jueves, 25 de julio de 2024

La historia de la universidad en Barcelona (ss. XV-XVIII), parte 8



Emblema de la Academia de los Desconfiados, Barcelona, principios del siglo XVIII: explorando el tumultuoso e ignoto mar, aún con el riesgo de un naufragio 


 La ciudad griega de Atenas y, a continuación y por eso mismo, la civilización occidental, deben su supervivencia y su vida hasta hoy a un héroe: Akademos.

El rapto de la espartana princesa Helena, casada con el rey de Esparta, Menelao, por el príncipe troyano Pâris, desencadenó la guerra más mortífera que jamás se produjera: la guerra de Troya, con la que los dioses quisieron diezmar a los ruidosos humanos que turbaban el placido sueño divino.

Mas, este rapto no fue el primero que la bella Helena sufrió. Cuando apenas era una adolescente, el príncipe ateniense Teseo se fijó en ella y se la llevó a Atenas.

Los hermanos de Helena, Castor y Pólux, partieron de inmediato en su búsqueda y rescate. Llegados a Atenas amenazaron con arrasar la ciudad (lo que no les hubiera costado: eran los Dioscuros, los hijos favoritos de dios, el Dios-padre Zeus); ante la inminencia del ataque, un ateniense, llamado Akademos, les reveló el nombre de la isla donde Teseo había encerrado a Helena. Los Dioscuros perdonaron a Atenas.

A la muerte de Akademos, los atenienses rodearon su tumba con olivos y cipreses, que acabaron por confirmar un bosque tan sagrado que en las sucesivas guerras que Atenas emprendió y sufrió, pese a las destrucciones padecidas, el bosque nunca fue arrasado.

Ya en la historia, cuando en el mundo los humanos sustituyeron a los héroes, Platón fundó un centro de estudios en el que impartía y debatía cabe la arbolada tumba de Akademos. Nacía la Academia que sobreviviría ocho siglos, con las enseñanzas de discípulos platónicos y neoplatónicos,  hasta su cierre en el siglo VI dC, a manos cristianas.

El nombre propio Academia devino un nombre común a finales del Renacimiento en la Europa occidental.

Una academia era el nombre de una institución de educación superior opuesta a la universidad. La oposición estaba causada por los temas o las enseñanzas impartidos. Todas las especialidades no tratadas o mal tratadas por la universidad, marcada por el peso de la religión cristiana, católica en particular, devinieron objetos de estudio de las academias.

Existía otra razón, no ya intelectual sino clasista. Las academia la fueron fundaciones aristocráticas, frente al carácter más plebeyo de las universidades (o Estudios Generales). En las academias, los nobles podían discutir, libres de la tutela eclesiástica, toda vez que los estudiantes universitarios solían ser clérigos y que la Santa Inquisición y la iglesia controlaban los contenidos de las especialidades universitarias, que comprendías teología y derecho canónico. 

Por otra parte, las universidades estaban dedicadas al estudio de enseñanzas humanísticas y teológicas. Las ciencias experimentales quedaban fuera de sus objetivos, ciencias juzgadas sospechosas porque hurgaban en el origen de las cosas, un origen divino que no podía ser cuestionado.

No es casual que la segunda academia de Barcelona, fundada a principios del siglo XVIII, cerrada al concluir la guerra de sucesión europea, se llamará la academia de los desconfiados: la duda, el cuestionamiento de las afirmaciones no demostradas sino tan solo apoyadas en dogmas de fe supuestamente irrefutables, intocables, eran los acicates de las preguntas acerca del mundo que los académicos trataban, de las fundadas dudas acerca de las verdades irrefutables basadas en la tradición que planteaban..

