lunes, 18 de junio de 2018

Misericordia


"Desde que hay hombres el hombre se ha alegrado demasiado poco: ¡tan sólo esto, hermanos míos, es nuestro pecado original! Y aprendiendo a alegrarnos mejor es como mejor nos olvidamos de hacer daño a otros y de imaginar daños. Por eso yo me lavo la mano que ha ayudado al que sufre, por eso me limpio incluso el alma. Pues me he avergonzado de haber visto sufrir al que sufre, a causa de la vergüenza de él; y cuando le ayudé, ofendí duramente su orgullo. Los grandes favores no vuelven agradecidos a los hombres, sino vengativos; y si el pequeño beneficio no es olvidado acaba convirtiéndose en un gusano roedor. «¡Sed reacios en el aceptar! ¡Honrad por el hecho de aceptar!» - esto aconsejo a quienes nada tienen que regalar. Pero yo soy uno que regala: me gusta regalar, como amigo a los amigos. Los extraños, en cambio, y los pobres, que ellos mismos cojan el fruto de mi árbol: eso avergüenza menos. ¡Mas a los mendigos se los debería suprimir totalmente! En verdad, molesta el darles y molesta el no darles. ¡E igualmente a los pecadores, y a las conciencias malvadas! Creedme, amigos míos: los remordimientos de conciencia enseñan a morder. Lo peor, sin embargo, son los pensamientos mezquinos. ¡En verdad, es mejor haber obrado con maldad que haber pensado con mezquindad! (…)
Mas el pensamiento mezquino es igual que el hongo: se arrastra y se agacha y no quiere estar en ninguna parte - hasta que el cuerpo entero queda podrido y mustio por los pequeños hongos. A quien, sin embargo, está poseído por el diablo yo le digo al oído esta frase: «¡Es mejor que cebes a tu diablo! ¡También para ti sigue habiendo un camino de grandeza!» - ¡Ay, hermanos míos! ¡Se sabe de cada uno algo de más! Y muchos se nos vuelven transparentes, mas aun así estamos muy lejos todavía de poder penetrar a través de ellos. Es difícil vivir con hombres, porque callar es muy difícil. Y con quien más inicuos somos no es con aquel que nos repugna, sino con quien nada en absoluto nos importa. Si tú tienes, sin embargo, un amigo que sufre, sé para su sufrimiento un lugar de descanso, mas, por así decirlo, un lecho duro, un lecho de campaña: así es como más útil le serás. Y si un amigo te hace mal, di: «Te perdono lo que me has hecho a mí; pero el que te hayas hecho eso a ti - ¡cómo podría yo perdonarlo!» Así habla todo amor grande: él supera incluso el perdón y la compasión. Debemos sujetar nuestro corazón; pues si lo dejamos ir, ¡qué pronto se nos va entonces la cabeza! Ay, ¿en qué lugar del mundo se han cometido tonterías mayores que entre los compasivos? iY qué cosa en el mundo ha provocado más sufrimiento que las tonterías de los compasivos? ¡Ay de todos aquellos que aman y que no tienen todavía una altura que esté por encima de su compasión! Así me dijo el demonio una vez: «También Dios tiene su infierno: es su amor a los hombres.»"

(Friedrich Nietzsche: “De los misericordiosos”, Así habló Zaratustra)

domingo, 17 de junio de 2018

En el museo del Louvre



The Carters (Beyonce y JayZ): Apeshit (Hecho una fiera, 2018)


sábado, 16 de junio de 2018

ROSALÍA (ROSALÍA VILA, 1994): POR MI PUERTA NO LO PASEN (2017)



Sobre esta cantante de flamenco, cabe Barcelona, véase su página web

ALBERTO BURRI (1915-1995): GIBELLINA (1984-1989, 2015)











