https://ellenfullman-sv.bandcamp.com/album/the-long-string-instrument
lunes, 29 de septiembre de 2025
ELLEN FULLMAN (1957): MÚSICA Y ARQUITECTURA
https://ellenfullman-sv.bandcamp.com/album/the-long-string-instrument
viernes, 26 de septiembre de 2025
La Residencia
La ciudad universitaria de Barcelona, en Pedralbes, fue ordenada por el jefe del estado, Francisco Franco en 1946, y tras las expropiaciones y compra de solares en Pedralbes -con un caso de corrupción urbanística causada por arquitectos municipales -, y las brutales expulsiones y arrasamientos de chabolas para construir una ciudad deportiva y el estadio del Fútbol Club Barcelona, las obras empezaron en 1951. En la segunda mitad de los años sesenta las obras, que languidecían, se detuvieron -aunque reemprendieron más adelante, y aún siguen.
El proyecto original incluía zonas verdes, parques, equipamientos educativos y de investigación, deportivos y alojamientos: residencias para profesores y para estudiantes.
Se construyó una residencia privada: el colegio mayor de San Ramón de Peñafiel y de Nuestra Señora de Montserrat, severamente católico -aunque laxo con las salvajes inocentadas en las postrimerías franquistas.
Pero no se llevaron a cabo el resto de los alojamientos, que se hubieran tenido que ubicar en la periferia de la ciudad universitaria. Los precios habrían sido bajos.
En los últimos años se han multiplicado la construcción de inmensas residencias universitarias privadas, moles con centenares de habitaciones. Los permisos de obra se multiplican.
La ciudad universitaria de Pedralbes, que acoge los campus de la universidad de Barcelona y de la Politécnica de Cataluña, se ha dotado de una residencia de reciente construcción.
Los precios de las habitaciones y los pisos compartidos de estudiantes en Barcelona están por las nubes. Habitaciones con baños compartidos a 600 euros al mes, y pisos por mil quinientos euros, habitualmente con tres habitaciones.
Éstos precios, sin embargo, han empalidecido ante los de las nuevas residencias.
Calculen lo que cuesta el alquiler de una simple habitación sin baño durante los nueve meses de un curso universitario, lo que cuesta durante la carrera (entre cuatro y seis años)…. Calcule lo que ganaría si tuviera una residencia…
Los precios siempre se indican : desde…..
Un precio mínimo. El máximo….
La Residencia es el título de una célebre película de terror española
miércoles, 24 de septiembre de 2025
HELEN LEWITT (1913-2009): IN THE STREET (EN LA CALLE, 1948)
sábado, 20 de septiembre de 2025
Besugo
-Apreciado Profesor. Siento decirle que no podemos publicar su artículo tal como está. Un programa ha detectado tres plagios de un texto publicado, uno de ellos extenso.
- ¿Plagio? Es imposible
- Le devolveremos el texto con las indicaciones de las partes afectadas. El texto original se encuentra en un blog.
- ¡Ah! ya; es mi blog. El texto de referencia lo escribí yo
-En este caso es autoplagio. Debe entrecomillar las frases copiadas.
- Será una auto-cita, en todo caso. Las comillas se utilizan cuando se cita un texto ajeno. Pero en este caso, el texto citado es mío. Lo escribí yo.
- Está publicado.
- Desde luego. Mi blog es público; es un carnet de notas que se puede citar o reproducir sin problemas.
-Debe indicar la procedencia de la cita.
-¿Qué le aporta al lector saber que el texto que lee lo ha escrito el autor? Leerá lo mismo en un mismo contexto. Pues ésta es la información que aportaría la nota.
- El lector sabría la procedencia
-¡Pero la procedencia soy yo!
-Ésta es una revista con una revisión por partes. El código ético impide publicar lo que ya ha sido publicado, sin indicar la referencia.
Tenga en cuenta, además, que uno de los párrafos detectados supera el número de palabras que se pueden citar. Debe obtener la autorización de reproducción de la editorial
-El blog no pertenece a ninguna editorial
-En este caso, la autorización debe proceder del autor
- ¡Pero el autor soy yo!
- El blog no está a su nombre. El responsable es otra persona
- El nombre de responsable es un seudónimo. Pero sigo siendo yo.
-Nos debe remitir una autorización de reproducción firmada por este otro nombre.
-¿Pero qué validez tiene un certificado de una persona que no existe? ¡Un certificado de Paco Tilla!
-Puede volver a escribir el texto de manera que no se confunda con la procedencia.
-Intenté en su día redactar el texto del blog de la mejor manera. ¿Me pide que lo escriba peor para que no se parezca?
