Reciente montaje de la exposición en el Museo de Arte Abstracto de Cuenca.
Extrañeza de los montadores ante los planos entregados: alzados de los muros con todas las obras -cuadros y dibujos- ubicados en su sitio. Era la primera vez, en más de cien exposiciones, que alguien entregaba unos planos, un proyecto dibujado de montaje.
Habitualmente, los comisarios y diseñadores distribuyen las obras directamente en sala.. Prueban, colocando y retirando las obras, hasta dar con la posición adecuada. A menudo, el emplazamiento se decide con las obras en el suelo, apoyadas contra la pared. Se determina la posición y las distancias entre aquéllas, aunque la altura solo se fija alzando las obras a mano y tomando medidas. Se trata de un proceso lento y laborioso, de prueba y error, con aciertos y muchos cambios.
En el caso comentado, sin embargo, el montaje se llevó a cabo en unas pocas horas.
Tras la extrañeza ante los planos -y dudas ante su necesidad o eficacia-, los montadores observaron, para sorpresa de todos, que los planos se asemejaban a una partitura. Las alturas respectivas de las obras parecían estar dictadas por un pentagrama invisible. Se leían de izquierda a derecha. Los cuadros y los dibujos eran figuras musicales, su tamaño correspondía a su valor o duración, y la superposición de obras en altura se asemejaba a un acorde. Muy pronto, los montadores ya no necesitaron "leer" los planos. La disposición -en planta y en alzado- de las obras se intuía a partir de la disposición de las primeras obras a la izquierda de la pared. Los planos parecían estar "escritos" en una clave determinada que obligaba a ciertas disposiciones. La posición de una obra llamaba a otra, que debía, necesariamente, ubicarse a cierta distancia y a una altura determinada.
Músicos, arquitectos y artistas recurren a dibujos, anotaciones, transcripciones. Algunas partituras se disponen como esquemas escritos o gráficos. Artistas plásticos de principios del siglo XX establecieron equiparaciones entre formas y colores dibujados o pintados y notas musicales. Han habido arquitectos músicos. Pero no recordaba que alguien hubiera considerado -y leído- un plano como un pentagrama. La correcta disposición de las obras, en este caso, dependió de la "musicalidad" del plano. Una hermosa y sorprendente lección para futuros proyectos.
Para los maravillosos montadores del Museo de Arte Abstracto de Cuenca, el joven y brillante arquitecto suizo Tiziano Schürch, autor de los planos, y el excelente arquitecto Joan Borrell, para quien la arquitectura se desenvuelve como una composición musical en el tiempo y el espacio.
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