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sábado, 23 de agosto de 2025

Arquitectura, ¿una categoría estética?: notas para una ponencia del congreso de la EAAE (Asociación Europea de la Enseñanza de la Arquitectura), ETSAB & COAC, Barcelona, 27-30 de agosto de 2025

 

NOTAS PARA LA PONENCIA FINAL DEL CONGRESO de la EAAE (EUROPEAN ASSOCIATION FOR ARCHITECTURE EDUCATION):

ARQUITECTURA, UNA CATEGORIA ESTÉTICA

COAC, 29 de agosto, 18-19 h

 

PRÓLOGO

0.- Ejemplo introductorio: cuando la oposición a profesor titular en 1987, defendí -no era una elección de tema muy hábil para una oposición a funcionario- que entendía que se considerara que la estética y la teoría del arte, pese a que me fascinaban, no tenían razón de ser en unos estudios de arquitectura. ¿Estaba en lo cierto?

 

INTRODUCCIÓN

1.- Definición de categoría: concepto bajo el cual se juzgan ciertos aspectos o propiedades distintos de un conjunto de obras.

La categoría de arquitectura designa un concepto bajo el cual se juzga ciertas cualidades del espacio preferentemente construido o habilitado por el ser humano, sea denominado arquitectura, construcción, obra…

 

2.- Paul Valéry escribió en 1917:

a) “La buena arquitectura tiene mucho de las plantas. Y esto en el detalle -que es la modulación de las formas y permite conducir un edificio de abajo a arriba como un organismo vegetal (para la vista).

La ley del crecimiento debe sentirse.  Igualmente, la ley del cuidado de las aperturas - una ventana no debe ser un agujero horadado como con un taladro en una plancha de madera, sino como el resultado final de leyes internas, como la mucosa y el modelado de orificios naturales.” 

Valéry consideraba que la arquitectura era un organismo vivo. ¿Por qué?

b) Definición de arquitectura a partir del estudio etimológico de la palabra:

-Arje: origen, fundamento, primero, principio. Significa base solida y germen. Básico, fundamental, principal. No es algo secundario, prescindible.  Con un contenido ético: tener principios, que orientan y regulan la acción. Una acción recta -un adjetivo geométrico, y moral-, signo de rectitud.

-Técnica:

Del griego tiktoo (τίκτω). Crear, engendrar, dar a luz (en francés: mettre au monde : poner en el mundo. Algo desciende, se manifiesta y se materializa. Un gesto creador, en el sentido fuerte de la palabra. Nada había. Hay un ser ahora.

Emparentada con:

Teknon (τέκνον): hijo 

Tektoon (τέκτων): productor, trabajador, artesano (en concreto: carpintero, que trabaja con una materia viva, la madera, fruto de un pilar de la tierra, que sostiene el cielo y mantiene la triple estructura del mundo.

Arquitecto: arje + tektoon: Creador de vida, engendrador. Padre. (Dios padre: una expresión común en distintas culturas y creencias)

 

3.- El arquitecto. El patrón de la arquitectura

Uriel Birnbaum (1894-1956): Der Kaiser und der Architekt (El rey y el arquitecto): el sueño de un monarca: una ciudad celestial. Manda a su arquitecto que se la construya, que materialice un sueño. La primera maqueta no traduce dicha visión. El arquitecto lo intenta de nuevo, sin éxito. Producirá treinta maquetas, sin acierto. Hasta que entendió que lo que vio el rey fue una ciudad que alumbraba sin imponerse, un punto de luz.

La historia resigue la leyenda del patrón de los arquitectos -contarla brevemente-, el apóstol Tomás, que creó un palacio solo visible a los ojos del alma, cerrando los ojos físicos. Un palacio imaginado. Un sueño.

 

LA ARQUITECTURA COMO UNA CATEGORÍA

3.- La arquitectura, ¿es una categoría? ¿Por qué, y qué consecuencias acarrea si lo fuera?