La cierta libertad religiosa de la que las academias gozaron desde sus inicios contrastaba con la dependencia real, especialmente en el reino de Francia -y en el reino de España, con la llegada de un rey emparentado con la casa real francesa-: las academias, a través del estudios del lenguaje, de la depuración de la gramática, de las enseñanzas en el hablar y el escribir con corrección, prudencia y precisión, favorecían las cuidadas alabanzas del buen gobierno monárquico, de las luces del rey que permitía, que invitaba incluso, a los académicos en explorar, a través del lenguaje, la correcta denominación de las cosas, sometidas entonces a estudios y experimentos para descubrir sus causas y sus funciones: las letras y las ciencias, ambas al servicio del cuestionamiento de las cosas terrenales (y no celestiales, más propicias de las enseñanzas universitarias), eran los pilares de los estudios académicos.

Las academias fueron particularmente importantes en Barcelona en el siglo XVIII: suplieron el cierre del Estudio General (un centro, por otra parte, desfasado en el naciente siglo de las luces, luces que las academia aportaban en contra del oscurantismo religioso que la universidad respetaba o fomentaba).

 Las academias fueron espacios acotados de saber propiamente científico, liberado en parte de presupuestos incuestionables. Espacios cultos, aristocráticos, exclusivos, en los que cierta nobleza ilustrada se atrevía a plantear cuestiones que la universidad pública no podía abordar.

Cinco fueron las academias que Barcelona, a imitación de las que París (y las principales ciudades provincianas del reino de Francia), Madrid (una corte francesa y afrancesada), junto con academia italianas, poseyó. 

Ya citamos que la primera academia de los reinos de Portugal y de España, fue la academia de Santo Tomás, fundada en el siglo XVII, una academia de eruditos, marcada por la lectura reaccionaria tomista del mundo, pero abierta sin embargo a la creación literaria y poética “profana”.

Las academias canónicas se fundaron un siglo más tarde. A la ya mencionada Academia de los Desconfiados, se sumaron la Academia Matemática Militar -sin duda la más importante y liberal, como veremos-, la Academia de Buenas Letras -sustituta de la Academia de los Desconfiados, cerrada debido a su apuesta por el archiduque Carlos de Habsburgo, frente a Felipe de Borbón, pese a que el archiduque renunció al trono de España en favor del trono del Sacro Imperio Germánico que le fue ofrecido-, la Academia de Ciencias Naturales (o de Artes y Ciencias), la Academia de Medicina y la Academia de Nobles Artes. 

Fundadas por aristócratas, en las que el acceso de plebeyos fue, tras discusiones, aceptado ocasionalmente, cuyos centros inicialmente fueron casas nobles o palaciegas, pronto obtuvieron el calificativo o título de Real. 

Se trataba de centros, al igual que en el resto de las ciudades europeas, dedicados a la teoría y del experimento, en contra de la ciega, incuestionada, reiterativa práctica artesanal. La teoría planteaba preguntas, abría vías de conocimiento que los gremios -la antítesis de las academias- y las mismas universidades no necesitaban o no se atrevían a afrontar. 

La experimentación o los modelos teóricos requerían la superación las prácticas probadas. Se trataba de abordar nuevos enfoques y nuevos temas que la costumbre no concebía.

La mayoría de dichas academias, aunque sin el lustre que tuvieron en el siglo de las luces, han sobrevivido hasta hoy. Nuevas academias, como la Academia o Instituto de Estudios Catalanes, fundado en el siglo XX, con la necesaria o normativa misión  de depurar y fijar el correcto uso de la lengua -una función propiamente académica, que estuvo en el origen de la academia francesa, y de la real academia española-, fueron ocasionalmente creadas modernamente.

Las academias barcelonesas gozaron de una ventaja imprevista: el cierre del Estudio general y el desplazamiento de las enseñanzas teologales e incuestionadas, basadas en la letra ya sabida, memorizada, a Cervera. Una nueva mirada era posible sin las trabas que hoy calificaríamos de académicas.

Otras instituciones también se beneficiaron del destierro del Estudio General, de incierta suerte en el árido páramo, geográfico y cultural, de Cervera….


