sábado, 30 de diciembre de 2023

Los guardianes de las tumbas (Cultura de San Agustín, Colombia)



















































 









Fotos: Tocho, Alto Magdalena, Colombia, diciembre de 2023

Hasta hace menos de ochenta años -en verdad hasta los años setenta del siglo pasado-, y contrariamente a la ladera este de una de las tres cordilleras paralelas de los Andes peruanos, las estribaciones orientales de la cordillera, en el sur de Colombia, cerca ya del área amazónica,  no eran muy conocidas o muy apreciadas por sus yacimientos arqueológicos.

Aunque las tumbas y las grandes estatuas consideradas como cofres fueron expoliados por las poblaciones nativas en  busca de oro desde el siglo XVII, las primeras misiones arqueológicas al sur de Colombia empezaron  a principios del siglo XX. En los años treinta misiones extranjeras trabajaron en favor de grandes museos europeos y norteamericanos para dotar sus colecciones de obras hasta entonces desconocidas, en los mismos años en los que las grandes compañías fruteras norteamericanas mantenían a la población local en condiciones de trabajo serviles. En los últimos años el gobierno colombiano ha logrado, sin embargo, la recuperación de unas setenta estatuas de grandes dimensiones.

El hallazgo de la llamada cultura ágrafa de San Agustín de la que casi nada se sabe a fe cierta, en los años cuarenta, y sobre todo desde 1984 -convertida en patrimonio de la humanidad hace veintiocho años-, ha puesto el acento en esta área sudamericana. El uso de pigmentos vegetales con los que se revestían las estatuas ha permitido datar las imágenes de una cultura que despuntó a mediados del cuarto milenio aC y desapareció, sin que se sepa porque (cambio climático o problemas de sustento), antes de las invasiones europeas en el siglo XVI.

La iconografía, sin embargo, y la función de las obras halladas, casi todas estatuas de piedra, se asemejan a efigies mayas, aztecas o incas, al menos tras una primera ojeada. Se trata de figuraciones antropomórficas masculinas o femeninas en apariencia con rasgos de peces (los ojos globulosos), felinos ( los colmillos de jaguar)  y de aves de presa (ojos también, de rapaces, en este caso), con una característica única: algunas de las figuras tienen a un recién nacido en las manos. En verdad, los rasgos animales correspondían a máscaras portados por guardianes. En algunos casos, casi siempre en el caso de figuraciones femeninas, el rostro, libre de máscara, se aproxima a un retrato esquemático aunque expresivo.

Estas figuras, orientadas hacia el Sol naciente, guardaban importantes túmulos funerarios, masculinos o femeninos, bajo la protección de deidades (¿?) femeninas o masculinas. 

Las tumbas estaban precedidas  por un dromos o avenida de acceso, y recubiertas de tierra, creando montículos artificiales coronados por una densa vegetación selvática. Se ubicaban  en altas mesetas a mil setecientos metros de altura, contra el alto y sombrío perfil andino. Los recintos funerarios, por el que culebrean hermosas aunque (o puesto que) mortíferas al momento pequeñas serpientes coral bicolores, se disponían en un área en forma de media luna -la diosa de la luna era una diosa madre-, y su distribución en el territorio seguía la composición de la constelación de Orión, con las tumbas mirando a oriente, hacia la Estrella Sirio. En raras ocasiones, los guardianes se mostraban de pie. En la mayoría de los casos, sin embargo, adoptaban la posición fetal, encogidos con las piernas dobladas, a fin de evocar, se supone, el ciclo de la vida.

 Ningún texto puede corroborar o desbaratar las interpretaciones que se dan, a medido por comparación con las culturas mayas, dotadas de textos, y que posiblemente influyeron en esta culturas andinas.  

Solo el quince por ciento de los yacimientos ha sido explotado.


Agradecimientos al historiador Camilo Torres por sus explicaciones 

jueves, 28 de diciembre de 2023

miércoles, 27 de diciembre de 2023

San Juan (27 diciembre), y el diablo


Taller de Cranach: La gran Ramera, Apocalipsis. La Biblia de Lutero




Joan  Guinjoan: Sinfonia 2, “Ciutat de Tarragona”, 1996-1998


Quizá la fiesta de San Juan del 24 de junio, cuando el solsticio, sea más conocida y celebrada, al menos en algunos países mediterráneos, que la fiesta de San Juan, hoy, 27 de diciembre.

Mas, no se celebra al mismo Juan en ambas efemérides, y Juan, homenajeado hoy, 27 de diciembre, es más “importante”, artísticamente hablando, que Juan a quien se rinde culto en el inicio del verano.

En seis meses honraremos a Juan Bautista -a quien los mandeos de Iraq consideran su Dios (el mandeísmo es una religión monoteísta o mejor dicho dualista, cercana al cristianismo)-; hoy, al apóstol y/o evangelista Juan: no se sabe si el apóstol, real o imaginario, Juan, fue el autor tanto del tardío evangelio cuanto del Apocalipsis, el texto fundamental del imaginario cristiano occidental, si es que este último texto, o ambos, es o son obra de un único autor, o de una comunidad de creadores de principios del s. II.

