El texto sumerio del Mito del Diluvio está incompleto -la tablilla rota-, y es de muy difícil lectura.
Los fragmentos conservados se inician con lo que parece un discurso del dios Enki: afirma que quiere detener el diluvio con el que An, el dios del cielo, está castigando a la humanidad por el excesivo ruido que asciende de la tierra y turba el divino sueño, permitir que los hombres reconstruyan las ciudades y los santuarios en "los lugares sagrados".
El verso A, 5 es ambiguo; se puede interpretar de dos maneras: Enki facilitaría que los humanos reconstruyeran las ciudades para que se pusieran a buen resguardo en su interior (para que pudieran protegerse), o para que el mismo Enki descansara a la sombra de la ciudad.
Sombra se decía gissu. esta palabra se escribía con un doble signo cuneiforme: gis + mi. El primero se traduce por álamo (un árbol que crece en lugares húmedos); en cuanto a mi significa oscuro, negro, noche. Una sombra, entonces es la mancha negra que proyecta un árbol.
Sombra se decía también aĝ2-ze2, que también significa protección. Ag2 es un verbo que se traduce por medir o mesurar; mientras que ze2 es otro verbo, pero que no nombra propiamente una acción, sino diríamos que una pasión: se traduce por morar; también por vivir.
La sombra es causada por un árbol estilizado que requiere humedad. Las ciudades eran comparadas con árboles precisamente por el abrigo que la copa brindaba, similar a la de un muro defensivo; también ocurría que el orden que emanaba de la ciudad podía compararse con la perfecta estructura del mundo, cuyos niveles cósmicos, terrenales e infernales están bien unidos y sostenidos gracias a una columna, o a un tronco bien erguido.
Perola sombra es también una parcela, bien acotada en la que se puede estar y vivir. La sombra de la ciudad se halla tanto fuera como dentro. Los edificios y las murallas echan sombra en el perímetro de la ciudad; pero también crean zonas en sombra en el interior de ésta. Esta sombra es benéfica. Algunos estudiosos traducen gissu por protección, escogiendo no el significado literal (sombra) sino los beneficios que ésta aporta. Si gissu es citada en el mito es precisamente por los valores de protección asociados a ella.
La sombra es consustancial con la ciudad. Ésta no se concibe como un espacio abierto, a pleno sol, sino como un lugar recogido, o donde recogerse. Y este recogimiento, esa tranquilidad o apaciguamiento solo se produce en un espacio acotado donde cada ciudadano puede instalarse, es decir vivir.
El imaginario sumerio -como el griego, milenios más tarde- asocia vida y asentamiento, muerte y destierro. La ciudad es la condición de la vida, es lo que garantiza que la vida prenda en la tierra, precisamente por la sombra que aporta, que divide el espacio indiferenciado en parcelas acotadas. La vida prende a la sombra. Y solo la ciudad es capaz de aportar una sombra perdurable. El clima desértico, sin duda, explica esta valoración de la sombra; pero no toda. La noción de medida, de espacio organizado -la sombra es como una parcela o un tapiz: un plano bien acotado, cuyos límites están perfectamente señalados y que dividen el mundo en dos zonas antitéticas: aquella en la que uno se expone (al sol, que ciega, a pleno sol, a la intemperie, diríamos, de sol a sol), y una segunda que invita a sentarse, a estirarse, precisamente porque la sombra es la imagen de un techo protector, protección que la ciudad aporta.
Sin los conocimientos de Jordi Abadal habría sido imposible transliterar y traducir la tablilla con del Mito del Diluvio
viernes, 24 de diciembre de 2010
Souvenir, souvenir
La Generalidad de Cataluña ha gastado cien mil euros durante dos años para que "expertos" establezcan una lista de los ciento dieciséis Iconos Turísticos Catalanes que los fabricantes de recuerdos podrán (o deberán) consultar: la Moreneta, la "espardenya", la barretina, la sardana, los "calçots", o el canto de la "senyera", entre otros. En otros tiempos, se habría incluido a Copito de Nieve.
"El consejero ha señalado que “ens trobem davant un treball inèdit que ha requerit d’un gran esforç de creativitat, imaginació i treball persistent”. También ha destacado "la feina de país" que representa esta iniciativa “amb aquesta feina al voltant de les icones, deixem una feina de país planificada”" (texto completo aquí).
La Generalidad de Cataluña reduce en un cuarenta y cinco por cierto la financiación de las universidades públicas catalanas. Las plazas vacantes ya no se cubren. No somos iconos turísticos auténticos.