 

4.- La categoría kantiana de belleza: un principio que atribuimos a lo que nos atrae. La belleza no es un atributo de las cosas, sino una cualidad que, suponemos, poseen las cosas con las que nos sentimos bien, pero que, en verdad, es una dádiva que concedemos a dichas cosas: una cualidad que, creemos, poseen lo que nos atrae y distrae.

 

5.- Siguiente el modelo kantiano de definición de las cualidades de las cosas que nos placen y complacen, cualidades que son una expresión de nuestro gusto, similarmente podríamos decir que arquitectura es la cualidad que atribuimos al espacio en el que estamos a gusto, en el que estamos bien. Donde reposamos. Donde nuestro ser se asienta y se siente bien. Donde nos mostramos cómo somos.

El gusto no es solo un sentido menor -bajo, o inferior, como se dice, pues implica un contacto físico con las cosas-, sino que es una cualidad anímica que nos permite discernir lo que nos gusta, lo que disfrutamos, y apreciar la “bondad” de las cosas que nos hacen bien.  “Tener el gusto de” significa que tenemos un encuentro satisfactorio y que nos colma. Nos sentimos “realizamos”, plenos. El encuentro nos devuelve a la vida.

Con la facultad del gusto, gustamos de la “esencia” de las cosas, de su sabor. No nos alimentamos -el hambre nos impide disfrutar de la comida que engullimos-, sino que saboreamos.  Las cosas insípidas no despiertan ninguna sensación, mientras que las amargas y las que están en “mal” estado, nos desagradan, y nos enferman. Nos hacen daño.

Tener “buen” (un adjetivo moral) gusto es una expresión de civilidad y educación. Nos permite apreciar las cualidades de las cosas.

Goûter, en francés, es probar: nos adentramos con precaución en algo que desconocemos, nos aventuramos. Podemos sentir disgusto, o, por el contrario, el goûter (la merienda) nos colma. Teníamos hambre, algo nos faltaba, y el “tast”, en catalán, nos deja satisfechos, ya sin preocupación.  

Ejemplos de espacios que pueden gustarnos:

En francés, maison. En español, mansion : del latín manere: morar, habitar, permanecer, perdurar. Lugar donde estar

Sede: asiento, donde sentarse, asentarse.

Habitación: del latín habere: haber, tener: un bien / hábito, costumbre: ropaje, costumbre (en francés, costume y coutume). Manera de ser: nos define o caracteriza. Es cómo nos mostramos, cómo nos insertamos en un lugar.

Todos éstos, son lugares donde recogerse y acoger: son lugares hospitalarios, en los que reina la hospitalidad, es decir la cualidad del recibimiento los brazos abiertos. Denota apertura de mente y de costumbres. Se opone al encierro, a la cerrazón, a la oposición al recibimiento, el intercambio, al enriquecimiento. Lo inhóspito nos rechaza. Nos impide sentirnos seguros, relajarnos, confiando que el espacio nos protegerá.

La hospitalidad -que se practica en un hostal, un hotel un hospital que ofrece curas- se opone también a la hostilidad.

 

6.- ¿Dónde se encuentran tales lugares acogedores, que calificamos de arquitectura?

En realidad, desde luego:

Algunos espacios encarnan cualidades arquitectónicas capaces de provocar emociones estimulantes. Son arquitectura, no mera construcción. Para mí, las bóvedas de las Tumbas Reales sumerias en Ur (Iraq), o la iglesia del Gesù en Roma de Vignola, especialmente justo antes de su cierre, al anochecer, cuando las sombras alargadas deforman el espacio como en una película expresionista. Por el contrario, el pasillo oscuro, desolado, aterrador, interminable y demasiado grande de la Unité d'Habitation de Le Corbusier en Marsella, encarna lo que es, y no debería ser, un espacio inhóspito e inhumano. La película de Kubrick, El Resplandor, podría haberse filmado perfectamente allí.

