viernes, 9 de septiembre de 2016

El último viático: Canalización de agua de Atenas bajo el tirano Pisistrato (s. VI aC)




















Instalación de la cañería de terracota que traía agua a Atenas en el siglo VI aC en el Museo del Diseño de Barcelona
Agradecimientos al Museo Arqueológico Nacional de Atenas y al Ministerio de Cultura Griego por el préstamo para la próxima exposición De Obra. Cerámica y Arquitectura en el Mediterráneo de la antigüedad hasta nuestros días, septiembre de 2016-enero de 2017

Fotos: Tocho, septiembre de 2016

Hace un año y medio mostramos fotografías de esta pieza singular expuesta permanentemente en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. Pese al tamaño de la vitrina en el centro de una sala de la planta primera del museo -en la sección de cerámica, casi siempre cerrada al público, por falta de personal- pasa relativamente desapercibida.

Se trata de un fragmento de la gran tubería de terracota. Dispuesta sobre un acueducto enterrado, traía el agua de una colina cercana a la ciudad de Atenas, desde donde se distribuía hacia los distintos distritos -hacia el ágora, en particular, donde alimentaba fuentes-, por medio de nuevas cañerías.
La traída del agua pública centralizada fue establecida por el tirano Pisistrato en el siglo VI aC. Este sistema funcionó hasta finales de la antigüedad. El emperador romano filo-heleno Adriano restauró partes de este sistema.

Los tramos rotos se cambiaban y se reutilizaban, a menudo como tumbas de niños.
Éste fue el uso del fragmento expuesto.
Se halló el ajuar funerario íntegro -aunque no restos humanos. Consistía en pequeñas vasijas de terracota pintadas: lecitos -un tipo de vasija destinada a ritos funerarios- y esquifos.
Los estudiosos han tratado, desde el siglo XIX, de establecer una relación entre la iconografía de la cerámica depositada en tumbas y ritos funerarios. No se ha logrado hallar una relación o explicación convincentes. Al parecer, los familiares adquirían vasijas pintadas en los talleres cerámicos ubicados cerca de los cementerios -ambos lugares debían estar fuera del recinto urbano por la contaminación que producían y el peligro que acarreaban (fuego, humo, epidemias, enfermedades)- sin atender a los variados motivos (decorativos, mitológicos, etc.) pintados.

Sin embargo, en el caso presente, todos los lecitos presentan escenas festivas: imágenes matrimoniales: un hombre de pie ante una mujer sentada, entre músicos. Los estudiosos tienden a pensar que esta unidad temática no es casual. Mas, la elección de motivos festivos puede sorprender en ritos y ofrendas funerarios.

Hoy, se cree que las ofrendas funerarias griegas no estaban destinadas a acompañar al difunto en su viaje al Hades, ni a amueblar su pálida "vida" en el mundo de las sombras, ni a recordarle los bienes que disfrutaba en vida, sino que eran regalos que evocaban la alegría que los difuntos habían causado en vida entre los suyos. Las escenas de matrimonio evocaban su finalidad, su sentido, y la plenituid que habían aportado a los contrayentes: el nacimiento del niño, prematuramente fallecido. Con las ofrendas, los familiares depositaban el testimonio de lo que los fallecidos les habían traído. Honraban al difunto mostrando todo lo que habían llevado a la vida de los que quedaban en la tierra.

La utilización de una cañería como tumba infantil responde, seguramente, a razones prácticas. Mas, el conducto cerrado, abierto por los extremos, que dibuja un paso entre dos espacios, un viático o camino, debía posiblemente estar en la mente de los familiares. El conducto por el que circulaba el agua que nunca pasaba dos veces por el mismo lugar evocaba poderosamente la vida en tránsito, el viaje sin retorno que el difunto emprendía. Evocaba su paso por la tierra y la fugacidad de la vida, dispuesta en una dirección que no se podía torcer.
Pocas veces, un útil ha evocado de manera tan poderosa imágenes no ligadas a su estricta función, y sin embargo tan acordes con el uso al que este objeto estaba inicialmente destinado.  

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