jueves, 22 de septiembre de 2011

Viaje a Oriente


Muchos relatos míticos cuentan viajes iniciáticos. Los protagonistas, héroes o personajes legendarios, parten en busca de sí mismos siguiendo indicaciones oraculares. Tienen que romper con su  entorno. De hecho, si vuelven, el  orden cambiará. Se ponen, son puestos a prueba. Deben sortear una serie de obstáculos, a fin de demostrar y demostrarse su valía. Parten sin saber si regresaran; parten hacia lugares jamás hollados, defendidos por monstruos ávidos de sangre (can cerberos, ogros, o caníbales que se desdoblan) y barreras jamás superadas.
El viaje al más allá (en lo más alto, o lo más profundo del orbe) era el último viaje que se podía llevar a cabo. Regresan, si retornan, transformados, física y espiritualmente, preparados para emprender una nueva y última vida.

Así acontece en el Poema de Gilgameš: narra el viaje hacia los confines del mundo que el rey de Uruk, Gilgameš, y su fiel escudero, Enkidu, emprenden, en busca de lo que constituye la condición humana, del lugar que ocupan en el mundo y en relación con los seres superiores.
Este viaje, que Enkidu no supera, y Gilgamesh concluye, tras sobreponerse a la pérdida de Enkidu, aceptando la condición mortal del hombre, tuvo una influencia decisiva en narraciones míticas y populares posteriores. Algunos de los viajes que los cuentos de Las mil y una noches narran se basan en las exploraciones de Gilgameš.

Ya desde la tardo-antigüedad (s. IV dC), existieron personas en Occidente, como Egeria, una dama de la provincia romana de Gallaecia (Galicia), que emprendieron un viaje a Oriente, cargado de dificultades. Buscaban la tierra prometida, promesas de felicidad o vida plena.  El judío Benjamín de Tudela, en el siglo XII, abandonó la Península ibérica para recorrer lo que parecían tierras limítrofes, antes de que Marco Polo empujara la última frontera (que Alejandro Magno, desde Macedonia, ya había cruzado en el s. IV aC).

Los viajes hacia donde despuntaba el sol, aunque no exentos de peligros, debido a las tribus del sur de Mesopotamia, hostiles a los viajeros acusados, no sin razón, de ávidos, y al control que el sultán otomano ejercicia sobre la parte árabe del imperio, ya no fueron tan excepcionales a partir del siglo XVII. Alimentaron las primeras misiones arqueológicas en el Próximo Oriente desde la primera mitad del s. XIX: hombres y mujeres partían para explorar, obtener bienes, ganancias y poder, pero también por el placer de viajar y de olvidarse de dónde venían.   

La historia de la Ciudad de bronce, segunda noche (cuento de Las Mil y Una Noches)

Pero cuando llegó la 341 noche ella dijo:
... y emprendió de nuevo con sus acompañantes el camino de la Ciudad de Bronce.
Anduvieron uno, dos, y tres días, hasta la tarde del tercero. Entonces vieron destacarse a los rayos del rojo, sol poniente, erguida sobre un alto pedestal, una silueta de jinete inmóvil que blandía una lanza de larga punta, semejante a una llama incandescente del mismo color que el astro que ardía en el horizonte. Cuando estuvieron muy cerca de aquella aparición, advirtieron que el jinete, y su caballo, y el pedestal eran de bronce, y que en el palo de la lanza, por el sitio que iluminaban aún los postreros rayos del astro, aparecían grabadas en caracteres de fuego estas palabras:
¡Audaces viajeros que pudisteis llegar hasta las tierras vedadas, ya no sabréis volver sobre vuestros pasos!
¡Si os es desconocido el camino de la ciudad movedme sobre mi pedestal con la fuerza de vuestros brazos, y dirigíos hacia donde yo vuelva el rostro cuando quede otra vez quieto!
Entonces el emir Muza se acercó al jinete y le empujó con la mano. Y súbito, con la rapidez del relámpago, el jinete giró sobre sí mismo y se paró volviendo el rostro en dirección completamente opuesta a la que habían seguido los viajeros. Y el jeque Abdossamad hubo de reconocer que, efectivamente, se había equivocado y que la nueva ruta era la verdadera.
Al punto volvió sobre sus pasos la caravana, emprendiendo el nuevo camino, y de esta suerte prosiguió el viaje durante días y días, hasta que una noche llegó ante una columna de piedra negra, a la cual estaba encadenado un ser extraño del que no se veía más que medio cuerpo, pues el otro medio aparecía enterrado en el suelo. Aquel busto que surgía de la tierra, como si fuera un engendro monstruoso arrojado allí por la fuerza de las potencias infernales. Era negro y corpulento como el tronco de una palmera vieja, seca y desprovista de sus palmas. Tenía dos enormes alas negras, y cuatro manos, dos de las cuales semejaban garras de leones. En su cráneo espantoso se agitaba de un modo salvaje una cabellera erizada de crines ásperas, como la cola de un asno silvestre. En las cuencas de sus ojos llameaban dos pupilas rojas, y en la frente, que tenía dobles cuernos de buey, aparecía el agujero de un solo ojo que se abría inmóvil y fijo, lanzando iguales resplandores verdes que la mirada de tigres y panteras.
Al ver a los viajeros, el busto agitó los brazos dando gritos espantosos, y haciendo movimientos desesperados como para romper las cadenas que le sujetaban a la columna negra. Y asaltada por un terror extremado, la caravana se detuvo allí, sin alientos para avanzar ni retroceder.
Entonces se encaró el emir Muza con el jeque Abdossamad y le preguntó: "¿Puedes ¡oh venerable! decirnos que significa esto?" El jeque contestó: "¡Por Alah, ¡oh emir! que esto supera a mi entendimiento!" Y dijo el emir Muza: "¡Aproxímate, pues, más a él, e interrógale! ¡Acaso él mismo nos lo aclare!" Y el jeque Abdossamad no quiso mostrar la menor vacilación, y se acercó al monstruo, gritándole: "¡En el nombre del Dueño que tiene en su mano los imperios de lo Visible y de lo Invisible, te conjuro a que me respondas! ¡Dime, quién eres, desde cuándo estás ahí y por qué sufres un castigo tan extraño!"
Entonces ladró el busto. Y he aquí las palabras que entendieron luego el, emir Muza, el jeque Abdossamad y sus acompañantes:
"Soy un efrit de la posteridad de Eblis, padre de los genn. Me llamo Daesch ben-Alaemasch, y estoy encadenado aquí por la Fuerza Invisible hasta la consumación de los siglos.
"Antaño, en este país, gobernado por el rey del Mar, existía en calidad de protector de la Ciudad de Bronce un ídolo de ágata roja, del cual yo era guardián y habitante al propio tiempo. Porque me aposenté dentro de él; y de todos los países venían muchedumbres a consultar por conducto mío la suerte y a escuchar los oráculos y las predicciones que auguraban lo que hacía yo.
"El rey del Mar, de quien yo mismo era vasallo, tenía bajo su mando supremo al ejército de los genios que se habían rebelado contra Soleimán ben-Daúd; y me había nombrado jefe de ese ejército para el caso de que estallara una guerra entre aquél y el señor formidable de los genios. Y, en efecto, no tardó en estallar tal guerra,
"Tenía el rey del Mar una hija tan hermosa, que la fama de su belleza llegó a oídos de Soleimán, quien deseoso de contarla entre sus esposas, envió un emisario al rey del Mar para pedírsela en matrimonio, a la vez que, le instaba a romper la estatua de ágata, y a reconocer que no hay más Dios que Alah, y que Soleimán es el profeta, de Alah y le amenazaba con su enojo y su venganza, si no se sometía inmediatamente a sus deseos.
"Entonces congregó el rey del Mar a sus visires Y a los jefes de los genn, y les dijo: "Sabed que Soleimán me amenaza con todo género de calamidades para obligarme a que le de mi hija, y rompa la estatua que sirve de vivienda a vuestro jefe Daesch ben-Alaemasch. ¿Qué opináis acerca de tales amenazas? ¿Debo inclinarme a resistir?"
"Los visires contestaron " Y que tienes que temer del poder de Soleimán, ¡oh rey nuestro! ¡Nuestras fuerzas son tan formidables como las suyas por lo menos, y sabremos aniquilarlas!" Luego se encararon conmigo y me pidieron mi opinión. Dije entonces: "¡Nuestra única respuesta para Soleimán será dar una paliza a su emisario!". Lo cual ejecutó al punto. Y dijimos al emisario: "¡Vuelve ahora para dar cuenta de la aventura a tu amo!"
"Cuando se enteró Soleimán del trato infligido a su emisario, llegó al límite de la indignación, y reunió en seguida, todas sus fuerzas disponibles, consistentes en genios, hombres, pájaros y animales. Confió a Assaf ben-Barkhia el mando de los guerreros humanos, y a Domriat, rey de los efrits, el mando de todo el ejército de genios, que ascendía a se sesenta millones, y el de los anímales y aves de rapiña recolectados en todos los puntos del universo y en la islas y mares de la tierra. Hecho lo cual, yendo a la cabeza de tan formidable ejército, Soleimán se dispuso invadir el país de mi soberano el rey del Mar. Y no bien llegó, alineó su ejército en orden de batalla
"Empezó por formar en dos alas a los animales, colocándolos en líneas de a cuatro, y en los aires apostó a las grandes aves de rapiña, destinadas a servir de centinelas que descubriesen nuestros movimientos y a arrojarse de pronto sobre los guerreros para herirles y sacarles los ojos. Compuso la vanguardia con el ejército de hombres, y la retaguardia con el ejército de genios; y mantuvo a su diestra a su visir Assaf ben-Barkhia, y a su izquierda a Domriat, rey de los genios del aire. Él permaneció en medio, sentado en su trono de pórfido y de oro, que arrastraban cuatro elefantes. Y dio entonces la señal de la batalla.
"De repente, se hizo oír un clamor que aumentaba con el ruido de carreras al galope y el estrépito tumultuoso de los genios, hombres, aves de rapiña y fieras guerreras; y resonaba la corteza terrestre bajo el azote formidable de tantas pisadas, en tanto que retemblaba el aire con el batir de millones de alas, y con las exclamaciones, los gritos y los rugidos.
"Por lo que a mí respecta, se me concedió el mando de la vanguardia del ejército de genios sometido al rey del Mar. Hice una seña a mis tropas, y a la cabeza de ellas me precipité sobre el tropel de genios enemigos que mandaba el rey Domriat. E intentaba atacar yo mismo al jefe de los adversarios, cuando le vi convertirse de improviso en una montaña inflamada que empezó a vomitar fuego a torrentes, esforzándose por aniquilarme y ahogarme con los despojos que caían hacia nuestra parte en olas abrasadoras. Pero me defendí y ataqué con encarnizamiento, animando a los míos, y sólo cuando me convencí de que el número de mis enemigos me aplastaría a la postre, di la señal de retirada y me puse en fuga por los aires a fuerza de alas. Pero nos persiguieron por orden de Soleimán, viéndonos por todas partes rodeados de adversarios, genios, hombres, animales y pájaros; y de los nuestros quedaron extenuados unos, aplastados otros, por las patas de los cuadrúpedos, y precipitados otros desde lo alto de los aires, después que les sacaron los ojos y les despedazaron la piel. También a mí me alcanzaron en mi fuga, que duró tres meses. Preso y amarrado ya, me condenaron a estar sujeto a esta columna negra hasta la extinción de las edades, mientras que aprisionaron a todos los genios que yo tuve a mis órdenes, los transformaron en humaredas y los encerraron en vasos de cobre, sellados con el sello de Soleimán, que arrojaron al fondo del mar que baña las murallas de la Ciudad de Bronce.
"En cuanto a los hombres que habitaban este país, no sé exactamente qué fue de ellos, pues me hallo encadenado desde que se acabó nuestro poderío, ¡Pero si vais a la Ciudad de Bronce, quizás os tropecéis con huellas suyas y lleguéis a saber su historia!"
Cuando acabó de hablar el busto, comenzó a agitarse de un modo frenético para desligarse de la columna. Y temerosos de que lograra libertarse y les obligara a secundar sus esfuerzos, el emir Muza y sus acompañantes no quisieron permanecer más tiempo allí, y se dieron prisa a proseguir su camino hacia la ciudad, cuyas torres y murallas veían ya destacarse en lontananza.
Cuando sólo estuvieron a una ligera distancia de la ciudad, como caía la noche y las cosas tomaban a su alrededor un aspecto hostil, prefirieron esperar al amanecer para acercarse a las puertas; y montaron tiendas donde pasar la noche, porque estaban rendidos de las fatigas del viaje.
Apenas comenzó el alba por Oriente a aclarar las cimas de las montanas, el emir Muza despertó a sus acompañantes, y se puso con ellos en camino para alcanzar una de las puertas de entrada. Entonces los vieron erguirse formidables ante ellos, en medio de la claridad matinal, las murallas de bronce, tan lisas, se dirían que acababan de salir del molde en que las fundieron. Era tanta su altura, que parecían como una primera cadena de los montes gigantescos que las rodeaban, y en cuyos flancos se incrustaban cual nacidas allí mismo con el metal de que se hicieron.
Cuando pudieron salir de la inmovilidad que les produjo aquel espectáculo sorprendente, buscaron con la vista alguna puerta por donde entrar a la ciudad. Pero no dieron con ella. Entonces echaron a andar bordeando las murallas, siempre en espera de encontrar la entrada. Pero no vieron entrada ninguna. Y siguieron andando todavía horas y horas sin ver puerta ni brecha alguna, ni nadie que se dirigiese a la ciudad o saliese de ella. Y a pesar de estar ya muy avanzado el día, no oyeron dentro ni fuera de las murallas el menor rumor, ni tampoco notaron el menor movimiento arriba ni al pie de los muros. Pero el emir Muza no perdió la esperanza, animando a sus acompañantes para que anduviesen más aún; y caminaron así hasta la noche, y siempre veían desplegarse ante ellos la línea inflexible de murallas de bronce que seguían la carrera del sol por valles y costas, y parecían surgir del propio seno de la tierra.
Entonces el emir Muza ordenó a sus acompañantes que hicieran alto para descansar y comer. Y se sentó con ellos durante algún tiempo, reflexionando acerca de la situación.
Cuando hubo descansado, dijo a sus compañeros que se quedaran allí vigilando el campamento hasta su regreso, y seguido del jeque Abdossamad y de Taleb ben-Sehl, trepó con ellos a una alta montaña con el propósito de inspeccionar los alrededores y reconocer aquella ciudad que no quería dejarse violar por las tentativas humanas...
En este momento de su narración, Sherezade vio aparecer la mañana, y se calló discreta.
Pero cuando llegó la 343 noche ella dijo:

