miércoles, 23 de septiembre de 2015

ROSA AMORÓS (1945) O LA INTERPRETACIÓN DE LOS MITOS (ARTES CONTEMPORÁNEO Y MESOPOTÁMICO, 2015)


Tiamat II, 2015
Tinta china sobre papel Japón
69,5x142 cm


Gea, 2000
Cerámica
126x50x12 cm

Los Anunaki VI, 2015
Tinta china sobre papel Japón
142x69,5 cm



Agugi (o Igigi), 2015
Cerámica
40x396x134 cm


Los Anunaki V, 2015
Tinta china sobre papel Japón
142x69,5 cm


 Los Anunaki IV, 2015
Tinta china sobre papel Japón
142x69,5 cm


Medusa, 1999
Guache sobre cartón
25,7x22 cm




Alepo, 1999
Cerámica
19 cm altura. diámetro: 36 cm
Nota: pieza no incluida en la muestra


Fragmento de uno de los textos del catálogo de próxima publicación de la muestra Despojos y dèries, inaugurada ayer en la Fundación Suñol de Barcelona. Consistente en un diálogo sobre la obra de Rosa Amorós:

PA: En sus últimas esculturas orgánicas, son ilustrativas las referencias mitológicas que Rosa Amorós utiliza. Algunas de sus esculturas tienen títulos que remiten a nombres de divinidades tanto griegas como mesopotámicas, como Gea (la diosa madre griega), Tiamat (la divinidad de las aguas que corren en Babilonia), los Igigi (los dioses primordiales mesopotámicos que, bajo la forma de peces, vivían en las aguas de los orígenes) o los Anunnaki, que es el nombre colectivo de los dioses celestiales del Próximo Oriente antiguo. Estas divinidades son casi siempre femeninas, corresponden a diosas madre, no son divinidades antropomórficas, sino que son materias o espacios primigenios convertidos en dioses. Son seres a los que no se solían dedicar santuarios, porque eran la base misma sobre la que se edificaban los templos. Un santuario era un espacio acotado que encierra una tierra sagrada, vetada para los mortales, y esas diosas, a las que Rosa alude o que representa, ya son la propia tierra sacralizada.
HT: Cuando hablas de espacios primigenios, ¿quieres decir que estaban topográficamente señalados?
PA: Son los espacios originarios a partir de los cuales se genera el cosmos y todos los seres, mortales e inmortales, que lo pueblan.
HT: ¿Espacios o energías?
PA: Son espacios llenos de energía. Por ejemplo, en Mesopotamia el nombre de la diosa madre también se traduce como ‘vagina’. Más que de un espacio, se trata de un hueco o de una grieta de la que nacen los elementos que conforman el cosmos. En Grecia, existían dos divinidades primordiales llamadas Gea y Caos; eran muy parecidas, a veces se confunden. Caos también se equipara a las profundidades de la tierra, al Tártaro, al Hades (el mundo de los muertos), en el que las formas y los seres se descomponen, regresando a su condición primera, material. Caos no era un lugar desordenado, como podríamos pensar, sino que era una herida en la materia. Esta se desgarraba muy profundamente y alumbraba a las primeras divinidades. La escultura de Rosa Amorós llamada Gea muestra una masa vertida, en la que se perciben abombamientos, unas primeras hinchazones que recuerdan a una multitud de ubres o de testículos como los que colgaban del pecho de la diosa Artemis de Éfeso, una diosa madre oriental precisamente.
El nombre de Caos está relacionado, en la Grecia antigua, con una familia de términos que designan todo tipo de aperturas, heridas, arcadas y bostezos. Se pensaba que la materia somnolienta se desperezaba, abría la boca con un movimiento incontrolable, para expulsar a las divinidades que llevaba dentro.

