miércoles, 13 de julio de 2022

Los arquitectos no siempre visten de negro (NICOLAS II LARMESSIN, 1632-1694: COSTUMES GROTESQUES ET MÉTIERS, 1690-1700)











Nicolas II Larmessin fue un miembro de un linaje de grabadores franceses del siglo de Luis XIV, célebre por sus colecciones  de retratos de reyes franceses desde las invasiones bárbaras, y profesiones artesanales, mecánicas, -alegorizadas a la manera de Arcimboldo, con los profesionales vestidos con sus obras-, entre las que se encuentran aquellas relacionadas con las artes de la edificación, desde el arquitecto (sorprendentemente equiparado a un artista mecánico, y no liberal, pese al supuesto dominio de las Academias de Bellas Artes, al igual que el pintor y escultor, contrariamente al carácter intelectual de los fundamentos de las artes representativas, la idea o el boceto, directa expresión de la idea) hasta el albañil y el carpintero.

Grabados de esta obra de Larmessin se incluyeron en la célebre exposición sobre Arte fantástico, dadá y surrealismo, en el MoMA de Nueva York, en 1937.


Agradecimientos a la arquitecta, docente e investigadora Mónica Sambade, de la Universidad Politécnica de Cataluña, por esta maravillosa comunicación.

 

martes, 12 de julio de 2022

El muro y la pared

 Una ojeada al diccionario lo confirma: pared y muro son sinónimos; se usan indistintamente. De hecho, la definición de pared que el diccionario ofrece es muro, y muro significa obra vertical que cierra o delimita un espacio.

Sin embargo, las imágenes que ambas palabras evocan son distintas. Pared y muro derivan de dos palabras latinas que no significan lo mismo. Son el resultado, en verdad, de dos acciones antitéticas. 

Pared viene del latin paries. Ésta nombra la division interna de un templo. Seguramente deriva de una indoeuropea que evoca la división. Aunque la pared se asocia al espacio interior, a la intimidad del hogar, aquélla parte, trocea. La pared es un útil que abre una brecha, una barrera que se alza, una división necesaria, sin duda, pero que reduce el espacio, con todas las imágenes que la división, el empequeñecimiento, suscitan; cierto empobrecimiento, y la viva imagen del encierro, de la pérdida de comunidad o colectividad. Una pared se levanta, cerrando el paso, enclaustrando ( lo intimo se equipara también con la sensación de ahogo, de encierro, con la interrupción de la comunicación, de los contactos) desgajando un todo en una suma -una división- de partes.

Murus, por el contrario, en latín, se traduce por muralla y, en general, por (elemento de) protección. Un muro es un cerco que une y reúne elementos dispersos hasta que forman una unidad. El muro tiene la propiedad de anular o disolver diferencias, que tienen que desvanecerse o resolverse para que la muralla sea efectiva. Envuelve, en una imagen casi maternal que acoge y recoge, que abraza. Invita al abandono, a la renuncia a la tensión, a la distensión.

 El muro introduce una brecha, ciertamente, al igual que la pared. Pero, mientras que la pared divide internamente, el muro introduce un corte en el espacio continuo, desgajando lo que deviene un interior del exterior, y crea unidades perdurables en las que las divisiones, que las paredes causan, no son de recibo. La pared parte, el muro cerca, circunda -un gesto que define, nombra y personaliza un ente, como una comunidad englobada tras la muralla protectora-, invita a compartir, aportando la necesaria seguridad para evitar que se alcen muros y armas. 


Para DGE, quien compone un curso de arquitectura en la Escuela de Barcelona (UPC-ETSAB) alrededor de dos entes fundamentales, que suscitan imágenes, impresiones y sensaciones distintas, el muro y el pilar

domingo, 10 de julio de 2022

(El origen del) Ladrillo

 Un breve texto sobre el origen del ladrillo debería remontarse a Mesopotamia. Mas, esta vez, por una vez, el viaje arranca en Roma. En concreto en una de sus basílicas cristianas, las más importante y antigua de todas, la catedral de Roma, que no es San Pedro del Vaticano, sino San Juan de Letrán -que no pertenece a Italia sino a los territorios extraterritoriales del Vaticano.

La basílica paleocristiana de Letrán, construida en el siglo IV, se alza en los dominios de una conocida familia patricia de la Roma Imperial: los Lateranos, cuyo principal palacio, que perdieron por orden del emperador Nerón, se encontraba en este lugar, aunque sus restos no se perdieron enteramente. Aún quedan ruinas de dicha mansión en el conjunto edilicio de la basílica.

El nombre patricio de Laterano deriva del dios (o del genio) romano Lateranus, sin equivalencia en el mundo griego. Divinidad de la que se guardan muy pocas noticias, pero que debía tener importancia, y que debía tener un peculiar santuario en el lugar del palacio de los Lateranos.