Bruce Baillie (1931): All my Life (Toda mi vida) (1966)


Bruce Baillie - All My Life from Andrew EW Neel on Vimeo.


Uno de los más hermosos y sencillos recorridos cinematográficos por una vida.

Sobre este cineasta fundamental norteamericano, véase su web: http://www.brucebaillie.com/

miércoles, 21 de septiembre de 2011

De la "Seca" a la Meca

La construcción del templo expiatorio cristiano de la Sagrada Familia, inicialmente de Gaudí, de Barcelona terminará, se anunció ayer, en el 2025.
Se levantará el pináculo central, de 170 metros de altura -superando la altura de todos los rascacielos de la ciudad, pero ya se sabe que la arquitectura sagrada es más elevada-, se derribará una manzana de viviendas para alzar la fachada principal -un tema del que nadie, pudorosamente, quiere hablar-, y se seguirán las obras a ritmo frenético, sin permiso de obras.

No se permite la construcción de ninguna mezquita en Barcelona. Los fieles musulmanes tendrán que seguir acudiendo a oratorios que no son sino garajes o talleres apenas reconvertidos, a menudo en polígonos industriales o en callejuelas oscuras.
Los motivos por los que las autoridades municipales no permiten una gran mezquita son de orden político: la financiación provendría de Arabia Saudí, por lo que se divulgaría el wahhabismo, una rama extremista del credo musulmán.

Es obvio, por tanto, que, toda vez que la Sagrada familia se eleva con donaciones privadas, se estudia con cuidado el color político de los donantes, solo se aceptan donaciones de partidos de izquierda y se rechazan fondos de miembros de sectas como el Opus Dei. En Cataluña, como sabemos, no cabe la extrema derecha. Plataforma Per Catalunya debe de ser otra cosa. Muy cristiana.

Hermanos Lumière: Ballade en bateau à New York (Paseo en barca en Nueva York, o Rascacielos de Nueva York desde North River) (1903)

Hermanos (Auguste, 1862-1954 & Louis, 1864-1948) Lumière: Démolition d´un mur (El derribo de un muro) 1896)



¿La primera "performance"?

Sobre los Hermanos Lumière, y este corto en particular, véase:

http://www.greedno.fr/art_cinematographie_analysefilmique_realisateur_frereslumiere_filmslumiere_352.php

martes, 20 de septiembre de 2011

Thien-Co Pham Ke (1985): Ma ville est un monstre (Mi ciudad es un monstruo) (2009)


"Ma ville est un monstre" - Le film por Lisaa-animation

Sobre este artista, véase su web.

