sábado, 3 de marzo de 2012
Por un plato de lentejas
La salvación de Barcelona pasa, al parecer, por la construcción de EuroVegas, como se ve un precioso y sostenible proyecto, una promesa de futura basada en la ruleta rusa.
Atraerá a turistas. La ciudad, definitivamente, se concibe para quien no vive en ella; o se transforma en un decorado.
Pan para hoy...
El hogar y los infiernos, o la visión de Mesopotamia, según Luciano de Samósata
Menipo decidió conocer a fondo el más allá. Sabía que cada país, cada ciudad tenía su propia visión del inframundo y de la suerte que aguardaba al ser humano; todas, menos una, tenían que ser erróneas.
Puesto que los caldeos eran unos sabios, los más sabios del orbe, el griego Menipo se dirigió, desde Atenas, a Babilonia. Estaba seguro que encontraría quién le llevaría hasta las puertas del Hades para que pudiera preguntas a sabios, poetas y filósofos de tiempos remotos, como Sócrates, Homero o el adivino Tiresias, cual era el camino más recto hacia la virtud y cómo se tenía que compaginar los ideales con la vida diaria. Bien sabía Menipo que los que se presentaban a sí mismos como los más espartanos eran los que llevaban una vida más lujoso de puertas para adentro.
Menipo no se equivocaba. No bien hubo llegado a Babilonía, halló a un sacerdote seguidor del profeta Zoroastro, llamado Mitrobarzanes, quuien le inició en los rituales y conjuros que permitían adentrarse en el mundo de los muertos. Las aguas del Tigris y el Éufrates eran perfectos viáticos. Conducían hacia las marismas del delta donde, entre espesos juncales, se ubicaba, precisamente, la entrada infernal:
"Este hombre (Mitrobarzanes), durante veintinueve días, con la luna nueva, llevándome abajo muy de mañana a orillas del Éufrates, se dedicaba a lavarme, al salir el sol, al tiempo que recitaba una larga retahíla que no pude entender con claridad; al igual que los heraldos incompetentes en cualquier tipo de competición, soltaba de carrerilla unas palabras ininteligibles; parecía invocar a sagrados espíritus. Después del conjuro, escupiéndome tres veces a la cara, regresaba sin mirar a nadie de los que le salían al paso. Nuestro alimento eran las frutas, nuestra bebida leche mezclada con miel y agua del Coaspo, y nuestro lecho el raso sobre mullido césped. Cuando ya había hecho el suficiente régimen preparatorio, conduciéndome, al filo de la medianoche, a orillas del río Tigris, me limpió, me frotó y me purificó de pies a cabeza con una antorcha y unos tipos de algas marinas y otras cosas más, al tiempo que musitaba el conjuro en cuestión. Entonces me trasformó por completo en un mago y, dando vueltas a mi alrededor para que no me hicieran daño las visiones, me lleva de nuevo arriba, a casa, como estaba, regresando a pie; a partir de entonces estábamos preparados para la travesía.
Así, me puse un vestido muy parecido al típico persa, me equipé con todo lo que me había traído, un sombrero de fieltro, la piel de león, y además la lira, y me ordenó, si alguien me preguntaba el nombre, no decir «Menipo», sino Heracles o Ulises u Orfeo.
(...)
Primero nos dejamos llevar por la corriente en el río, y después navegamos bosque adentro rumbo a la laguna en cuya desembocadura desaparece el Éufrates. Atravesando hasta el otro lado, llegamos a un paraje solitario, boscoso y sin sol; desembarcamos en él —Mitrobarzanes iba de guía—, cavamos un hoyo, degollamos las ovejas y esparcimos su sangre en derredor. Entretanto, el mago, con una antorcha encendida y con voz ya no suave sino de gran intensidad, gritando hasta el límite de sus fuerzas, invocaba a voces a todos los espíritus, Tormentos y Erinis..." (Luciano de Samósata: Menipo o Necromacia)
Entre bromas y chanzas, Luciano de Samósata no andaba equivocado. La ubicación de las puertas de los infiernos en las marismas sureñas mesopotámicas coincidía bien con la visión que los propios sumerios tenían de este paraje: un territorio intrincado, cubierto de aguas oscuras, cargadas de limo, que constituían el cuerpo de una diosa madre, generadora del mundo, en cuyo seno se hallaban las almas de los difuntos, puesto que los mesopotámicos creían que la vida surgía de la muerte; en los inicios., érase la noche y las aguas negras, pero fecundas, de dónde brotaría la vida. Así, cuando los héroes mesopotámicos, como Gilgamesh, querían entrar en contacto con los difuntos para, como Menipo, inquirirles acerca de los secretos del mundo y de la inmoralidad, se dirigían hacia los confines del mundo: las aguas turbias, ricas en todo los gérmenes de la vida, situadas en las marismas sureñas, allí donde las fértiles aguas dulces se encontraban con las aguas salobres: donde muerte y vida, fecundidad y esterilidad se unían. Allí, donde las aguas se volvían saladas, no aptas para la vida, si bien la sal era el elemento que aseguraba la conservación eterna de la carne. Aguas contrarias a la vida, en tanto que la vida es mortal, que aseguraban lo contrario a la vida que es la inmortalidad.