Pero la arquitectura se encuentra también, o especialmente, en otros mundos:

 

El cuento de Blancanieves nos lo revela. La madrastra inquiere una y otra vez al espejo mágico que le cuente la verdad y le revele si es la más guapa, o quien es la más guapa. El espejo no la engaña.

Las imágenes pueden confundirnos; pero también pueden ilustrarnos, haciéndonos ver lo que no éramos capaces de observar o no queríamos ver. Las imágenes son reveladoras. Muestran la cara de lo invisible. Nos lo acerca hasta ponérnoslo ante la vista. La práctica de la imagen plástica, su defensa o su condena, reside en su poder revelador de lo que queremos o no queremos saber. La imagen es tentadora. Permite otear y descubrir lo que se oculta. Puede velar o desvelar.

Recodemos que imago, en latín, se traduce, entre otros significados, por eco y por sombra: dobles fantasmagóricos de las cosas, apegados a éstas; pero también por imagen mental, incluso por pensamiento. Una imagen es un modo de reflexionar; acaso sea “la” manera.

Si aplicamos dicha facultad reveladora y profética de la imagen, son las imágenes que manifestarían las cualidades de los espacios que calificaríamos de arquitectónicas.

Imágenes de exteriores o de interiores, por ejemplo, que suscitan en nosotros el deseo de proyectarnos en aquéllos, dándonos la sensación que allí dentro estaríamos bien.

Pero también las imágenes pueden exponer cualidades negativas. La categoría de arquitectura también se aplicaría en este caso. Las imágenes nos expondrían lugares que nos harían daño. Nos detallarían aquellos lugares que deberíamos evitar. Serían ejemplos de lo que no es arquitectura. La categoría de arquitectura -que atribuimos a lo que nos suscita sensaciones vitales – no se ve derogada. Arquitectura sería lo que no son dichos lugares, cuyas cualidades dañinas quizá no habríamos sido capaces de discernir directamente.

 

7.- Caso de estudio:

Breve comentario de las cualidades positivas o negativas de los espacios que estas imágenes suscitan, y que merecen el calificativo de arquitectura.

Henri Matisse: Atelier rouge (Estudio rojo)








Atelier Rouge, que el artista francés Henri Matisse pintó en 1911, es una obra fundamental en la historia del arte moderno occidental (europeo y norteamericano, en particular) debido a la influencia que ha ejercido, la descendencia que ha tenido. Los cuadros abstractos monocromos, de estilo conocido como Color Field, derivan del Atelier Rouge de Matisse. No es una suposición o una interpretación. El pintor norteamericano Ellsworth Kelly, uno de los artífices de cuadros Color Field, reconocía su deuda con la obra de Matisse, en particular con este cuadro.

La fotografía nos muestra, más que un estudio de artista bohemio de principios del siglo XX, en el Bateau-Lavoir de Paris, por ejemplo, como nos lo podemos imaginar, un interior gris y burgués. Telas en las paredes, sillones, cortinas en la ventana, estanterías y, sí, cuadros de Matisse ya colgados. Tan solo un caballete denota que no se trata de un salón, al menos de un salón común. Este lugar no posee, a primera vista, ninguna cualidad especial. Es cierto que no estamos en el salón tal como se encontraba, sino que observamos una fotografía. Pero también es cierto que esta fotografía no parece tener ninguna ambición de mostrar lo que no se ve, sino que tal solo documenta “objetivamente”, de manera precisa y “neutral”, lo que uno debía percibir cuando entraba en esta sala. El objetivo de la cámara sustituye al ojo del visitante.

Matisse pintó un primer cuadro del estudio, en dicho estudio. La vista deforma el espacio; la perspectiva no responde al estricto canon renacentista. Los muebles (mesitas, taburetes) están simplificados, una representación que casa bien con la “rusticidad” del mobiliario de madera. Pero salvo estas manipulaciones, el cuadro documenta con precisión lo que se encontraba en el estudio. Todas las obras representadas con perfectamente reconocibles.  

