domingo, 20 de octubre de 2024

No man’s land

 Suelo utilizar expresiones sin saber realmente qué significan. No man’s land evoca una imagen de un terreno periférico desaseado y abandonado, cubierto de basura y hierbajos, dejado “a la buena de dios “. Un lugar, en suma, que no invita a ser recorrido, un terreno a evitar. Carece de cualquier atractivo y atributo que no esté negativamente caracterizado.

Ls expresión inglesa se utiliza como sinónimo de terrain vague. Ambas tienen traducciones castellanas y catalanas, pero se suelen emplean en inglés y francés.

Mas, no son expresiones sinónimas. De hecho, se oponen. Poseen significados opuestos. Terrain vague, como comentamos recientemente, sería casi un sinónimo de tierra prometida: un lugar donde todo es posible, donde nada, ningún uso o ninguna actividad están determinados. Donde todo está por hacer, aunque se corre el peligro que no se haga nada y se abandone. El terrain vague oscila entre el área de juego, y el campamento desastrado. Desde luego, es un terreno donde se podría construir pero que carece de lo necesario para que se construye. Un espacio libre, pero también dejado.

No man ‘s land, literalmente, significa terreno o territorio sin hombre(s), en el que el hombre no puede estar. Un espacio no humanizado, e inhumano. La expresión tiene traducciones castellana y catalana evocadoras y exactas: tierra sin ley.

Así como en un terrain vague todo es posible, nada lo es en el no man’s land. Se trata de un territorio donde no impera la ley. La ley no logra imponerse. La ley se rechaza. Un territorio marginal, al margen de la ley.

La ley siempre se inscribe en la tierra. La ley permite la parcelación, la división y la organización territorial. La ley asocia a un ser humano a una parcela, su hogar, su habitación propia, bien ganada. Atribuye a cada ser humano un lugar inviolable. Aquel ejerce su poder, su dominio, sobre sus dominios territoriales que la ley le concede. Por medio de la ley, cada ser humano alcanza un lugar en la tierra. Se emplaza, y deja de vagabundear. Alcanza un lugar donde, literalmente, caerse muerto: podría vivir para siempre, libre de peligros, en el presente, sobre la tierra, y en el futuro, en las entrañas de aquélla, en contacto con los mortales y luego con los inmortales, con los vivos y con los muertos.

Ley, en Grecia, se decía de dos maneras: themis y nomos: ley humsna y ley divina.  Esta última palabra, nomos, dio la palabra latina y la moderna norma: un decreto que autoriza y justifica cómo organizar la vida en un territorio. Norma, en latín, también significa escuadra, el instrumento gracias al cual se puede delimitar con exactitud el lugar que le corresponde a cada miembro de una comunidad, trazar líneas de demarcación, componer una trama que permite atribuir a cada persona un lote de tierra.

Nomos, en griego, significa bien concedido. Dicho bien es fruto de un reparto que se considera equitativo. Cada agraciado puede actuar, vivir y comportarse, dentro de los límites de su propiedad, como considera. Se habitúa y vive como está acostumbrado, como de costumbre. Adquiere también nuevas costumbres gracias al uso regular o diario de su bien. 

Es así como nomos también significa costumbre: un modo de actuación marcado y legalizado por el tiempo, incuestionable, útil, beneficioso, y que no daña a nadie. Un modo de vida que se ejecuta porque así lo dicta el pasado.

 La costumbre regula la manera de vivir, de ser. Dicha costumbre está arraigada; asociada a una tierra. Y deviene una ley que debe ser respetada. Regula lo que se puede hacer y lo que está proscrito. Regula las relaciones con la tierra, con los miembros de la comunidad, con los dioses y con los antepasados. La ley remonta al pasado. Es inmemorial. Existe desde el origen. La ley sin la tierra no es nada.

Esta relación se acentúa o se hace muy visible a través de la themis. El sustantivo themis está relacionado con el nombre propio Themis: el nombre de la diosa griega de la justicia. Vela para que nada ni nadie se extralimite. Todos los cuerpos, siderales y orgánicos, ocupan el lugar que les corresponde y actúen como fijan las costumbres. Themis evita las alteraciones y los conflictos. Regula el ciclo de la vida, a fin que se desenvuelva cíclicamente sin obstáculos ni oposiciones.

La themis -la justicia, la ley que vela por la vida- está profundamente  unida a la tierra. Es el fundamento de la vida. Los themela, en griego, son los cimientos sobre los que descansan los edificios, perfectamente asentados en la tierra. Los cimientos se adentran profundamente en la tierra, asegurando la estabilidad de las construcciones y, por tanto, de las vidas en su interior. Un edificio carente de cimientos es inestable. Se viene abajo. Y arrastra a lo que acoge. Un edificio sin fundamento, carente de cualquier justificación, que no se alza según la ley, es un peligro.

En un no msn’s land, entonces, la ley no está asentada, y nadie puede aducir y demostrar que esta tierra le pertenece. Tierra sin ley y tierra de nadie: tierra vacía es vida. Tierra yerma, donde nada puede crecer. Tierra muerta, inadaptada para la vida, que rechaza la vida. Una tierra a evitar, so pena de perder la vida. 

Solo los aventureros, y los suicidas, solo los desterrados, y los sin ley, los desalmados, se aventuran a cruzarla la tierra sin ley. Asumiendo que la ley no les amparará. Un no man’s land es una última frontera, que no podrá, so pena de poner la vida en peligro, ser nunca conquistada. Una tierra lejana, inalcanzable, ante la que solo cabe dar media vuelta, y regresar al hogar que, por ley, nos corresponde y ocupamos habitualmente, como de costumbre.