….como comentaron en un nuevo “capítulo”.

miércoles, 24 de julio de 2024

JOHN MAYALL (1933-2024): LAUREL CANYON HOUSE (1968)


 


In memoriam…

Sobre uno de los padres blancos del blues eléctrico, el británico John Mayall, véase este enlace: 

martes, 23 de julio de 2024

Historia de la universidad en Barcelona (ss. XV-XX), parte 7


 

La guerra de sucesión entre casas reales europeas, centrada en la ocupación del trono de la casa real española que se quedó sin sucesor, puso fin a un siglo de degradación universitaria en los territorios de la antigua corona de Aragón.

La muerte de Carlos II, sin descendencia -víctima de la consanguinidad de las casas reales-, desató, como en un juego de ajedrez, la avidez de las casas reales en el tablero europeo para ocupar el trono vacío. 

Dos casas reales europeas se enfrentaron, apoyadas cada una por otras casas reales (incluyendo el papado): la nueva casa real de los Borbones, originariamente protestante, reyes de Navarra y Andorra,  y asentada en París tras el asesinato del último rey de la casa de Valois muerto sin descendiente, y la casa de los Habsburgo, dueña de los territorios del llamado Sacro Imperio Germánico, cuyos orígenes se remontaban a Carlomagno, un rey y luego un emperador del siglo IX, asentado en Galia.

El trono hispánico dominaba aún, pese a las pérdidas territoriales desde el siglo XVI, vastas extensiones coloniales en Europa y América del Sur. Su ocupación implica trastocar alianzas reales y ganancias territoriales y políticas considerables. 

La organización política de los territorios, de la “casa real” de ambas casas era distinta. Un poder asentado en una corte poderosa y versallesca que había logrado en gran parte someter a poderes reales de menor fuerza y poderes aristocráticos cercanos, frente a un trono imperial que cohabitaba con tronos reales y casas nobles que reconocían nominalmente la primacía de la casa imperial pero se comportaban autónomamente. Una concepción centralista del poder, de un único poder, que sería la que dominaría Europa en los siglos venideros (pero que provenía de la Roma imperial y antes del imperio helenístico, dos culturas “clásicas” que, no es casual, devendrían admirados modelos culturales entre los siglos XVIII y XX) , frente a una concepción del poder atomizado de origen medieval (y, más lejos en el tiempo, similar al de la adusta y sobria Roma republicana).

El enfrentamiento entre ambas casas reales , con la intervención de las casas reales de origen germánico de los Hannover en las islas británicas y de los Orange en los Países Bajos del norte (los del sur, por el contrario, formaban parte de las posesiones reales de la casa de los Habsburgo), y del papado, favorable primero al rey de Francia y luego al emperador germánico,  tuvo lugar en todo el territorio europeo, pero su objetivo era la ocupación del trono hispano asentado en el palacio real de Madrid, y el control de extensas posesiones coloniales americanas (en el sur , el centro y el norte del continente) y en el sudeste asiático.

Cada casa contaba con apoyos y detractores por toda Europa. El ducado de Mantua y el obispado de Baviera eran favorables a los Borbones,  la casa de Oldemburgo danesa defendía a los Habsburgo.

En cuanto a la casa real de los Braganza, en Portugal, alternó sus apoyos a uno y otro bando. 

El conflicto estaba envenenado desde los inicios. Todas las casas reales europeas estaban emparentadas por matrimonios, dotes y herencias territoriales.

De hecho, el conflicto se inició antes del fallecimiento de Carlos II. Ante la evidencia que dicho rey carecería de un sucesor directo, el rey Luis XIV de la casa real francesa negoció con las casas reales europeas el reparto de los territorios de la casa real hispana, un reparto que favorecía a la casa real de los Borbones pero que parecía regalar a territorios reales hispanos, a disposición de casas reales, nobles y religiosas. 

Luis XIV defendía inicialmente que una gran parte de los territorios de la corona española pasaran a manos germanas, a cambio de la obtención de otros territorios más útiles para el asentamiento real en la Isla de Francia . Luis XIV buscaba, en verdad, que la casa real inglesa no se quedara con la casa real española.

Ante la inminente entrega de los territorios de la corona española de los Habsburgo, el rey Carlos II nombró a un miembro de la Casa real de los Borbones como sucesor. Luis XIV aceptó. Felipe V de Borbón accedía así al trono de España e iniciaba una nueva dinastía emparentada con la casa real francesa de los Borbones. Luis XIV triunfaba.