La historia de la Ciudad de Bronce (Primera noche. Cuento de Las Mil y Una Noches)

"Cuentan que en el trono de los califas Omniadas, en Damasco, se sentó un rey -¡sólo Alah es rey!- que se llamaba Abdalmalek ben-Merwán. Le gustaba departir a menudo con los sabios de su reino acerca de nuestro señor Soleimán ben Laúd (¡con él la plegaria y la paz!), de sus virtudes, de su influencia y de su poder ilimitado sobre las tierras de las soledades, los efrits que pueblan el aire y los genios marítimos y subterráneos.
Un día en que el califa, oyendo hablar de ciertos vasos de cobre antiguo cuyo contenido era una extraña humareda negra de formas diabólicas, se asombraba en extremo y parecía poner en duda la realidad de hechos tan verídicos, hubo de levantarse entre los circunstantes el famoso viajero Talen ben-Seúl, quien confirmó el relato que acababan de escuchar y añadió: "En efecto, ¡oh Emir de los Creyentes! esos vasos de cobre no son otros que aquellos donde se encerraron, en tiempos antiguos a los genios que se rebelaron ante las órdenes de Soleimán, vasos arrojados al fondo del mar mugiente, en los confines de Maghreb, en el África occidental, tras de sellarlos con el sello temible. Y el humo que se escapa de ellos es simplemente el alma condensada de los efrits, los cuales no por eso dejan de tomar su aspecto formidable si llegan a salir al aire libre."
Al oír talas palabras, aumentaron considerablemente la curiosidad y el asombro del califa Abdalmalek, que dijo a Taleb ben-Sehl: "¡Oh Taleb, tengo muchas ganas de ver uno de esos vasos de cobre que encierran efrits convertidos en humo! ¿Crees realizable mi deseo? Si es así, pronto estoy a hacer por mí propio las investigaciones necesarias. Habla." El otro contestó: "¡Oh Emir de los Creyentes! Aquí mismo puedes poseer uno de esos objetos, sin que sea precíso que te muevas y sin fatigas para tu persona venerada. No tienen más que enviar una carta al emir Muza, tu lugarteniente en el país de los Maghreb. Porque la montaña a cuyo pie se encuentra el mar que guarda esos vasos, está unida al Maghreb por una lengua de tierra que puede atravesarse a pie enjuto. ¡Al recibir una carta semejante, el emir Muza no dejará de ejecutar las órdenes de nuestro amo el califa!".
Estas palabras tuvieron el don de convencer a Abdalmalek, que dijo a Taleb en el instante: "¿Y quién mejor que tú ¡oh Taleb! será capaz de ir con celeridad al país de Mabhreb con el fin de llevar esa carta a mi lugarteniente el emir Muza? Te otorgo plenos poderes para que tomes de mi tesoro lo que juzgues necesario para gastos de viaje, y para que lleves cuantos hombres te hagan falta en calidad de escolta. ¡Pero date prisa, oh Taleb!" Y al punto escribió el califa una carta de su puño y letra para el emir Muza, la selló y se la dio a Taleb, que besó la tierra entre las manos del rey, y no bien hizo los preparativos oportunos, partió con toda diligencia hada el Moglhreb, a donde llegó sin contratiempos.
El emir Muza le recibió con júbilo y guardándole todas las consideraciones debidas a un enviado del Emir de los Creyentes; y cuando Taleb le entregó la carta, la cogió, y después de leerla y comprender su sentido, se la llevó a sus labios, luego a su frente, y dijo: "¡Escucho y obedezco!" Y en seguida mandó que fuera a su presencia el jeque Abdossamad, hombre que había recorrido todas las regiones habitables de la tierra, y que a la sazón pasaba los días de su vejez anotando cuidadosamente, por fechas, los conocimientos que adquirió en una vida de viajes no interrumpidos. Y cuando se presentó el jeque, el emir Muza le saludó con respeto y le dijo: "¡Oh jeque Abdossamad! He aquí que el Emir de los Creyentes me transmite sus órdenes para que vaya en busca de los vasos de cobre antiguos, donde fueron encerrados por nuestro señor Soleimán ben-Daúd los genios rebeldes. Parece ser que yacen en el fondo de un mar situado al pie de una montaña que debe hallarse en los confines extremos del Moghreb. Por más que desde hace mucho tiempo conozco todo el país, nunca oí hablar de ese mar ni del camino que a él conduce; pero tú, ¡oh jeque Abdossamad! que recorriste el mundo entero, no ignorarás sin duda la existencia de esa montaña y de ese mar.
Reflexionó el jeque una hora de tiempo, y contestó: "¡Oh emir Muza ben-Nossair! No son desconocidos para mi memoria esa montaña y ese mar; pero, a pesar de desearlo, hasta ahora no pude ir donde se hallan; el camino que allá conduce se hace muy penoso a causa de la falta de agua en las cisternas, y para llegar se necesitan dos años y algunos meses, y más aún para volver, ¡suponiendo que sea posible volver de una comarca cuyos habitantes no dieron nunca la menor señal de su existencia, y viven en una ciudad situada, según dicen, en la propia cima de la montaña consabida, una ciudad en la que no logró penetrar nadie y que se llama la Ciudad de Bronce!"
Y dichas tales palabras, se calló el jeque, reflexionando un momento todavía, y añadió: "Por lo demás, ¡oh emir Muza! no debo ocultarte que ese camino está sembrado de peligros y de cosas espantosas, y que para seguirle hay que cruzar un desierto poblado por efrits y genios, guardianes de aquellas tierras vírgenes de la planta humana desde la antigüedad. Efectivamente, sabe ¡oh Ben-Nossair! que esas comarcas del extremo Occidente africano están vedadas a los hijos de los hombres; sólo dos de ellos pudieron atravesarlas: Soleimán ben-Daúd, uno, y El Iskandar de Dos-Cuernos, el otro. ¡Y desde aquellas épocas remotas, nada turba él silencio que reina en tan vastos desiertos! Pero si deseas cumplir las órdenes del califa e intentar, sin otro guía que tu servidor, ese viaje, por un país que carece de rutas ciertas, desdeñando obstáculos misteriosos y peligros, manda cargar mil camellos con odres repletos de agua y otros mil camellos con víveres y provisiones; lleva la menos escolta posible, porque ningún poder humano nos preservaría de la cólera de las potencias tenebrosas cuyos dominios vamos a violar, y no conviene que nos indispongamos con ellas alardeando de armas amenazadoras e inútiles. ¡Y cuando esté preparado todo, haz tu testamento, emir Muza, y partamos!...
Al oír tales palabras, el emir Muza, gobernador del Moghreb invocando el nombre de Alah,, no quiso tener un momento de vacilación; congregó a los jefes de sus soldados y a los notables del reino, testó ante ellos y nombró como sustituto a su hijo Harún. Tras de lo cual, mandó hacer los preparativos consabidos, no se llevó consigo más que algunos hombres seleccionados de antemano, y en compañía del jeque Abdossamad y de Taleb, el enviado del califa, tomó el camino del desierto, seguido por mil camellos cargados con agua y por otros, mil cargados con víveres y provisiones.
Durante días y meses marchó la caravana por las llanuras solitarias, sin encontrar por su camino un ser viviente en aquellas inmensidades monótonas cual el mar encalmado. Y de esta suerte continuó el viaje en medio del silencio infinito, hasta que un día advirtieron en lontananza como una nube brillante a ras del horizonte, hacia la que se dirigieron. Y observaron que era un edificio con altas murallas de acero chino, y sostenido por cuatro filas de columnas de oro que tenían cuatro mil pasos de circunferencia. La cúpula de aquel palacio era de oro, y servía de albergue a millares y millares de cuervos, únicos habitantes que bajo el cielo se veían allá. En la gran muralla donde se abría la puerta principal, de ébano macizo incrustado de oro, aparecía una placa inmensa de metal rojo, la cual dejaba leer estas palabras trazadas en caracteres jónicos, que descifró el jeque Abdossamad y se las tradujo al emir Muza y a sus acompañantes:
¡Entra aquí para saber la historia de los dominadores!
¡Todos pasaron ya! Y apenas tuvieron tiempo para descansar a la sombra de mis torres.
¡Los dispersó la muerte como si fueran sombras! ¡Los disipó la muerte como a la paja el viento!
Con exceso se emocionó el emir Muza al oír las palabras que traducía el venerable Abdossamad, y murmuró: "¡No hay más Dios que Alah! Luego dijo: "¡Entremos!" Y seguido por sus acompañantes, franqueó los umbrales de la puerta principal y penetró en el palacio.
Entre el vuelo mudo de los pajarracos negros, surgió ante ellos la alta desnudez granítica de una torre cuyo final se perdía de vista, y al pie de la que se alineaban en redondo cuatro filas de cien sepulcros cada una, rodeando un monumental sarcófago de cristal pulimentado, en torno del cual se leía esta inscripción, grabada en caracteres jónicos realzados por pedrerías:
¡Pasó cual el delirio de las fiebres la embriaguez del triunfo!
¿De cuántos acontecimientos no hube de ser testigo?
¿De qué brillante fama no gocé en mis días de gloria?
¿Cuántas capitales no retemblaron bajo el casco sonoro de mi caballo?
¿Cuántas ciudades no saqueé, entrando en ellas como el mismo destructor?
¿Cuantos imperios no destruí, impetuoso como el trueno?
¿Qué de potentados no arrastré a la zaga de mi carro?
¿Qué de leyes no dicté en el universo?
¡Y ya lo veis!
¡La embriaguez de mi triunfo pasó cual el delirio de la fiebre, sin dejar más huella que la que en la arena pueda dejar la espuma!
¡Me sorprendió la muerte sin que mi poderío rechazase, ni lograran mis cortesanos defenderme de ella!
Por tanto, viajero, escucha las, palabras que jamás mis labios pronunciaron mientras estuve vivo:
¡Conserva tu alma! ¡Goza en paz la calma de la vida, la belleza, que es calma de la vida! ¡Mañana se apoderará de ti la muerte!
Mañana responderá la tierra a quien te llame: "¡Ha muerto! ¡Y nunca mi celoso seno devolvió a los que guarda para la eternidad!"
Al oír estas palabras que traducía el jeque Abdossamad, el emir Muza y sus acompañantes no pudieron por menos de llorar. Y permanecieron largo rato en pie ante el sarcófago y los sepulcros, repitiéndose las palabras fúnebres. Luego se encaramaron a la torre, que se cerraba con una puerta de dos hojas de ébano, sobre la cual se leía esta inscripción, también grabada en caracteres jónicos realzados por pedrerías:
¡En el nombre del Eterno, del Inmutable!
¡En el nombre del Dueño de la fuerza y del poder!
¡Aprende, viajero que pasas por aquí, a no enorgullecerte de las apariencias, porque su resplandor es engañoso!
¡Aprende con mi ejemplo a no dejarte deslumbrar por ilusiones que te precipitarían en el abismo!
¡Voy a hablarte de mi poderío!
¡En mis cuadras, cuidadas por los reyes que mis armas cautivaron, tenía yo diez mil caballos generosos!
¡En mis estancias reservadas, tenía yo como concubinas mil vírgenes descendientes de sangre real y otras mil vírgenes escogidas entre aquellas cuyos senos son gloriosos, y cuya belleza hace palidecer el brillo de la luna!
¡Me dieron mis esposas una posteridad de mil príncipes reales, valientes cual leones!
¡Poseía inmensos tesoros, y bajo mi dominio se abatían los pueblos y los reyes, desde el Oriente hasta los limites extremos de Occidente, sojuzgados por mis ejércitos invencibles!
¡Y creía eterno mi poderío, y afirmada por los siglos la duración de mi vida, cuando de pronto se hizo oír la voz que me anunciaba los irrevocables decretos del que no muere!
¡Entonces reflexioné acerca de mi destino!
¡Congregué a mis jinetes y a mis hombres de a pie, que eran millares, armados con sus lanzas y con sus espadas!
¡Y congregué a mis tributarios los reyes, y a los jefes de mi imperio, y a los jefes de mis ejércitos!
Y a presencia de todos ellos hice llevar mis arquillas y los cofres de mis tesoros, y les dije a todos:
"¡Os doy estas riquezas, estos quintales de oro y plata, si prolongáis sólo por un día mi vida sobre la tierra!"
¡Pero se mantuvieron con los ojos bajos, y guardaron silencio! ¡Hube de morir a la sazón! ¡Y mi palacio se tornó en asilo de la muerte!
¡Si deseas conocer mi nombre, sabe que me llamé Kusch ben-Scheddad ben-Aad el Grande!
Al oír tan sublimes verdades, el emir Muza y sus acompañantes prorrumpieron en sollozos y lloraron largamente. Tras de lo cual penetraron en la torre, y hubieron de recorrer inmensas salas habitadas por el vacío y el silencio. Y acabaron por llegar a una estancia mayor que las otras, con bóveda redondeada en forma de cúpula, y que era la única de la torre que tenía algún mueble. El mueble consistía en una colosal mesa de madera de sándalo, tallada maravillosamente, y sobre la cual se destacaba en hermosos caracteres análogos a los anteriores, esta inscripción:
-¡Otrora se sentaron a esta mesa mil reyes tuertos, y mil reyes que conservaban bien sus ojos! ¡Ahora son ciegos todos en la tumba!
El asombro del emir Muza hubo de aumentar frente a aquel misterio, y como no pudo dar con la solución, transcribió tales palabras en sus pergaminos; luego, conmovido en extremo, abandonó el palacio y emprendió de nuevo con sus acompañantes el camino de la Ciudad de Bronce...
En este momento de su narración, Sherezade vio aparecer la mañana, y se calló discreta.......