Precisamente, una de las prácticas más curiosas que afectaba el retorno al país de los vivos, de vuelta del Hades, según contaba Luciano, y que ponía de manifiesto el complejo imaginario de los espacios doméstico y mortuorio, consistía en que se tenía que caminar marcha atrás (una práctica no mesopotámica , pero sí griega) . De este modo, se evitaba el gesto insultante, la falta de respeto hacia los muertos que implicaba darles la espalda. El acceso al hogar se realizaba sin mirar hacia él. De este modo, se estaba significando que entre el espacio doméstico y el espacio de los muertos existían no pocas conexiones. No solo porque, en ocasiones, los muertos eran enterrados debajo de sus hogares, sino porque casa y tumba eran espacios humanos en los que la vida se refugiaba. La tumba no era sino la última morada. No era necesario mirar hacia el hogar para estar de vuelta. El camino, y lo que aquél era y significaba, eran de sobra conocidos. Todas las miradas tenían que confluir hacia las tumbas porque éstas eran los verdaderos, y definitivos, espacios propios humanos. En las casas solo se estaba de paso, en tránsito, a la espera de la última mudanza. No faltando el respeto a los muertos se estaba honrando al hogar, tanto temporal como postrero. La casa no estaba relacionada con la ciudad no con el campo, sino con el inframundo. No era un espacio siniestro, sí recluido, donde la vida se aseguraba. El futuro, la vida futura, solo podía asegurarse si uno tenía un hogar. Pues éste se concebía como un modelo, o quizá una imagen, de la tumba.
viernes, 2 de marzo de 2012
La ciudad, según Luciano de Samósata
(Del diálogo Ícaromenipo, o Menipo en los cielos, s. II dC)
"Menipo (a un amigo): Imagino que habrás visto muchas veces una colina de hormigas: unas están apiñadas a la entrada del hormiguero cumpliendo sus deberes cívicos; unas salen y otras vuelven a la ciudad; una saca el estiércol, otra se ha hecho con una cáscara de un haba o con medio grano de trigo y lo trae corriendo. Como es natural entre ellas, de acuerdo con su modo de vida, hay arquitectos, demagogos, magistrados, artistas y filósofos. Pues bien, las ciudades de los hombres (vistas desde la Luna) se parecían sobremanera a los hormigueros. Y si te parece humillante comparar a los hombres con la república de las hormigas, piensa en las antiguas leyendas de Tesalia y verás que los mirmidones, el más belicoso de los pueblos, eran hormigas convertidas en hombres (con el permiso de Zeus, tras una peste devastadora)"
(Edición de Carlos García Gual)
miércoles, 29 de febrero de 2012
Ahmad Saleh (1980): House (2011)
http://www.dragonawardnewtalent.com/en-us/filmview/house/
Éste es el único enlace legal para mirar este sorprendente reciente corto de animación, multipremiado, de origen jordano/palestino que se sigue proyectando en festivales como el próximo Animatic de Lérida (España).
Véase también el blog del autor: http://aes-house.blogspot.com/
Éste es el único enlace legal para mirar este sorprendente reciente corto de animación, multipremiado, de origen jordano/palestino que se sigue proyectando en festivales como el próximo Animatic de Lérida (España).
Véase también el blog del autor: http://aes-house.blogspot.com/
David Buob (1972): Das Haus (La casa) (2011) (fragmento)
http://dashaus-animation.de/imprint.html
http://www.davidbuob.de/dashaustest02.html
David Buob estudió arquitectura durante dos años.
Animación sorprendente.
martes, 28 de febrero de 2012
La ciudad mesopotámica y las vías procesionales
La ciudad mesopotámica, sumeria, en particular, apenas se conoce. Solo se han excavado extensamente las partes más altas, puesto que se suponía que contendrían templos y palacios, fuentes de obras de arte capaces de enriquecer colecciones de museos. Por el contrario, las ciudades bajas, al pie de los montículos consagrados a recintos templarios, no han sido aún estudiadas. Tan solo se conocen algunos pocos barrios, incompletos, de Ur y de Kish. Tampoco se han documentado estructuras urbanas situadas fuera del perímetro de las murallas, pueblos y santuarios extra-urbanos. En verdad, la estructura urbana, la red de calles y canales, el tejido urbano sumerio son prácticamente desconocidos. En concreto, la trama urbana de la primera y mayor ciudad de la antigüedad anterior a Roma, Uruk, no ha sido excavada.
Es por este motivo que las especulaciones sobre los orígenes de la ciudad mesopotámica, que es como decir de posiblemente las primeras ciudades mundiales, son indemostrables.
Sin embargo, el antropólogo y asiriólogo norteamericano Norman Yoffee, en una reciente reunión, comentaba que el origen de la ciudad sumeria quizá no fuera distinto del de las ciudades maya, egipcia o griega, por citar tres culturas distintas y distantes (aunque es posible que hubieran existido relaciones entre Grecia y Egipto antes de los faraones helenísticos, los Ptolomeos, a partir del siglo IV aC). En efecto, aunque la comparación entre culturas tan diversas es arriesgado pues puede obviar la influencia de la geografía y la cultura local en las formas culturales, parece que las ciudades, quizá en todas las culturas antiguas, no se originaron tanto por motivos económicos o políticos (la ciudad como centro de intercambio o de dominio, como control del territorio o como expresión del poder, casi siempre real), cuanto religiosos.