-El texto volverá a ser analizado por el programa. Si no efectúa los cambios indicados, no podrá ser publicado…
(Confiemos en que, un día, la ficción logre superar a la realidad)
Publico, luego existo ….
ALEX DA CORTE (1980): LA CASA FANTASMA
No, no es un error.
La casa fantasma no es una obra del artista venezolano-norteamericano Álex da Corte, sino de los arquitectos Denise Scott-Brown y Robert Venturi: una escultura y un espacio público que recrea, en su lugar de origen, la destruida morada de Benjamin Franklin, gracias a quien la colonia británica se independizó de la metrópoli, en Filadelfia.
Esta casa, sin embargo, inspiró la instalación de Álex da Corte: una casa construida -o delimitada- con neones de colores: una casa sin paredes ni puerta, donde todo está a la vista, presidida por un televisor gigante. Una casa sin secretos, donde nada se esconde, con todo a la vista de todos. Un aparente refugio en el que el único refugio para olvidar lo que acontece alrededor es la pantalla del televisor.
La casa abierta a los cuatro vientos es un horror y una pesadilla. Un refugio requiere soledad, y un corte con el entorno; paredes que componen un mundo distinto en el que abismarse. La casa en la que todo acontece como si de un espectáculo ante todo el mundo encoge y cohibe. Lo que ocurre está sometido al escrutinio general. Los colores infantiles que se asocien con la inocencia se vuelven horribles, y la casa abierta se transforma en una cárcel, siempre iluminada, donde la felicidad es de obligado cumplimiento. Cualquier otro sentimiento aparece como una muestra de ingratitud y egoísmo: ¿cómo no se puede ser feliz en semejante entorno, en el que cualquiera, a cualquier hora, puede acceder, sin preguntar?
Las casas son lugares donde apartarse para que cada persona se “reencuentre” consigo misma, sin cuyo objetivo cumplido no puede acoger a los demás. Es necesario que cada uno haga las paces consigo mismo para poder abrirse. La casa siempre abierta, teñida con luces y colores que obligan a la felicidad, es una trampa que evita la reflexión, la vuelta sobre uno mismo, la toma de distancia que permite tener una mirada razonada y objetiva sobre lo que acontece. La ausencia de límites conlleva la falta de ordenación. Las pautas, las leyes dejan de tener sentido. Todo es posible; es decir, nada lo es. La vida se paraliza.
La casa abierta de Álex da Corte es un sarcasmo sobre las periferias suburbiales coloristicas donde la felicidad es de obligado cumplimiento, un estado permanente y no un instante de regalo, un momento de bienestar, sin depender del escrutinio ajeno.
Véase, por ejemplo, la página web del artista:
https://art21.org/gallery/alex-da-corte-artist-at-work/
miércoles, 17 de septiembre de 2025
Monumento
La palabra monumento, en una legua moderna de raíz latina, evoca un artefacto de grandes dimensiones que merece ser preservado y contemplado. Es objeto del orgullo de una comunidad. Tiene presencia. Se le considera y se le admira por lo que evoca -es un testimonio del pasado- pero también por su porte. Existen construcciones y estatuas que no sabemos bien qué significan y, sin embargo, son dignas de merecen nuestra atención por lo que son.
La palabra monumento deriva directamente del latín monumentum. Mas, esta palabra no designa exactamente lo mismo que nuestro moderno monumento. Un monumentum, en latín, es un artefacto que nos permite recordar. Diríamos que es un recordatorio. En sí mismo no tiene porque tener gran interés. Lo que cuenta es lo que trae a colación, el recuerdo de un hecho o una figura memorable, que sigue presente, que sigue viva gracias al monumentum: un activador de la memoria, al que solo se presta atención porque abre la puerta a lo que ya no está pero que debería estar.
Platón escribió -aunque parezca paradójico que lo pusiera paradójico- en el Fedro que el ejemplo de monumentum es la palabra oral. La palabra que se enuncia cuenta la verdad. La palabra apela a los seres y los enseres. Éstos acuden y se muestran a la llamada. La palabra invoca: monumentum también significa invocación, apelación, aviso y advertencia. La palabra enunciada llama a la presencia. Y las cosas y las personas invisibles, lejanas u olvidadas acuden. Y se muestran como son. La palabra oral no miente.
Por el contrario, Platón consideraba que la escritura, lejos de acercarnos a la verdad de las cosas y los seres, nos aleja de ellos. La escritura desdibuja, embellezca, oculta, se pavonea y miente. Pide ser considerada, evaluada, juzgada, no por lo que revela, sino por sus cualidades propias. Ante un texto escrito nos fijamos en su armonía, en la musicalidad de las palabras, y no en lo que dicen. Pueden no decir nada, ser vacuas, vacuas de sentido y, sin embargo, “sonar ” bien. La palabra escrita es bonita. Posee cualidades sensibles apreciables, detrás de las cuales posiblemente no haya nada.