(¿Seguirá mañana al alba?....................................)

lunes, 19 de septiembre de 2011

(Tras la puerta verde) The Bangles (1981-): In Your Room (1988)



Tocho no está anclado en el pasado. También se refiere al arte contenmporáneo, defendiendo a sus clásicos.

Una profunda reflexión sobre el espacio doméstico, personal, íntimo....

No debe de extrañar que, tras cumbres de los años ochenta como ésas, se declarara que el arte había muerto. Insuperables

CAMPO Y CIUDAD (EN SUMER)

Acaso el medio fuera muy agresivo. La tierra era fértil; el agua abundante, y los juncos, con los que trenzar cobertizos, fortalecer muros de barro y alimentar a los rebaños, inextinguibles; pero las inundaciones, causadas por el escaso desnivel de las tierras, a nivel del mar, eran destructivas; la costa, incierta: el mar subía y bajaba; el suelo, cargado de agua, limo y juncales, inestable, y el nivel freático, con aguas salobres que asolaban las tierras cultivables, casi en la superficie. El cauce de los ríos, siempre cambiante, llevaba a que el desierto rondara siempre Sumer.

Ante esas condiciones, los humanos decidieron protegerse del entorno. La mejor manera de romper con él fue la invención de ciudad. El espacio urbano agrupa a quienes ya no viven, no quieren vivir de la tierra que otros, los campesinos, cultivan.

Como escribe claramente el gran sumerólogo francés Jean-Pierre Huot, la ciudad es una creación artificial: un espacio ideal, ordenado por los dioses (y los hombres). No está en conexión con la tierra, no brota de ella, sino que la explota, la somete y al mismo tiempo se defiende de ella. Vive de -no con- ella.

La escritura aparece lógicamente en la ciudad. Algunos filósofos han sostenido que las sociedades antiguas eran distintas a las modernas porque creían en la identidad entre las cosas y las palabras que las nombras. Sin duda, una mirada condescendiente hacia los hombres del pasado; una mirada de filósofos marcados por la interpretación del Antiguo Testamento (para el que las cosas son el nombre que Yavhé les concedió).

Quizá en la prehistoria los mesopotámicos creyeran en el poder creador de la palabra oral. Nunca lo sabremos. Pero la invención de la escritura fue otro medio para apartarse de la naturaleza y crear un mundo propio, artificial, a mano y controlable por el hombre.

Como nosotros, los sumerios creían que los nombres propios reflejan la personalidad del individuo, y que los nombres de los dioses no debían pronunciarse en vano. Mas sabían que las palabras, orales y escritas, eran una convención. Para los mesopotámicos, la escritura fue una invención humana, no divina: Adapa, sabio pero mortal (pese a ser hijo del dios Enki), la transmitió a sus iguales. Muchas de las palabras polisilábicas sumerias se escribían con los signos de palabras monosilábicas utilizados no por lo que designaban sino solo por su valor fonético. La palabra, al menos la palabra escrita, no guardaba relación alguna con lo que designaba. Era una creación independiente del mundo natural.

Los mesopotámicos del sur crearon una cultura de ciudades y letras: vivieron entre techos y textos, precisamente para armarse contra el mundo, para no verlo. Cuando la realidad es demasiado dura, la ciudad compone un escenario seguro y las palabras recrean un mundo ilusorio y a la medida del hombre.

Berthold Bartosch (1893-1968): L´idée (Snippet) (1932)


L'Idée (1932) por Tomsutpen


El primer corto de animación con la técnica experimental del dibujo y del borrado en una misma hoja, que Kentridge populizará setenta años más tarde, y la superposición de hojas translúcidas dibujadas, que Disney, más tarde, también empleará.
Quizá el corto de animación más importante de la historia.

Véase este blog: http://motiondesign.wordpress.com/2007/06/05/the-idea-1932-by-berthold-bartosch/

domingo, 18 de septiembre de 2011

Florence Miailhe (1956): Conte de quartier (Cuento de barrio) (2006)


Conte de quartier [1] por yamed


Conte de quartier [2] por yamed

Premiado en Leipzig: Festival Internacional de Cine Documental y de Animación - 2006

Casas anheladas II

El profesor Dr. Artur Simoes Rozestraten (Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Sao Paolo, Brasil), he tenido la generosidad de enviar algunas imágenes de la procesión en honor de la Nuestra Señora de Nazaret, en Belem (Brasil), ya mencionada en una entrada anterior, durante la cual los fieles imploran que se deseo de un hogar se materialice (lo que la maqueta expresa y anuncia), junto con un artículo científico publicado recientemente:

SIMOES ROZESTRATEN, Artur: "BELÉM DO PARÁ, MACEIÓ, E A SOBREVIVÊNCIA DOS “PORTADORES DO MODELO DE ARQUITETURA”";  "BELÉM DO PARÁ, MACEIÓ, AND THE SURVIVAL OF THE “ARCHITECTURAL MODEL HOLDERS”", Tempo e Argumento, Vol. 3, No 1 (2011):

 http://www.periodicos.udesc.br/index.php/tempo/article/view/2187

Fascina la utilización de un único ladrillo como metonimia de una casa, un ladrillo convertido en casa, cuyos huecos sob las ventanas del hogar, que ya "es" la casa: la primera piedra de la casa anhelada. Aspiran a que esos bienes muebles se enraicen, se vuelvan inmuebles.
El tamaño de algunas maquetas no indica que se aspire a una casa grande, sino a una casa cuya materialización no sea imposible o se  postergue, porque la casa ya está allí casi presente, brindando sombra a quien se cobijará en ella -o ya se cobija bajo su techo.