El emperador del Sacro Imperio Germánico se sintió ultrajado. Declaro la guerra a la casa real de los Borbones, en España y Francia (nombres utilizados hoy para simplificar, pero que no designaban territorios con una entidad propios: eran solo posesiones reales de loas que se obtenían bienes y mano de obra para la naciente industria y el ejército).

 Carlos III de Habsburgo viajó a Portugal donde creó una corte y desde allí se adentró en la península. Tras el rechazo de la capital se refugió en Barcelona donde reinaría durante seis años, entre 1705 y 1711, en un territorio acotado.

La guerra entre cortesanos y defensores de ambos reyes, Felipe V en Castilla y Carlos III en el principado, de incierto resultado, cambió cuando Carlos III abandonó Barcelona (donde dejó a su esposa) para ocupar el recientemente vacante trono del Sacro Imperio Germánico, acompañado de su corte. 

La guerra de sucesión acabó así en Europa en 1711, pero no concluyó hasta tres años más tarde en la península con la caída y toma de Barcelona, que defendía a un rey, el archiduque Carlos de Habsburgo o Carlos III, que había logrado crear una corte en la ciudad pero que  había partido hacía años.

La reorganización política, territorial, económica  y cultural de los territorios de la nueva casa real conllevó un replanteo de los estudios universitarios.

 Los antiguos territorios de la corte de Aragón acogían numerosas universidades sin prestigio, víctimas de la simonía  (o compra de títulos). Se decidió el cierre de los Estudios general provincianos en favor de  una única universidad ubicada en el centro del territorio.

El municipio de Cervera, que había tomado parte por la casa real francesa obtuvo la prerrogativa universitaria. Todas las especialidades religiosas y de filosofía tomista, más adoptadas al mundo medieval que al siglo de las luces se transfirieron a una descomunal universidad barroca, proyectada por ingeniero militar  francés Francisco Montaigu, cuya construcción, iniciada en 1720, a cargo del ingeniero Miguel Soriano, formado en la Academia Matemática Militar de Barcelona, no terminó hasta 1740, cuando las clases pudieron abrirse.

La propia Cervera parecía -y parece- aún más encogida frente al tamaño de la universidad, que destaca en medio de la desconectada meseta ilerdense.

Barcelona perdió su purgado Estudio General, ya sin lustre, salvo el Estudio de Medicina, muy reputado, que permaneció en la ciudad. La sede del Estudio General fue convertida en cuartel. Tras las guerras napoleónicas su estado era tan precario que tuvo que ser derribada.

Pero el lustre no volvió en el Estudio General de Cervera. La ciudad o el pueblo se hallaba lejos de centros urbanos de mayor entidad y no podía ofrecer los servicios requeridos por una universidad, una ciudad dentro de una ciudad.

El remedio falló a poco. Pronto empezarían las gestiones para el regreso de la universidad a Barcelona, pese a la feroz, aunque vana, oposición del consistorio de Cervera. Dicho regreso, aún temporal, no se concretó, sin embargo, hasta la reorganización europea a cargo (a sangre y fuego) de Napoleón I y después de su caída, si bien unas nuevas guerras. Las llamadas guerras carlistas, de nuevo entre casas reales, dificultaron la vuelta y el resurgimiento del Estudio General de Barcelona, dada la inseguridad viaria.

Entretanto, en Barcelona….


(Seguira)



lunes, 22 de julio de 2024

Artivismo




El Museu d’Història de Catalunya presenta una exposición sobre el arte y el activismo, el arte y el gesto políticos del pintor Antoni Tàpies.

La exposición sin duda entusiasmará a quienes disfruten de poderosas imágenes  en las que se despliegan franjas rojas y gualdas.

Quizá la exposición, exhaustivamente documentada, tan solo adolezca de una imagen, aunque sea en color sepia.




