understand
O.E. understandan "comprehend, grasp the idea of," probably lit. "stand in the midst of," from under + standan "to stand" (see stand). If this is the meaning, the under is not the usual word meaning "beneath," but from O.E. under, from PIE *nter- "between, among" (cf. Skt. antar "among, between," L. inter "between, among," Gk. entera "intestines;" see inter-). But the exact notion is unclear. Perhaps the ult. sense is "be close to," cf. Gk. epistamai "I know how, I know," lit. "I stand upon." Similar formations are found in O.Fris. (understonda), M.Dan. (understande), while other Gmc. languages use compounds meaning "stand before" (cf. Ger. verstehen, represented in O.E. by forstanden ). For this concept, most I.E. languages use fig. extensions of compounds that lit. mean "put together," or "separate," or "take, grasp."
stand (v.)
O.E. standan (class VI strong verb; past tense stod, pp. standen), from P.Gmc. *sta-n-d- (cf. O.N. standa, O.S., Goth. standan, O.H.G. stantan, Swed. stå, Du. staan, Ger. stehen), from PIE base *sta- "to stand" (cf. Skt. tisthati "stands," Gk. histemi "cause to stand, set, place," L. stare "stand," Lith. stojus, O.C.S. stajati; see stet). Sense of "to exist, be present" is attested from c.1300. Meaning "to pay for as a treat" is from 1821. Phrase stands to reason (1620) is from earlier stands (is constant) with reason. Phrase stand pat is originally from poker (1882); stand down in the military sense of "go off duty" is first recorded 1916. Standing ovation attested by 1968; standing army is from 1603.
(de: http://www.etymonline.com/index.php?search=understand)
Jéssica Jaques (filósofa, Universidad Autónoma de Barcelona) comentó brillantemente, ayer por la tarde, que el arte (cualquier manifestación artística) nos ayuda a entender el mundo y, por tanto, a ubicarnos en él.
En efecto, jugaba con los verbos ingleses"to understand" (que, como propone el Diccionario Etimológico de Oxford, no significa hallarse debajo de, sino, por el contrario, en medio de, incluso estar cerca de o próximo a, estar, por tanto, a la distancia adecuada para que el diálogo o la comunicación -con el mundo, o con los demás- se establezca), y "to stand" (el cual derivaría de una raíz indoeuropea, y sería signónimo de los verbos ser y estar -histemi, en griego, que también se traduce por situar, emplazar-).
Los verbos que designan las acciones que el arte emprende, de pronto, se cargan de matices espaciales, arquitectónicos: espacializan los efectos del arte, y nos sitúan en medio del mundo.
Si el arte, a través de las imágenes que propone (imágenes que tenemos que descifrar o interpretar, lo que nos lleva a situarnos ante ellas a fin de entrar en contacto y poder escuchar lo que nos quieren decir y dialogar con ellas), nos ayuda a "entender" el mundo (que nos rodea) y que, a menudo, nos resulta enigmático o incomprensible, cuestionando, entonces, nuestro lugar en aquél (¿qué hago yo aquí, en medio de un entorno que nada me dice?), el arte, a través de la comprensión del entorno, nos permite situarnos: sabemos dónde y en medio de qué estamos, qué podemos esperar y qué podemos pedirle al mundo, a qué distancia (prudente o respetuosa) nos tenemos que ubicar (para que podamos percibir -perspectivamente- el mundo, y que éste se nos despliegue y se nos muestre de manera comprensiva sin perdernos). Sabemos entonces cuáles son nuestros límites, y en medio de qué nos las vemos: qué nos rodea, nos emplaza. A partir de entonces, sabemos de qué espacio disponemos, cuál es nuestro lugar: nuestro lugar, nuestro hogar, el espacio que se nos asigna, y desde el cual dialogamos con lo o los que nos rodean.
Acurre que el arte nos convierte en los "ordenadores" de nuestro mundo: gracias al arte, podemos hacernos con un lugar, convertir un espacio, hasta entonces indiferenciado, indiferente, cuando no hostil, en un "lugar propio"; nos ubica. Hasta entonces, deambulábamos, y chocábamos contra el mundo visto como una pared (un mundo carcelario, que nos aprisiona -y nos rechaza-). El arte transfigura el mundo -para nosotros: nos lo vuelve claro, y nos permite ver dónde nos hallamos. Podemos permanecer de pie, rectos, sin tener que agachar la cabeza ni replegarnos. Permanecemos. El arte, gracias a que nos permite situarnos en el espacio, nos ayuda a durar en el tiempo. Nos quedamos en nuestro sitio: hemos hallado el sitio que nos "corresponde", en todos los sentidos de la palabra: que nos pertenece o nos es asignado, y con el cual podemos entablar un diálogo. Los muros dejan de ser mudos.
Somos, gracias al arte, nuestros propios arquitectos. Somos, como afirman los Evangelios, los artífices de nosotros mismos; somos nuestra propia casa (nuesta propia "iglesia", es decir, literamente, nuestra propia comunidad: podemos dialogar con el mundo y con nostros mismos: reflexionar, volver sobre nosotros, vernos por vez primera; descubrirnos -en tanto que humanos). El arte nos ayuda a encontranos con el mundo y con nosotros mismos, a "estar" bien con nosotros y lo que nos "envuelve", nos protege: los demás, la comunidad, el mundo.
El poder revelador del arte: es lo que Jéssica Jaques, junto con Laura Vilar y Iker Arrué, nos hicieron descubrir ayer, en una clase magistral de estética (impartida por Albert Imperial) en la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Una hermosa lección, que ojalá hayamos aprendido.
Y dejemos de ser esos ariscos seres que gruñen cuando cae la nieve.