La palabra enunciada oralmente, en cambio, es bella. Tiene la rugosidad del tono, la sequedad de la precisión cortante. No se pierde en divagaciones. No usa digresiones ni soliloquios. No es zalamera. No busca despertar las pasiones. Se enuncia con voz fuerte. Tiene que llegar a muchos y despertar a quienes no están. Es una palabra que expone clara y certeramente lo que se tiene que saber.
La escritura, mientras, distrae. Levanta un muro, traza meandros, y el lector solo presta atención al sonido, no al sentido, sostenía Platón.
La palabra enunciada exige atención. Se le debe prestar atención. Merece todas nuestras atenciones, porque, apenas pronunciada, desaparece. No deja una huella, como las negras trazas escritas o impresas, como pisadas de mosca, en una superficie. El oyente debe esforzarse en retener lo que oye. Si se distrae pierde el rumbo y el sentido de lo que se cuenta. Pero quien escucha, quien bebe las palabras, no olvidará lo que ha escuchado. Tratará por todos los medios de no perderse (nada), so pena de perder el hilo y confundirse.
A un texto se puede volver en todo momento. No es necesario recordar nada, porque las palabras escritas están y seguirán estando ante nosotros. Las tendremos a mano. Para qué concentrase.
La letra, curiosamente, favorece el olvido. Leemos y apenas cerramos el libro o la pantalla, ya no sabemos lo que hemos leído. Y parece que no nos importe. Como si lo que hubiéramos leído no tuviera importancia. No tuviera nada que decirnos.
Verdad, la verdad a la que conduce la palabra enunciada, en griego se decía aletheia; una palabra que se opone a lethe. Lethe es el olvido. La verdad es la antítesis del olvido. La palabra escrita, que no merece ser recordada, es una palabra olvidable. Prescindible. Una palabra que se borra rápidamente de la memoria.
Por el contrario, la palabra enunciada es recordada. Abre a un mundo desconocido y lo pone a nuestro alcance, ampliando nuestro círculo. Abre la mente. Sea una palabra amable o no, hermosa o no, es una palabra que remite a lo que merece seguir estando entre nosotros. La escritura, por el contrario, alza un velo, atractivo, pero engañoso, pues recubre, embellece, y no cuenta, por tanto, la verdad, a veces difícilmente soportable. Miente sobre lo que nos afecta, sobre los hechos dolorosos, de los que podríamos aprender, si la escritura no nos los escondiera bajo un manto de palabras fútiles o inútiles .
Un monumento no se admira. Se admira su capacidad evocadora y lo que evoca. Es un medio, el medio para llegar a la verdad , casi siempre insoportable. Ante lo cual preferimos los cantos de sirena u desviar la mirada, como nos ocurre estos días, estos dos últimos años.
Para los estudiantes de cuarto curso de proyectos de la Escuela de Arquitectura en Barcelona, que deben estudiar un monumento, y para sus profesores y, en especial, para Félix Solaguren-Beascos, que nos ha forzado a pensar en lo que decimos cuando apelamos a la bondad de un monumento.
domingo, 14 de septiembre de 2025
El hombre-lobo
sábado, 13 de septiembre de 2025
El lugar de la escalera en el arte y en la vida
viernes, 12 de septiembre de 2025
DO HO SUH (1962): LA CASA NOS HABITA
“La casa nos habita” escribió el filósofo francés Gaston Bachelard, a principios de los años sesenta, invirtiendo la frase. La casa no nos envuelve, no nos pesa. No cargamos con ella, como una cáscara vacía. Pero la casa va con nosotros, pese -o porque- a que parece un emblema de inmovilidad. Y, como un órgano interno, determina quiénes somos y lo que emprendemos. La casa nos guía. Es la casa la que nos anima a salir de ella, porque, en el “fondo” sabemos que está íntimamente unida a nosotros.
El artista coreano Do Ho Suh ha construido toda su obra escultórica y dibujada a partir del anhelo de la casa ideal, siempre un sueño íntimo. Una casa que no se busca ni se persigue en el exterior, sino que solo se alcanza introspectivamente. Un refugio al que se accede cerrando los ojos. Una casa que se construye a medida de nuestra vida, nuestras acciones y nuestros desplazamientos; nunca concluida, y, sin embargo, siempre perenne. La casa es lo único estable, lo que nos ancla en el mundo, sea una realidad o un anhelo.