Muestra al joven artista como miembro de la centuria de la organización juvenil de la Falange Tradicional y de las JONS ante el obelisco de la Victoria en Barcelona, el jueves primero de mayo de 1939, año de la Victoria. Una muestra destacada de activismo 
 

AGNÈS VARDA (1928-2019): LE CÔTÉ DE LA CÔTE (EL LADO DE LA COSTA, 1958)




En este enlace se puede ver este delicioso documental, un encargo que la cineasta francesa Agnès Varda recibió para promocionar el turismo en la Costa Azul francesa, y que la directora convirtió en algo distinto, centrándose en los márgenes, en las imágenes que preferimos no ver, todo este mostrado con humor, descaro y "poesía", sin faltar a la verdad.


https://www.facebook.com/share/v/Ti9wqirDVWLHjKTe/ 

domingo, 21 de julio de 2024

La historia de la universidad en Barcelona (ss. XV-XX), parte 6



P. P. Rubens: Ignacio de Loyola impartiendo en el Colegio de Nuestra Señora de Belén de Barcelona, grabado, s. XVII


Barcelona no se caracteriza por la importancia de sus universidades privadas. Sin embargo, tres escuelas, de química, y de estudios empresariales y económicos, durante muchos años ajenas a la estructura universitaria, se encuentran entre las más citadas del mundo.

Curiosamente, las tres pertenecen al ámbito religioso. Es muy posible que esta adscripción no sea fruto de la casualidad. Tiene una larga historia.

Si el Opus Dei es una prefatura o secta católica, reconocida por la iglesia católica, fundada en el siglo XX, la Compañía de Jesús es una orden católica que se remonta a su fundador, Ignacio de Loyola, en el siglo XVI. 

La ciudad de Barcelona jugó un importante papel en la organización de la orden. Su fundador vivió varios meses en casas aristocráticas de la ciudad, y dejó un legado que aún perdura, pese a la expulsión de España de la orden jesuitica en el siglo XVIII.

Dicho legado se percibe en la instauración de centros educativos medios y superiores. Sus antecedentes se remontan a la estancia del fundador de la orden en Barcelona. Fueron dos centros educativos superiores, dos estudios generales privados, que compitieron con la llamada Universidad del Estudio General pública, instalada, como ya vimos, en lo alto de la llamada Rambla de los estudios, justo delante de un trama de la  muralla de la ciudad.

La estancia de Ignacio de Loyola dio lugar a la fundación del Colegio de Nuestra Señora de Belén, presidido pu un templo destruido por un incendio en el siglo XVII y reemplazado por la actual iglesia barroca de Belén, incendiada a su vez durante la Guerra Civil en el siglo XX. 

El Colegio se encontraba en el cruce de la calle del Carmen -donde se ubicaba también el convento del Carmen que jugaría un gran papel en la posterior historia de la universidad en Barcelona- con las Ramblas. 

Los estudiantes del Estudio General  podían pertenecer a la aristocracia, pero no eran los primogénitos. Nobles, pero escasos de fortuna, escogían la vía académico-religiosa para mantenerse. 

Esta falta de “clase” condujo a que la familia aristocrática de los Cordellas decidiera fundar a mediados del siglo XVI, con una bula papal y la venia del emperador Carlos V, cuando el Estudio General público aún no disponía de una sede propia,  un Estudio General privado para los primogénitos de la familia de los Cordellas: el Imperial y Real Seminario de Nobles de Cornellas, emplazado en la Rambla de los estudios, pared contra pared con el Colegio jesuítico. 

Dicho centro contaba con las mismas especialidades que la Universidad del Estudio General, a las que se añadieron dos de enseñanzas necesarias para el buen hacer aristocrático: la danza y la esgrima, con las que se podía destacar en la corte. 

La lógica escasez de primogénitos de las ramas de los Cordellas pronto obligó a abrir el Seminario o Colegio a primogénitos, y luego a miembros en general, de las familias nobles de la ciudad. Esta apertura tampoco fue suficiente, pese al prestigio social de algunos estudiantes como el virrey de Perú en el siglo XVIII. La pérdida de poder y económica del Colegio llevó a que su gestión dejara de estar en manos familiares y fuera entregada a los jesuitas.