Matisse no quedó satisfecho. El cuadro no reproducía la impresión que el estudio le causaba. De pronto, un día, sin saber por qué -no lo explicó ni justificó, no supo porque lo hizo, y nadie dio con una razón-, Matisse empezó a extender el color rojo por toda la superficie. El color inundó el espacio. Desbordaba del cuatro representado en el cuadro. El Estudio rojo se pintó en dicho estudio, que devino rojo después que el cuadro, titulado Estudio rojo, y que representaba el estudio y al estudio, fuere pintado. Se produjo lo que en francés se llama “une mise en abyme”, una imagen en una imagen que es la misma imagen, como si un espacio y su imagen en el espejo se confundieran. El estudio era la prolongación y la réplica del cuadro Estudio rojo. La relación entre continente y contenido se trastocó. El cuadro Estudio rojo creó el estudio rojo, el estudio enteramente pintado de rojo: paredes, suelo y techo, así como todo lo que contenía. El cuadro creó el lugar donde fue creado. Sacó los colores al estudio. Le dio vida, o le devolvió a la vida. Hasta entonces se trataba de un estudio gris y apocado. Nada permitía predecir ni explicar que Estudio rojo iba a ser pintado en dicho estudio. El cuadro Estudio rojo mostró esta realidad inimaginable: se trataba de la representación de los valores o cualidades latentes de dicho estudio, imperceptibles a simple vista, y que el cuadro Estudio Rojo expuso: un estudio que inspiró una obra maestra, cuyo particular influjo, propio de un lugar creativo, capaz de inspirar una obra maestra, solo se descubrió y se manifestó en el cuadro Estudio Rojo.

Las imágenes, al igual que la realidad, posiblemente más que la realidad, revelar la categoría de arquitectura, las cualidades arquitectónicas de lugares que, en la realidad no parecen posee atributo alguno.

   

7.-CONCLUSION

La arquitectura está en nosotros. Somos nosotros quienes transfiguramos una construcción en arquitectura cuando descubrimos las propiedades y cualidades de un espacio, que una música, un texto, una imagen, un espectáculo exponen.

La arquitectura no es obra del arquitecto, sino de quien sueña con habitarla, o la habita, incluso. Un calificativo que no e aplicaría, bien es cierto, si nadie -un arquitecto, por ejemplo- no hubiera edificado lo que suscita, posteriormente, imágenes placenteras.

Me equivocaba cuando consideraba que la estética y la teoría de las artes que nos muestra qué esperar de la relación con las imágenes, y como relacionarnos con ellas no tenía lugar en una carrera de arquitectura.

Quizá no solo tenga lugar, sino que quizá debería ocupar todo el lugar.

 Otras carreras podrían enseñar cómo construir. En una escuela de arquitectura se podrán enseñar a reflexionar sobre la construcción, una reflexión que quizá sirviera para desechar la construcción más habitual, carente de cualidades, incapaz de suscitar cualquier aprecio.

 

8.-PALABRAS FINALES

Agradecimientos a Félix Solaguren-Beascoa, director de la Escuela por la propuesta, a las sub-directoras Eulalia Gómez y Carolina García Estévez, a los profesores Marta Llorente con quien empecé a dar clase y a Joan Ramón Cornellana, con quien impartí la última clase el curso pasado, a los profesores, amigos y becarios del departamento de Teoría e Historia de la Arquitectura y Técnicas de Comunicación, de quienes he aprendido lo que sé, y he desaprendido lo que no hubiera tenido que saber, y ante todo a todos los estudiantes que me han obligado a no dar nada por sentado y tratar siempre de tener presente que fui un estudiante, que ironizaba sobre los profesores, agradeciendo, por fin a Xavier Rubert de Ventós, el que haya podido estar aquí esta tarde, tras haber disfrutado preparando esta ponencia, que le está dedicada.