Ruego se cite siempre al profesor Dr. Artur Simoes como autor de las fotos y del artículo. Tocho no tiene derecho alguno sobre este material amablemente cedido.





Beirut: La banlieue (La periferia) (2007) / Nantes (La ciudad de Nantes) (versiones grabada y en directo) (2007)






#64.1 - Beirut - Nantes por lablogotheque

viernes, 16 de septiembre de 2011

Mircea Cantor (1977): Monument for the End of the World (2006)

Mircea Cantor (1977): Tracking Happiness (2009)



Sobre Mircea Cantor (candidato al Premio Marcel Duchamp, 2011), véase: http://www.mirceacantor.ro/

Tracking Happiness es uno de las video-instalaciones mas conocidas realizadas en los últimos años. Mostrada reiteradamente en museos y festivales: un corro de mujeres que barren (que buscan o que dispersan) incesantemente, la mirada gacha, dando vueltas sobre sí mismas

Joëlle Bouvier (1959) & Régis Obadia (1958): La chambre (la habitación) (1988)



Una pieza ya clásica sobre el espacio interior, doméstico, vivido, que la danza construye y descubre.

Sobre la compañía dedanza de Régis Obadia: http://www.regisobadia.com/

Sobre la companía dedanza de Joëllle Bouvier: http://joellebouvier.com/public/

Espacio público

Los ayuntamientos de Badalona y Salt, respectivamente, han suprimido bancos (o los han reemplazado por asientos sin dosel, o individuales) y cerrado fuentes de espacios públicos para evitar que personas se estiren a lo largo y duerman en los bancos, o vayan a la fuente a coger el agua corriente de la que no disponen en casa. Hasta llenan garrafas, se comenta. Del mismo modo, Barcelona modifica plazas públicas, suprimiendo escaleras y desniveles y reemplazándolos por rampas: de este modo, se dificulta que la gente se siente más o menos cómodamente en la plaza
Las medidas son más que razonables; incluso, muy comedidas, escasas. En verdad, se podrían llevar a cabo unas cuantas más: por ejemplo, la supresión de pavimentos y duros y su sustitución por suelos embarrados, por no hablar de la supresión del espacio público: plazas e incluso calles, utilizándolos como espacios edificables. Se evitaría cualquier apropiación, porque no habría nada de que apropiarse. Se podría también pensar en la construcción de pasos subterráneos, túneles, etc., de modo que se evite la desagradable presencia de viandantes al exterior.
Acertademente, ningún partido político, ninguna institución pública o cultural se han soliviantado. No se ha protestado porque esas medidas pudieran implicar el cruce de "una línea roja", ni que se degradara la imagen de las ciudades o de Cataluña.
Se trata, en fin, de pobres: negros, marroquíes, incluso rumanos y gente de mal vivir. No son como nosotros, no han brotado de la tierra, no tienen raíces. ¿Por qué habría que dejarles que se asienten?
Somos cristianos y sabemos qué papel juegan las fuentes en las ciudades: se montan corrillos, acuden las mujeres y llega siempre un salvador.  Las fuentes, son un peligro público, por no hablar de los bancos (para descansar, una actividad impropia de la gente de bien).
Todo es perfecto. Se toman medidas adecuadas y no decimos nada. Es que no va con nosotros. Para los demás, ni agua.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Casa anheladas: Ceremonia en honor de Nuestra Señora de Nazaret, Belem (Brasil)




Fotos: Artur Simoes, Brasil


Inspirado en una exposición, titulada Casas del alma, que el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) organizó, en 1997, sobre el simbolismo de unos modestos objetos votivos de la Antigüedad, que representaban el hogar del difunto o del fiel, utilizados en ceremonias de carácter funerario o religioso, el doctor Artur Simoes, profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Sao Paolo (Brasil), estudia desde hace años un curioso ritual en honor de Nuestra Señora de Nazaret, que se llera a cabo en Belém (Brasil), durante el mes de Octubre.
Esta procesión, de origen europeo, sin duda medieval, consiste en llevar ante la imagen de la Virgen la maqueta de la casa soñada, el hogar que el devoto quiere construir. El fiel porta la maqueta sobre la cabeza: aquélla le cubre: ya cumple la función de un hogar: cuida, e identifica a quien se pone bajo su techo -dando sentido a su vida. Ya no es un sin-hogar, un desarraigado.
La maqueta constituye un amuleto contra la mala suerte; conjura el que la casa no llegue a ser construida; pero también actúa como un verdadero modelo: de algún modo, ya realiza el sueño del fiel: la casa a la que aspira ya se materializa, ya que la "divinidad" acepta que la maqueta le sea mostrada. Por el hecho que los ojos de la "divinidad" se posan sobre el objeto, éste cobra existencia, se anima. El fiel se asegura la pronta construcción de aquélla.

D.A. Pennebaker (1925): Daybreak Express (1953)

lunes, 12 de septiembre de 2011

Notas sobre la influencia del arte mesopotámico en el arte occidental





David Byrne (1952): Ur; Kish, del álbum The Forest (1988)
Bob Wilson utilizó algunos temas del álbum en la obra de teatro del mismo título.








Morton Subotnick (1933): The Wild Bull (1968)
El tema se refiera a una de las manifestaciones de grandes dioses mesopotámicos como An, Enlil o Enki, en forma de toro bravo, fecundando animales, humanos  y la tierra, y llenando el curso de los ríos con su semen (ab, en sumerio, significa agua y semen).





Darius Milhaud (1892-1974): La création du monde (1923)

Una gran parte de los temas o de los contenidos de la pintura occidental, y la casi totalidad de la forma proceden del arte greco-latino.
No obstante, no se tiene que desechar la influencia del arte del próximo Oriente antiguo (en el que algunos estudiosos sitúan la aportación del Egipto faraónico).

Es cierto que Mesopotamia ha aportado una iconografía demoníaca: los monstruos y los demonios románicos y góticos derivan del arte asirio y neo-asirio que llegó a Occidente a través del Imperio Romano Oriental (o Imperio Bizantino). Las formas asirias marcaron el arte siro-palestino, el cual fascinaría a Roma (pagana, y luego cristiana) cuando conquistaría Oriente.
Oriente también influyó el arte occidental a través de la Biblia que recoge numerosos motivos míticos mesopotámicos, como el diluvio, o que se inspiró en temas o formas mesopotámicos, como el zigurat del templo de Marduk, el dios protector de Babilonia, para construir el motivo de la denostada torre de Babel. De nuevo, Oriente aparece como una fuente de males. La reina Semiramis, mítica fundadora de Babilonia, según una tradición griega, también fascinó y suscitó rechazos a partes iguales en el imaginario europeo.

La influencia mesopotámica no se plasmó solo en monstruos. Las formas ojivales góticas proceden de la arquitectura persa.
Teniendo en cuenta que el Cristianismo (y el Islam) son religiones soteriológicas tardo-orientales, la iconografía cristiana del Buen Pastor deriva de las estatuas de Apolo, Hermes o Dionisos portando un cordero, un tipo de imagen que se inspira en la iconografía de, literalmente, el buen pastor, que se remonta a Elam (hoy irán) y Sumer (Irak), hace más de cinco mil años.

Desde luego, el arte árabe y el arte musulmán (no son exactamente lo mismo), también marcaron el arte medieval y renacentista europeos, desde el gusto por la matemática (que los árabes tomaron de Platón, un filósofo poco conocido en Occidente antes del siglo XV), los arabescos (con cuya ejecución Leonardo de Vinci demostraría su destreza) hasta la cámara oscura, como demuestra Hans Belting en su fascinante reciente monografía: Florence & Baghdad: Renaissance Art and Arab Science, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 2011.
La misma responsabilidad del artista, creador de su obra, refleja, en parte, la responsabilidad del profeta ante su dios, quien ha confiado y ha delegado en él la gestión del mundo.

Sin embargo, la influencia del arte acadio y sumerio -desde el Poema de la Creación babilónico hasta el Poema de Gilgamesh- solo llegaría a principios del siglo XX, junto con la influencia de las artes llamadas primitivas, cuando el arte y la "literatura" sumero-acadio fueron descubiertos e interpretados. Hasta Ulises, de James Joyce, hace patente las influencias del Próximo Oriente antiguo en el arte arcáico griego.

Algunos frutos sorprendentes de este descubrimiento aparecen en los vídeos antes incluidos.

Venga Monjas: El barrio de Gracia (Barcelona) (2011)



.... o el retorno de los Venga Monjas

jueves, 8 de septiembre de 2011

Amanda Forbis (1963) & Wendy Tilby : When the Day Breaks (Cuando el día despunta) (1999)



Una mañana en la gran ciudad.

Palma de Oro al Mejor Cortometraje en el 52ª Festival de Cannes, 1999; seleccionado para los Oscar 1999

Ken Jacobs (1933): Window (1964)



La dirección de la página web de este cineasta fundamental es: http://www.starspangledtodeath.com/

AMULETOS PARA EL HOGAR EN MESOPOTAMIA













En Sumeria escaseaba la piedra. Los edificios se construían con el material más abundante y a mano: arcilla para los muros, madera de palmera para las columnas que soportaban los pisos y quizá la escalera, juncos o cañas para los pisos (cubiertos de arcilla) y la cubierta, y yeso o alquitrán para impermeabilizar las estancias en las que se usaba agua (cocina, patios exteriores y aseos).