Lateranus era la divinidad protectora de los hornos en los que se cocían los lateri o ladrillos. Dichos hornos, o dichos santuarios, se ubicaban fuera de la ciudad, por el peligro que el intenso y permanente fuego acarreaba. Un fuego que no solo cocía la arcilla moldeada, sino que le permitía germinar, de modo que los ladrillos resultantes no fueran meros objetos inertes, sino entes (o seres) pletóricos de vida (de fuego), capaces de otorgar vida (y de mantener en vida) a los hogares. Lateranus era, indirectamente, una divinidad protectora del hogar. Otorgaba solidez y prestancia a la obra.

Si Lateranus es hoy una divinidad desconocida es posible que sea debido a que Lateranus fuera una indigitación de Vulcanus, esto es, un nombre que se pronunciaba cuando se quería invocar una de los fuerzas o capacidades, una de las funciones de Vulcanus, un dios principal, en este caso. Un nombre o propiedad divino devenido divinidad a parte entera, algo así como un avatar.

Aunque Vulcanus acabara siendo asociado a Hefesto, el dios griego de la forja, el fuego sobre el que velaba Vulcanus animaba exclusivamente a la arcilla, no a los metales. Vulcano no era el dios de los  herreros, sino de los ceramistas.

Pero el fuego alumbra pero también destruye. Vulcano estaba asociado a Marte, el dios de la guerra -y de la paz, que la amenaza de la guerra preserva. Los sacrificios a Vulcano exigían la combustión completa de los animales sacrificados, sin que los participantes pudieran comulgar con alguna parte de la carne cocida. Entre las víctimas propicias, se echaban al fuego peces vivos, para que Vulcano no desecara las fuentes y los ríos, dejando a las casas sedientas. A Vulcano se le honraba, obviamente, en verano, en concreto en el mes de agosto -cuando el peligro de la tierra agostada, reseca, amenazaba. 

No es casual que el catalán maó y el italiano mattone, ladrillo en estas lenguas latinas, deriven del adjetivo latino madidus, que significa húmedo, impregnado de agua, lo que puede parecer paradójico puesto que el ladrillo cocido carece precisamente de líquido, y que un ladrillo sin cocer debe secarse previamente al sol para poder ser apilado e insertado en un muro en construcción, pero no lo es porque lo que impregna al ladrillo es una fuente o fuerza vital. Un ladrillo es un ente seco, que no reseco.

El later o ladrillo era pues el fundamento de la casa, su germen. A través del ladrillo, obtenido por la benefactora intersección de Lateranus -o de Vulcanus-, se garantizaba la protección del hogar, que ni la sequía ni los incendios, la desecación vital privaría de las fuentes de la vida. Con los ladrillos se edificaban espacios protectores. Aunque asociado a Marte, Vulcano era defensivo -frente al carácter ofensivo (agresivo, violento, insultante) de Marte. Vulcano en su faceta del dios del latericio u obra de ladrillo, era quien levantaba muros defensivos contra las agresiones externas que asediaban las casas. Vulcano-Laterano garantizaba la paz en el hogar: a través de cada uno de los ladrillos, receptáculos de fuego o de vida, la casa podía constituir un refugio seguro y perdurable, el asiento de la vida comunitaria, la base de la vida humana.

viernes, 8 de julio de 2022

Musallah

 Breve aproximación a un espacio islámico:


Mañana día 9 de julio empieza la fiesta Islámica de Eid ul-Adha que durará hasta el 13, y concluye el peregrinaje a la Meca.

Considerada como el equivalente de la Navidad cristiana, esta fiesta, la más importante del islam, que se puede traducir por la fiesta del sacrificio, o del cordero, conmemora el sacrificio que Abraham (Ibrahim), retado por Alá, estuvo a punto de cometer sobre su primogénito Ismael (y no sobre el benjamin Isaac, como en el judaísmo y el cristianismo), para verificar su capacidad de obediencia ciega, y que, en el último momento, cometió sobre un cordero por intercesión de Alá.

La conmemoración, que implica sorprendentemente un sacrificio animal -propio de cultos politeístas-, con la testa del cordero o del buey ofrendados orientada hacia la Meca, cuya carne es ingerida por la comunidad, tiene lugar en un espacio acotado fuera de la ciudad: la musalla. Este espacio, que puede estar acotado por un muro, deriva posiblemente de santuarios preislamicos: espacios a cielo abierto dedicados a los inmortales. 

Los cementerios, rodeados de un linde, se ubicaban también fuera del ámbito urbano, por lo que musallas y cementerios podían colindar, lo que otorgaba ocasionalmente un carácter funerario a la musalla. Las oraciones se dirigían y se dirigen también a los invisibles, a los que ya no están.

Una musalla (que no tiene porque acoger mirhab ni minbar, las dos construcciones características que amueblan el espacio de la mezquita, la hornacina orientada hacia la Meca, cuyo vacío simboliza la inmaterialidad divina, y el trono o púlpito precedido por una estrecha escalinata, desde el cual se dirige la plegaria del viernes hacia lo invisible) no es una misjad, una mezquita, ya que la musalla no preexiste, sino que es el nombre con el que se designa donde tiene lugar el sacrificio, o donde se reza, cualidades “sagradas” temporales, que se revierten en profanas, una vez el ritual o la oración acometidos, mientras que la mezquita goza de unos valores permanentes, entre profanos y sagrados, independientemente de la ceremonia que tiene o no lugar.

