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martes, 4 de febrero de 2025

Ortografía

 Ortografía: una palabra compuesta a partir de dos términos griegos -orthos y graphe-: escritura correcta, “bien escrita”. Graphe significa escritura, grafía , y orthos, recto, en todos los sentidos: físico o geométrico, y moral.  Vital, igualmente: orthos se puede traducir por alegre, enérgico, lleno de vida.

Hoy, ortografía solo se refiere al arte de la escritura hermosa, una escritura que entra por los ojos, que place y que complace porque cuenta la verdad. Una escritura que no engaña.

Mas, para Vitrubio, ortografía -Vitrubio utiliza la palabra griega- designaba un tipo de gráfico: una sección constructiva: un corte vertical que revela lo que el edificio contiene. 

Lo escondido, aquello que la vista no alcanza a descubrir de pronto queda a la vista de todos. Un tajo limpio , certero, moral, en suma, que permite comprobar que nada que no se pueda ver queda en el interior del edificio. 

El corte convierte un interior -lo íntimo, lo recoleto, lo privado- en un exterior -visible, público, sin pliegues ni dobleces. La virtud del edificio, su altura de miras, su rectitud queda así patente. Una sección es una operación que impide que nada se puede esconder, nada que no puede ejercitarse ni poseerse ante los demás. Parte, abre y expone. 

El valor ético de la ortografía se manifiesta más en francés que en castellano. Élevation posee unos matices, propios de la orografía vitrubiana, que la palabra alzado no recoge. Élever no es solo alzar o levantar, significa también educar, y la elevación no es sólo física, sino moral: pensamientos y proyectos elevados, que ayudan a conformar y ordenar el mundo. La ordenación es un gesto que disipa el caos, pero es también un gesto que ennoblece y permite quién es ordenado alcance un estatuto distinto, elevado, permitiéndole alcanzar altura de miras con las que abraza y comprende la vida en la tierra. 

La ortografía, en suma, es un ejercicio que disipa las sombras y evita las trampas. Las entrañas, el corazón del edificio, siempre ocultos, se someten al escrutinio. Se percibe, se juzga, se valora la “bondad” del edificio, su capacidad de responder a las necesidades y los deseos humanos: protección, acogimiento, recogimiento.

La sección se equipara a un texto o a una ley, a un imperativo que cuenta y muestra como se tiene que estar y actuar en el mundo. La protección que un interior brinda no es un escondite donde uno se recoge temeroso, sino que ofrece un lugar donde morar, reposar y pensar: un lugar donde prepararse para salir al exterior e incidir en la comunidad. 

La arquitectura es una escritura que cuenta cómo concebimos y organizamos la vida en comunidad, lugares cerrados y abiertos al mismo tiempo, lugares que no esconden la cabeza, sino que la mantienen muy alta: orthos. Faros que iluminan y dan sentido al mundo 

miércoles, 15 de enero de 2025

Bóveda

La bóveda simula en cielo. Una pared continua gira, describe un arco muy por encima nuestro, como una tela henchida por el viento que ondula, y desciende formando la pared contraria, paralela al anterior. En su ascenso y su descenso, en su sobrevolar el espacio, la bóveda define un mundo en el que el humano puede acogerse teniendo al cielo por techumbre.

La palabra bóveda no es de origen latino -o solo indirectamente, a través del catalán volta. Procede del germánico. En inglés existe un verbo entroncado con la palabra castellana: to build (construir), un verbo idéntico al alemán, con el normal significado: bauen. Un edificio, una construir, en inglés, se dice building, y tiene el mismo significa material y moral que el verbo castellano edificar. Se construye, se forma, se prepara a una persona, a uno mismo, como se levanta una construcción. El trabajo edificatorio, que exige contención, esfuerzo, entrega y orden, es una buena metáfora del trabajo formativo gracias al cual uno se contiene y se eleva, dejando por los suelos las ideas y sentimientos bajos,  bajamente materiales o terrenales. El acto de edificar o educar levanta el ánimo. Gracias a este esfuerzo y la entrega necesaria, la vida es menos rastrera, innoble u oscura.