Los ladrillos moldeados, de barro mezclado con paja, se secaban al sol. Se disolvían con las primeras intensas lluvias entre marzo y mayo. Se construía rápido en Sumeria, por lo que los muros no eran excesivamente sólidos. La forma del ladrillo empleado (con una cara inexplicadamente abombada), en la primera mitad del tercer milenio aC, tampoco ayudaba a que los muros fueran muy estables.
Sin embargo, el grosor compensaba en parte la apresurada manufactura. En efecto, los muros exteriores podían tener más de diez metros de espesor, y se abrían escasas aperturas, muy pequeñas; eso ayudaba a que las paredes aguantaran la doble embestida del agua de lluvia y freática que ascendía por capilaridad: Sumer estaba a nivel del mar; el nivel freático, por tanto, estaba –y está- casi en la superficie; a poco que se excave, el agua aflora.
Pero, tras unos veinticinco años de inevitables lluvias breves pero torrenciales que socavaban la base de los muros, los edificios se desmoronaban y tenían que ser restaurados o reconstruidos. El barro retornaba el barro.
Los sumerios interpretaban lluvias, terremotos y ataques de enemigos como castigos divinos por la impiedad del monarca –o el capricho celestial.
A fin de proteger la obra en la medida de lo posible, junto con las ofrendas fundacionales, se distribuían en el interior de los muros fetiches de terracota. Éstos representaban a seres guardianes fabulosos, genios alados, seres híbridos que tenían que ahuyentar a los males. Al mismo tiempo, también se insertaban en los muros ladrillos con encantaciones y maldiciones.
Aunque se usaron en tiempos de los sumerios, fueron los asirios, ya en el primer milenio aC, más supersticiosos, quienes más recurrieron a esas figuritas profilácticas.

Entre los amuletos que protegían a edificios contra el mal de ojo, se hallaban los llamados “ídolos-ojo” del santuario de Tell Brak (en el norte de Siria, si bien muestra conexiones con culturas sureñas) (principios del IV milenio aC), uno de los más antiguos de Mesopotamia. Fue excavado por Mallowan (esposo de Agatha Christie). Durante tiempo se han interpretado esas pequeñas figuras de piedra, halladas a miles, planas, casi abstractas, en las que sobresalen ojos desorbitados, halladas a miles, como efigies de una divinidad (algunas figuras están coronadas por una tiara de cuernos), o como ofrendas (o imágenes) de fieles (representados aislados, en pareja, con un hijo, o en familia). Hoy, se piensa los ídolos eran fetiches, amuletos, distribuidos por las paredes de las capillas interiores, protectores del recinto contra los “malos espíritus”.

Finalmente, existía un último elemento constructivo que cubría una doble función práctica y mágica: el gozne de las puertas que daban al exterior. Pese a la relativa escasez de la piedra, los goznes consistían en gruesos bloques de piedra dura en los que penetraba el eje del vano. Formulas rituales (encantaciones, plegarias, maldiciones) se inscribían en la parte superior de la piedra (como se puede ver en la exposición). De este modo, las palabras detenían a los malos espíritus. La piedra constituía un obstáculo mágico que se interponía al paso de aquéllos. Cuando la casa se desmontaba, o se destruía para ser levantada de nuevo, se tenía mucho cuidado en recoger y conservar estas piedras para instalarlas en las nuevas construcciones., de modo a que la protección que brindaban siguiera siendo efectiva.

Bedroom: Cabana negra (2011)

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Adrián Cardona, Rafa Dengrá & David Muñoz: Brutal Relax (2010)



Feliz regreso de vacaciones: un recuerdo del verano que agoniza.
Bon appétit

Sigalit Landau (1969): Compressed Houshold (2005) / DeadSee (2005) / Day Done (2007)


S. Landau "DeadSee" por maneb40






Compressed Household, 1996 - 2010

Household content and scaffolding post, 300 x 500 x 100 cm

© Sigalit Landau, Courtesy the artist and kamel mennour, Paris



Véase el video Day Done (2007) sobre el simbolismo de la casa en una cultura marcada por el exilio, en: http://www.sigalitlandau.com/page/video.php#

Sigali Landau es la representante de Israel en la Bienal de Venecia de 2011.

Barbed Hula (2000) -véase la web de la artista- fue objeto de la ironía del filósofo Gregorio Luri en su blog El Café de Ocata. Este obra, sin embargo, adquiere pleno sentido (y articula la visión del mirón con la del espectador "desinteresado" de una obra de arte, construyendo una imagen en la que la carne y la cárcel, el trazo y las púas, el círculo y el encierro, el juego y la tortura, la liberación y la mutilación son indisociables), en el marco de su quehacer que juega con los conceptos de belleza y de horror, y se ubica en la frontera entre dos mundos y dos categorías.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Demian Albers (1983): Pigmalion (2009)



Véase la web de Demian Albers: http://demianalbers.carbonmade.com/

LA ÚLTIMA CASA EN MESOPOTAMIA



Quizá la visión que los egipcios tenían del más allá no fuera tan luminosa como la que expresaban (o hemos querido interpretar), pero lo cierto es que poco tenía que ver con la imagen que los sumerios (y los mesopotámicos, en general) se hacían del mundo de los muertos.

El infierno sumerio parece un infierno medieval (lo que no es casual ya que tanto debe al imaginario funerario del Próximo Oriente Antiguo): gusanos, larvas, espectros, toda la gama de los causantes de horrores y pesadillas se conjugan en el universo de las tinieblas.

Los muertos desencarnados “viven” una “vida” aletargada entre sombras. Quien penetra en el infra-mundo no regresa; se va despojando de todas sus ataduras terrenales hasta convertirse en un espectro torturado. Los mismos dioses celestiales que se atrevieron a franquear el umbral del infierno perdieron todos sus poderes y atributos. Seres monstruosos acechan a los difuntos.

Frente a la riqueza de las tumbas nobles y reales egipcias, las sumerias solo contienen un pobre ajuar funerario, como si ya se anticipara la misérrima “vida” que aguarda al difunto. La humedad reinante y el nivel freático tan alto contribuían a la imagen deprimente del más allá: todo se pudría.

Por eso, sorprendieron las riquezas de las llamadas tumbas reales. En 1927, tras cinco años de excavaciones (que se prolongarían hasta 1934), el arqueólogo inglés Woolley (junto con Mallowan, segundo esposo de Ágata Christie), halló, casi al mismo tiempo que el egiptólogo Carter descubría la riquísima tumba de Tutankhamon en Egipto, dieciséis tumbas (de un cementerio que contenía unas dos mil modestas sepulturas), cerca del zigurat de la ciudad de Ur. Datadas del 2500 aC, contenían un gran número de cámaras funerarias subterráneas, en varios niveles, bien construidas, con bóvedas, en el que fueron enterrados reyes y reinas (no siempre conocidos), junto con un notable ajuar funerario: joyas y vasijas de oro y plata, instrumentos musicales –arpas, decoradas con cabezas de toro, símbolo de Utu, el dios-sol, a fin que ilumine y guía a los difuntos en las tinieblas circundantes-, vasijas de piedras duras. Los acompañaban un gran número de personas ejecutadas, familiares, guardias y servidumbre, sin duda, para acompañar y velar el tránsito de los difuntos. Es el único caso de sacrificio humano hallado en Sumer.

Hoy se piensa que todas esas riquezas no habían sido depositadas para hacer la “vida” en el más allá más placentera, ni para prolongar el esplendor de la corte, sino que servían para que los difuntos comprasen la benevolencia de los poderes infernales, lo que expresaría el terror ante lo que esperaba a quienes partían.

Las riquezas se repartieron entre los museos de Bagdad (Museo Nacional, creado para acoger precisamente los tesoros de Ur), Filadelfia (UPennMuseum) y Londres (Museo Británico) de manera más o menos equitativa.





EL MUNDO DE LOS MUERTOS EN LOS TEXTOS

Enkidu, el escudero de Gilgameš, tiene un presagio: se ve arrastrado al mundo de los muertos, como así aconteció al poco tiempo. Enkidu vio como la muerte

“llevándome preso, me metió en la Mansión de las Tinieblas, en la residencia de la Ir-kalla (la Ciudad Grande, la Ciudad de los mil muertos),

La mansión de la que quien entra ya no sale,

Un viaje cuya ida no tiene vuelta,

La mansión cuyos habitantes carecen de luz,

Donde el polvo es su alimento y su comida, el barro.

Van vestidos, como un pájaro, con ropajes de plumas,

Y no ven luz alguna, viviendo entre tinieblas”

(Epopeya de Gilgamesh, rey de Uruk, VII, 185-191, ed. y trad. de Joaquín Sanmartín, Trotta, y Ediciones de la Abadía de Montserrat, Madrid y Barcelona, 2005, p. 212)



Apareciéndose ante Gilgamesh, que inquiría acerca de lo que acontecía en la Gran Ciudad (en Inframundo, el espectro de su amigo Enkidu confesaba:

“(mi cuerpo), como un vestido viejo se lo comen las larvas; mi cuerpo que acariciabas y te alegraba el corazón,

como una grieta del suelo está lleno de tierra”.

