miércoles, 27 de diciembre de 2023

San Juan (27 diciembre), y el diablo


Taller de Cranach: La gran Ramera, Apocalipsis. La Biblia de Lutero




Joan  Guinjoan: Sinfonia 2, “Ciutat de Tarragona”, 1996-1998


Quizá la fiesta de San Juan del 24 de junio, cuando el solsticio, sea más conocida y celebrada, al menos en algunos países mediterráneos, que la fiesta de San Juan, hoy, 27 de diciembre.

Mas, no se celebra al mismo Juan en ambas efemérides, y Juan, homenajeado hoy, 27 de diciembre, es más “importante”, artísticamente hablando, que Juan a quien se rinde culto en el inicio del verano.

En seis meses honraremos a Juan Bautista -a quien los mandeos de Iraq consideran su Dios (el mandeísmo es una religión monoteísta o mejor dicho dualista, cercana al cristianismo)-; hoy, al apóstol y/o evangelista Juan: no se sabe si el apóstol, real o imaginario, Juan, fue el autor tanto del tardío evangelio cuanto del Apocalipsis, el texto fundamental del imaginario cristiano occidental, si es que este último texto, o ambos, es o son obra de un único autor, o de una comunidad de creadores de principios del s. II.

El Apocalipsis -palabra que en griego significa revelación o, más precisamente, descubrimiento, levantamiento de lo que mantiene oculto a un contenido - es un furioso texto visionario, de difícil lectura, que ha marcado La comedia de Dante, y los textos de Lutero, por ejemplo, así como la iconografía plástica renacentista flamenca, sobre todo. El milenarismo , ayer y hoy, no se entiende sin este libro, cuyo título ha devenido un terrorífico nombre y lugar comunes. El texto, en efecto, muestra o expone el final de los tiempos, marcados por una serie de catástrofes.

Entre éstas, destacan dos: la destrucción de Babilonia, comparada con una gran prostituta -la ciudad perdida, cuna de los males, imagen del poder terrenal, la antítesis de la Jerusalén celestial-:


“Ven, que te voy a mostrar el juicio de la célebre Ramera, que se sienta sobre grandes aguas,

con  ella fornicaron los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se embriagaron con el vino de su prostitución.”,


y la irrupción del reino del diablo, asociado a un número mágico, de significado desconocido, llamado la marca de la bestia, el célebre y temido número 666.

Un número que no se podía pronunciar. Su enunciación desencadenada calamidades. El sonido de su pronunciación, temido, desagradable, chirriante, como el sonido de una tiza sobre una pizarra, se asociaba a un acorde musical disonante de tres tonos llamado el diablo en la música, Diabolus in Música, que supuestamente se evitaba en cualquier composición musical hasta el siglo XX -una creencia o una leyenda moderna más que una realidad, ciertamente.

Diabolus in Musica fue el nombre de un conocido conjunto musical, fundado en los años sesenta, por el compositor catalán Joan Guinjoan (1931-2019), dedicado a la promoción de la musical atonal.

Entre los discípulos de Guinjoan destaca la arquitecta y compositora Anna Bofill (1944), hermana del arquitecto ya fallecido Ricardo Bofill, fundador del Taller de Arquitectura, hoy el estudio de arquitectura más prospero en España.

Entre las obras más destacadas de Guinjoan, se encuentra la segunda sinfonía, dedicada a la ciudad de Tarragona, de “siniestro” sonido.

Tal es el influjo del veintisiete de diciembre, día de hoy.





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