLANAS (1911-1966): EL GABINETE SURREALISTA (MUSEO DE ARTE ABSTRACTO, CUENCA, MAYO-OCTUBRE DE 2018)
















Después de once años de preparación, negociaciones, avances, retrocesos e interrupciones, la exposición antológica del artista argentino, de origen catalán, Juan Batlle Planas, padre del surrealismo en Argentina, en Europa, se inaugurará el jueves 24 de mayo en el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, organizada por la Fundación Juan March, de Madrid, antes de viajar al Museo-Fundación March de Palma de Mallorca el 22 de noviembre.
Ninguna institución catalana se ha mostrado interesada. 

Entre las obras más singulares de Battle Planas, se encuentran una cajas de  madera, de unos 50 ó 70 cm de alto, similares a las del artista surrealista norteamericano Joseph Cornell, en la que se conjuntaban diversos objetos sin aparente relación entre ellos. 
Por desgracia, no se conservan ninguna de los años 30, si bien Batlle Planas retomó este tipo de obra a principios de los años 60, algunas de cuyas imágenes, inéditas en su mayoría, se muestran en este breve texto.
La exposición, sin embargo, no incluye ninguna, ya que se centra en la obra del artista en los años 30 y 40.



JUAN BATLLE PLANAS (1911-1966): EL GABINETE SURREALISTA

Admiraba a Picasso, Miró y Dalí, a Michaux (pintor y poeta) y a Gutiérrez Solana: a artistas visionarios y a quienes descubrían la sombría realidad, a quienes se proyectaban en el tiempo y a quienes descubrían un negro pasado (aun presente), a artistas que ponían en evidencia la absurdidad de la vida.
Juan Batlle Planas, nacido en Cataluña, emigró, con apenas tres años, a Argentina en 1913. Su carrera artística duró poco más de veinticinco años. Murió prematuramente. Cayó en un cierto olvido. Y, sin embargo, fue el fundador del surrealismo argentino a mediados de los años treinta. Amigo y colaborador de poetas y novelistas, españoles exiliados o argentinos, desde Alberti a Borges, teórico, educador y poeta, lector de Freud y de Reich, Batlle Planas destacó sobre todo por dos géneros artísticos, propios del surrealismo, escasamente representados en el arte español, que descubren relaciones inesperadas entre las cosas y los seres: el collage y el “assemblage” –la reunión heteróclita de objetos sin atributos, menudos, cotidianos, desechados y encontrados, con insólitas afinidades que su conjunción manifiesta-.
El gabinete surrealista, la primera exposición monográfica de Batlle Planas fuera de la Argentina, reúne una amplia selección, a menudo inédita, de “collages”, así como una serie de guaches titulada Radiografías paranoicas: pintadas a finales de los años treinta, lo atávico o arcaico –las figuras recuerdan tanto a los dioses de los muertos precolombinos como a la personificación de la Muerte, que juega al ajedrez, tan presente en la iconografía medieval española- se conjuga con la fascinación por las máquinas y los conductos –que llevan energías y ponen en relación seres y mundos separados-, quizá marcada por su inicial formación de mecánico, y su fe en la espiritualidad oriental

http://www.bonart.cat/actual/el-gabinet-surrealista-de-juan-batlle-planas-es-desplega-a-la-fundacio-joan-march/


Agradecimientos a Silvia Batlle y a Giselda Batlle, la información sobre estas obras, poco conocidas, así como las fotografías de las mismas