Fotos: Tocho, Venecia, agosto de 2024
La equiparación entre la ciudad de Babilonia, considerada como el origen de todo mal, y una ramera, se halla ya en el Apocalipsis de Juan, que no hace sino seguir la senda de los juicios emitidos en contra de aquella ciudad por profetas del Antiguo Testamento.
La comparación solo se enuncia en la Biblia.
La traducción alemana del Nuevo Testamento, que incluye el Apocalipsis, a cargo de Martin Lutero, en el siglo XVI, acompañó el texto con ilustraciones (xilografías) de Lucas Cranach el Viejo. Suya es una célebre alegoría de Babilonia representada por una mujer joven, lujosamente expuesta a la vista del ávido lector, montada sobre un monstruo de siete cabezas, tal como lo describe Juan.
Esta imagen, junto con la representación de la Torre de Babel inconclusa, arruinada o explotando fulminada desde el cielo, que también simbolizaba a Babilonia, han rondado el imaginario occidental, especialmente en los reinos y repúblicas protestantes (luteranas, calvinistas), desde el siglo XVI. Se hallan en el origen del desprecio o el rechazo (junto con una turbia o vergonzante fascinación) que el próximo oriente antiguo ha suscitado en occidente hasta el siglo XX.
Pero la imagen de Babilonia la Ramera no es propia de la religión reformada, ni ésta se encuentra en el origen de este motivo. Ilustraciones del siglo X de los comentarios al Apocalipsis del beato de Liébana, redactados en el siglo VIII, ya muestran este motivo iconográfico:
Un motivo que, por ejemplo, retoma un pintor tardo gótico católico veneciano, Jacobello Alberegno: la alegoría de Babilonia como una Prostituta (o Meretriz, en italiano) a lomos de una bestia de siete cabezas serpenteantes, en una tabla de pequeñas dimensiones, tardíamente identificada, que formaba parte de un retablo dedicado al Apocalipsis.
Muy poco se sabe de este artista. Solo se conservan (o se identifican con cierta seguridad) dos conjuntos pictóricos (dos retablos), hoy dispersos.
Dicha tabla (ilustrada en el encabezado de este texto) forma parte de la colección permanente del museo de la Academia de Venecia, y está expuesta. Dicha imagen es aún más seductora que la que Lucas Cranach compondría dos siglos más tarde.