domingo, 1 de septiembre de 2024
CARLO SCARPA (1906-1978): CEMENTERIO MUNICIPAL Y CENOTAFIO DE LA FAMILIA BRION (SAN VITO D’ ALTIVOLTE, TREVISO, 1968-1978)
DOMENIKOS THEOTOKOPOULOS (“EL GRECO”, 1541 - 1624): CUANDO EL GRECO ERA CRETENSE
sábado, 31 de agosto de 2024
Las puertas del cielo
Garofalo (Benvenuto Tisi): El viejo y el nuevo testamento, 1520, fresco de la Iglesia de san Andrea, Ferrara. Pinacoteca Nacional, Ferrara
Las mitologías, las iconografías clásicas o cristianas nos pueden parecen reiterativas. Unos pocos motivos (la Anunciación, la Crucifixión, el Nacimiento de Venus, el cortejo de Baco) suelen interpretarse y reinterpretarse incesantemente, desde la antigüedad hasta nuestros días.
El fresco manierista titulado El viejo y el nuevo Testamentos muestra una escena que posiblemente no sea tan común.
Cristo está crucificado. Los brazos, literalmente los brazos, de la Cruz presentan antebrazos y manos. Una de éstas posee una llave de gran tamaño que tiende a un joven que se asoma a una puerta, con la que se abren las puertas de la fortaleza del cielo llamada Paraíso. El Paraíso celestial, a diferencia del paraíso terrenal, no es un espacio virgen, sino una verdadera obra construida materialmente: un castillo inexpugnable que flota los cielos: una obra aérea.
Queda la duda, hoy, de la relación entre imagen y modelo. Las fortalezas humanas podrían estar construidas a imitación de las celestiales, o viceversa.
En su interior, mientras a la diestra los resucitados tocan música celestial, a la siniestra un ejército armado de arcos y flechas apunta al infierno.
Moisés, coronado con una tiara parecida a las que portaban los dioses mesopotámicos, o los derviches, practica un sacrificio sobre un altar que es el arca de la alianza, a los pies del destruido templo de Salomón.
Las puertas del cielo, el cielo fortificado, se abren gracias a la crucifixión que pone coto a la cerrazón
Ciudades soñadas
Fotos:,Tocho, agosto de 2024
Dos vistas de ciudades imaginarias -más que ideales, como se sugiere con ropa tendida en las ventanas, y un perro atado a una cadena, que sugieren una vida real y cotidiana de humanos y no de seres desencadenados o de espíritus-, pintadas sobre tabla, a principios del siglo XVI, podrían ser el fruto de la colaboración de dos creadores renacentistas: el pintor Girolamo Marchesi, artífice de la obra, y el arquitecto y teoría de la arquitectura, responsable del diseño, Sebastiano Serlio.
En cualquier caso, ambas ciudades se despliegan como decorados de teatro, un tema tratado por Serlio, y las casas como telones de fondo.
Ruinas, edificios arruinados y construcciones nuevas, obras medievales dejadas y palacios renacentistas componen ciudades organizadas alrededor de un eje central que se adentra en el tejido urbano y no fuga hacia un espacio no construido, primigenio, como en las vistas de ciudades ideales renacentistas que evocan ciudades soñadas que nunca fueron.
Las ciudades de Serlio, por el contrario, se ubican en el gran teatro del mundo y son un espejo perfecto de las caóticas ciudades medievales a las que la composición vitrubiana trataba de infundir cierto orden.