¿Quien financió el "trabajo" antes citado? El Departamento de Innovación, Universidad y Empresas.
Próspero Año Nuevo.
jueves, 23 de diciembre de 2010
Joao Salaviza: Arena (2009)
Un retrato de la vida en un bloque de viviendas moderno.
Palma de Oro de cortometrajes en el Festival de Cannes de 2009
Para verlo en pantalla más grande, "clicar" aquí
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H5 (François Alaux, Hervé de Crécy & Ludovic Houplain): Logorama (2009)
Logorama from Marc Altshuler - Human Music on Vimeo.
LOGORAMA (2010) from ea.mediosaudiovisuales on Vimeo.
Premio Kodak en el Festival de Cannes, en 2009, y Óscar al mejor cortometraje en 2010. Inauguró el festival de cine de Sundance en 2010
Para poder ver el cortometraje en pantaklla más grande, o si no se pusiera en marcha, "clique" aquí
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martes, 21 de diciembre de 2010
(El espacio de la vida) Stan Brakhage: Window Water Baby Moving (1959)
Brakhage - Window Water
Cargado por cinefalo. - Todas las temporadas y episodios enteros online.
Sobre este mítico documental, "clicar" aquí y aquí
El viaje y el hogar
En el imaginario griego de la antigüedad, los hombres viajan para retornar voluntariamente al hogar. Las mujeres, por el contrario, huyen de él.
Si Odiseo u Herakles recorren todo el Mediterráneo durante años, en un viaje enloquecido que parece no tener rumbo ni fin, un objetivo les impulsa a proseguir aquél: la búsqueda del camino que les lleve a casa. Pese a que Odiseo llegue hasta los confines del mundo, y Herakles se enfrente a los monstruos más sanguinarios que personifican las fuerzas y los impulsos del espacio no domesticado, ambos solo sueñan con reencontrarse con su hogar -y con sus esposas, Penélope o Dejanira. El viaje, en este caso constituye una prueba para poder volver a reinar en el espacio doméstico. La casa es un premio que se tarda, quizá una vida, en obtener. De algún modo, la casa se configura como la última morada: escenifica el final del viaje (de una vida), tras el cual ya solo queda el descanso (eterno).
Por el contrario, las mujeres están ligadas al espacio interior. No pueden salir. Una y otra vez, Penélope partiría en busca de su esposo, pero su hijo se lo impide. Su cuerpo forma parte del cuerpo del edificio. Ella es la misma casa, hacia la que Odiseo viaje.
Si salen, es debido a un estado de rapto transitorio. Se ven obligadas a huir, impulsadas por una fuerza -un dios- exterior que las rapta y las enloquece. Así, al menos, viven la experiencia del viaje, Ágave, madre de Penteo, a quien Dioniso posee y fuerza a correr hacia los bosques por las laderas de montes encrespados, las ménades, poseídas también por el dios del vino, Europa, sacada del espacio exterior controlado por el palacio, en una de las pocas salidas permitidas, raptada y violada por Zeus, y llevada lejos de su tierra, su hogar natal, o Io, azuzada por el aguijón de un tábano, que, ciega de dolor, y metamorfoseada en un animal, transita por las costas del Mediterráneo oriental hasta dejarse caer exhausta en Egipto.
Así como Odiseo se vuelve más sabio o más astuto con y durante el viaje, adquiriendo los conocimientos necesarios para tratar con el resto de los humanos, Io pierde su condición humana. Su viaje solo la lleva a la muerte o al abandona; a la caída. No adquiere nada, antes bien, pierde incluso su dignidad.
Tanto en el caso de Odiseo como en el de Io -figuras paradigmáticas de viajeros-, el viaje aparece como un castigo. Odiseo no halla el camino "de vuelta" porque Poseidón, el dios de los mares, se lo impide -ya que Troya, la ciudad que este dios había construido, cayó gracias a los ardides de Odiseo-. Io corre sin rumbo perseguida por los celos de Hera, la esposa de Zeus, después de haber seducido, muy a su pesar, al padre de los dioses. Pero el viaje fortalece el ánimo de Odiseo. Se ve puesto a prueba, prueba que supera, ganando la posibilidad de volver a "reinar en su hogar"; por el contrario, una vez que Io ha salido del hogar, se convierte en una bestia sin posibilidad de redención alguna, ni de retorno.
De algún modo, el viaje se constituye como una prueba necesaria para la constitución del hombre en tanto que habitante: el espacio doméstico o de la ciudad tiene que ganarse -para siempre. Para la mujer, sin embargo, el viaje es una bajada a los infiernos, una condena a muerte. No redime sino que hunde aún más a la víctima.
Ariadna abandona el palacio de Creta, seducida por Teseo (que regresa a Atenas, tras su periplo y su enfrentamiento con el Minotauro). Será olvidada en una isla. Su salida de Creta, tras Teseo, fue su condena.
Quizá tan solo magas como Medea podían surcar el espacio exterior -tras cometer los peores crímenes en el seno del hogar- sin que, aparentemente, sufrieran daño alguno (salvo el repudio de toda la sociedad). Pero las magas eran la antítesis de las esposas. Precisamente porque no estaban consustancialmente unidas al espacio doméstico, podían recorrer los amplios espacios exteriores, incluso capitanear naves, como si fueran figuras masculinas. Pero las magas eran proscritas. Por eso viajaban; y eran proscritas porque viajaban. E, incluso, en este caso, el viaje no se distinguía demasiado de una huida sin retorno, de un viaje postrero. ¿Quién hubiera deseado el sino de Medea?
Si Odiseo u Herakles recorren todo el Mediterráneo durante años, en un viaje enloquecido que parece no tener rumbo ni fin, un objetivo les impulsa a proseguir aquél: la búsqueda del camino que les lleve a casa. Pese a que Odiseo llegue hasta los confines del mundo, y Herakles se enfrente a los monstruos más sanguinarios que personifican las fuerzas y los impulsos del espacio no domesticado, ambos solo sueñan con reencontrarse con su hogar -y con sus esposas, Penélope o Dejanira. El viaje, en este caso constituye una prueba para poder volver a reinar en el espacio doméstico. La casa es un premio que se tarda, quizá una vida, en obtener. De algún modo, la casa se configura como la última morada: escenifica el final del viaje (de una vida), tras el cual ya solo queda el descanso (eterno).
Por el contrario, las mujeres están ligadas al espacio interior. No pueden salir. Una y otra vez, Penélope partiría en busca de su esposo, pero su hijo se lo impide. Su cuerpo forma parte del cuerpo del edificio. Ella es la misma casa, hacia la que Odiseo viaje.
Si salen, es debido a un estado de rapto transitorio. Se ven obligadas a huir, impulsadas por una fuerza -un dios- exterior que las rapta y las enloquece. Así, al menos, viven la experiencia del viaje, Ágave, madre de Penteo, a quien Dioniso posee y fuerza a correr hacia los bosques por las laderas de montes encrespados, las ménades, poseídas también por el dios del vino, Europa, sacada del espacio exterior controlado por el palacio, en una de las pocas salidas permitidas, raptada y violada por Zeus, y llevada lejos de su tierra, su hogar natal, o Io, azuzada por el aguijón de un tábano, que, ciega de dolor, y metamorfoseada en un animal, transita por las costas del Mediterráneo oriental hasta dejarse caer exhausta en Egipto.
Así como Odiseo se vuelve más sabio o más astuto con y durante el viaje, adquiriendo los conocimientos necesarios para tratar con el resto de los humanos, Io pierde su condición humana. Su viaje solo la lleva a la muerte o al abandona; a la caída. No adquiere nada, antes bien, pierde incluso su dignidad.
Tanto en el caso de Odiseo como en el de Io -figuras paradigmáticas de viajeros-, el viaje aparece como un castigo. Odiseo no halla el camino "de vuelta" porque Poseidón, el dios de los mares, se lo impide -ya que Troya, la ciudad que este dios había construido, cayó gracias a los ardides de Odiseo-. Io corre sin rumbo perseguida por los celos de Hera, la esposa de Zeus, después de haber seducido, muy a su pesar, al padre de los dioses. Pero el viaje fortalece el ánimo de Odiseo. Se ve puesto a prueba, prueba que supera, ganando la posibilidad de volver a "reinar en su hogar"; por el contrario, una vez que Io ha salido del hogar, se convierte en una bestia sin posibilidad de redención alguna, ni de retorno.
De algún modo, el viaje se constituye como una prueba necesaria para la constitución del hombre en tanto que habitante: el espacio doméstico o de la ciudad tiene que ganarse -para siempre. Para la mujer, sin embargo, el viaje es una bajada a los infiernos, una condena a muerte. No redime sino que hunde aún más a la víctima.
Ariadna abandona el palacio de Creta, seducida por Teseo (que regresa a Atenas, tras su periplo y su enfrentamiento con el Minotauro). Será olvidada en una isla. Su salida de Creta, tras Teseo, fue su condena.
Quizá tan solo magas como Medea podían surcar el espacio exterior -tras cometer los peores crímenes en el seno del hogar- sin que, aparentemente, sufrieran daño alguno (salvo el repudio de toda la sociedad). Pero las magas eran la antítesis de las esposas. Precisamente porque no estaban consustancialmente unidas al espacio doméstico, podían recorrer los amplios espacios exteriores, incluso capitanear naves, como si fueran figuras masculinas. Pero las magas eran proscritas. Por eso viajaban; y eran proscritas porque viajaban. E, incluso, en este caso, el viaje no se distinguía demasiado de una huida sin retorno, de un viaje postrero. ¿Quién hubiera deseado el sino de Medea?
lunes, 20 de diciembre de 2010
El espacio sumerio
1.- La "colonia"sumeria (de la ciudad de Uruk) de Hassek Höyük (Turquía)
2-5: Piezas halladas en el yacimiento de Hassek Höyük: cuentas de barro (cada cuenta indica la cantidad de un determinado material. Las cuentas se depositaban en un estuche de barro cerrado en cuya superficie se indicaba la cantidad y el tipo de material de cuya existencia daban fe las cuentas) / Los llamados "rim bowls" o cerámicas de borde curvado, muy comunes en Sumer, y hallados en gran cantidad en la mayoría de los yacimientos, debían de ser unidades de medida, o cuencos para la alimentación diaria de los trabajadores / Maqueta de torre / Conos de cerámica cocida que se hincaban en los gruesos muros de barro o de ladrillos de barro sin cocer, y que constituían una especia de mosaicos a "topos" con motivos geométricos simples / Ídolos ojo de diversos tamaño, hallados en un santuario de Hacinebi Tepe, de mediados del IV milenio aC. Pueden representar de manera esquemática, concediendo la primacía a los ojos y al poder de la mirada, a una divinidad o a fieles con los ojos bien abiertos para estar en permanente contacto visual con la divinidad.
Todas las piezas del museo arqueológico de Urfa (Turquía). Fotos (sin permiso): Tocho
La cultura sumeria -o la cultura de una población que hablaba mayoritaria o principalmente sumerio- se originó en el delta del Tigris y el Eúfrates (hoy en el sur de Irak). El mismo dios ancestral principal, Enki, estaba ligado a las marismas, y toda la cultura sumeria parecía deudora de las quietas aguas cargadas de limo, del paisaje de las marismas, en el que los juncos eran percibidos como cetros, emblemas de poder.
Sin embargo, desde hace años, ríos arriba, cada vez más arriba, se van hallando ciudades, más pequeñas que las del sur, pero casi tan antiguas, con rasgos o formas muy parecidos a los de las urbes del delta.
A principios de los años noventa, el descubrimiento de Hassek Höyük (y de otros burgos como Hacinebi Tepe) -que aún prosigue-, en la ribera del Eufrates, pero ya en las estribaciones anatólicas, a casi mil quinientos quilómetros del Sur, con motivos ornamentales y objetos de uso típicamente sumerios (desde los bastos cuencos de bordes curvos hasta los conos cuya testa de terracota coloreada animaban las adustas fachadas de barro de construcciones principales -templos, casas comunales, edificios públicos, palacios-), ha ido cambiando la imagen de esta cultura.
Estas ciudades parece poseer la misma cultura que la gran ciudad de Uruk, en el sur. Fueron construidas en el IV milenio aC., casi al mismo tiempo que la capital sureña. Han sido interpretadas como colonias fundadas por Uruk para controlar el comercio de bienes, tales como metales y madera, procedentes de Anatolia, e inexistentes en el delta. Colonias, puestos comerciales, fronterizos, mercados: asentamientos dependientes de y sometidos a la gran capital del sur, Uruk. Sin embargo, la casi simultánea construcción de Uruk -o de su expansión- y de "sus colonias" ha llevado a algunos estudiosos a plantearse si, por el contrario, Uruk no fue una colonia, la más grande y próspera, de ciudades originariamente fundadas en el norte, es decir si el origen de la cultura urbano no se originó en Anatolia y descendió por los valles del Tigris y el Eúfrates. Una interpretación o hipótesis revolucionaria que debe ser valorada con cautela.
Lo cierto es que, independientemente de cual fue la ciudad-madre (la metrópoli) y cual la colonia, existieron ciudades, al norte y al sur de los ríos Tigris y Eufrates, fundadas o desarrolladas a lo largo del V y sobre todo del IV milenios aC, que parecen beber de una misma cultura, y que son el testimonio de una concepción, quizá única, de la organización del territorio.
Se ha dicho a menudo que Sumer estuvo constituida por ciudades- estado: territorios de pequeñas dimensiones, con un cierto número de puebles entregados a trabajos agrícolas y de ganadería, organizados alrededor de una ciudad en el que se ubican las principales instituciones "estatales" -políticas, religiosas, militares y artesanales-. Esas ciudades-estado habrían estado en guerra casi constante las unas contra las otras, en defensa de sus territorios, y con vistas a expandirse sometiendo a ciudades-estado vecinas.
Este modelo de organización político-territorial habría sucumbido con la instauración del imperio acadio -de cultura semita-, en la segunda mitad del III milenio aC, asentado más al norte que Sumer -cerca de Babilonia- que habría unificado todas las tierras entre Babilonia y el mar bajo el dominio único de un emperador, Sargón I y sus sucesores, instalados en una capital de nuevo cuño, Akkad. Dicho imperio se habría desmembrado por la revuelta de las antiguas ciudades-estado sumerias, que habrían recuperado su independencia durante un par de siglos antes de caer definitivamente, bajo el poder central del imperio babilónico, fundado a principios del II milenio.
Organización territorial alrededor de múltiples ciudades, frente al dominio de una única capital. Este modelo, en verdad, es el que rigió, dos mil años más tarde, en Grecia: ciudades-estado se repartían el escarpado territorio griego, antes de caer bajo el mando de Atenas, primero, y luego, del poder macedónico.
Sumer, ¿se componía de ciudades-estado -enfrentadas? ¿Qué podemos aprender de la existencia de ciudades o asentamientos de cultura sumeria a miles de quilómetros de las principales ciudades-estado de Sumer?
Las "ciudades-estado" sumerias no eran tales; al menos, poco tenían que ver con las muy posteriores ciudades-estado griegas. Se componían, no de una sino de varias ciudades. Los límites del "estado" eran difusos. No parece que lucharan para imponerse ni para adquirir nuevos territorio. No buscaban conquistar tierras sino atacar o controlar equipamientos como los canales de irrigación para poder regar mejor las tierras cuyos cultivos abastecían a las ciudades del "estado".
En verdad, lo que caracteriza la organización territorial es la conjunción de unos centros de poder (las ciudades) y una tupida red de vías de comunicación: caminos y canales. Esta trama cubre todo el centro y el sur de Mesopotamia, y se extiende hasta las estribaciones de los montes Tauro, donde se asientan las llamadas colonias sumerias. La importancia recae no tanto en los centros cuanto en la organización territorial. Esta trama de vías terrestres y acuáticas permitía la circulación de bienes y ponía a los humanos en contacto. La posesión de tierras no era tan importante, frente al dominio de las vías de circulación. Esta trama tenía múltiples nódulos de los que partían un gran número de vías. El modelo organizativo del espacio, para los sumerios era el de una red -tal como se comenta claramente en el mito de Enki y la organización del mundo- que cubre todo un territorio: el que los hombres ocupan. Dichas vías unen ciudades y tierras circundantes aparentemente enfrentadas, pero que se afanan por mantener las vías libres.
El modelo no es el parcelario, ni el imperial: ni ciudades-estado, ni estados imperiales: una organización mucho más laxa, sin fronteras definidas ni defendibles, que pone en contacto múltiples centros equidistantes, sin que destaque ninguno ni que en el territorio se marque una nítida oposición entre centros y periferias. Si alguna oposición podía marcarse era entre tierras transitables y territorios (desérticos o montañosos) en los que era imposible trazar o mantener una trama permanente de caminos y canales.
Esta trama cubría un extenso territorio. Saltaba por encima de supuestas fronteras. No se detenía ante culturas opuestas. Era el resultado de la suma de vías locales unidas entre sí. Por eso, posiblemente sea inapropiado referirse a las ciudades sumerias anatólicas como colonias de Uruk. Pues no lo eran. Participaban activamente de una misma red de comunicación (de bienes y de ideas).
Si este modelo -que quizá solo pudo ser posible mientras toda Mesopotamia estuvo punteada por un gran número de ciudades medianas para las que las comunicaciones primaban ante los enfrentamientos, los caminos ante los muros-, no hubiera sucumbido ante la ascensión del imperio acadio, quizá nuestra cultura occidental, y nuestra relación con el territorio hubieran sido distintas. Los localismos y la defensa de la tierra hasta la muerte, no se hubieran impuesto.
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