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domingo, 19 de enero de 2025

El gran teatro del mundo: la arquitectura de la película The Brutalist




















 


Marcel Breuer (1902-1981): Westchester Reform Temple (sinagoga), Scarsdale (Nueva York, EEUU), 1959

Janzó József (1926-2014): Deposito subterráneo de agua Gellért Hill  (Budapest, Hungría), 1972-1980

Sebastian Pardo (¿1992?): cartel de la película The Brutalist, del director norteamericano Brady Corbet (1988)

La primera bienal de arquitectura de Venecia, en 1980, dedicada a la pública presentación de la arquitectura postmoderna, habría incluido una muestra dedicada a un arquitecto húngaro, László Thóth. Éste, de religión judía, formado en la Bauhaus, con varias obras en Budapest, antes de ser arrestado y enviado al campo de concentración de Buchenwald durante la Segunda Guerra mundial,y y emigrado a los Estados Unidos en penosas condiciones en 1947, donde desarrollaría una carrera de obstáculos. Culminaría  con el proyecto de centro cultural cristiano en lo alto de una colina, llamado van Buren, en homenaje a la madre del comanditario mecenas. Se trataba de un edificio -o un conjunto de bloques- lo más parecido a un laberíntico edificio presidiario de hormigón, iniciado en los años cincuenta y concluido veinte años después. La exposición de Venía revelaría otras obras de Thóth, antes y después de la guerra.

Aunque Thóth no haya existido, y su figura y su obra no replica ningunas de arquitectos judíos de centro Europa emigrados a los Estados Unidos a causa de la guerra, lo cierto es que un arquitecto húngaro, formado en la Bauhaus, emigrado a los Estados Unidos, con una obra racionalista que viró hacia el brutalismo, y autor de varios proyectos religiosos, fue Marcel Breuer.

Entre sus obras, destaca una sinagoga en el estado de NuevaYork, cuyo simbolismo solo se descubre desde el aire: una planta en forma de estrella de David, que recuerda el simbolismo de la cruz del centro, que solo se desvela desde lo alto, del imaginario proyecto de Thóth.

Imaginario o no; pues si bien el escaso presupuesto de la película The Brutalist, filmada en Budapest aunque simule acontecer en Filadelfia, solo permitió construir una maqueta y algún decorado, de la diseñadora Judy Becker, varias escenas fueron filmadas en edificios brutalistas existentes en Budapest, entre estos, un fascinante depósito de agua proyectado por el ingeniero Janzó József.

Edificios simulados, construcciones que se prestan para ser otros edificios: el teatro es el arte que organiza cómo se narra la historia que cuenta la película.

El brutalismo evoca un estilo arquitectónico, pero resuena en la palabra brutalidad, que define un periodo de la historia y la manera como el arquitecto fue tratado en los Estados Unidos, humillado, y algo más.


jueves, 14 de noviembre de 2024

Entre bambalinas













 No, en el caso presente, no se puede decir que la realidad se ha impuesto a la imagen virtual.

Pero sí que podemos afirmar que quien ha ganado la partida es el decorado, el simulacro o la evocación de realidad; una realidad reconstruida o transfigurada. Una realidad de papel, pero real o con cierto grado de realidad, al fin y al cabo.

La película Gladiator II, de Ridley Scott, recién estrenada, ha prescindido que la recreación virtual del Coliseo Romano, que tanta admiración causó en la película Gladiator (y hoy Gladiator I) hace veinticinco años. Solo dos años antes, el buscador de internet más popular había sido creado. Faltaban siete años para que los teléfonos móviles “inteligentes”, dorados de conexión a internet, llegaran al mercado.

Hoy, en la isla de Malta, se han reconstruido partes del Coliseo. Un decorado, sin duda, pero un objeto tridimensional, al fin, cumpliendo la función del Coliseo original, de mármol. Los espectadores, en la película, ya no son figuras infográficas, sino de carne hueso: actores y extras, sentados en un decorado que reconstruye o evoca el edificio  real.

Por una vez, cuando la imagen virtual se ofrece como un simulacro arquitectónico, la tercera dimensión, y las verdaderas dimensiones han regresado. Al parecer para bien.

domingo, 14 de julio de 2024

JOSÉ ANTONIO CODERCH (1913-1984) &DANI DE LA ORDEN (1989): LA CASA EN FLAMES (LA CASA EN LLAMAS, CASA ROVIRA, 1967-2024)







La casa Rovira, 1967


























                              La casa en llamas, 2023-2024


A partir de una anécdota tan improbable como las que desencadenan películas con Historias de Filadelfia, o Vacaciones en Roma, y con una interpretación de la actriz Emma Vilarasau, una de las mejores del cine español desde María Barranco y Carmen Maura en Mujeres al borde de un ataque de nervios, hace cuarenta años, La casa en llamas, del cineasta Dani de la orden, recientemente estrenada con un más que merecido éxito, cuenta una sarcástica, sardónica historia familiar, naturalmente turbia y turbulenta, que acontece en una casa de verano: la típica segunda (o tercera) residencia de la clase acomodaba, ubica en la costa, que no podía ser sino la del pueblo de Cadaqués.
La casa, en verdad, existe, aunque no se ubica en el Ampurdán, sino en el menos fino Maresme. Se trata de la casa Rovira -dos casas, en verdad- que el arquitecto Coderch construyó para dos hermanos en la segunda mitad de los años sesenta, y que está hoy en venta en los portales más inalcanzables.
Aunque el director no parece que conocía al arquitecto, al que balbuceantemente llama Codé, escogió la casa porque, pese a ser una obra de los años sesenta, supuestamente encarna la arquitectura moderna de la clase rica, aislada, augusta mente enfrentada al mar, dominando las rocas, por las que se circula como por una alfombra persa -la naturaleza abrupta a los pies de una clase exclusiva- hecha de muebles de tocho, paredes rectas encaladas, formas rectangulares y volúmenes cúbicos, que sientan bien para encapsular la peculiar incendiaria atmósfera familiar.
La casa en la realidad o en la película conserva el mobiliario original en el que destaca un mítica lámpara de techo del propio arquitecto. 
 Una película maravillosa en el lugar adecuado, en el que todos juegan un papel, simulando ser lo que no son ni sienten, incluso la misma casa que hace ver que se halla en otro lugar.