HT: En este sentido, el título de la exposición, Despojos i dèries, le va como anillo al dedo, ya que dèria, en catalán, es “una idea fija que incita persistentemente a hacer una cosa”, lo que alude a una energía enajenada y creativa, que tendría relación, por un lado, con las diosas creadoras de las que hablabas y que ella menciona en sus títulos y, por otro, con los despojos.

martes, 22 de septiembre de 2015

JORDI FULLA (1967): LLINDARS (LÍMITES, O LA PRIMERA CASA, 2014-2015)


 



 




Fotos: Tocho, septiembre de 2015






Se ha inaugurado la exposición itinerante de Jordi Fulla en el Centro de Arte Can Castell de Sant Boi.
Se muestran principalmente dibujos en blanco y negro, realizados con pigmento pulverizado, de gran tamaño.
Representan construcciones tradicionales (o inmemoriales) mediterráneas: cabañas de planta circular cubiertas por una falsa cúpula, de piedra seca, extraída de los campos de labranza, usadas como almacenes, establos o abrigos. Podrían ser tumbas. La tipología es parecida en todos los casos, pero cada choza presenta variaciones que afectan la altura, la forma de la cúpula, el dintel o el juego de los cantos. Construcciones simples pero que revelan un saber hacer sorprendente, y un gusto por la variación imperceptible. No tienen un autor conocido. Posiblemente hallan sido construidas y reconstruidas un sinfín de veces. Apenas destacan en el paisaje. Pasan desapercibidas. Fulla las convierte en monumentos que ocupan toda la imagen, pero no las desgaja de la naturaleza. Sin embargo, son innumerables. Fullá las ha ido hallando y documentando una a una, en un trabajo que aun no ha concluido.
Un trabajo fascinante.


PRIMERAS CONSTRUCCIONES

Las primeras construcciones obedecían a dos necesidades contrapuestas: por un lado se unían fuertemente a la tierra y, por otro, ofrecían un abrigo que protegía del exterior, definiendo unos límites muy marcados entre el interior y la tierra que se extendía en todas direcciones.
Los materiales de construcción eran los que la tierra ofrecía: adobe, ramas, tallos, hojas y hierba; y piedras. Éstas podían proceder de la tierra circundante, o eran acarreadas desde muy lejos. La construcción no era una obra levantada al azar, sino que respondía a un plan premeditado y requería el trabajo de una comunidad. Ésta, quizá los miembros de un clan o una tribu, unían esfuerzos en pos de una construcción.
La obra podía ser privada o comunitaria: un espacio cerrado representativo en el que la totalidad de los miembros de un clan, o sus representantes, se recogían. Durante un cierto tiempo, compartían un mismo lugar cerrado.

domingo, 20 de septiembre de 2015

ROSA AMORÓS (1945): MAQUETAS DE ARQUITECTURA (2015) (EXPOSICIÓN ANTOLÓGICA EN LA FUNDACIÓN SUÑOL DE BARCELONA)






Fotos: Tocho

La fundación Suñol de Barcelona inaugura una muestra antológica de la artista (dibujante, pintora, ceramista y escultora) Rosa Amorós.
La exposición comprende varias "maquetas arquitectónicas" que reflejan imágenes de refugios u hogares primigenios: hogares reducidos a su máxima expresión, "esenciales", fruto de una primera manipulación del barro -una materia originaria- y que guardan aun la traza del trabajo manual. Los abrigos o refugios apenas se levantan del lecho de barro. Son una primeras hinchazones que recuerdan vientres grávidos.
Sin duda, la mejor exposición del año en Barcelona junto con la del escultor Sergi Aguilar en el MACBA de Barcelona, que es casualmente el director de exposiciones de la Fundación) .

Se reproduce el texto de presentación de la muestra:

ROSA AMORÓS. Despojos i dèries

22.09.2015 - 23.01.2016
El repaso en profundidad a la obra de artistas de nuestra colección es uno de los motores que ha movido a la Fundació Suñol desde sus inicios, porque no habría Fundación sin Colección, ni esta sin los artistas que la conforman. Algunos de ellos, además, han formado parte de ella desde muy pronto y la han seguido desde cerca y, por tanto, su vínculo con Josep Suñol va más allá incluso del de mecenas y artista.
La exposición Despojos i dèries, de Rosa Amorós, reúne obras que van desde los años noventa hasta la actualidad ―con alguna excepción anterior― e incluye escultura, pinturas y obra sobre papel. En el terreno de la escultura, veremos que la arcilla ha sido el material con el que ha trabajado más recurrentemente y que le ha permitido destacar la materia austera, tosca y desprovista de ornamentos. En cuanto a la obra en dos dimensiones, destaca la obra sobre papel hecha con tinta y gouache, pero también presenta una selección de telas.
Rosa Amorós Bernadó (Barcelona, 1945) realiza sus estudios en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona y en la Escola Massana, donde también ejerce como profesora entre 1971 y 2005.
Su actividad artística se inicia con la participación en el Premio Joan Miró de los años 1967 y 1968. A partir de 1976, René Metras se interesa por su obra y así empieza un periodo de quince años de exposiciones continuadas en su galería de Barcelona. En 1987 participa en Art Triangle, un workshop dirigido por Anthony Caro en la Casa de la Caritat (Barcelona), donde se evidencia una evolución de su obra, tanto conceptual como formal. Esta evolución queda consolidada en 1991 con las obras realizadas para el International Ceramics Studio en Kecskemét (Hungría) y en 1992 para la inauguración del European Ceramic Work Centre en ‘s-Hertogenbosch (Holanda).