Del mismo modo que se ha podido demostrar que las ciudades coloniales griegas, en el sur de Italia (la Magna Grecia), fundadas ex-novo a partir del s. VIII ac, se planificaban a partir de los caminos procesionales que unían recintos sagrados previamente construidos -o recintos sagrados, griegos, y autóctonos-, Yoffee emite la hipótesis que la trama tan irregular de la ciudad sumeria -hasta donde puede llegar el conocimiento de dicha red-, provendría de los caminos y los canales naturales que las procesiones que unían distintos templos seguían. Se sabe, en efecto, a través de los textos, que las estatuas de culto eran sacadas de los templos y paseadas de recinto en recinto, por tierra o en barca, dando lugar a ceremonias que pautaban o regulaban la vida humana y cósmica. Sin estos paseos rituales, la vida seguramente habría retornado al caos, se pensaba.
Por eso, es posible que la ciudad, en cualquier cultura no sea sino el escenario de procesiones, determinadas con anterioridad. La ciudad actuaría como un telón de fondo, dando empaque a procesiones que sellaban la relación entre mortales e inmortales. La trama urbana, al menos en los ejes principales, fijaría o anclaría en la tierra, los pasos de hombrss y dioses, y sellaría la relación entre mortales e inmortales. La necesidad de regular, confirmar y renovar la necesaria alianza entre el cielo y la tierra estaría en el origen del urbanismo. Cualquier viandante, entonces, circulando por las calles,. repetiría los pasos procesionales, y repetiría el pacto sellado cuando los primeros encuentros. La ciudad, así, garantizaría, no tanto el buen funcionamiento del cosmos, sino las buenas relaciones entre humanos y divinidades. La trama urbana certificaría los honores y el respeto que los humanos sentían hacia sus dioses, y mostraría que éstos aceptaban las honras recibidas. Las calles serían los conductos que vehicularían las comunicaciones entre lo alto y la tierra.
La existencia de vías procesionales, que organizaban la trama urbana, está bien documentada en época neo-babilónica (s. VII aC), así como en determinadas épocas en muchas culturas. No está demostrada, sin embargo, en épocas lejanas mesopotámicas, como en la cultura sumeria. Sin embargo, textos que narran procesiones existen desde muy antiguo. Algunos mapas antiguos de ciudades mesopotámicos, sobre tablillas, podrían representan estas vías procesionales. Cabe pensar, entonces, que la importancia de las procesiones, de la danza coral, en suma, en el trazado de la trama urbana, en Mesopotamia, no es descabellada, y que la razón de ser de la ciudad residía en que facilitaba y aseguraba el permanente contacto entre el cielo y la tierra, inscrito profundamente en las vías procesionales vertebradoras de la compleja trama urbana, sometida al siempre cambiante humor, al capricho, imprevisible, de las divinidades.
Es por este motivo que las especulaciones sobre los orígenes de la ciudad mesopotámica, que es como decir de posiblemente las primeras ciudades mundiales, son indemostrables.
Sin embargo, el antropólogo y asiriólogo norteamericano Norman Yoffee, en una reciente reunión, comentaba que el origen de la ciudad sumeria quizá no fuera distinto del de las ciudades maya, egipcia o griega, por citar tres culturas distintas y distantes (aunque es posible que hubieran existido relaciones entre Grecia y Egipto antes de los faraones helenísticos, los Ptolomeos, a partir del siglo IV aC). En efecto, aunque la comparación entre culturas tan diversas es arriesgado pues puede obviar la influencia de la geografía y la cultura local en las formas culturales, parece que las ciudades, quizá en todas las culturas antiguas, no se originaron tanto por motivos económicos o políticos (la ciudad como centro de intercambio o de dominio, como control del territorio o como expresión del poder, casi siempre real), cuanto religiosos.
Del mismo modo que se ha podido demostrar que las ciudades coloniales griegas, en el sur de Italia (la Magna Grecia), fundadas ex-novo a partir del s. VIII ac, se planificaban a partir de los caminos procesionales que unían recintos sagrados previamente construidos -o recintos sagrados, griegos, y autóctonos-, Yoffee emite la hipótesis que la trama tan irregular de la ciudad sumeria -hasta donde puede llegar el conocimiento de dicha red-, provendría de los caminos y los canales naturales que las procesiones que unían distintos templos seguían. Se sabe, en efecto, a través de los textos, que las estatuas de culto eran sacadas de los templos y paseadas de recinto en recinto, por tierra o en barca, dando lugar a ceremonias que pautaban o regulaban la vida humana y cósmica. Sin estos paseos rituales, la vida seguramente habría retornado al caos, se pensaba.
Por eso, es posible que la ciudad, en cualquier cultura no sea sino el escenario de procesiones, determinadas con anterioridad. La ciudad actuaría como un telón de fondo, dando empaque a procesiones que sellaban la relación entre mortales e inmortales. La trama urbana, al menos en los ejes principales, fijaría o anclaría en la tierra, los pasos de hombrss y dioses, y sellaría la relación entre mortales e inmortales. La necesidad de regular, confirmar y renovar la necesaria alianza entre el cielo y la tierra estaría en el origen del urbanismo. Cualquier viandante, entonces, circulando por las calles,. repetiría los pasos procesionales, y repetiría el pacto sellado cuando los primeros encuentros. La ciudad, así, garantizaría, no tanto el buen funcionamiento del cosmos, sino las buenas relaciones entre humanos y divinidades. La trama urbana certificaría los honores y el respeto que los humanos sentían hacia sus dioses, y mostraría que éstos aceptaban las honras recibidas. Las calles serían los conductos que vehicularían las comunicaciones entre lo alto y la tierra.