(Ibid, XII: 97-98)



sábado, 3 de septiembre de 2011

Carl Lee: Last House (2010) / Buffalo Reuse: Building Community (2008)


Last House (composite) from carl lee on Vimeo.


BUFFALO REUSE: BUILDING COMMUNITY by Carl Lee (19 mins.) from Squeaky Wheel on Vimeo.

Galen Fott and Jerry Hunt: Roberto the Insect Architect (2005)

Tras tanta diversión mesopotámica, Tocho se pone a veces serio, y sugiere reflexiones fundamentales sobre arquitectura.
Solo el "trailer", desgraciadamente.

Sobre esta película de animación, basada en un cuento de Nina Laden  véase el enlace siguiente: http://www.bigfott.com/Roberto.html.

Roberto quiere seguir los pasos de Ricardo Polill, Santiago Vayatraca y Oriol Botiga; entre otros.





ESPACIOS HABITABLES: CAMPOS, CIUDADES Y HOGARES EN SUMER


La Ciudad de Ur en el tercer milenio aC
Reconstrucción: 404 Arquitectos (Luis Amorós & Miguel Orellana), 2010-2011
Documentación: Eric Rusiñol, 2010
Copyright: Fundación La Caixa


Entre el cuarto y el tercer milenios aC (3500-2000 aC), el sur de lo que hoy es Iraq, desde Bagdad hasta la desembocadura de los ríos Tigris y el Eufrates, estuvo moteado de un conjunto de ciudades-estado (pequeños estados, con una capital y algunas ciudades secundarias, junto con pueblos y asentamientos dispersos), unidas por vías de comunicación terrestres y por canales.
Estos estados, gobernados primeramente por asambleas y luego por reyes, estaban en conflicto casi permanente, si bien, en algún momento pudieron crear una federación. Destacaba una ciudad “santa”, reconocida por el resto de los estados sumerios: Nippur, en el que se asentaba el santuario de Enlil, el hijo predilecto del dios del Cielo, al que acudían los reyes para legitimar la corona.
De todos modos, tenemos que tener en cuenta que utilizamos términos como reyes que evocan inevitablemente la Europa medieval o renacentista, pero que no es seguro que reflejen quiénes eran y cómo eran vistos los poderosos en Sumeria.

Dichos estados independientes, en los que se hablaban varias lenguas como el sumerio y el acadio, fueron sometidos una primera vez por la recién fundada ciudad de Accad, capital de un imperio acadio (2350-2150 ac), en el que la lengua mayoritaria era el acadio (una lengua semita), y posteriormente por la ciudad de Ur, sede de un nuevo imperio (llamado Ur III -2112-2004 aC), en el que el sumerio volvió a ser une lengua de cultura y diplomática (aunque su uso en la calle desapareció).

Las ciudades-estado comprendían una ciudad principal, sede del poder (Uruk, Ur, Eridu, Kish, Lagash, etc.), ciudades secundarias, pueblos, villas aisladas, tierras cultivadas, y pastos.
Dada la escasa pluviometría, el regadío era necesario. Por otra parte, la crecida de los ríos, tras la fundición de las nieves en las montañas de Zagros (lindantes con Centro-asia) y de Tauro (que separaban de la altiplanicie anatólica, hoy en Turquía), acontecía cuando la cosecha, no la siembra. Por ese motivo, era necesario regar antes de la subida de las aguas, y tratar de evacuar su exceso cuando las crecidas. El problema no era la falta de agua, sino su mala distribución, en el tiempo y el espacio (contrariamente a lo que ocurría en el Egipto faraónico). La apertura de una extensa red de canales, gestionados por un poder central que los mantenía, y utilizados también como vías de comunicación, permitió regar la tierra adecuadamente. Sin embargo, el regadío intensivo, y la fuerte evaporación, provocó la subida de las sales y la desertización de unos suelos, fértiles pero condenados –un problema que persiste hoy-, y, quizá, el fin de la cultura mesopotámica del sur.

Los campos pertenecían el sector “público” –templos y palacios-, pero también existía la propiedad privada. Es decir, “dioses” y humanos compartían la propiedad y la gestión de las tierras y del comercio. Reyes, sacerdotes y mercaderes -o grandes familias no necesariamente ligadas al poder, y que en ocasiones prestaban a la “corona”- se ocupaban del almacenamiento y la distribución de alimentos. Una parte de las reservas eran granjeadas por materias inexistentes en Sumer (maderas, minerales, metales) venidas de la India, Afganistán, Arabia, África, Líbano, etc. Un poder fuerte no era imprescindible para la organización y gestión del territorio, pero leyes tenían que aplicarse así como una cuidada contabilidad (a cargo del palacio, los templos y las casas “nobles”). La ciudad era el centro desde el que se organizaba el cultivo y el comercio. Las tierras estaban al servicio de las ciudades.

La sociedad agraria y urbana se organizaba alrededor de la familia (más nuclear en la ciudad). La vivienda urbana acogía a una sola familia. Distintas clases sociales vivían en un mismo barrio. La casa incluía también el servicio, artesanos y animales en el caso de clases altas. Las viviendas se agrupaban en manzanas irregulares, a causa de la forma caprichosa de las parcelas. Callejones conducían al acceso. Los hogares se organizaban alrededor de un espacio central, cuadrado o rectangular, cubierto o al aire libre, que hacía las veces de espacio de recepción y de distribución. En planta baja se disponían talleres, la cocina y aseos –aunque esos no eran habituales; tampoco solía existir, salvo en algunas mansiones y palacios, una red de agua, sanitaria, y de evacuación de aguas sucias-. Las estancias privadas y los dormitorios se ubicaban en el primer piso. Los hombres vivían abajo, en contacto con la calle, mujeres y niños en el piso. Por la noche, la familia se reunía en el piso –o en la terraza superior-, mientras que artesanos y el servicio ocupaba la planta baja. Escaseaban los muebles; no así cesto y cajas. Las estancias, salvo la cocina, el horno de pan y los aseos, no tenían una función determinada. Esteras permitían sentarse en el suelo de tierra compactada. Bajo la vivienda, las tumbas de los familiares (a veces en sótanos abovedados de techo muy bajo), de niños, sobre todo. La casa acogía, pues, generaciones pasadas y presentes.

El conocimiento de la estructura urbana es escaso. Las primeras misiones arqueológicas europeas, en pos de tesoros (joyas, estatuas) que alimentaran los grandes museos, no supieron reconocer las estructuras edilicias, hechas de tierra, con la tierra circundante, y fueron muy destructivas. Excavaban muy rápidamente. Los límites de los edificios y de las calles no siempre se supieron o se pudieron reconocer. Los yacimientos fueron asolados y ya no se pueden recuperar. Han quedado desfigurados. Además, cualquier estructura de arcilla que se deje al aire libre, tras haber sido desenterrada, se desmorona en poco tiempo, a causa del viento, la lluvia y las aguas freáticas.

Por otra parte, se excavaron principalmente las partes altas (donde se suponía que se ubicaban templos y palacios), desdeñando las partes bajas (en las que se ubicaba el resto de la ciudad) que aún no han sido exploradas (en el caso en que aluviones y aguas freáticas no las hubieran disuelto).
Las ciudades fueron ocupadas durante, a veces cinco milenios. Se construían y se reconstruían sin cesar, debido a las destrucciones por las inclemencias –lluvias, inundaciones, etc.- y las guerras. Los aluviones, las sales, y la erosión, posteriormente, han afectado de manera irregular los restos arqueológicos. Algunas ciudades se hayan debajo de capas de lodo de decenas o centenares de metros de altura; otras se hallan bajo las aguas de las marismas, y no se pueden recuperar.

Las excavaciones ponen al descubierto restos que no siempre pertenecen a un mismo periodo. A medida que se excava se descubren los sucesivos niveles de ocupación, lo que dificulta el reconocimiento de la ciudad en un momento dado, y su interpretación.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Hayao Miyazaki (1941): Rupan Sansei: Kariosutoro no Shiro (El castillo de Cagliostro) (1979)


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EL TEMPLO SUMERIO


Al igual que cualquier templo de una religión antigua politeísta, el templo es la casa de la divinidad. En sumerio, casa y templo se decían de la misma manera (é). El carácter doméstico del templo se expresaba a través de la fachada: en algunos templos, un recubrimiento de delgados coloreados hincados en los muros exteriores e interiores, cuyas cabezas coloreadas componían frisos con motivos geométricos, recordaban los de las esteras o las alfombras de las estancias.


Según los mitos, los templos terrenales estaban construidos a imitación de templos celestiales. Los templos en la tierra acogían a las divinidades cuando descendían del cielo.

Se dedicaban himnos a templos como si fueran divinidades. Eran organismos vivientes, comparados, por ejemplo, a toros, fenómenos naturales que infundían temor, montañas que llegaban al cielo, bases del universo, o columnas que unían el cielo y la tierra.