Los verbos to build y bauen proceden del antiguo germánico. Būan significaba construir, ciertamente. Pero también habitar, mirar o estar en un determinado lugar.

La edificación y la vida corriente de pareja. Apenas se iniciaba la obra ya se habitaba: se definía, se delimitaba un lugar y se proyectaba un techo. La mano ya alzaba en el aire un techo protector. El gesto de construir ataba o enraizaba en un lugar al constructor y quienes iban a habitar en la obra construida. El levantamiento de una pared simbolizaba el alzamiento en un espacio. El constructor levantaba la cabeza confiado. Yo no vivía encogido, amedrentado. La bóveda que edificaba era una imagen de su mundo, el mundo en el que soñaba vivir.

La bóveda se define así como el elemento que identifica o simboliza las virtudes de la arquitectura: un obrar que ennoblece y da sentido a la vida, que la alimenta.

Hoy, las bóvedas han desaparecido. Tienen excesivas aspiraciones. Techos plenos y rasos a la altura de la cabeza, señalan hasta dónde podemos llegar: vuelo a ras de suelo. 


 






sábado, 26 de octubre de 2024

JOAN MIRÓ (1893-1983) & CHARLES MARCQ (1923-2006): VIDRIERAS DE LA COLEGIATA DE SAINT FRAMBOURG (SENLIS, FRANCIA, 1976)




 

Foto arriba: Tocho, octubre de 2024; otras fotografías: Google Images


La exposición MiróMatisse, organizada por el Museo Matisse, en Niza, y hoy en la Fundación Joan Miró de Barcelona, revela que ambos artistas se conocían y se admiraban, aunque escasas o nulas conexiones artísticas se dieron entre sus obras respectivas, pese a los esfuerzos por emparejar paisajes, naturalezas muertas y retratos, así como cuadros muy distintos pintados con colores parecidos.

Entre las muy buenas obras destaca una, posiblemente poco conocida: el boceto de unas vidrieras encargadas en los últimos años de vida de Joan Miró -y que poco se asocian a las vidrieras que Matisse concibió para la capilla del Rosario, en Saint-Paul de Vence en los años 50.

Pero no importa: ambas vidrieras son hermosas. El boceto revela que Miró era capaz de no repetirse y de pintar algunas obras que poco tenían que ver con la cansina producción pictórica y grabada, casi seriada, de pájaros mujeres y luna en los años setenta.

Las vidrieras fueron realizadas para la restauración de una iglesia gótica proyectada por los constructores de la catedral Nuestra Señora de París. Dicho templo, del siglo XII, completa una Capilla real del siglo X, casi el origen de la monarquía francesa.

En esta obra tardía, el cielo intensamente azul marino y los cuerpos siderales negros y blancos-como desgarros en el tendido del cielo por donde la luz se cuela- vuelven a brillar por última vez.

Constituyen las únicas vidrieras religiosas de Joan Miró.

Un hermoso descubrimiento que por sí mismo justifica ls visita de la magnífica exposición.

https://www.fmirobcn.org/es/exposiciones/5807/miromatisse-mas-alla-de-las-imagenes

https://www.fondation-cziffra.com/histoire-de-la-chapelle-saint-frambourg/


lunes, 14 de octubre de 2024

El castillo desencantado
































































 

Fotos: Tocho, octubre 2024


Aquí vivió Coco Chanel, aquí Balenciaga se dejaba ir con sus modelos, a través de puertas secretas, mientras Gala, Dalí y Misia Sert pasaban las tardes al borde de un tajo, Karen Blixen soñaba con árboles aún más frondosos, la actriz hollywoodiense Madeleine Carroll intentaba olvidar la angustia de la película 39 escalones que protagonizó, dirigida por Hitchcock, y Howard Cartner recordaba la atestada cueva del faraón cuando recorría las estancias de…

¿Existe este lugar? ¿Mas allá de la fábula?

Un estudio del arquitecto Gustavo Gili levantará un día el telón….