"Desde que hay hombres el hombre se ha alegrado demasiado
poco: ¡tan sólo esto, hermanos míos, es nuestro pecado original! Y aprendiendo
a alegrarnos mejor es como mejor nos olvidamos de hacer daño a otros y de
imaginar daños. Por eso yo me lavo la mano que ha ayudado al que sufre, por eso
me limpio incluso el alma. Pues me he avergonzado de haber visto sufrir al que
sufre, a causa de la vergüenza de él; y cuando le ayudé, ofendí duramente su
orgullo. Los grandes favores no vuelven agradecidos a los hombres, sino
vengativos; y si el pequeño beneficio no es olvidado acaba convirtiéndose en un
gusano roedor. «¡Sed reacios en el aceptar! ¡Honrad por el hecho de aceptar!» -
esto aconsejo a quienes nada tienen que regalar. Pero yo soy uno que regala: me
gusta regalar, como amigo a los amigos. Los extraños, en cambio, y los pobres,
que ellos mismos cojan el fruto de mi árbol: eso avergüenza menos. ¡Mas a los
mendigos se los debería suprimir totalmente! En verdad, molesta el darles y
molesta el no darles. ¡E igualmente a los pecadores, y a las conciencias
malvadas! Creedme, amigos míos: los remordimientos de conciencia enseñan a
morder. Lo peor, sin embargo, son los pensamientos mezquinos. ¡En verdad, es
mejor haber obrado con maldad que haber pensado con mezquindad! (…)
Mas el pensamiento mezquino es igual que el hongo: se
arrastra y se agacha y no quiere estar en ninguna parte - hasta que el cuerpo
entero queda podrido y mustio por los pequeños hongos. A quien, sin embargo,
está poseído por el diablo yo le digo al oído esta frase: «¡Es mejor que cebes
a tu diablo! ¡También para ti sigue habiendo un camino de grandeza!» - ¡Ay,
hermanos míos! ¡Se sabe de cada uno algo de más! Y muchos se nos vuelven
transparentes, mas aun así estamos muy lejos todavía de poder penetrar a través
de ellos. Es difícil vivir con hombres, porque callar es muy difícil. Y con
quien más inicuos somos no es con aquel que nos repugna, sino con quien nada en
absoluto nos importa. Si tú tienes, sin embargo, un amigo que sufre, sé para su
sufrimiento un lugar de descanso, mas, por así decirlo, un lecho duro, un lecho
de campaña: así es como más útil le serás. Y si un amigo te hace mal, di: «Te
perdono lo que me has hecho a mí; pero el que te hayas hecho eso a ti - ¡cómo
podría yo perdonarlo!» Así habla todo amor grande: él supera incluso el perdón
y la compasión. Debemos sujetar nuestro corazón; pues si lo dejamos ir, ¡qué
pronto se nos va entonces la cabeza! Ay, ¿en qué lugar del mundo se han
cometido tonterías mayores que entre los compasivos? iY qué cosa en el mundo ha
provocado más sufrimiento que las tonterías de los compasivos? ¡Ay de todos
aquellos que aman y que no tienen todavía una altura que esté por encima de su
compasión! Así me dijo el demonio una vez: «También Dios tiene su infierno: es
su amor a los hombres.»"
(Friedrich Nietzsche: “De los misericordiosos”, Así habló Zaratustra)