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sábado, 27 de julio de 2024

Clase

 ¿Por qué la palabra clase tiene significados tan distintos e inconexos a primera vista?

Una clase es un aula (un contenedor); es su contenido (una lección en particular, o las lecciones en su conjunto impartidas); designa igualmente a un colectivo que posee cualidades o propiedades comunes que los agrupan; mas, por el contrario, clase se refiere a lo que distingue y separa a un colectivo exclusivo de los demás, a una clase social -con “clase”. Clase, en este último sentido, se refiere a una cualidad que eleva a un ser o un ente por encima de los demás. La clase, así, une -pero también divide- a seres o componentes horizontal y verticalmente. Clase es tanto un sustantivo cuanto un calificativo.

¿Algún elemento en común?

Clase y exclamación o aclamación son palabras relacionadas . Clasificar y exclamar son acciones parecidas. Una ordena (impone o halla un orden); otra pone de relieve las cualidades, positivas o negativas, de un ente, un ser o un colectivo -previamente ordenado.

En ambos casos, la palabra es el medio a través del cual se incide en el mundo, para armonizarlo, cantarlo o demonizarlo.

La palabra no es gratuita. No se pronuncia en vano. Es efectiva. Pone el foco en lo que pasa desapercibido, en lo que no está compuesto, como si algo le faltara para ser. La palabra completa y colma. 

Una clase , una lección es el reino de la palabra oral. Palabra que expone, comunica, muestra, detalla, y emite un juicio -que requieren el uso de la palabra hablada o escrita. Sin palabras no existe el mundo. Requiere el verbo para manifestarse, ordenarse y cobrar vida. La palabra funda el mundo. Para siempre: lo clásico perdura, no le afectan los vaivenes del tiempo, nuestros juicios volubles, y en tanto que ente modélico, “lo” clásico alumbra nuevos seres, que pese a su novedad, a su nueva presencia en el mundo, a su vez, pueden transmitir vida.. 


Un orador, un crítico, un poeta, un profesor crea un mundo intangible, que sería fugaz y concluiría cuando la voz se acallase, si no quedara en el recuerdo de los asistentes -profesor, alumno- a una clase. 

La clase, el aula, es el lugar de la palabra; el lugar donde las cosas cobran vida y sentido. La palabra sentida brinda o destaca el sentido de lo que importante. Lo que se calla queda en la oscuridad. Solo lo que se dice adquiere entidad.

 La callada por respuesta niega la existencia de lo afirmado previamente. El mundo nace del diálogo. La palabra en el vacío, pronunciada en un aula, un teatro vacíos, sin la atención y recepción de los oyentes, no tiene, literalmente sentido. No dice, no comunica nada. 

Del mismo modo, si hacemos oídos sordos, si no prestamos abstención, lo que se nos cuenta va en saco vacío, y no despierta la imaginación, la percepción u descubrimiento del mundo, no nos despierta y pone en disposición de descubrir y recibir el mundo y a los demás. Sin clase el verbo no es, y sin verbo, el ser, el ser tangible, el ser en el mundo, queda como una entelequia, un no ser.

Una clase, en suma, es un mecanismo creador que funda o abre un universo. Dota de clase al mundo. Lo engendra y lo cualifica. Lo convierte en sensible. Nos lo acerca. 

Mas, el orador, el profesor, el poeta tienen que tener el fin de la palabra, que es el fin de la vida. Sino, es mejor que se callen, porque no tienen nada que contar, solo cuentan naderías, que apagan, como un chorro de agua fría, el interés y la curiosidad por el mundo.

 Una mala clase, en este sentido, es una puerta que se cierra. Malas clases nos cierran el mundo y al mundo. Lo desclasan, nos desclasan. Nos rebajan, ningunean. Una mala clase es una hora perdida, en mala hora. Solo la palabra justa suspende el tiempo. Y viendo el tiempo no corre, por unos instantes, podemos creer en la inmortalidad. La clase suprema.