El Colegio de los Cordellas ligó así su suerte al de la Compañía  de Jesús. La expulsión de ésta acarreó la ruina del Colegio, proscrito por Carlos III. La sede fue vendida a la Academia de Ciencias, que demolió el edificio y construyó la sede academia en su lugar, que aún hoy ocupa.

Las relaciones entre ambas instituciones jesuiticas eran tensas. De igual modo, los estudiantes de dichas instituciones jesuiticas y de la Universidad del Estudio General discutían violenta, agresivamente, sobre la interpretación de la naturaleza divina: su manifestación sensible, bajo la forma de un ser humano, visible, sensible y mortal, ¿difiere de la naturaleza de su padre, divina e invisible, sin concreción material? La diferencia entre lo invisible y su cara visible ¿es esencial o solo lógica?

Los jesuitas seguían las enseñanzas del teólogo y filósofo Francisco Suárez, para quien no existía un abismo entre el mundo material y el mundo espiritual, abismo que, por el contrario, Tomás de Aquino había destacado, impidiendo así cualquier reflexión, cualquier pregunta o duda acerca de la naturaleza o existencia divina, ya que Dios escapaba a la humana comprensión. Estaba fuera de toda duda.

Los estudiantes de las universidades privadas eran, por el aquel entonces,”modernos”, aceptando el cuestionamiento divino; los de la universidad pública, en cambio, cerraban los ojos ante lo imponderable. Negaban que se pudiera inquirir sobre la divinidad. 

El enfrentamiento entre suaristas y tomistas llevó a éstos últimos a crear un centro de estudios superiores dedicado a la teología: la Academia de Santo Tomás de Aquino, ubicada en el hoy desaparecido convento de Santa Catalina (la santa patrona de los estudiantes, convertida así en la defensora de la ortodoxia). 

Esta academia tendría hoy escasa importancia si no fuera por dos razones: la primera y más importante, porque fue la primera academia fundada en la península y posiblemente en Europa. Los miembros solían ser docentes del Estudio General. Fue un centro teológico y filosófico, pero también artístico, potenciando la creación literaria y poética, con el aval papal. La segunda razón tiene quizá más peso local. Mutó, tras el derribo del convento de Santa Catalina y su conversión en mercado (un proceso que se dio en Barcelona con la conversión de mercados de ideas en mercados de bienes materiales), en la Academia de Buenas Letras, una de las cuatro academia barcelonesa fundadas, al igual que en Europa, en el siglo XVIII.

El enfrentamiento entre los centros privados y público se agravó, como veremos, cuando la guerra de Sucesión europea: los estudiantes de la universidad pública tomaron la defensa del pretendiente de la familia imperial de los Habsburgo  -que favorecía la estructura política y territorial atomizada medieval -; los estudiantes jesuíticos, en cambio, se pudieron del lado del pretendiente del linaje de los Borbones, favorables a una modernización centralista, bajo el imperio de una única capital, del Estado y de las instituciones. La red frente al árbol, una discusión que sigue vigente.

Nos hemos alegado de la Universidad del Estudio General de Barcelona. ¿Qué camino nos espera?


(Seguiremos)






viernes, 19 de julio de 2024

JACQUES DEMY (1931-1990): LA BALLERINE (S/F) - LE PONT DES MAURES (1944) - ATTAQUE NOCTURNE (1948)



La recientemente inaugurada exposición dedicada a la fallecida gran cineasta francesa Agnès Varda permite recordar las primeras obras, unos cortometrajes de dibujos animados (en stop motion) que su esposo, el cineasta francés Jacques Demy -miembro del olimpo cinematográfico, junto a Eisenstein, Chaplin, Buñuel, Welles, Fellini, Wilder, Allen, Rohmer, el primer Truffaut, y la misma Varda) realizados durante la segunda guerre mundial, durante los bombardeos de Nantes, cuando tenía entre trece y diecisiete años. 
Olvidados en una caja, resecos, deshechos, imposibles de proyectar, cada fotograma ha sido reconstruido y filmado.