sábado, 31 de agosto de 2024

Las puertas del cielo




 Garofalo (Benvenuto Tisi): El viejo y el nuevo testamento, 1520, fresco de la Iglesia de san Andrea, Ferrara. Pinacoteca Nacional, Ferrara


Las mitologías, las iconografías clásicas o cristianas nos pueden parecen reiterativas. Unos pocos motivos (la Anunciación, la Crucifixión, el Nacimiento de Venus, el cortejo de Baco) suelen interpretarse y reinterpretarse incesantemente, desde la antigüedad hasta nuestros días.

El fresco manierista titulado El viejo y el nuevo Testamentos muestra una escena que posiblemente no sea tan común.

Cristo está crucificado. Los brazos, literalmente los brazos, de la Cruz presentan antebrazos y manos. Una de éstas posee una llave de gran tamaño que tiende a un joven que se asoma a una puerta, con la que se abren las puertas de la fortaleza del cielo llamada Paraíso. El Paraíso celestial, a diferencia del paraíso terrenal, no es un espacio virgen, sino una verdadera obra construida materialmente: un castillo inexpugnable que flota  los cielos: una obra aérea.

Queda la duda, hoy, de la relación entre imagen y modelo. Las fortalezas humanas podrían estar construidas a imitación de las celestiales, o viceversa.

En su interior, mientras a la diestra los resucitados tocan música celestial, a la siniestra un ejército armado de arcos y flechas apunta al infierno. 

Moisés, coronado con una tiara parecida a las que portaban los dioses mesopotámicos, o los derviches, practica un sacrificio sobre un altar que es el arca de la alianza, a los pies del destruido templo de Salomón. 

Las puertas del cielo, el cielo fortificado, se abren gracias a la crucifixión que pone coto a la cerrazón 


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