Para un lector anónimo, a quien agradezco su comentario, y para el o los estudiantes que explorar estos territorios es sus brillantes investigaciones. Este breve comentario, al igual que el anterior, les debe mucho. Los errores e imprecisiones solo son imputables al autor de estas “entradas”. 


sábado, 19 de octubre de 2024

Terrain vague

 Terrain vague es una expresión francesa empleada también, literalmente, en castellano, aunque su traducción es terreno baldío. 

Se utiliza para designar terrenos en los que no se ha construido, pero que tampoco se encuentran en estado “natural”, incontaminado o virgen. Presentan huellas de intervención o presencia, actual o pasada, humana, produciendo una impresión de cierta dejadez. Son terrenos abandonados o dejados “de la mano de Dios”, carentes de planes de mejora o urbanización, cubiertos de lo que se denominan “malas hierbas”. El terrain vague es la antítesis del solar urbanizado, pero también del jardín.

El adjetivo francés vague tiene un doble origen latino. Por un lado, deriva de vacuus , por otro, de vagus.

Vacuus significa algo más que su traducción directa y obvia: vacío. Vacuus es desocupado, ciertamente, pero también vacante, libre; libre de construcciones, de constreñimientos, de limitaciones. Un ente o un ser vacuus se encuentra liberado. Las mujeres divorciadas, en Roma, eran vaccuae: libres del peso o del yugo del esposo. Se habían desembarazado de lo que las oprimía.  

Vacuus, por tanto, apunta a que todo es posible; todo puede acontecer. Nada está fijado. Un terreno vacuus es un terreno vacante: dispuesto a ser ocupado. Se ofrece a quien quiera ocuparlo. No tiene preferencias ni prejuicios. Es un lugar abierto, Bien dispuesto o predispuesto, dispuesto para el bien. Para hacer el bien, causar el bienestar de una comunidad.

Mas, nada también ocurrir. Vacuus también significa vano. La vanidad es la cualidad de lo que cree ser lo que no es ni puede ser. Un terreno baldío no es: pero siempre puede ser, será o sería, en un futuro, inevitablemente indeterminado y condicionado. Todo, por tanto, puede acontecer. Hasta su anulación. 

La imagen del terrain vague oscila así, entre un campo de posibilidades, y de naderías. Todo está por decidir. Las expectativas son máximas. O las esperanzas han quedado desengañadas. 

Vague, como hemos comentado, deriva también de vagus. Inicialmente, vague oscilaba entre los significados de vacuus y vagus.

Ambos cohabitan. Vagus ha dado nombre a vagabundo: una persona que se desplaza sin rumbo fijo, que no tiene tierras ni posesiones, cuyos movimientos son erráticos, inciertos, imprevisibles. Un vagabundo no quiere asentarse. Viaja con lo mínimo, en un viaje sin destino ni final. El desplazamiento es su modo de vida. Su vida se asienta en el constante movimiento que no busca llegar a un lugar determinado. Viaje por viajar. Aunque hoy vagabundo es una palabra lastrada por valores negativos -ausencia de hogar, de trabajo-, en su origen, por el contrario, vagabundo designa a la persona libre, de instalarse y de hacer lo que quiere y cuando quiere.

Vagus también significa flotante, ondulante, oscilante. Vagus se opone a la línea recta, trazada con un tiralíneas. La línea vaga se adapta, esquiva, rodea, y se desenvuelve sin que los obstáculos impidan o coarten su desenvolvimiento. Su avance es desenvuelto, libre. Nada lo detiene. Su flexibilidad, su apertura de miras, le permite asumir y superar todos los impedimentos. El movimiento ondulatorio es imprevisible. Avanza dando rodeos. Carece de rigidez, tirantez. No obedece a impulsos. Se deja ir, se abandona, confiado. Es un movimiento suelto, por un camino no determinado.

Un terrain vague es, así, un lugar donde todo puede acontecer, pero donde nada tiene que acontecer para siempre. Se trata de un escenario donde todo y nada pasa: acontece y desaparece. Un espacio donde soñar, es perfecto espacio para proyectar, y nunca para construir.

Cada vez quedan menos terrains vagues. Su indefinición, su apertura, pone en jaque nuestras ansias constructivas. Escapa a nuestro control. Se desliza sin que podamos aprehenderlo ni entenderlo. Por eso son valiosos y frágiles. A merced nuestra, creemos. En verdad, se nos escapan siempre. Pero invitan a soñar.


Comentarios suscitados por trabajos y reflexiones de algunos estudiantes de arquitectura.

lunes, 14 de octubre de 2024

El castillo desencantado
































































 

Fotos: Tocho, octubre 2024


Aquí vivió Coco Chanel, aquí Balenciaga se dejaba ir con sus modelos, a través de puertas secretas, mientras Gala, Dalí y Misia Sert pasaban las tardes al borde de un tajo, Karen Blixen soñaba con árboles aún más frondosos, la actriz hollywoodiense Madeleine Carroll intentaba olvidar la angustia de la película 39 escalones que protagonizó, dirigida por Hitchcock, y Howard Cartner recordaba la atestada cueva del faraón cuando recorría las estancias de…

¿Existe este lugar? ¿Mas allá de la fábula?

Un estudio del arquitecto Gustavo Gili levantará un día el telón….