miércoles, 18 de noviembre de 2009
Babylon
Excavaciones en Babilonia, principios del siglo XX.
Imagen del riquísimo fondo del Gertrude Bell Archive, en la Universidad de Manchester: de libre consulta en internet:
http://www.gerty.ncl.ac.uk/search_all_results.php
Gertrude Bell fundó el Museo Nacional de Irak en Bagdad a principios del siglo XX, y el Instituto Británico de Estudios sobre Irak, en Londres. Murió en Bagdad tras haber participado en la creación del reino de Irak.
PS: foto dedicada a Glauka, quejosa de tanto arte contemporáneo.
martes, 17 de noviembre de 2009
"El nacimiento del arquitecto": Roger Hiorns, Lucy Skaer y el Turner Prize 2009
Roger Hiorns: Chartres inclinada (1996)
Roger Hiorns: Catedral de Chartres con sulfato de cobre; Catedral de Notre-Dame de París con sulfato de cobre, 1996
Roger Hiorns: El nacimiento del arquitecto, 2003
Roger Hiorns: Sin título (2008) -avión de pasajeros pulverizado-
Roger Hiorns
Lucy Skaer
El museo Tate Britain en Londres expone a los cuatro jóvenes finalistas del Premio Turner 2009. Entre éstos, destacan el favorito, Roger Hiorns, y Lucy Skaer.
Esta artista presenta, entre otras obras, Los límites de Leviatán (2009), que comprende el esqueleto de una ballena (prestado por un museo de ciencias naturales). Aquél está encerrado en una especie de jaula de la altura de la sala con barrotes de madera muy anchos. Mirando a través de la rendija vertical situada ante la calavera, podemos ver todo el esqueleto (una vista frontal). Mientras que si lo contemplamos de lado, los barrotes nos impiden verlo en su totalidad.
Pues eso.
Desde que Homero decretara que el artista es un vidente, que revela lo que el común de los mortales somos incapaces de percibir, la concepción del artista se ha ido retorciendo cada vez más.
En la sala siguiente, Roger Hiorns expone esculturas informalistas blanquercinas -son como burillas gigantescas- colgadas de la pared, hechas con una mezcla de plástico o goma y de materia orgánica: cerebros triturados. Una manera de que "nos demos cuenta" de la incierta frontera entre la tecnología y el pensamiento, lo orgánico y lo metálico. Entre el artista, la mente, y la obra. Entre el orden y el azar: la forma resultante no ha sido pensada. Y la materia orgánica sigue teniendo vida. Las esculturas pueden alterarse, hincharse o descomponerse.
Una versión cyborg de la relación entre lo uno y lo múltiple.
Otra obra, intencionadamente titulada Sin título (2008), consiste en un avión comercial supersónico trabajosamente triturado, reducido a una finísima capa de polvo grisáceo extendida por la sala. La tecnología hecha polvo. El símbolo del orgullo humano, que desafía la gravedad, un brillante ingenio reducido a cenizas.
El retorno de la maldición bíblica.
"We are prompted to reconsider our faith in technology, and to think about the entropy of all things: all objects are, in the end, dust", escribe el comisario. No sé si la idea es nueva. Polvo eres.
Sin embargo, Roger Hiorns es célebre por su reiterado y efectivo -o efectista- uso del sulfato de cobre que, al mezclarse con agua, produce cristales azul cobalto. Se dio a conocer en 1996 con unas maquetas de catedrales góticas, de altos pináculos, deformadas, carcomidas por una materia que debería ser la sublimación -o la negación- de la materia pétrea: el cristal azul, un símbolo -celestial- de perfección. El cielo nocturno, que el cristal simbolizaba, marcaba los afilados rasgos de una construcción terrenal. Las torres se inclinaban como si el cielo pesara, les pesara. La relación entre el cielo y la tierra se invertía. La idea del arquitecto se precisaba al entrar en contacto con el mundo. El diseño mental era una nebulosa.
El nacimiento del arquitecto, una instalación o una escultura de 2003, comprendía dos máquinas abotarjadas por cristales de sulfato de cobre: un motor de un coche deportivo unido, como por cordones umbilicales, a unas maquetas de catedrales caídas (el coche era la catedral del siglo XX, según los futuristas, y el mismo Le Corbusier pensaba de manera parecida). No se sabía si las tres piezas emergían y se levantaban de un universo cristalino (en el que yacían embotadas), o si sucumbían bajo el peso de la pureza.