En esta morada, los humanos, salvo sacerdotes y reyes, tenían vetada la entrada. La divinidad estaba presente a través de la estatua de culto. La divinidad, invisible, animaba su efigie terrenal: el clero la contemplaba en el centro de la capilla central; la alimentaba mediante sacrificios vegetales y animales, la cuidaba, la vestía cada día. Cada mañana, despertaba a la estatua y le abría los ojos. En días señalados, la divinidad, a través de su estatua, era sacada en procesión y conducida al encuentro de otras divinidades con las que mantenía contacto, cuyas estatuas moraban en otros templos.

El templo, ya en tiempos históricos, consistía en un recinto de ciertas proporciones situado en un extremo de la ciudad (se supone que la ciudad prehistórica del quinto milenio aC, como Uruk, poseía templos, pero nada, ningún texto –la escritura aún no existía-, permite identificarlos). De este modo, marcaba distancias con el mundo profano.

Contrariamente al templo egipcio o griego, el templo sumerio no posee un tipo propio. La planta en T, consistente en dos estancias alargadas –colocadas perpendicularmente, y unidas por el extremo de una y el punto medio de la otra-, característica de la arquitectura sumeria, es común a todo tipo de edificios, sagrados o no, públicos y privados. Sin embargo, se han encontrado algunos templos, de planta cuadrada o rectangular, rodeados por dos muros concéntricos de planta ovalada contra los que se apoyan algunas dependencias secundarias (como el templo de Khafadye, 2700-2400 aC), que podrían ser considerados como edificios sagrados que solo existían en Sumeria. No todos los templos, empero, respondían a esta tipología.

Una muralla aislaba el templo de las casas. En el interior del recinto, se ubicaban el templo propiamente dicho, y las dependencias: casas para los sacerdotes y las sacerdotisas (se ha hablado de la existencia de “conventos”), archivos, escuelas en las que se enseñaba el dificilísimo arte de la escritura, graneros y almacenes para los bienes del santuario, y las ofrendas ritualmente entregadas a la divinidad, talleres artesanales en los que se manufacturaban vestidos y joyas para la estatua de culto, y utensilios y recipientes para las ofrendas, etc. Algunas zonas, como estanques que simbolizaban las aguas primordiales de las que la vida había surgidos, contribuían a que el santuario fuera una réplica del universo.

Los templos solían estar orientados según los puntos cardinales. En los mitos, los templos apuntaban hacia determinadas constelaciones, manifestaciones siderales de las divinidades.

Finalmente, a partir de finales del segundo milenio aC, la parte más visible del conjunto, desde toda la ciudad, era la alta pirámide escalonada del zigurat, compuesta de siete niveles que recordaban los siete niveles del empíreo, en cuya cumbre se supone se hallaba una capilla en la que se detenía la divinidad cuando descendía a la tierra.

Una mítica cumbre montañosa salvó a la humanidad: apenas sobresalía de las aguas que cubrían la tierra castigada por el diluvio, y detuvo el curso errático del arca en la que se habían refugiado Utnapistim (el Noé sumerio) y representantes de todos los seres vivientes, permitiéndoles que descendieran para repoblar la tierra. La cumbre redentora recibía el nombre de zigurat.

Por tanto, el zigurat recordaba los peligros de los diluvios, pero también infundía confianza: los hombres, refugiados en lo alto podrían sobrevivir. Por eso, la imagen de las cumbres era ambivalente. Evocaba el mundo de los bárbaros, pero también recordaba que los humanos habían sobrevivido al cataclismo gracias a la presencia de un alto risco.

Se ha discutido mucho acerca de la importancia y el número de los templos en las ciudades sumerias. Nada permite distinguir un templo de un palacio, una casa noble, o un edificio público como un local asambleario (en el que se reunían los ancianos o los grupos de poder o de gobierno para debatir acerca del gobierno real).

Las primeras misiones arqueológicas, a finales del siglo XIX, se centraron en las partes altas de la ciudad, esperando encontrar tesoros ya que se suponía que palacios y templos se hallarían, como en Grecia, en “acrópolis”. Se descubrieron, en efecto un gran número de edificios de gran tamaño. Casi todos fueron interpretados como templos, por lo que se pensó que las ciudades estaban gobernadas por una extensa clase sacerdotal. Hoy, esta visión se ha matizado; se reconoce la importancia no solo del rey y de posibles asambleas ciudadanas, sino también de clases nobles y medias, no siempre asociadas al poder. Por este motivo, la importancia concedida al templo en la vida urbana se ha relativizado.

No obstante, en el imaginario sumerio, toda la ciudad pertenece a una divinidad, y esta mora en un templo. Éste, además, posee terrenos en las afueras, en los que se cultivan alimentos para la divinidad y los sacerdotes, y pastan rebaños de los que proceden las reses sacrificadas. Un numeroso personal atiende a esas tierras y sirve al templo (a la divinidad).



FRAGMENTO DE HIMNOS DEDICADOS A TEMPLOS.

Los himnos a templos fueron compilados, y algunos compuestos, por Enheduanna (2285-2250 aC), sacerdotisa del dios lunar Nanna, hija del emperador acadio Sargon I (2334-2279 aC). Se trata posiblemente del primer autor, y el primer poeta, conocido de la historia.

“O lugar primordial, profunda montaña artísticamente modelada, santuario, lugar terrorífico situado en un prado, una pesadilla cuyos elevados caminos nadie puede sondear, templo de la ciudad de Gisbanda, argolla, red trenzada, grillete del inmenso inframundo del que nadie puede escapar, tu fachada se alza, proeminente como una trampa, tu interior es donde el sol se alza, dotado con bienes que se extienden. Tu señor es el señor que tiende la mano pura, el sagrado del cielo, con lujuriosa y abundante melena hasta los hombros, dios Ningiszida. Ningiszida ha levantado una morada en tu santuario, oh Gisbinda, y ha tomado aposento sobre tu tarima.”


Versión de un texto para la exposición Antes del diluvio. Cuando la tierra era un Edén (Sumeria, 3500-2100 aC), que Caixaforum prepara, para Barcelona y Madrid, desde finales del 2012 hasta mediados de 2013.
Copyright: Fundación la Caixa

Templo oval de Khafadye
Reconstrucción: 404Arquitectos (Luis Amorós y Miguel Orellana), 2010-2011
Documentación: Eric Rusiñol
Copyright: Fundación La Caixa

jueves, 1 de septiembre de 2011

martes, 30 de agosto de 2011

Mesopotamia y la Biblia

A finales del siglo XIX, se descubrieron y se lograron traducir unos textos cuneiformes en tablillas excavadas en Mesopotamia que causaron una conmoción tanto en Gran Bretaña como en Alemania.

Algunos de los textos describían un diluvio con unos términos, unas imágenes y una secuencia narrativa muy parecida al relato bíblico. Todo parecía indicar, además que el texto mesopotámico era anterior al bíblico.
En alguna otra tablilla mesopotámica se creyó leer el nombre de Yavhé; y de Abraham.

La Biblia fue una de las fuentes de las primeras expediciones arqueológicas. Los arqueólogos buscaban descubrir ciudades descritas en la Biblia como Nínive, Babilonia o Asur. El hallazgo de estas ciudades demostraba que la Biblia decía la verdad.

Pero, también planteaba unos interrogantes. Si el relato del diluvio bíblico era tan parecido al mesopotámico, y, sin duda, posterior, no cabía pensar en que ambos se habían escrito casualmente, sino que el relato bíblico bebía del mesopotámico.

Mas el Antiguo Testamento era considerado un texto sagrado, dictado por Yavhé a Moisés. La existencia de párrafos o incluso libros derivados de textos anteriores de otras culturas y religiones, tendía a probar que una parte del texto del Antiguo Testamento no era un texto dictado por Yavhé, sino que consistía en inrterpolaciones profanas.

La duda, entonces, surgía. ¿Qué partes del Antiguo Testamento, y cuántas, no procedían de la palabra de Yavhé? ¿Acaso todo el texto del Antiguo Testamento podría ser un derivado o una copia de textos mesopotámicos y, por tanto, una falsificación histórica? ¿El Antiguo Testamento no sería obra de Yavhé, un dios que se descubría ya existía en otras culturas anteriores a la judía?
¿Y si, entonces, el verdadero texto revelado fuera en Nuevo Testamento, es decir el texto cristiano? Jesús ¿no era ario? ¿Quíen decía que era judío? Cristo decía la verdad; por tanto, nada podía tener que ver con el Antiguo Testamento, en el que algunos estudiosos negaban que se proclamara la venida de un mesías ¿No cabría denunciar la superchería del relato atribuido a Yavhé y, por extensión, a la religión judía, y a todos los judíos?

Y es así como, en círculos literatos alemanes (de los el emperador alemán, de pronto, preocupado, trató de apartarse, aunque demasiado tarde), en los que se debatía el problema llamado Biblia/Babel que incendiaría la interpretación del pasado, lentamente creció una inquietante semilla.
Ya conocemos el fin de la historia.

La arqueología, en determinadas manos, produce extraños frutos (podridos).

Léase a:  Mogens Trolle Larsen: "The "Babel/Bible" Controversy and Its Aftermath", Jack M. Sasson (ed.): Civilizations of the Ancient Near East, vol. 1, Hendrickson, Peabody, 2006, ps. 95-106