La hospitalidad

Me atrevo a reproducir un reciente intercambio de mensajes con el filósofo Gregorio Luri que me han ayudado a entender nuestra reacción ante las imágenes de la llegada masiva de emigrantes sirios principalmente:

Tocho:
¿Por qué rechazamos habitualmente los emigrantes "comunes" y preferimos vivir lejos de ellos y que nuestros hijos no compartan escuela con ellos si son "muchos", y por otra parte queremos acoger masivamente a emigrantes sirios a causa de la guerra? ¿Es porque la hospitalidad (¿durante cuánto tiempo?) nos hace sentir bien?
O ¿soy cínico?
¿Por qué la cooperación siempre se dirige hacia el que está muy lejos y no hacia el vecino?

GL:
La indignación moral sólo se mueve por lo que provoca náusea o sea, lo inhabitual.

Tocho;
El día a día es poco excitante, cierto
Y la indignación moral aporta sal a nuestras vidas con las que no estamos satisfechos

GL:
Me parece que es un poco más complicado. La indignación moral es lo que nos permite vomitar, que es la manera patológica de la moral moderna: sabemos que somos buenos porque nos lo pasamos mal. Pero no por ello dejamos de comer,

Tocho;
¿Tenemos que pasarlo mal, es decir creer que simpatizamos con el mal ajeno, o simplemente verlo, para sentirnos bien?
Supongo que si
Quizá sea un sentimiento humano. La miseria de los demás nos hace sentir vivos
No lo se

GL:
Es el sentimiento moral post-moderno que caracteriza hoy a Europa y que los medios aprovechan para vender noticias. La noticia es aquello que congrega la emotividad lectora para vendérsela a la publicidad. Así se cierra el círculo.


Enviado desde mi iPhone

sábado, 19 de septiembre de 2015

HENRI MATISSE (1869-1954) Y EL ARTE MESOPOTÁMICO






Debido a los recientes acontecimientos en Siria e Iraq, y la destrucción del patrimonio, el Museo del Louvre de Lens, por decisión del presidente francés, prepara una gran exposición sobre Mesopotamia que tendrá lugar en nombre de 2016, y que se basará sobre todo en las colecciones del Próximo Oriente antiguo del museo de París.
Dirigida por Ariane Thomas, conservadora del museo, mostrará también la influencia del arte mesopotámico, desde Sumer en adelante, en las artes del siglo XX.
La comisaria recordaba haber leído, en una fuente bibliográfíca no hallada desde entonces, que el pintor francés Henri Matisse se había inspirado en la composición del código de Hammurabi, lo que sugeriría una influencia, hasta ahora poco conocida, del arte paleo-babilónico en un artista que, sí es cierto, había quedado prendado del arte oriental, es decir bizantino, en este caso, cuando un viaje a Moscú a principios del siglo XX: uno de los principales coleccionistas de obras de Matisse era, precisamente, de este país, y los museos rusos atesoran algunas de los mejores cuadros del artista.
Es posible que la influencia del arte mesopotámico se detecte en este célebre cuadro, perteneciente al museo del Ermitage de San Petersburgo, pintado en la primera década del siglo XX, y que el agudo historiador del arte y artista del grupo inglés de Bloomsbury,  Roger Fry, puso en relación con relieves asirios justo el mismo año en que el cuadro se expuso por primera vez. Nadie más, al parecer, desde entonces, habría señalado esta relación.

Agradezco a Ariane Thomas este dato que ha llevado a pensar en este cuadro.