Las maquetas son parte de un proyecto de arquitectura. Son formas (ideas, en griego) aún no materializxadas, el origen de la arquitectura, y en tanto que la obra hace o determina al creador, son el -o están también en el- origen del arquitecto. Pero estas primeras formas deberían ser brillantes; y lo son. No deberían estar contaminadas, lastradas por la materia; y, sin embargo, aunque lo que las desfigura no sea la materia- el cristal azul es luz, lo opuesto a la opacidad matérica-, están deformadas, como embriones de los que nadie sabe a fe cierta qué forma adquirirán cuando vean la luz.
Quizá Roger Hiorns, bajo o a través de sus (aparatosas) instalaciones, plantee cuestiones serias o curiosas sobre la creación y su llegada al mundo.
Roger Hiorns: Catedral de Chartres con sulfato de cobre; Catedral de Notre-Dame de París con sulfato de cobre, 1996
Roger Hiorns: El nacimiento del arquitecto, 2003
Roger Hiorns: Sin título (2008) -avión de pasajeros pulverizado-
Roger Hiorns
Lucy Skaer
El museo Tate Britain en Londres expone a los cuatro jóvenes finalistas del Premio Turner 2009. Entre éstos, destacan el favorito, Roger Hiorns, y Lucy Skaer.
Esta artista presenta, entre otras obras, Los límites de Leviatán (2009), que comprende el esqueleto de una ballena (prestado por un museo de ciencias naturales). Aquél está encerrado en una especie de jaula de la altura de la sala con barrotes de madera muy anchos. Mirando a través de la rendija vertical situada ante la calavera, podemos ver todo el esqueleto (una vista frontal). Mientras que si lo contemplamos de lado, los barrotes nos impiden verlo en su totalidad.
Pues eso.
"Lucy Skaer is slowing down the art of looking. You can't just grasp the art in once glance," dice la comisaria Carey-Thomas.
La artista quiere hacernos reflexionar sobre los impedimentos de la visión, y cómo ésta es condicionada por los barrotes de los prejuicios. Lo insólito hubiera sido, quizá, que se hubiera podido ver enteramente un objeto escondido detrás de una plancha de madera.Desde que Homero decretara que el artista es un vidente, que revela lo que el común de los mortales somos incapaces de percibir, la concepción del artista se ha ido retorciendo cada vez más.
En la sala siguiente, Roger Hiorns expone esculturas informalistas blanquercinas -son como burillas gigantescas- colgadas de la pared, hechas con una mezcla de plástico o goma y de materia orgánica: cerebros triturados. Una manera de que "nos demos cuenta" de la incierta frontera entre la tecnología y el pensamiento, lo orgánico y lo metálico. Entre el artista, la mente, y la obra. Entre el orden y el azar: la forma resultante no ha sido pensada. Y la materia orgánica sigue teniendo vida. Las esculturas pueden alterarse, hincharse o descomponerse.
Una versión cyborg de la relación entre lo uno y lo múltiple.
Otra obra, intencionadamente titulada Sin título (2008), consiste en un avión comercial supersónico trabajosamente triturado, reducido a una finísima capa de polvo grisáceo extendida por la sala. La tecnología hecha polvo. El símbolo del orgullo humano, que desafía la gravedad, un brillante ingenio reducido a cenizas.
El retorno de la maldición bíblica.
"We are prompted to reconsider our faith in technology, and to think about the entropy of all things: all objects are, in the end, dust", escribe el comisario. No sé si la idea es nueva. Polvo eres.
Sin embargo, Roger Hiorns es célebre por su reiterado y efectivo -o efectista- uso del sulfato de cobre que, al mezclarse con agua, produce cristales azul cobalto. Se dio a conocer en 1996 con unas maquetas de catedrales góticas, de altos pináculos, deformadas, carcomidas por una materia que debería ser la sublimación -o la negación- de la materia pétrea: el cristal azul, un símbolo -celestial- de perfección. El cielo nocturno, que el cristal simbolizaba, marcaba los afilados rasgos de una construcción terrenal. Las torres se inclinaban como si el cielo pesara, les pesara. La relación entre el cielo y la tierra se invertía. La idea del arquitecto se precisaba al entrar en contacto con el mundo. El diseño mental era una nebulosa.
El nacimiento del arquitecto, una instalación o una escultura de 2003, comprendía dos máquinas abotarjadas por cristales de sulfato de cobre: un motor de un coche deportivo unido, como por cordones umbilicales, a unas maquetas de catedrales caídas (el coche era la catedral del siglo XX, según los futuristas, y el mismo Le Corbusier pensaba de manera parecida). No se sabía si las tres piezas emergían y se levantaban de un universo cristalino (en el que yacían embotadas), o si sucumbían bajo el peso de la pureza.