El Apocalipsis -palabra que en griego significa revelación o, más precisamente, descubrimiento, levantamiento de lo que mantiene oculto a un contenido - es un furioso texto visionario, de difícil lectura, que ha marcado La comedia de Dante, y los textos de Lutero, por ejemplo, así como la iconografía plástica renacentista flamenca, sobre todo. El milenarismo , ayer y hoy, no se entiende sin este libro, cuyo título ha devenido un terrorífico nombre y lugar comunes. El texto, en efecto, muestra o expone el final de los tiempos, marcados por una serie de catástrofes.

Entre éstas, destacan dos: la destrucción de Babilonia, comparada con una gran prostituta -la ciudad perdida, cuna de los males, imagen del poder terrenal, la antítesis de la Jerusalén celestial-:


“Ven, que te voy a mostrar el juicio de la célebre Ramera, que se sienta sobre grandes aguas,

con  ella fornicaron los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se embriagaron con el vino de su prostitución.”,


y la irrupción del reino del diablo, asociado a un número mágico, de significado desconocido, llamado la marca de la bestia, el célebre y temido número 666.

Un número que no se podía pronunciar. Su enunciación desencadenada calamidades. El sonido de su pronunciación, temido, desagradable, chirriante, como el sonido de una tiza sobre una pizarra, se asociaba a un acorde musical disonante de tres tonos llamado el diablo en la música, Diabolus in Música, que supuestamente se evitaba en cualquier composición musical hasta el siglo XX -una creencia o una leyenda moderna más que una realidad, ciertamente.

Diabolus in Musica fue el nombre de un conocido conjunto musical, fundado en los años sesenta, por el compositor catalán Joan Guinjoan (1931-2019), dedicado a la promoción de la musical atonal.

Entre los discípulos de Guinjoan destaca la arquitecta y compositora Anna Bofill (1944), hermana del arquitecto ya fallecido Ricardo Bofill, fundador del Taller de Arquitectura, hoy el estudio de arquitectura más prospero en España.

Entre las obras más destacadas de Guinjoan, se encuentra la segunda sinfonía, dedicada a la ciudad de Tarragona, de “siniestro” sonido.

Tal es el influjo del veintisiete de diciembre, día de hoy.





lunes, 25 de diciembre de 2023

La fiesta de los locos





Me imagino que hoy, veinticinco de diciembre, por la tarde, la noche ya caída, las familias cristianas se reúnen devota, religiosamente  para la última comida, tras la misa, o una breve o larga ceremonia religiosa, cabe un belén, poblado de figuras bíblicas, mientras la televisión no cesa de exudar villancicos y motivos religiosos. 

Solemos oponer tan familiar y religiosa ceremonia diurna con las costumbres báquicas paganas.

Sin embargo, pese a que el reino de Francia llevaba siete siglos cristianizado, en la transición entre la alta y la baja Edad Media, el clero, el veinticinco de diciembre, organizaba fiestas carnavalescas. Se instituían clérigos por un día, un Papa incluso, que en apariencia  se mofaban de las prácticas eclesiásticas. Servían y comían  salchichas y morcillas sobre los altares, en iglesias, catedrales y monasterios, con la participación de sacerdotes, religiosos, monjas y novicias, cantaban canciones obscenas a voz de grito, y se paseaban, vestidos o no, adoptando poses obscenas, en carretas cargadas de estiércol que recorrían las aglomeraciones. Mientras, los padres de familia, y quienes eran pillados durmiendo en cama, eran extraídos de sus casas, desnudados y exhibidos en plena calle, al tiempo que se les echaban barreños de agua helada. 

La ceremonia burlesca se llamaba Fiesta de los locos y se mantuvo hasta el siglo XVI -aunque no desaparecieron definitivamente hasta un siglo más tarde, sustituidas por las fiestas de carnaval. Las fiestas de los locos no eran, al contrario que los carnavales, burlas hacia el culto y la religión, sino expresiones desaforadas de alegría ante el nacimiento del verdadera y único dios.

MINA (1936): CITTÀ VUOTA (LA CIUDAD SOLITARIA, 1963)




La canción, originariamente en inglés, pero célebre gracias a la interpretación de la cantante italiana Mina, se ha recuperado recientemente gracias a una película de dibujos animados Luca, estrenada solo por internet.

Libros recomendados (para arquitectos)


Por si alguna persona no supiera qué regalar, he aquí cuatro libros recibidos por navidad, todos deseados, muy recomendables.

Esto no es un anuncio….

No soy un “influencer”….






Salvo el último libro de Bernard Lahire (otros sí están traducidos), el resto de los títulos se encuentran en castellano: