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viernes, 20 de diciembre de 2024

El signo del vacío


Fotos: Google image. El museo del Prado en Madrid solo permite, en el mejor de los casos, fotografiar cartelas, discretamente.


La extraordinaria exposición Darse la mano, sobre la conjunción de la pintura y la escultura para dotar de una ilusión de realidad a la estatuaria barroca española, presenta alguna obra de difícil interpretación. La duda no reside en lo que representa -el tema-, sino en cómo representa.

Es un lugar común destacar que los collages cubistas fueron las primeras obras representativas que introdujeron elementos reales -fotografías, papeles pintados, rejillas, etc-, casi siempre planos, en lugar de su reproducción mimética.

Pero sabemos que en ocasiones, las tallas barrocas policromas no reproducían con minucia los pliegues de los ropajes  en madera tallada y pintada, sino que envolvían las figuras talladas con telas endurecidas con resinas. El trabajo laborioso de la talla y la policromía se obviaba, por lo que el tiempo de ejecución de una escultura se acortaba sobremanera. Las tallas que parecían arropadas lo eran de verdad: ropajes reales, que se hacían pasar por representaciones sí mismos, las cubrían.

Lo más sorprendente de muchas tallas barrocas, sin embargo, no se ve: son las partes traseras de esculturas adosadas a retablos, esculturas que nunca podrán ser contempladas desde distintos ángulos, de frente, de costado y desde atrás.. 

La imponente estatua de Santo Tomás, del escultor barroco español Gaspar de Becerra, es una de las obras maestras de la estatuaria occidental. La figura del patrón de los arquitectos, a escala mayor que el natural, impone. La viva reproducción de la carne y los ropajes produce casi inquietud. Si un espectador quedará encerrado a solas, a media noche, a oscuras, frente a la mirada terrible de esta figura, en la sala…. No desearía ser un vigilante abriendo las luces de la sala, aún vacía de visitantes, a primera hora del día siguiente.

Una figura potente, vigorosa, inquietante domina a los visitantes.

Mas, si se pudiera rodearla, como ocurre, excepcionalmente en esta exposición temporal, se descubre….nada. No hay nada. Tan solo medio tronco hueco tallado por una cara, y vaciado interiormente. Por detrás, solo se descubre la cara interior, sin tallar, del ilusorio volumen exterior. La escultura no es ni siquiera un relieve. Tan solo es una máscara, o una piel que no envuelve nada.

Esta realidad no es excepcional. Las estatuas que se exponían exentas no solían estar trabajadas por la cara oculta.

Es por esta razón que los primeros autores cristianos se burlaban de las estatuas paganas que pretendían ser consideradas como una manifestación sensible de una divinidad invisible. Su oquedad, su interior vacío, argumentaban, era un signo de su vanidad, su nadería. Eran una mera ilusión; un engaño.

La feroz crítica cristiana hacia la estatuaria sagrada pagaba bien hubiera podido dar de lleno a las tallas religiosas cristianas y a los pasos procesionales. Las figuras, en estos casos, apenas están talladas. Son cabezas y manos unidas por un andamiaje de madera oculto por pesados ropajes que simulan revestir un cuerpo -cuando solo están llenos de aire, como ropajes colgados de un perchero.

Tanto las tallas cuanto las figuras de los pasos procesionales, ambas huecas, pueden ser interpretadas no tanto como simples apariencias sin consistencia, sino como apariciones: imágenes incorpóreas que, en la ausencia de materia o cuerpo, revelan su carácter sobrenatural. La materia densa, opaca, ciega, insensible no lastra las figuras. Su cuerpo es invisible. Adoptan una faz visible para manifestarse a los ojos de los humanos. Su imagen es una máscara que hace visible lo invisible. En sí misma, su esencia es el éter. Los sentidos humanos son incapaces de percibir, y de concebir los seres celestiales. Solo a través de la mediación de una delgadas piel policromada, los fieles pueden sentir la cercanía , la presencia de los seres celestiales necesariamente hechos de una sustancia que no es natural ni humana: una sustancia que escapa a la percepción del limitado alcance de los sentidos.

El vacío, la ausencia, como signo paradójico de la presencia divina, no es extraño en la concepción y la figuración divinas. En la figuración sagrada cristiana, tan solo una ilusión material parece acercar la divinidad al ser humano y hacer soportable la impalpabilidad de aquélla, que solo se ve pero no se toca, como si fuera un espectro, una nube o un sueño el sueño que existen los dioses tutelares, figuras que simulan existir para que no nos sentamos solos definitivamente y para siempre.


https://www.museodelprado.es/actualidad/exposicion/darse-la-mano-escultura-y-color-en-el-siglo-de-oro/ee9f1869-acd0-f319-3f01-fd2dbacb8375





martes, 17 de diciembre de 2024

AGUSTÍN VILLARONGA (1953-2023): TRAS EL CRISTAL (1986) -CON MARISA PAREDES (1946-2024)







 https://vk.com/video437024591_456239512

En este enlace podrán ver la película


Se escribe que la recientemente fallecida actriz Marisa Paredes logró el reconocimiento internacional con sus papeles protagonistas en diversas películas de Pedro Almodóvar. Brilló, brilla, sin duda.

Mas, en verdad, Marisa Paredes protagonizó la polémica, espléndida película de Agustín Villaronga, Tras el cristal (una de las cinco o seis mejores películas españolas, junto con obras de Buñuel, Barden, Berlanga, Neville, Val del Omar, Zulueta, Erice y Almodóvar)presentada en el festival de cine de Berlín, que causó un gran escándalo. La película fue prohibida en Alemania. Se contaba de numerosos espectadores que abandonaban la sala mareados. 

Agustín Villaronga intervino generosa y graciosamente, y de manera discreta, en un par de ocasiones en las clases de Estética en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona en los años noventa.

Una copia en 35 mm de la película se proyectó en dicha Escuela. Ilustraba el concepto de lo siniestro. Solo un estudiante se levantó.

Marisa Paredes -al igual que Victoria Abril, con quien interpretó una película de Almodóvar- estuvo a punto de impartir también una clase en la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Sin pedir nada a cambio.

In memoriam...




domingo, 15 de diciembre de 2024

Melancolía (la percepción del fin)




Robert Burton (1577-1640): Anatomía de la melancolía (1621). Una de las fuentes de la no-novela del también inglés Laurence Sterne, Vida y opiniones de Tristam Shandy (1759) que bebe de Cervantes, Montaigne y Rabelais, y es la directa precedente del Ulises de James Joyce. 

Ambos libros, de Burton y de Sterne, sobrecogen por la lucidez y el humor sarcástico que exhiben ante la bajada final del telón.


 

viernes, 13 de diciembre de 2024

Qué Santa Lucía …


















 

Fotos: Tocho

Amuletos contra el mal de ojos y ex-votos por la gracia obtenida en contra del mal de ojo, españoles, italianos y griegos, de plata, oro y cera, siglos XIX-XX.  


Llegó el día, 13 de diciembre, el día en que por fin podemos y debemos acudir a una capilla dedicada a Santa Lucía -en Barcelona, cabe la catedral, que abre hoy sus puertas- para ofrendar un ex-voto por el bien concedido por la santa:  el desvío del mal de ojo que sin duda nos han lanzado, pero no nos ha dado.




Fotos: Tocho, Capilla de Santa Lucía, 13 de diciembre de 2024, Barcelona 


Lucía es una virgen y mártir cristiana romana que no dudó en arrancarse los ojos para preservar la pureza de su cuerpo, cuando fue encerrada en un burdel, o que fue sometida a tortura por no aceptar dar cuentas a los dioses paganos, y se la arrancaron los ojos, lo que aumentó el magnetismo de los mismos y agudizó su vista.

Desde entonces, Lucía se presenta de pie, serena,con una bandeja en la que se ofrecen sus ojos, o los lleva en la mano, como un amuleto o un ex-voto, que la protegen de los ultrajes.

Sin Santa Lucía, perderíamos la esperanza del renacer de los tiempos,  hoy que nos adentramos en el yermo invierno. Y no nos olvidemos que si vivimos en ciudades en gracias a su protección: es la santa patrona de las urbes, un centro desde las que se percibe el mundo entero. 

Amén 

lunes, 9 de diciembre de 2024

Iconoclastia (Perder la cabeza)


Centro de Damasco, 1995. Foto: Tocho


























































Fotos publicadas en diversos medios ayer y hoy 


 Apenas se aterrizaba en el aeropuerto de Damasco, lo que más sorprendía era la multiplicidad de imágenes -fotografías, pinturas y carteles, y estatuas- de una insólita trinidad: el padre, el primogénito y el benjamín, desplegadas por doquier.

El primero fue un sanguinario presidente. Le hubiera tenido que suceder su primogénito, que murió en una carrera de coches. Pero fue el benjamin quien accedió a la presidencia del país -en una no tan singular confusión entre república y monarquía. Éste acaba de ser depuesto.
Los retratos  del presidente muerto, del sucesor también fallecido accidentalmente, y del nuevo presidente, todos pertenecientes a una saga familiar, eran omnipresentes, no solo en tamaños descomunales, sino en viñetas que cubrían los parabrisas de los coches, los contenedores de lis camiones y los depósitos de las motocicletas. No había pueblo sin un heroico mascarón de proa en forma de estatua de bronce alzada sobre un alto pedestal. Solo Libia y las efigies del presidente de por vida Ghadafi competían con la omnipresencia de la familia dictatorial. Respondía bien a una definición de lo que es una divinidad: mostrarse en cualquier sitio en cualquier momento. Estar a la vez en un lugar y en todos los lugares. Los retratos colgaban de las fachadas en el centro de Damasco. Estampaban banderas, se asomaban a todos los carteles, con la mirada dura y altiva de un pantocrator. 
No era casual que el palacio presidencial ocupara un altozano que dominaba la capital, al que se llegaba por una estrecha y vigilada carretera de una sola vía. 
Hoy la caída de la saga se simboliza por el derribo de sus efigies, que quizá sea no la consecuencia, sino la causa de la caída de los retratados. Perdido el respeto a las efigies, casi devocionales, ante las que uno pasaba la cabeza gacha o se cuadraba, éstas ya no transmiten el supuesto fervor y el muy real temor a los retratados. 
El derribo de las figuras impide que los retratados multipliquen su presencia, como los dioses. Reducidos a seres mortales, la irritante y depresiva proliferación  de sus jetas, objeto de un generoso culto divino, ya no tiene sentido. 
Un retrato fija para la eternidad a un mortal. Las rajas , los derribos, las decapitaciones, los martillazos,  y las mutilaciones de las imágenes reducen a los poderosos a ensoberbecidos, odiados y patéticas figuras. Una caída que todos los países conocen en un momento u otro. 
Las imágenes son poderosas. Realzan, exalten, y destruyen a quienes se proyecten en ellas. Las imágenes son como los espejos de la madrastra. Revelan el verdadero rostro de quienes se asoman a ellas.