La existencia de vías procesionales, que organizaban la trama urbana, está bien documentada en época neo-babilónica (s. VII aC), así como en determinadas épocas en muchas culturas. No está demostrada, sin embargo, en épocas lejanas mesopotámicas, como en la cultura sumeria. Sin embargo, textos que narran procesiones existen desde muy antiguo. Algunos mapas antiguos de ciudades mesopotámicos, sobre tablillas, podrían representan estas vías procesionales. Cabe pensar, entonces, que la importancia de las procesiones, de la danza coral, en suma, en el trazado de la trama urbana, en Mesopotamia, no es descabellada, y que la razón de ser de la ciudad residía en que facilitaba y aseguraba el permanente contacto entre el cielo y la tierra, inscrito profundamente en las vías procesionales vertebradoras de la compleja trama urbana, sometida al siempre cambiante humor, al capricho, imprevisible, de las divinidades.
domingo, 26 de febrero de 2012
Catherine Yazz (1963): Lighthouse (El faro) (2011)
La artista inglesa Catherine Yazz (finalista del Premio Turner en 2002), fascinada por la imagen de la arquitectura (o cómo la arquitectura construida puede adquirir un carácter fantasmagórico -e inquietante-), expone su última obra en la galería Lelong en Nueva York
James Spione (1970): Incident in New Baghdad (fragmento) (2011)
Cortometraje seleccionado para el Oscar 2012
Luis Úrculo (1978): Versiones (2011)
Covers/Luis Urculo from Luis Urculo on Vimeo.
Sobre Luis Úrculo, véase: http://cargocollective.com/luisurculo#
sábado, 25 de febrero de 2012
Sinan Antoon (1967): About Baghdad (2003)
El cineasta y poeta iraquí, exiliado desde la Primera Guerra del Golfo, en 1991, Sinan Antoon, presentó ayer, en el Centre of Architecture de Nueva York, el premiado documental About Baghdad, filmado en la capital iraquí tres meses después de la caída del presidente Sadam Husein.
Quería dar relieve a las múltiples y contradictorias voces de la capital, que opinan tanto sobre el régimen de Husein como de la ocupación (que, en principio, ha llegado a término en diciembre de 2011).
La saga de horrores que se narran acerca de las torturas del gobierno de Sadam Husein no tiene fin. La misma devastación de la Filmoteca Nacional, los Archivos Nacionales y la biblioteca de la Escuela de Arte de la Universidad de Bagdad, cuando los edificios fueron quemados en abril de 2003, perdiéndose todos los documentos sobre el pasado de Iraq, fue ordenada por Sadam Husein y el partido Baath si la Coalición internacional tomaba la capital.
Al igual que Antoon, iraquís presentes en la proyección y el debate posterior afirmaron que pensaban que nada podía haber sido peor que el gobierno dictadorial de Sadam Husein, las torturas inflingidas, la represión sangrante contra cualquier disidencia, y el humillante embargo entre 1991 y 2004.
Al parecer, los devastadores efectos de la ocupación, y la promoción de unos gobernantes no preparados y corruptos (pero dóciles), ha llegado a hacer "bueno" dicho gobierno: http://www.aboutbaghdad.com/
Entrevista a Sinan Antoon y turno de preguntas tras la proyección del documental (Centre of Architecture, Nueva York, febrero de 2012)
Filmación: Marc Marín
viernes, 24 de febrero de 2012
Eco de sociedad: Bagdad en Nueva York. Exposición en el Centre of Architecture
Las imágenes siguientes, de proyectos de grandes estudios de arquitectura norteamericanos y de (o asentados en) los Emiratos Árabes, principalmente, como el proyecto de cuatro rascacielos llameantes en las marismas del delta del Tigris y el Éufrates, en el sur de Iraq, pertenecen a la exposición Change, sobre la rápida transformación urbanística y arquitectónica del Próximo Oriente -sin comentarios-, cuyos ingresos, pagados por los arquitectos participantes, han permitido pagar el traslado y la instalación de Bagdad. Ciudad del espejismo. De Wright a Venturi, la muestra sobre arquitectura internacional en Bagdad en los años 50 y a principios de los 80, venida del Colegio de Arquitectos de Barcelona (donde fue mostrada en 2008):
Fotos de la exposición Bagdad. Ciudad del espejismo (organizada por el Colegio de Arquitectos de Barcelona, y producida, en 2008, por el Ayuntamiento de Barcelona, Casa Árabe de Madrid, el Ministerio de Asuntos Exteriores, la Universidad Politécnica de Cataluña, la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, la Embajada de España en Iraq, y la Universidad de Bagdad, entre otras instituciones), en el Centre of Architecture de Nueva York (febrero-mayo de 2012): muestra e inauguración el 22 de febrero de 2012.
Marc Marín, y Tocho, febrero de 2012
Miércoles de ceniza (o un monumento urbano, de Michael Arad -1969-)
El número de paseantes con una borrosa cruz negra marcada en la frente crece a medida que nos acercamos al monumento a las víctimas del atentado de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001, en Nueva York.
Todo el área está en construcción. mediocres rascacielos espejeados, de formas pesadas y caprichosas se alzan al rededor de un curioso parque de piedra.
Evoca vagamente un cementerio. El suelo es de granito, con placas de distintas formas, acabados y texturas. Algunas zonas están cubiertas de gravilla granítica; otros, por el contrario, con placas de caucho negro, que amortiguan el ruido de los pasos. Bancos, compuestos por pétreos monolitos irregularmente cortados, y árboles están dispuestos ordenada, regularmente en el inmenso camposanto de piedra gris.