Picasso y los juguetes











Fotos: Tocho, Museo Picasso de París, julio de 2022
 

No tuvo que ser debido a las estrecheces de la Segunda Guerra Mundial las que llevaron a Picasso a componer juguetes para su hija pequeña Maya con papel, cuerdas, retales y trozos de madera, sino el deseo de fabricar una muñeca, o una figurita, que  aparecían por arte de magia  al juntar unas pocos elementos de deshecho, sin ningún atractivo, o doblar, en un ejercicio intuitivo de papiroflexia, unas hojas recortadas o unas cartulinas impresas, unos juguetes únicos que, pese a su fragilidad, han llegado hasta hoy en día, sin haberse marchitado, acrecentando incluso la fascinación que despiertan. 

Si el arte moderno aprendió del arte de los niños -y se volcó en componer juguetes de madera y de papel, así como juegos de construcción educativos-, estas figuras de Picasso podrían ser la quintaesencia de su arte, y del arte del siglo XX. 

Se exponen hoy en el Museo Picasso de París:

https://www.museepicassoparis.fr/sites/default/files/2022-04/DP_MAYA_V12_BAT_WEB_0.pdf

jueves, 7 de julio de 2022

El pilar y la columna

 



Pilar y columna son sinónimos. Parecen designar lo mismo. Son palabras intercambiables.

Su relación se refuerza -o proviene- con y del latín. Así, pilar viene del latín pila, que se traduce tanto por pilar como por columna, indiferentemente, mientras que columna ni siquiera se ha modificado. Tanto en latín como en una lengua moderna latina, columna designa lo que nos imaginamos, sin duda.

Y, sin embargo….

Columna, ya solo en latín, específicamente, está emparentado con el sustantivo columen, que se traduce tanto por una expresión -lo que se eleva- como por un sustantivo: cima, cumbre. Designa, así la parte más alta o elevada.

Entrando en el imaginario de la elevación -física, por ahora-, columen se relaciona con un verbo muy inusual, cello, cuyo participio pasado, sin embargo, es un adjetivo muy común, o que ha dado un adjetivo, modernamente, común: celsus -elevado, alto, grande, y de ahí el moderno adjetivo de excelso, que suscita imágenes “elevadas: es así como abandonamos los terrenales mundos de las alturas geográficas o geométricas, para adentrarnos en las morales. No solo excelso, sino el mismo latín celsus, se refiere a cualidades o virtudes morales: a la rectitud, la nobleza, la fiereza y la confianza en uno mismo, que lleva a mostrarse con la cabeza bien alta, asociadas a ideas que tienen que ver con el bien, con las “buenas” actitudes y acciones. Las columnas tienes testas (capiteles, del latín caput, que no designa cualquier tipo de cabeza sino específicamente una cabeza humana), al contrario que los pilares, que parecen cilindros o paralelepípedos interrumpidos a voluntad, una voluntad externa al pilar, e impuesta a éste.   

Un pilar es un elemento vertical entre dos fuerzas opuestas. Un pilar debe ser resistente. Tiende a encogerse, a cargarse los hombros para soportar el peso que tiene encima. El cielo no se precipita sobre la tierra gracias a los pilares cósmicos, y el dios Atlas, cargadas las espaldas, sostiene la bóveda celeste gracias a su sobrenatural resistencia. Un pilar tendería a doblarse presionado por ambos extremos. Un pilar une, separa, y sostiene. La base y el testero no se libran de la conjugación o conjunción de unas fuerzas que parecen encaminadas a doblegarlo.

Por el contrario, una columna se alza. Levanta la cabeza. Ésta no soporta nada. Así como un pilar solo se concibe entre una base y una viga horizontal, sometido a presión, la columna se yergue sola, independiente y libre: así es como se manifestaban las guardianas que flanqueaban la fachada del templo de Jerusalén. Hasta tenían nombres propios, lo que no ocurre con los anónimos pilares. Una columna es la viva imagen de la entereza. No necesita participar de una trama vertical y horizontal de entes para tener sentido. Ls columna es autosuficiente, la viva imagen de la individualidad, de la libertad. La celebración de los triunfos, en Roma -y a imitación de Roma, en los imperios cristianos-, se simbolizaba por la erección de una columna alta y altiva, necesariamente aislada, capaz de atraer todas las miradas. Las columnas, al revés que los pilares, no son sustituibles. Cada columna es un ente “en sí mismo”.

Por eso, el arquitecto Adolf Loos no se equivocó al proyectar la sede de un periódico, el Chicago Tribune, cuya voz resonaba en todos los Estados Unidos en los años veinte del siglo pasado: la dotó de (la revistió con) forma de una desmesurada columna, segura de si misma, que se imponía sobre el perfil de la ciudad: un sostén, la defensa y la proclamación de la verdad, simbolizada por la rectitud de la columna (construida, pero también escrita).









ÉMILE COHL (1857-1938): LES DOUZE TRAVAUX D’ HERCULE (LOS DOCE TRABAJOS DE HÉRCULES, 1910)