miércoles, 15 de febrero de 2012

martes, 14 de febrero de 2012

Rein Raamat (1931): Linn (La ciudad) (1988)

Dealgún modo, este corto de animación está relacionado, como una imagen invertida, a lo que Lugalbanda, el héroe sumerio, nos comunica

...Y le hicieron un hogar (Lugalbanda en la cueva de las montañas)

Lugalbanda era el tercer rey de la ciudad mesopotámica de Uruk. Reinó en tiempos históricos, o en el tiempo antes del tiempo, o el tiempo de las leyendas.
La diosa Ninsun (Señora de las vacas), diosa de la fertilidad, era su esposa, y el héroe Gilgamesh su hijo. Ninsun tenía también otro hijo, el pastor Dumuzi, unido a la diosa Inana, divinidad de la fertilidad humana y de la guerra, que se manifestaba y advertía a los humanos a través del planeta Venus, considerado entonces, una estrella brillante que alumbraba a la humanidad.

Un día, Enmekar, padre de Lugalbanda, cuando reinaba aún en Uruk, decidió partir a la conquista de la ciudad de Aratta. Ésta se situaba más allá de las montañas. El camino estaba plagado de peligros. Las altas montañas, para los hombres del llano, evocaban un mundo poblado de monstruos y de enemigos que descendían a través de las profundas gargantas, aunque los picos más elevados fueran la morada terrenal de los dioses celestiales.

De Aratta, como de todas las ciudades allende los confines, provenían fabulosas materias primas. Su conquista, tras una marcha por sendas abismales, iba a costar la vida de casi todos los que partieron.
Lugalbanda, en nombre de su padre, dirigía la expedición.
Mas cayó enfermo en medio de un collado. Sus compañeros de armas y desventuras no podían traerlo de regreso a Uruk. Solo cabía hallarle un cobijo donde pudiera reponerse si los dioses lo permitían.
La estancia en la montaña iba a constituir un alto, una etapa en su vida, y lo transformaría, si acaso sobrevivía. Pues su estancia en la montaña iba a llevarle a las puertas de la muerte. No se sabía si éstas se abrirían y lo acogerían.
Lugalbanda fue depositado, sobre un lecho improvisado, al cuidado de una cueva. Los compañeros hicieron todo lo que pudieron para que la estancia se convirtiera en un hogar, quizá la última morada. Le "construyeron un hogar".
Un hogar era un lugar donde abundaban alimentos al alcance de la mano. Los manjares, las bebidas más selectos le fueron ofrendados, como si de alimentos rituales entregados a un difunto, dispuesto en una tumba, se trataran. Los higos secos más sabrosos, cestas llenas de dátiles y de varios tipos de higos, y mantequilla fresca, fueron armónicanmente colocados alrededor de Lugalbanda, como si se tratara de un lugar sagrada en el que solo cupieran ofrendas a los dioses. Vasijas con cerveza negra, con cereza clara, y con un vino "agradable al paladar", también fueron dispuestas como si de recipientes de libación se tratara. La cueva, que era como una tumba, se convirtió en un hogar. O al menos, ese era el intento de los compañeros de infortunio.

El sumerio no distinguía entre casa y hogar. O mejor dicho, una casa era un hogar: un recinto sagrado, al mismo tiempo, ya que templo y casa se decían del mismo modo (la palabra e significaba templo, casa y hogar)

Lo que caracterizaba el hogar no eran las paredes. En verdad, los compañeros de Lugalbanda, contrariamente a lo que dice la leyenda, no construyeron nada; habilitaron un recinto, que era una cueva, a fin de que se convirtiera en un hogar.
En hogar era un lugar donde abundaban manjares. Mas la (última) morada de Lugalbanda, pese a los bienes, no era un hogar verdadero.
Cuando Lugalbanda despertó y se vio yaciendo en la cueva, imploró a la gran prostituta, la diosa Inana, para que le hiciera compañía. Le imploró que le ayudara a salir, porque la cueva no era un verdadero hogar, ni una ciudad. Le faltaba lo que, más que los bienes materiales, caracterizaba al verdadero hogar: la compañía de los suyos. Le faltaban no solo su madre, su hermano, su esposa y su hijo, sino también la compañía de los vecinos. Los dioses de la buena vecindad siempre velaban sobre la vida de los hogares. Faltaban ahora. Un perro abandonado causa tristeza; un hombre abandonado es terrible, se decía.
La diosa Inana se apiadó de Lugalbanda. Y éste resucitó; salió de la cueva, su última morada, transfigurado, dispuesto a regresar al encuentro de los suyos.
El ser humano no vivía en cuevas, como las alimañas solitarias, sino que los hogares eran lugares de encuentro e intercambio, al que tenían acceso los familiares y los vecinos, creando comunidades que se apoyaban.