A los lados dos inmensas fuentes, cuyo rumor invade el recinto. Se componen de dos inmensos agujeros de piedra negra, de planta cuadrada, de unos setenta metros de lado y más de una veintena de metros de profundidad. Las paredes están cubiertas por cascadas de agua, cuyos chorros, idénticos, caen dibujando cortinas perfectas que brillan al sol. Cada línea de infinitas gotas se distingue nítidamente. El efecto es extraño. Forma un velo translúcido de agua, pero, al mismo tiempo, cada chorro, cada gota, se destaca. El agua alza una pequeña nube blanca antes de correr por el fondo hacia un segundo agujero negro, más negro incluso que los muros de la fosa, de planta cuadrada, un verdadero agujero negro abierto en lo hondo del vacío, un sumidero sin fondo, cuyo fondo no se distingue, que engulle, en medio del fragor, los constantes remolinos de agua.
Estas dos insólitas fuentes se descubren desde la parte superior. Un murete las delimita, que un amplio apoyabrazos inclinado encuadra. Los nombres de las víctimas están grabados en este soporte. Cada letra es un hueco, una ausencia.
Es necesario apoyarse e inclinarse para ver las cortinas de agua. El efecto vertiginoso es inmediato. El espectador se siente caer, y se ve arrastrado por las aguas hacia un pozo insondable. La atracción del abismo es irresistible. Es necesario retirarse pronto. La fascinación de las aguas y el vacío, la pérdida de sí que el inmenso hueco y el discurrir de las aguas que desaparecen hacia no se sabe nada, son sensaciones demasiado intensas y turbadoras para no dejar de retirarse de pronto y alejarse, no sin volver la mirada, y los pasos, hacia la turbadora falla.
Ya no creemos en la "bondad" de los monumentos, en su poder por suscitar la presencia de lo que evocan, y los sentimientos que el tema representado despertaba. Al igual que el monumento a las víctimas de la Guerra de Vietnam -de la artista y arquitecta Maya Lin-, en Washington, Reflecting Absence, del arquitecto Michael Arad (ganador de un concurso en 2004) conjura, sin levantar la voz, la presencia ausente de las torres gemelas -cuya planta y cuyo emplazamiento recuerdan- y, sobre todo, es capaz de hacer sentir lo que su caída suscitó, lo que la caída evoca: quizá el ciclo de la vida, hermoso y terrible, por su implacable fugacidad. movido, arrastrado por fuerzas incontrolables.
Este monumento ha generado opiniones diversas. Fascina y provoca rechazo. Algunas víctimas del atentado (que perdieron a amigos y familiares, y estuvieron en primera línea durante los atentados y el derrumbe) sostienen que dos mil personas -o sus familiares y allegados- no puede "secuestrar" la ciudad de Nueva York e imponer su voluntad. Las víctimas no eran héroes: murieron porque estaban en su puesto de trabajo. No son víctimas de una guerra, sino de un accidente o un atentado. Fueron "solo" dos mil víctimas, un número que empalidece (si nos atenemos solo a números) ante las decenas de miles de muertos en ciudades del mundo destruidas, por ejemplo durante la Segunda Guerra Mundial en Asia y Europa, o ante los muertos en Bagdad. Estas ciudades, empero, no exigieron una reparación simbólica. Estas personas piensan que las inmensas fosas hubieran tenido que ser cubiertas de inmediato, dando lugar, quizá, a un bosque, necesario en la parte baja de Manhattan. Por otra parte, el coste del monumento, que requiere complejos sistemas hidraúlicos, ingentes cantidades de agua, y mecanismos muy precisos que regulan la temperatura del reborde de bronce sobre el que se inclinan los visitantes para abocarse al vacío, se considera desproporcionado, al servicio de un número mínimo de habitantes.
¿Se trata de un monumento para toda la ciudad, o solo para satisfacer a los familiares de las víctimas? Es curioso, sin embargo, que hasta los que no perdimos nada quedemos turbados por la catarata de imágenes que las cascadas cayendo en las profundidades son capaces de despertar, sin que el conjunto parezca efectista ni un despliegue tecnológico. La perfección de las altísimas cortinas de agua recuerda la perfección de la estatuaria clásica, animada, en este caso, por la los juegos irisados de luz, y matizada por la fragilidad del material: tan solo gotas agua clara.
Pese a que ya estamos lejos del monumento, entrando en Greenwich Village, el número de paseantes con una cruz en la frente no disminuye. Un oriental, con el signo marcado, preguntado al fin, nos recuerda que responde a un antiguo "rito" cristiano, símbolo del miércoles de ceniza.
La división o manifestación de la persona a través de su adscripción religiosa, incluso cristiana, vuelva con fuerza en Nueva York. De pronto, kepis, hijabs, y cruces cenicientas constituyen los únicos signos vivientes en la mecánica de Nueva York. Al parecer, sostienen algunos, es la caída la que despertado esta necesidad. El signo actúa como refugio. Cubre y revela. La pertenencia a la comunidad ha quedado reemplazada por la pertenencia a una comunidad determinada, religiosa o tribal. La caída derribó la creencia en una comunidad ciudadana. Quizá el monumento la restablezca. O acreciente la falla.
Fotos: Tocho, Nueva York, febrero de 2012
domingo, 19 de febrero de 2012
La ciudad nacida de las aguas y la ciudad descendido del cielo: la ciudad sumeria
¿Calle, canal o curso de agua erosionando el tell sobre el que se asienta la ciudad sumeria de Tello (Iraq)?