Del mismo modo que Proust quien descubrió que su obra estaba en él, aunque no la hubiera aún escrito, Do Ho Suh sabe que para construir hay que ensimismarse hasta hallar, entera, completada pero abierta, la casa en la que habitamos en sueños, que puebla nuestros sueños.
Una exposición actual en Londres debería ser el punto de partida de cualquier curso de arquitectura, o quizá deba clausurarlo, ya que solo apreciamos lo que tenemos después del viaje de una vida a la búsqueda de lo que, sin saberlo, tenemos en nosotros.
https://www.tate.org.uk/whats-on/tate-modern/the-genesis-exhibition-do-ho-suh
miércoles, 10 de septiembre de 2025
Hogar maldito
Si creyéramos en la magia, cometeríamos menos atropellos y actos de violencia.
El repudio, la maldición, la proscripción, el rechazo, en Roma -y en Grecia- se llevaban a cabo mediante conjuros.
Se inscribía una maldición en una lámina de plomo que, a escondidas, y bien escondida, se clavaba en una casa denostada -de una familia a la que se le deseaba el mal-, particularmente en un espacio subterráneo, si no se lograba alcanzar los cimientos.
Dichas láminas se denominaban tabellae defixionum.
Defixio, en latín, significa necromancia. El cumplimiento del mandato -de la maldición- incumbía a los dioses infernales a los que se conjuraba.
El verbo latino defigo se traduce por hincar un clavo. Figo, entre otros significados, incluye el crucificar.
La maldición era una invocación a la tortura. Los miembros de uns casa quedarían inmovilizados, como si un objeto punzante los clavara. La inmovilidad evoca la rigidez de la muerte. El maldito queda encerrado en sí mismo. Ya no puede abrirse a los demás, acoger con los brazos abiertos. La casa deviene su tumba.
Aún hoy, una de las penas impuestas a los condenados en el encierro en casa, la prohibición de salir. El hogar se vuelve siniestro. Las paredes ya no protegen, sino que encierran, ahogan. La víctima se petrifica. Su mundo se estrecha hasta encerrarlo y ahogarlo. No puede respirar -el aire exterior. La falta el aire. No puede vivir bajo la luz. Su mundo se ensombrece. Pierde el contacto con los demás. Los ligamentos que lo unían a la colectividad se rompen. Deviene un muerto en vida, una sombra de lo que fue.
Los conjuros eran eficaces porque permitían liberar el odio sin acometer una acción violenta física. La palabra escrita tenía la misión de llevar a cabo lo que no se cometería con las propias manos. Ya el ritual liberaba del deseo del mal.
Volvamos a creer en el poder de las palabras -y no de los hechos
martes, 9 de septiembre de 2025
A poco del inicio de las clases
El curso académico esta a punto de empezar. La semana que viene, las aulas estarán llenas. O no. Frente a los tres mil quinientos estudiantes de arquitectura, solo en una de las dos escuelas públicas del área de Barcelona, alguna carrera impartirá clase a uno o dos estudiantes.
¿Es deseable que los estudiantes puedan escoger unos estudios que probablemente no les permitirán ejercer lo que habrán aprendido, o qué universidades públicas imparten clases particulares? El dinero público ¿se puede dedicar a formar técnicos que no hallaran trabajo?
La pregunta o la duda responde a una determinada concepción de la universidad . Un centro donde se forman unos profesionales que quizá no sean necesarios.
Pero la función de la universidad no es tanto enseñar a hacer, sino enseñar a pensar o, mejor dicho, enseñar que cabe pensar para obrar, pensar si cabe obrar.
En este caso, el número de estudiantes siempre será insuficiente.
Pensar, es decir, hacerse preguntas y tratar de hallar respuestas sobre lo que cabría hacer, como hacer, y qué consecuencias acarrea nuestro hacer, sea una obra o un experimento, no es irrelevante ni un lujo, sino una necesidad.
Cabría plantearse si la universidad cumple esta función o si prefiere, quizá porque es lo que se le impone, adoctrinar técnicos, enseñándoles a hacer pero no a a preguntarse sobre lo que hacen, la función, la necesidad, los fines y la repercusión de lo que van a hacer. Pensar puede ser -seguramente, deba ser- perturbador .
La universidad es una escuela de pensamiento. Y es cierto que deberían tener las puertas abiertas quienes prefieren dudar a operar (a ciegas o confiadamente). La ética y la estética, y no solo la técnica, deberían ser los los fundamentos de los estudios que acoge y promueve la universidad.
Muy lejos de lo que enseñamos.













































































