En medio de las tensas relaciones entre el este y el oeste, y teniendo en cuenta éstas, se publica un estudio de la importante arabista Diane Darke sobre la influencia casi unidireccional entre la arquitectura árabe y la cristiana en la Edad Media, estudio que sostiene que muchas de las formas y tipologías cristianas, góticas principalmente, son en verdad, árabes y que, por tanto Occidente es deudor de Oriente.
¿Qué se podría aducir?
En 1955, el sumerólogo Samuel Noah Kramer publicó La historia empieza en Sumer, un libro de alta divulgación en la que mostraba que algunas de las principales formas de cultura, de organización de colectividades, desde la monarquía a la escuela, tenía un origen, no griego, sino mesopotámico y, más concretamente, sumerio.
Aunque desde entonces, esta visión tan radical se ha matizado -algunas formas culturales no llegaron hasta nosotros directamente sino a través de mediaciones, griegas, entre otras, y, en general, Sumer estaba en contacto con otras culturas, arábigas e hindúes, entre otras, por lo que la singularidad y preeminencia sumeria debe de ser estudiada en contexto con la cultura asiática de la Edad de Bronce-, sí que permitió relativizar la importancia de Grecia, mostrando que algunas supuestas aportaciones griegas derivaban de modelos orientales; un descubrimiento relativo ya que la periodización del arte griego ya incluía una fase arcaica llamada orientalizante caracterizada por una iconografía mítica de procedencia hitita, neo-asiria y neo-babilónica.
Las culturas se influyen y, en la Alta Edad Media, las influencias venían tanto del este y el oeste -tengamos en cuenta que estas palabras establecen fronteras convencionales-, como del norte y del sur. Entre reinos del África central y del Europa occidental, existían tantos contactos como entre África y China, y entre los reinos godos y el naciente imperio árabe.
Las formas arquitectónicas no tienen un verdadero origen. Son formas que mutan en función de las influencias y las necesidades. Ninguna forma posee un origen único, en el tiempo y el espacio. La creación ex-nihilo no existe. Si la arquitectura gótica deriva de la árabe, ésta a su vez posee sus propias raíces.
Una misma forma puede tener significados muy distintos en función de las necesidades a las que responde. El parecido formal es importante -releva cómo las culturas se influyen- pero lo que determina el "sentido" de un edificio, su "razón de ser" es la función a la que responde una forma.
Los árabes eran nómadas. Poca arquitectura permanente podían tener. No la necesitaban. Las primeras grandes construcciones islámicas eran tanto persas -Persia, una cultura heredera de Mesopotamia, sí era sedentaria- cuanto romanas (imperiales romano-orientales), herederas a su vez de modelos helenísticos.
Una primera obviedad: la religión cristiana es una religión oriental. La noción de monoteísmo, desarrollada en el judaismo, el cristianismo -con matices- y el zoroastrismo, surge entre el Levante e Irán. Por tanto, cualquier templo monoteísta, cristiano, judío, islámico u zoroástrico, podría ser calificado de oriental
Pero del mismo modo que los templos cristianos derivan de las basílicas -un edificio público- romanas, en el Imperio romano occidental, y de los palacios helenísticos, en el imperio romano oriental -diferencias en las tipologías derivadas en una distinta concepción de la naturaleza, divina y/o humana, de Cristo-, la arquitectura islámica presenta notables diferencias en el mundo árabe -en la que los modelos romano-orientales, y bizantinos, predominan-, el mundo otomano -marcado tanto por la arquitectura bizantina cuanto mongol- y el mundo persa -cuya arquitectura deriva de modelos propios y de Babilonia-; esas consideraciones son ya simplificaciones, esquemas que seccionan la constante evolución de las formas en función de las necesidades, visiones y caprichos humanos.
La mezquita del Domo, en Jerusalén, no es una muestra del origen árabe de la arquitectura gótica, pues dicha mezquita no responde a las necesidades del culto islámico árabe -para el cual la villa romana es el modelo adecuado-, sino que constituye una excepción en el islam árabe -no en el otomano-, debido al recurso a modelos bizantinos, es decir romano-orientales.
Del mismo modo, la extraordinaria basílica peleo-cristiana de Qalb Lozeh, en Siria, difícilmente puede haber inspirado, a través de los cruzados de vuelta a Occidente, la tipología de las catedrales góticas, construidas ochocientos años más tarde, pues las catedrales góticas se caracterizan por una planta en cruz latina y la basílica paleo-cristiana tiene una planta, precisamente, basilical. Las dos torres que flanquean la fachada de la catedral gótica de Notre-Dame de Paris no tienen porqué remitir a las torres de la fachada de la basílica siria. Los palacios romanos tardo imperiales del norte de Europa, ya poseían dichas torres, que eran torres de defensa. El carácter defensivo de la iglesia paleo-cristiana está en contradicciñón con la desmaterialización del muro gótico, marcado por la concepción neoplatónica, romano imperial, de la luz, posiblemente de Plotino, que influyó en la mística cristiana e islámica. El muro es un velo que canaliza y transfigura, pero no detiene, la luz.
¿Las torres y flechas góticas derivan de los minaretes, como por ejemplo, de los minaretes de la mezquita de Damasco? Esta mezquita se inscribe en una basílica bizantina de planta cruciforme, apenas alterada tras el cambio del credo y del culto, basílica que ya fue previamente insertada en un templo imperial romano, a su vez inscrito en un templo siro-mesopotámico. Los minaretes de dicha mezquita son los campanarios de la basílica apenas alterados.
Los arcos ojivales góticos sí derivan de modelos islámicos, pero no se inspiran en los arcos de la mezquita de Córdoba sino en mezquitas persas, como la mezquita del Viernes de Isfahan.
Entre Arabia y Persia media una gran diferencia. Persia influyó tanto en Arabia -el jardín árabe es tanto persa cuanto bizantino (pero la elaboración de modelos precedentes, como siempre, dio nacimiento a un nuevo tipo de jardín)- cuanto en Occidente. Y Persia pertenece a los "estertores" de la cultura mesopotámica, cercenada primeramente por Bizancio y luego por los Árabes. Mas ambos imperios pusieron fin a una cultura que desde Alejandro, incluso antes, desde los persas del siglo VI aC, mutaba, para dar nacimiento a nuevas formas culturales.
Todas las culturas se influyen, y la prueba de la vitalidad de una cultura es su capacidad tanto para influir como para dejarse influir. En verdad, quizá debamos reconocer que dicha capacidad, fruto de la comprensión, la apreciación de otras culturas, es una prueba notable de la capacidad de una cultura de renovarse, transformarse, refundarse, una cultura que reconoce en las demás lo que podría ayudarla a mejorar la vida de la colectividad.
Agradecimientos a Lucas Dutra por haber planteado esta discusión -que esta breve nota solo esboza.