Foto: Tocho, noviembre de2011
Los estudios previos, tras la visita del yacimiento arqueológico de Ur, en Iraq, de planos topográficos realizados en los años veinte, imágenes aéreas y tomas de datos recientes, que Marc Marín (UPC-ETSAB) está llevando a cabo para la preparación de una gran maqueta de aquella ciudad sumeria (que será incluida en la muestra sobre arte sumerio que Caixaforum, de Madrid y Barcelona, prepara para finales de 2012-mediados de 2013), ponen de manifiesto que los dos tipos de mitos acerca del origen de la ciudad en Sumer reflejan lo que posiblemente aconteció en realidad.
Aunque son muy escasas las tramas urbanas sumerias excavadas (dos barrios en Ur -hoy en mal estado por la lógica degradación de la arquitectura de barro-, un barrio en Kish, y trazas inapreciables en Uruk: ninguna extensamente), ya que las primeras misiones arqueológicas anteriores al final de la Segunda Guerra Mundial se centraban en grandes estructuras y no en el tejido urbano, de la que se pensaba pocas obras de arte notables podían desenterrarse, el estudio de los planos topográficos permite emitir algunas hipótesis.
Las ciudades como Ur se alzaban sobre colinas o montículos (tells) artificiales que destacaban en la planicie. Éstos resultaban de la acumulación de estratos de asentamientos (pueblos y primeras ciudades) en un mismo lugar desde el neolítico (Uruk remonta al VI milenio aC, Ur al V, como mínimo) cuyos muros de adobe se desmoronaban regularmente, lo que hacía subir el nivel del suelo. Cada nueva reconstrucción tenía que llevarse a cabo en un suelo ya hollado; los mitos pronosticaban toda clase de males a los reyes que se atrevieran a construir en un terreno virgen, perteneciente a los dioses. la topografía del terreno era artificial. Cada nueva ciudad se adaptaba al terreno. Las calles, las canalizaciones y los canales (si es que había canales en las ciudades) se abrían paso en un terreno ondulado, con cumbres y hondonadas. Las vías seguían las trazas del curso de las aguas de lluvia. Éstas marcaban fuertemente el terreno, y señalaban las mejores vías de evacuación. Las calles, entonces, se disponían de manera arborescente, o como una red de curso de agua con una multitud de afluentes, como si de una red de nervaduras o de venas se tratara. Esta red era similar a la que aún se encuentra en la base de los cascos antiguos de medinas como las de Mosul o Irbil en Iraq. Las callejuelas zigzaguean para amoldarse a la orografía. De este modo, se facilita la evacuación del agua.
Son los curso de agua los que están en el origen de la trama urbana. La ciudad se asienta sobre una multitud de pequeños cauces que aún hoy se descubren (algunas ciudades sumerias decayeron o desaparecieron a finales del tercer milenio aC, por lo que los restos arqueológicos hallados corresponden a los últimos niveles urbanos. La orografía actual, descubierta debajo de capas de sedimentos extraídos, no es muy distinta de la orografía que ciudades como Ur presentaban cuando el declive del mundo sumerio.)
Unos mitos cuentan que la primera ciudad, la Uru-ul-la, estaba desde los tiempos primigenios asentada en o cabe las aguas primordiales. Nació de las aguas y alumbró, a su vez, al cielo. Esta ciudad primordial estaba, entonces, en íntima asociación con las aguas. Daba cobijo a las almas, negros espectros de una ciudad negra que se miraba en las oscuras aguas de los inicios. Aguas que cubrían o acogían al mundo de los muertos que nacían de las aguas en la ciudad de los inicios.
Esta concepción está en relación con la imagen que, muy posiblemente, tuvieron las primeras ciudades, sentadas en una tupida red de canales naturales abiertos en las marismas del delta del Tigris y el Éufrates, y con la imagen de las ciudades ya históricas, construidas sobre los tells, respetando el surco de las aguas de lluvia, los cuales constituyeron la base de la trama urbana.
Sin embargo, otros mitos contaban que las ciudades descendieron de los cielos en tiempos antediluvianos. Estructuras majestuosas que se posaron en la tierra. Estas formas, necesariamente geométricas, de planta rectangular o cuadrada, se inscribieron en una trama arborescente. Dos modelos, orgánico y geométrico, se encontraban y se enfrentaban.
Este segundo modelo también se halla en las ciudades sumerias. De hecho es prácticamente el único que ha sido excavado. Se trata del que subyace al extenso barrio de templos, espacios comunitarios o asamblearios y palaciegos . Este conjunto estaba bien delimitado por una o unas murallas de planta regular, que contrastaban con la muralla de la ciudad, perfectamente adaptada, anmoldado al perímetro curvo de la colina artificial.
Mientras que las casas formaban un conjunto casi de escamas sostenidas por la red arborescente de las callejuelas, los grandes equipamientos públicos y religiosos se desmarcaban y se inscribían en formas que nada tenían que ver con la orografía de barro de la que brotaba la ciudad. Eran edificaciones "abstractas" que podrían ser calificadas de cristalinas si no se hubieran levantado también con ladrillos de adobe. En todo caso, eran formas ajenas a la orografía. Reflejaban las formas puras celestiales.
La ciudad sumeria, entonces, resultaba de la unión del cielo y la tierra, o de las aguas y el aire, es decir del trabajo conjunto del dios de las aguas subterráneas, Enki, y el dios de las aguas celestiales y del aire, Enlil. Actuaba como cópula entre la tierra y las aguas primordiales, y el empíreo (que parece descansar sobre la inmensidad que, desde los tells, se descubre a la redonda en el sur de Iraq).