El pueblo de Gibellina, de origen árabe, situado en lo alto de una colina (jebel significa montaña, en árabe), cerca de Trapani, al oeste de la isla italiana de Sicilia, desapareció hace exactamente cincuenta años (1968). Quedó tan dañado por un terremoto, que fue imposible restaurarlo.
Se edificó Nova Gibellina, cerca de las ruinas. Los mejores arquitectos y artistas italianos participaron en el proyecto de edificios públicos y en la ornamentación o dignificación del espacio público.
El pintor Alberto Burri desistió. Pero la devastación le conmovió.
Cubrió las ruinas con una gruesa capa de cemento blanco de metro y medio de alto por trescientos cincuenta metros y doscientos cincuenta metros de lado, con una superficie de ocho mil metros cuadrados, dispuesta como escamas separadas por una trama de pasos que seguía -y mostraba- la sepultada la trama urbana.
El inmenso manto, que evocaba un sudario y se adaptaba a las ondulaciones del terreno, como una sábana estirada al viento, se asemejaba a la tierra reseca y cuarteada.
La lechada blanca cubrió la tierra como la lava de los volcanes Etna, Stromboli y Vulcano -Sicilia es una tierra de volcanes- . El molde de las calles que afloraban recordaba los moldes de los habitantes de Pompeya cubiertos por la lava y las cenizas del Vesubio, pero esta placa -por la que se transita, como si lo que constituye un pueblo, sus calles, sus vías de comunicación, contacto e intercambio, estuvieran aún dispuestas a ser recorridas, como nervios o venas- también se asemeja a la sólida base de una nueva edificación, un alto podio a la espera de la venida, manteniendo las trazas del desaparecido pueblo, inscrito su recuerdo en el mismo lugar en el que se asentaba.

La inmensa escultura, completada en 2015, es quizá una de las obras más hermosas de Sicilia, junto con la carena de templos griegos que velan también por una ciudad desaparecida, la antigua Agrigento, sepultada por las espantosas construcciones modernas fruto de la codicia, la especulación y la miseria -moral.
 

viernes, 15 de junio de 2018

De visita (la visitación)

Por aquellos días, María, embarazada,  se levantó pronto se aprestó a dirigirse más allá de las montañas, para visitar a su prima Isabel que también estaba encinta. Cuenta el evangelista Lucas que no bien hubo cruzado el umbral de la casa de Zacarías y de haber saludo a su prima, ésta quedó deslumbrada por la aparición de María y, después que el niño que llevaba dentro hubiera pegado un brinco (de gozo), auguró que el hijo de María sería el Señor de todos. La profecía se cumplía. El reconocimiento de la venida del Mesías, de que el hijo de María era el Mesías esperado, tuvo lugar durante la visita.

Visitar, en latín (visitare), significa  ver a menudo. Nombra una acción que se repite. El verbo está emparentado con otro término latino: videre, que se traduce por escudriñar, observar con atención. Una visita es un reconocimiento. Y éste se logra mediante la vista: una mirada atenta que permite descubrir la realidad. Un mirarse las caras, cara a caras (el francés visage -cara, rostro- está emparentado con el verbo voir -videre, en latín-. Una visita es casi un careo, si es que la cara es un espejo que revela lo que recubre. Permite apreciar, y entender, de un golpe de vista, lo que sucede. 
Una visita tiene lugar en una cara, un espacio doméstico, íntimo. Ir de visita implica acudir a una casa ajena donde sabes que serás bien recibido. Una casa es un lugar de recogimiento -donde uno puede sentirse protegido, a salvo, en confianza (aunque ésta pueda ser vana o ilusoria)-, pero también se trata de un espacio de acogida. Un verdadero hogar tiene siempre la puerta de entrada abierta. Pero uno no entra sin llamar. Debe esperar a que le inviten a  entrar. Una visita no acontece en la entrada, sino en la sala de estar (o incluso en la cocina), espacios interiores, donde se comparten vivencias, donde los habitantes se exponen a la vista de los invitados. Por unas horas, éstos entran a formar parte de la familia, o ésta es la impresión que se quiere dar. Las barreras, los muros saltan. El encuentro acontece alrededor de unos platos o unos vasos. Una visita es la ocasión del intercambio de regalos. Quien recibe ofrece comida o bebida que se toma juntos. El visitante aporta algo -que quien lo recibe puede, de inmediato, abrir y ofrecer compartir. 
La visita da sentido al hogar. Un hogar cerrado, que no acoge a nadie, que no "invita" a entrar, es un espacio triste o inquietante, un espacio del que conviene apartarse. Una casa se convierte en un hogar cuando los foráneos se sienten como en su casa. Una casa existe para compartir. No se cierra en banda. Las ventanas cerradas, las persianas bajadas, la puerta cerrada a cal y canto son signos de mal augurio. Denotan miedo, abandono o desgracias. Pese a que una casa pueda no tener ventanas a la calle y presentar un muro ciego de fachada, la puerta debe de abrirse a los invitados. Una casa sin invitados encierra peligros. El reconocimiento de las cualidades hogareñas se obtiene cuando la casa abre sus puertas. No a todos, sin embargo, sino a quienes comparten valores, o a quienes con los que queremos debatir sobre valores. La visita es la ocasión de un debate de ideas. Invita a la conversación. La casa se convierte en un receptáculo de palabras, se llena de palabras que fluyen. El embarazoso o tenso silencio no tiene cabida. Tan solo el silencio que denota acuerdo, paz (interior). El silencio -de hielo- se rompe definitivamente. Las reticencias, la cerrazón cede. La casa es el lugar donde uno se abre, cuando una visita. Los lazos se establecen o se fortalecen. Una verdadera visita no concluye con una partida, sino con la promesa de devolver la visita. Las visitas se intercambian. Son regalos. Que nos permiten conocernos, reconocernos como miembros de una comunidad. Tristeza o inquietud inspiran quien no recibe (a los demás y de los demás, quien no invita ni le mandan invitaciones).