Las maquetas son parte de un proyecto de arquitectura. Son formas (ideas, en griego) aún no materializxadas, el origen de la arquitectura, y en tanto que la obra hace o determina al creador, son el -o están también en el- origen del arquitecto. Pero estas primeras formas deberían ser brillantes; y lo son. No deberían estar contaminadas, lastradas por la materia; y, sin embargo, aunque lo que las desfigura no sea la materia- el cristal azul es luz, lo opuesto a la opacidad matérica-, están deformadas, como embriones de los que nadie sabe a fe cierta qué forma adquirirán cuando vean la luz.
Quizá Roger Hiorns, bajo o a través de sus (aparatosas) instalaciones, plantee cuestiones serias o curiosas sobre la creación y su llegada al mundo.
domingo, 15 de noviembre de 2009
El fundamento de la arquitectura: Platón y la arquitectura
"El principio, Arjé (o Arkhé), es un dios que, estableciéndose (hidrumene), entre los hombres salva (soodzoo) todas las cosas" (Platón, Leyes, VI, 775e)
Arjé es un nombre común que significa tanto inicio cuanto principio. Designa un punto de partida y un fundamento. Por ejemplo, los cimientos de un edificio, que son lo primero que se construye, y lo que sustenta -sin los cuáles, aquél se derrumbaría-, eran calificados de arjai (plural de arjé).
Arjé entra a formar parte de palabras compuestas habituales, como arqueología (el conocimiento de los fundamentos, de los restos, y de los inicios), o arquitectura (la técnica o el control de los cimientos, de lo que se instaura: las bases, en suma, de la construcción).
Arjé fue un concepto divinizado por el presocrático Anaximandro, quien lo entendía como lo que carecía de límites (un ente ilimitado, apeiron), a la espera de ser contenido por las formas, y capaz de generar todas las formas, precisamente por su caracter indeterminado.
Platón retomó la concepción de Anaximandro. Arjé ya no es un término usual, un concepto, sino una divinidad -que nada tenía que ver con los dioses olímpicos en forma humana-, una potencia generadora (un dios "filosófico").
Esta potencia, este principio divino, invisible, podemos suponer, se manifiesta en la tierra. Su manifestación consiste en su descendimiento, su aparición entre los seres humanos y su instalación. Arjé se muestra y se asienta. Dicha llegada para siempre trae la salvación de todas las cosas, la humanidad, entre éstas. Y, por tanto, Platón prosigue pidiendo que todos le rindamos el honor que le conviene.
El término que se traduce por establecimiento es hidrumene. Éste está emparentado con hidruma, que significa construcción, fundación, morada, soporte. El verbo hidruoo se traduce por hacer sentar, asentar, instalar, fundar, y por tanto, construir, elevar una casa.
Arjé, entonces, funda un establecimiento, construye una casa, la casa de todos. Toda vez que Arjé es el principio, es también el modelo, modelo de actuación. Por tanto, se tiene que obrar, que construir, siguiendo las enseñanzas de Arjé. Y quienes tienen el deber de proceder de este modo, son quienes tienen a arjé como principio, es decir los arjitectos. Arjé es su inspiración, su fuente.
La actuación o intervención de Arjé tiene una finalidad y unos resultados perceptibles: la salvación de las cosas que, sin duda, se logra. Salvar es la traducción moderna del griego antiguo soodzoo. Sin embargo, todo y que la traducción es correcta, el verbo posee unos matices que el verbo moderno no refleja. Soodzoo significa, literalmente, instalar bajo un techo -cobijar, proteger-, dejar vivir, guardar o preservar la memoria de algo o alguien -impidierndo, así, que desaparezca para siempre, que muera enteramente-. El substantivo sooter se traduce por lo que salva, y sooteria es, ante todo, la seguridad (también la salvación).
Arjé es una divinidad soteriológica. Eso significa que se trata de un dios que trae la salvación. Y dicha bendición acontece porque Arjé, cuando desciende a la tierra, construye: delimita, habilita un espacio, espacio en el que los humanos se hallarán a salvo. Por tanto, la intervención espacial de Arjé es "vital": trae o protege la vida. O la crea. Es fuente de vida.
La causa final de la arquitectura es la creación de espacios donde la vida (humana) pueda recogerse. La arquitectura constituye defensas (murallas, techos) contra los enemigos, y la muerte. Es un servicio público. El ser humano, dejado de la mano de dios, a la intemperie, sin una cubrición donde acogerse, ni tener un lugar donde caerse muerto, no puede sobrevivir. Le es necesario la protección, el cobijo que una casa le brinda.
La vida solo puede instalarse en la tierra tras la acción de un dios principal, el dios de los inicios, Arjé, el dios-arquitecto.