Agradecimientos a Victoria Garriga (AV62Arquitectos) y Marc Marín por sus observaciones.
Tom Clegg (1934): Asesinato en Mesopotamia (2001) (basado en la novela de misterio de Agatha Chriistie -1890-1976-, 1936)
Asesinato en Mesopotamia (Murder in Mesopotamia) refleja la visión de las excavaciones en el yacimiento sumerio de Ur (en Iraq), dirigidas por el arqueólogo inglés Woolley, con la ayuda del esposo de Agatha Christie (quien convivió en la misión), el arqueólogo Max Mallowan.
La historia también refleja la opinión que Christie tenía de la esposa, Katherine, de Woolley, a la que acusaba de haber postergado a Mallowan y de comportarse tiránicamente.
Todas las personas reales que trabajaron en Ur se reconocen bien; tan solo los nombres fueron cambiados.
Envío de David Capellas
sábado, 18 de febrero de 2012
viernes, 17 de febrero de 2012
Philip Guston (1913-1980): City limits (Los límites de la ciudad) (1969)
Philip Guston: Los límites de la ciudad (1969), Museo de Arte Moderno, Nueva York
Por alguna extraña razón, esta obra de Philip Guston recuerda la noticia sobre el nuevo Jardín del Edén en el desierto de los Monegros (o en la devastada periferia de Barcelona).
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El jardin del Edén (faraónico)
CIUDAD DE VACACIONES
Breve texto, para el apartado de Ficción, en una próxima publicación de la arquitecta y fotógrafa Julia Schulz-Dornburg que documenta, de manera minuciosa, exhaustiva y sobrecogedora, las devastadoras y desoladas "arquitecturas del lucro" en España.
Sin duda el libro de arquitectura (y de terror) del año en España.
Ficción: el sustantivo ficción y el verbo fingir derivan del
mismo verbo latino, fingere, que
significa representar. Se trata de un verbo que designa la acción teatral por
excelencia: la representación de una acción, protagonizada por figuras, que
solo existen en y durante la escena. Su
esencia es volátil. Su poder de
convicción, empero, más duradero que el que causan las personas más sabias. No
todo lo que se refiere a la ficción es perecedero. Las efigies (que también son
consecuencia del fingimiento) (las imágenes) también perduran, más tiempo que
los seres que representan. Es decir, que la presencia de lo ficticio depende de
su poder hipnótico. Poder que actúa
tanto mientras la ficción se representa cuanto es recordada, reactualizada. La
ficción tiene la desconcertante virtud de ser y no ser. Existe un tiempo tan
solo, pero se recuerda siempre, como si siguiera presente. Dada la connivencia
entre la ficción y los sueños, no hace falta que la ficción se muestre
constantemente. Su recuerdo es vivaz, y
la mantiene en vida. Los sueños y los recuerdos son más duraderos que la propia
realidad. La ficción es la realidad que ha logrado vencer el tiempo. Existe en
otro espacio donde el tiempo ya no la alcanza. Pero este espacio y este tiempo
está entre nosotros, como si creara burbujas dentro de las cuales entráramos en
otra “dimensión”, y nos halláramos ante seres y circunstancias modeladas por
categorías distintas: figuras y situaciones
que no son de este mundo, aunque lo parezcan. La ficción es el espejo de la
realidad. Tiene la misma dureza y frialdad que el espejo: perfecta, e
inalcanzable. Una barrera invisible se alza entre la realidad y la imagen, que
se instala perdurablemente entre nosotros.
Ante esta situación, ¿por qué pretender llegar a lo real si
la ficción es más seductora y convincente? ¿Qué es la ficción en arquitectura?;
¿en qué consiste, cómo opera, dónde se halla?
Las ciudades de vacaciones son presentadas como obras de
ficción, o que pertenecen al mundo de la ficción, como si se ubicaran detrás
del espejo: un espejo en el que nos gusta mirarnos.
Ciudad de vacaciones: curiosa expresión. La ciudad es un
organismo perenne. Las ciudades se fundan para durar. Se oponen a los
campamentos. Son propias de seres sedentarios. En las tierras de los nómadas,
los desiertos, solo se alzan ciudades que son espejismos: ciudades que solo
existen en la imaginación, que no tienen consistencia, y que son inalcanzables.
Ciudades soñadas. La ciudad de vacaciones tiene una entidad paradójica: quiere
estar al alcance de la mano, ser recorrida como si existiera “de verdad”, sin
ser una ciudad verdadera, sin poseer los elementos que contribuyen a que la
ciudad se dé de un canto con la realidad, como si la dura realidad diaria se
opusiera -como así ocurre- a la
ensoñación que la ciudad de vacaciones persigue. Quiere ser una ciudad y no
serlo. Dar la ilusión que se trata de una ciudad. Por tanto, ser una ciudad
imaginaria o ficticia. Un sueño, o una pesadilla.
Vacación proviene del
latín vacare: estar libre,
desocupado. Vacare se opone a laborare. Una persona de vacaciones no
se halla trabajando. Su plaza está
vacante. De algún modo, la vacación alude a una falta, una desocupación
espacial. Los que están de vacaciones son vagabundos (vagabundo también proviene de vacare). No quieren estar
dónde se hallan sino que aspiran a estar en otro sitio: un sitio soñado.
Quieren y no quieren llegar a él, pues intuyen que quizá no sea como en sus
sueños. Son incapaces de hacer nada, ni nada tienen que hacer.: son vagos. La
vacación invita a la vagancia; y a la errar: ir de un sitio para otro, sin
quedarse en ninguno, equivocándose a cada vez, como si se tuviera un vacío, o
se estuviera en él. De ahí que la ciudad de vacaciones tenga que posee tantos
lugares o espacios, que nunca sean del o
como el lugar ni del tiempo de donde uno viene. Vacare, en efecto, está
relacionado con vacuus: vacío, y
vacuo al mismo tiempo. La falta de
consistencia, y la ausencia, parecen categorías ligadas a la época vacacional.
Categorías que remiten a la falta de realidad o la existencia de otra realidad,
en la que el tiempo y el espacio “reales” o terrenales, habituales, no rigen.
La vacación suscita una ligera inquietud. La inconsistencia y la inconsecuencia
rondan, como si un vacío, real o existencial, pudiera instalarse. La vacación
carece de base sólida. Quien está de vacaciones cree estar en una nube. Para
bien y para mal. Flota, y percibe la realidad distorsionada. Lo que mejora, o
empeora la realidad o la impresión que se tiene de ella. La vacación instaura
la ambigüedad. No se sabe bien dónde uno se halla, qué suelo pisa. La realidad
se deforma, según nuestros deseos o miedos. Se pierden las referencias más
habituales. Las vacaciones tienen la capacidad, precisamente, de sacarnos de
nuestros hábitos. Nos trasplanta en otro
hábitat, en el que se hace ver qué se vive, como en una nube.
La ciudad de vacaciones, entonces, no existe: solo es un
sueño, o una ficción. Pues las costumbres, los modos de vida que instaura no
prenden en la realidad, no dependen de ésta. Solo podemos vivir en contacto con
la tierra. No podemos vivir entonces en una ciudad de vacaciones, pues perdemos
el contacto con el suelo. No pisamos el suelo. La ciudad de vacaciones está concebida
para abandonar el mundo, soñar, dormir o morir. Es una tierra –aunque tierra no
es la palabra más adecuada- de nadie. De sueños, de figuras imaginarias y de
fantasmas. Está hecha para los “don nadie”. La identidad, que nos limita, y nos
distingue, que dice qué o quiénes somos, se pierde. En la ciudad de vacaciones,
los individuos son indistinguibles. Se confunden entre sí. Forman una masa
indiferenciada. Y así son tratados. Son como niños. Los comportamientos son
infantiles, y se les trata como a seres infantilizados. Idiotas. La ciudad de
vacaciones idiotiza, o embrutece: reduce la persona, y anula la personalidad.
Con el libre consentimiento de ésta. ¿Qué más puede hacer y desear, cómo
oponerse a aquélla? La ciudad de vacaciones está pensada para las masas. Y solo
tiene sentido si y mientras las acoge. Una ciudad de vacaciones vacía es
absurda (un páramo desierto, un mal sueño, y una pesadilla para quienes la
planificaron), aunque su fin sea la de crear el vacío alrededor década persona,
o de convertirla en un ser vacuo, es decir sin ser, un ser que deja de ser, que
no es nada. La maldecida o bendecida nada es propia de una ciudad de
vacaciones. Existe para que no pensemos en nada, y no tengamos nada qué hacer.
La voluntad queda anulada. Se adelanta a todos los deseos y los satisface. Todo
lo que se necesita y no se necesita, todo, está al alcance de la mano. Como en
el Edén. Pero en el Edén no había ciudades, pues no hacía falta cobijarse ni
refugiarse. Una ciudad de vacaciones se
muestra como Jauja. A la que se acude para huir de la realidad, evitarla,
esconderse de ella. O de sí mismo. Jauja parece un paraíso, mas es un lugar
donde se anula el arbitrio. Una fuerza externa, contra la que uno no puede
oponerse, impulsa a moverse, para no estar quietos. Y pensar. Se trata de un
lugar en el que se refugian quienes quieren estar consigo mismos, que no
quieren verse a sí mismo, de ciegos ante la realidad. La ciudad de vacaciones deslumbra,
es decir ciega. En ella, nada se ve como en la realidad. Que es lo que se
busca, ir ciego, para no ver a lo que
uno se enfrenta, ni saber nada, cuando
uno huye. En tanto que refugio de
quienes huyen, la ciudad de vacaciones solo puede acoger temporalmente, antes
de “regresar a la realidad”. Ofrece cobijo, o cárcel (que no se puede salir de
ella, ya que atrapa, espacial y temporalmente, siendo el lugar donde el tiempo
no pasa, ni nada pasa, aunque parezca que la actividad es incesante,
precisamente para que nos olvidemos que el tiempo no se detiene “en realidad”),
el tiempo que dura una ficción.
La ciudad de vacaciones en necesaria porque ocurre que la
ciudad, la ciudad verdadera, nuestra ciudad, no es una ciudad. Es una imagen de
la ciudad de vacaciones.
Así vivimos.
¿Digame?
Agradezco a Julia Schulz la posibilidad de redactar un texto para su libro.
Agradezco también a David Capellas la información sobre este jardín del edén:
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/01/25/catalunya/1327519897_065546.html
miércoles, 15 de febrero de 2012
martes, 14 de febrero de 2012
Rein Raamat (1931): Linn (La ciudad) (1988)
Dealgún modo, este corto de animación está relacionado, como una imagen invertida, a lo que Lugalbanda, el héroe sumerio, nos comunica
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