La leyenda de Lugalbanda,  compuesta hacia el 2100 aC -aunque el nombre de Lugalbanda aparece en textos anteriores-, es uno de los primeros textos, o el primero, de la humanidad, que enumera las características del espacio doméstico verdaderamente humano: el lugar donde, por un momento, las armas se guardan.

http://etcsl.orinst.ox.ac.uk/cgi-bin/etcsl.cgi?text=t.1.8.2.1&display=Crit&charenc=&lineid=t1821.p7#t1821.p7

lunes, 13 de febrero de 2012

Las siete plagas (en una)




¿El tiempo edulcora las pesadillas?

Durante un día, ayer (y hoy amenaza de nuevo tormenta), regresó una de las siete plagas: el agudo de I love you iiiiiIIIIIIIIIiiuuu de Whitney Houston.

Los más jóvenes no lo recordarán, pero, hace veinte años, ninguna cristalería estaba a salvo cuando se encendía la radio o el televisor. Las fachadas de vidrio  se partían cuando circulaba un deportivo de pacotilla, ventanillas abiertas, con el radio-casette que atronaba. Más de un ciego echa las culpas al estallido del cristal de las gafas al pasar delante de las puertas de una tienda de un centro comercial.

Se cuenta que una de las torturas más refinadas del ejército norteamericano, solo reservada para los terroristas más encallecidos, consistía en encerrarlos en una celda insonorizada, poner el tema de El Guardaespaldas, y subir el sonido a todo volumen, junto a "canciones" de Bon Jovi.

Nada resistía. Todo se doblegaba. Fue el preludio de Operación Triunfo.
Aquel tema, y sus agudos trepanadores, lograron hacer buenos a Celine Dion, Mariah Carey, Barbra Streissand, Camilo Sesto, Raphael, no sé, Mireille Mathieu.

Quizá, ayer, todos los Kevin de España se hayan sentido parcialmente resarcidos.

Dicen que se duda dónde enterrar a Whitney Houston: no sea que, de la tierra removida, siga exhalando de día y de noche,, a través de las grietas, con mayor potencia si cabe, aquel taladrante aullido.

domingo, 12 de febrero de 2012

Nuria González ((1962) (El Club de la comedia): Los albañiles (2002)



Los Albañiles

Yo nunca había creído en la existencia de seres de otro mundo hasta que entré en contacto con ellos: es decir, hasta que me metí en obras. Realmente, tratar con obreros es una experiencia paranormal: es casi imposible comunicarse con ellos, tienen otra concepción del espacio-tiempo y, desde luego, no vienen en son de paz. Tienen hasta su propio saludo. Lo primero que te dice un obrero cuando le enseñas lo que tiene que arreglar es: - ¿Pero esto quién se lo ha hecho? Que te dan ganas de decirlo: “Un Teletubby, no te jode... ¡Pues otro albañil!”. Es que no falla: según ellos, el que ha venido antes siempre te ha hecho una chapuza. El día que se junten dos se va a montar un pollo... A mí me gustaría ver alguna vez a uno en El diario de Patricia, con un rótulo debajo: “Este albañil no sabe que el albañil anterior está en el plató”... Nosotros sólo queríamos reformar un poco el baño. Pero ya lo dice la frase: “El hombre propone y el albañil dispone”. Tú llevas veinte años soñando con poner los lavabos de aluminio y llega él y te dice: - Mire usted, que el aluminio es “mu delicao”. Y tú: - Ya, pero es que yo tengo la ilusión... Y él: - Vamos a ver, señora... Son mejores los lavabos de toda la vida, que le pasas un pañito y ya están limpios. Que ahí ya te dan ganas de decirle: “Pero, vamos a ver, ¿cuándo le ha pasado usted un pañito a un lavabo? Si tiene pinta de no levantar la tapa ni para comerse un yogur”. Pero para qué les vas a decir nada, si no te escuchan. No te oyen ni aunque les hables a la antena... Sí, sí, yo estoy convencida de que lo que llevan detrás de la oreja no es un lápiz: es una antena... Porque no se les cae ni aunque hagan el pino, ¿eh? ¡Es parte de su cuerpo! Pero ni por ésas... Así que hace como en Mars Attacks: mandas a un intérprete a entenderse con ellos: tu marido. Y mano de santo. A la media hora, vuelve: - Ya está. - ¿Los va a poner de aluminio? - Sí. Los grifos. Los lavabos, no porque el aluminio es muy delicado. Y corta un poco de chorizo que le voy a llevar una cervecita. Y, claro, ya está montado el lío. Así que le digo a mi marido: - Manolo, ¿no te das cuenta de que te ha abducido? Anda, vuelve y le dices lo de los lavabos... ¡Pero no le mires a los ojos! Y tu marido, mirando al suelo, le dice: - Mire usted, que hemos estado hablando mi mujer y yo y... que los ponga de aluminio. Pero cuando el albañil se ve acorralado, cambia de estrategia: se pone a hablar en el idioma de su planeta: - Pues lo que usted diga, jefe... Pero entonces hay que quitar el bote sifónico y cambiar todas las tomas, haciendo una canaleta con el rotaflex. Y tu marido: - ¿Cómo? - Pues que hay que abrir. “¡Hay que abrir!”. Vamos, te da más miedo que te diga eso un albañil que un médico. Y, claro, al final te convence: - Bueno... pues si es así... vale, no me ponga los lavabos de aluminio... Y entonces, te suelta: - Bueno, pero... piense que luego el aluminio es eterno... vamos, mi mujer los ha puesto en casa y estamos encantados... Ahí ya te hartas y le dices: - ¡Mire, haga lo que le dé la gana! Y antes de que te des cuenta ya te ha abierto la pared. Y en el momento en que un obrero te abre la pared, abre las puertas a una nueva dimensión. Sí, otra dimensión, con otra concepción del espacio-tiempo. De entrada, ellos, que venían para tres días, se quedan tres meses. Porque van a su ritmo... El tío te dice: - Mañana vengo a primera hora. Y tú, allí, en pie desde las siete de la mañana. Y va el tío y te aparece a las doce. Y tú: - Perdone, ¿qué quería decir con “a primera hora”? - Coño, pues... entre las ocho y las dos, la primera hora que tenga... Y acto seguido añade: - Bueno, pues nosotros nos vamos... - ¿Adónde? - A por material... ¡Y es que siempre se olvidan de algo! Y por lo que tardan en volver deben de ir a buscarlo a la nave nodriza. Bueno, es que ellos mismos lo reconocen, ¿eh?: - No, es que hemos tenido que ir a por materia a la nave... ¡Y no vea cómo está el tráfico...! “¡Cómo está el tráfico!”. Pues yo convencida de que tenían un teletransportador en el bar de abajo. Sí, porque tú los ves que van a por azulejos, se meten en el bar y salen a las dos horas... Vamos, que seguro que los azulejos que traen se los han arrancado al baño del bar... Ahora, eso sí, mientras están fuera, no los echas de menos, porque te dejan puesto a todo volumen Radio Olé. Otra prueba de su procedencia extraterrestre es que se expande, como el universo. Empiezan en el cuarto de baño y, al final, se apoderan de toda la casa. Acabáis tu marido y tú encerrados en la cocina, acojonados. Que llegan los niños del colegio y les dices: - Niños, poned la tele flojita que están los albañiles escuchando Radio Olé. ¡Es que van ganando terreno, y al final se creen que son los dueños! Bueno, el ejemplo más claro de un técnico extraterrestre que se apodera de tu casa es ET, que estuvo dos semanas arreglando el teléfono y ya se pasaba el día: “Mi caaasa, mi caaasa, mi caaasa...”. Pero el colmo es que, cuando terminan la puñetera obra, te dicen: - Mire, en vez de trescientas, van a ser quinientas mil, porque hemos tardado mucho más de lo previsto. ¡Pero bueno! Es como si el de Telepizza llega una hora tarde y encima te dice: “Van a ser tres mil más, porque como he tardado un huevo...”. El caso es que el día que terminan... Mira, te da hasta pena... Claro, después de tanto tiempo ya son como de tu familia. De hecho, yo le he visto más veces la rabadilla a los obreros que a mi marido. Pero la nostalgia dura poco. Porque a las dos semanas se ha roto el bote sifónico y otra vez a empezar, porque esto es como La guerra de las galaxias: cuando crees que todo ha terminado vuelve el “Episodio uno”. Llamas al mismo albañil para que te lo arregle y, nada más entrar, te dice: - ¡Pero bueno! ¿Esto quién se lo ha hecho?

Monólogo de Nuria González en el Club de la Comedia

Radio Futura: La ciudad interior (1985)

sábado, 11 de febrero de 2012