La frase de Platón (¿para qué leer a otro pensador? -todo está en Platón-) recoge el pensamiento oriental, mesopotámico. Edificar es instaurar las condiciones (de habitabilidad) para que la vida exista. Vida para siempre, sin duda. Arjé es ubna divinidad redentora. Vence hasta a la muerte.
¿Por qué la arquitectura, hoy, lo destruye todo?
Arjé es un nombre común que significa tanto inicio cuanto principio. Designa un punto de partida y un fundamento. Por ejemplo, los cimientos de un edificio, que son lo primero que se construye, y lo que sustenta -sin los cuáles, aquél se derrumbaría-, eran calificados de arjai (plural de arjé).
Arjé entra a formar parte de palabras compuestas habituales, como arqueología (el conocimiento de los fundamentos, de los restos, y de los inicios), o arquitectura (la técnica o el control de los cimientos, de lo que se instaura: las bases, en suma, de la construcción).
Arjé fue un concepto divinizado por el presocrático Anaximandro, quien lo entendía como lo que carecía de límites (un ente ilimitado, apeiron), a la espera de ser contenido por las formas, y capaz de generar todas las formas, precisamente por su caracter indeterminado.
Platón retomó la concepción de Anaximandro. Arjé ya no es un término usual, un concepto, sino una divinidad -que nada tenía que ver con los dioses olímpicos en forma humana-, una potencia generadora (un dios "filosófico").
Esta potencia, este principio divino, invisible, podemos suponer, se manifiesta en la tierra. Su manifestación consiste en su descendimiento, su aparición entre los seres humanos y su instalación. Arjé se muestra y se asienta. Dicha llegada para siempre trae la salvación de todas las cosas, la humanidad, entre éstas. Y, por tanto, Platón prosigue pidiendo que todos le rindamos el honor que le conviene.
El término que se traduce por establecimiento es hidrumene. Éste está emparentado con hidruma, que significa construcción, fundación, morada, soporte. El verbo hidruoo se traduce por hacer sentar, asentar, instalar, fundar, y por tanto, construir, elevar una casa.
Arjé, entonces, funda un establecimiento, construye una casa, la casa de todos. Toda vez que Arjé es el principio, es también el modelo, modelo de actuación. Por tanto, se tiene que obrar, que construir, siguiendo las enseñanzas de Arjé. Y quienes tienen el deber de proceder de este modo, son quienes tienen a arjé como principio, es decir los arjitectos. Arjé es su inspiración, su fuente.
La actuación o intervención de Arjé tiene una finalidad y unos resultados perceptibles: la salvación de las cosas que, sin duda, se logra. Salvar es la traducción moderna del griego antiguo soodzoo. Sin embargo, todo y que la traducción es correcta, el verbo posee unos matices que el verbo moderno no refleja. Soodzoo significa, literalmente, instalar bajo un techo -cobijar, proteger-, dejar vivir, guardar o preservar la memoria de algo o alguien -impidierndo, así, que desaparezca para siempre, que muera enteramente-. El substantivo sooter se traduce por lo que salva, y sooteria es, ante todo, la seguridad (también la salvación).
Arjé es una divinidad soteriológica. Eso significa que se trata de un dios que trae la salvación. Y dicha bendición acontece porque Arjé, cuando desciende a la tierra, construye: delimita, habilita un espacio, espacio en el que los humanos se hallarán a salvo. Por tanto, la intervención espacial de Arjé es "vital": trae o protege la vida. O la crea. Es fuente de vida.
La causa final de la arquitectura es la creación de espacios donde la vida (humana) pueda recogerse. La arquitectura constituye defensas (murallas, techos) contra los enemigos, y la muerte. Es un servicio público. El ser humano, dejado de la mano de dios, a la intemperie, sin una cubrición donde acogerse, ni tener un lugar donde caerse muerto, no puede sobrevivir. Le es necesario la protección, el cobijo que una casa le brinda.
La vida solo puede instalarse en la tierra tras la acción de un dios principal, el dios de los inicios, Arjé, el dios-arquitecto.
La frase de Platón (¿para qué leer a otro pensador? -todo está en Platón-) recoge el pensamiento oriental, mesopotámico. Edificar es instaurar las condiciones (de habitabilidad) para que la vida exista. Vida para siempre, sin duda. Arjé es ubna divinidad redentora. Vence hasta a la muerte.
¿Por qué la arquitectura, hoy, lo destruye todo?
sábado, 14 de noviembre de 2009
Joseph Cornell & Stan Brakhage: The Wonder Ring (1955)
Fascinante recorrido en el metro elevado de la Tercera Avenida de Nueva York. Una de las mejores películas sobre una ciudad vista desde un paseante.
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