jueves, 14 de junio de 2018

Partitura (música y arqutectura)

Reciente montaje de la exposición en el Museo de Arte Abstracto de Cuenca.
 Extrañeza de los montadores ante los planos entregados: alzados de los muros con todas las obras -cuadros y dibujos- ubicados en su sitio. Era la primera vez, en más de cien exposiciones, que alguien entregaba unos planos, un proyecto dibujado de montaje.
Habitualmente, los comisarios y diseñadores distribuyen las obras directamente en sala.. Prueban, colocando y retirando las obras, hasta dar con la posición adecuada. A menudo, el emplazamiento se decide con las obras en el suelo, apoyadas contra la pared. Se determina la posición y las distancias entre aquéllas, aunque la altura solo se fija alzando las obras a mano y tomando medidas. Se trata de un proceso lento y laborioso, de prueba y error, con aciertos y muchos cambios.
En el caso comentado, sin embargo, el montaje se llevó a cabo en unas pocas horas.
Tras la extrañeza ante los planos -y dudas ante su necesidad o eficacia-, los montadores observaron, para sorpresa de todos, que los planos se asemejaban a una partitura. Las alturas respectivas de las obras parecían estar dictadas por un pentagrama invisible. Se leían de izquierda a derecha. Los cuadros y los dibujos eran figuras musicales, su tamaño correspondía a su valor o duración, y la superposición de obras en altura se asemejaba a un acorde. Muy pronto, los montadores ya no necesitaron "leer" los planos. La disposición -en planta y en alzado- de las obras se intuía a partir de la disposición de las primeras obras a la izquierda de la pared. Los planos parecían estar "escritos" en una clave determinada que obligaba a ciertas disposiciones. La posición de una obra llamaba a otra, que debía, necesariamente, ubicarse a cierta distancia y a una altura determinada.

Músicos, arquitectos y artistas recurren a dibujos, anotaciones, transcripciones. Algunas partituras se disponen como esquemas escritos o gráficos. Artistas plásticos de principios del siglo XX establecieron equiparaciones entre formas y colores dibujados o pintados y notas musicales. Han habido arquitectos músicos. Pero no recordaba que alguien hubiera considerado -y leído- un plano como un pentagrama. La correcta disposición de las obras, en este caso, dependió de la "musicalidad" del plano. Una hermosa y sorprendente lección para futuros proyectos.


Para los maravillosos montadores del Museo de Arte Abstracto de Cuenca, el joven y brillante arquitecto suizo Tiziano Schürch, autor de los planos, y el excelente arquitecto Joan Borrell, para quien la arquitectura se desenvuelve como una composición musical en el tiempo y el espacio. 

Arte y asesinato (no matarás)

Reflexión enviada por el arquitecto, escenógrafo y artista Albert García Alzórriz, a quien agradezco la sugerente comunicación:

Escribe el cineasta franco-belga Luc Dardenne en su diario Detrás de nuestras imágenes, en 1994:

“[El filósofo francés Emmanuel] Levinas escribió en Dificil libertad que el alma no es posibilidad de inmortalidad (la mía) sino imposibilidad de matar (al prójimo). El arte es reconocido por muchos como una manifestación de nuestra posibilidad de inmortalidad, como un fuerte deseo de durar, como antidestino. ¿Podría ser una modalidad de la institución de la imposibilidad de matar? ¿Podría abrir esa alma que se descubre como imposibilidad de dar la muerte al prójimo? Mirar la pantalla, el cuadro, el escenario, la escultura, la página, escuchar el canto, la música, sería: no matar”.