NOTA: El historiador de arte que puso en relación el relieve de la estela del código de Hamurabi con el cuadro Conversación de Matisse, en el que la rigidez del arte mesopotámico (o así lo vemos hoy) es usado para expresar la tensión o la tirantez entre el hombre y la mujer que conversan, es el norteamericano Jack Fam cuyas obras sobre este artista están bien divulgadas en Barcelona

viernes, 18 de septiembre de 2015

Porqué debemos preservar Palmira






Palmira y el oasis desde lo alto de la fortaleza árabe; muro exterior  y columnas de la capilla central del santuario de Bel desde el oasis.
Fotos: Tocho, noviembre de 2007

(De una conversación con Txema Castiella, en una casa entre amigos ayer noche)

El urbanismo de Palmira era convencional. Poco o nada aporta a la comprensión de la planificación romana. La arquitectura era tosca. Grandes monumentos levantada con grandes bloques de piedra, testimonio de fuerza bruta más que de ingenio o sensibilidad. La estatuaria, mediocre y grandilocuente. El león de Palmira, basto, muy lejos del detallismo asirio. Los edificios no responden a ningún modelo canónico, no por un esfuerzo de originalidad sino por desconocimiento. Se trata de arquitectura provinciana, que impresiona por su tamaño y su estado de conservación, en medio de un paraje desértico, al borde de un oasis.  Palmira apenas merece media página en los libros sobre la historia de la arquitectura romana, relegada en los últimos capítulos sobre arquitectura tardía en las provincias orientales que nadie lee. En sí, su valor o su interés son escasos.
¿Por qué debería entonces ser preservada -y quizá reconstruida, si bien la vida de un edificio termina con su desaparición, por lo que su reconstrucción en parte falsea su historia o, mejor dicho, parece indicar que el edificio no tiene historia, como si fuera inmune a la historia y no un testigo de la misma-?

Las ruinas placen porque son ruinas. Una ruina no es un edificio ruinoso. Éste es un edificio deficiente, que debe ser reparado. Una ruina, por el contrario, es una entidad. Pertenece al grupo de las ruinas, grupo que acoge entes distintos de los edificios habituales; edificios que han escapados a los condicionantes de la vida diaria, edificios que existen libremente, porque si, que no tienen que responder ante nadie, que solo existen para exhibirse, para ser vistos y disfrutados, edificios para el placer de los sentidos.

La ruina tiene que ser antigua. Las guerras, los terremotos dejan diariamente un reguero de ruinas, pero éstas no tienen ningún interés. Ni siquiera las ruinas de la ciudad tardo medieval de Barcelona bajo el mercado del Born merecen verdaderamente el calificativo de ruinas. Solo tienen trescientos años.
El tiempo es un factor que otorga valor -y entidad- a un edificio roto, mutándolo en una ruina, que debe ser preservada en tanto que ruina.

Una ruina tiene valor si se muestra como una ruina. Pero la antigüedad no es el único criterio que la dota de interés. Un edificio entero de hace dos mil años posee un menor atractivo. ¿Atrae tanto el Panteón -tan entero que parece un templo cristiano barroco o quizá neoclásico, no muy distinto de las iglesias de Bernini y Borromini- como el Coliseo, con parte del perímetro exterior derruido, o la Domus Aurea de Nerón, casi desvanecida?  Es posible que el Partenón haya perdido atractivo en los últimos cincuenta años. Los incesantes trabajos de reconstrucción, dotando muros y columnas de nuevos bloques de mármol blanco que el tiempo no ha empalidecido, están logrando que el Parteneón deje pronto de ser una ruina. ¿Qué le quedará? Después de todo, se trataba de un templo demasiado grande, construido para sobrecoger a las ciudades sometidas por el imperio ateniense. El edificio -que no era un templo- respondía a necesidades políticas turbias. Condenamos arquitecturas megalomaníacas -el palacio de Ceaucescu, el Valle de los Caídos, independientemente de su dudoso gusto y de su simbolismo- pero alabamos el Partenón, un signo del orgullo desmedido de Atenas. Del mismo modo, Palmira fue obra de unos gobernantes con una ambición desmesurada. Los edificios, y sobre todo cómo fueron construidos, los gruesos bloques con los que fueron levantados, eran innecesarios. Palmira era una obra política -como toda construcción- que testimoniaba del poder de los reyes y reinas de Palmira, capaces de rivalizar política y artísticamente con Roma.

Una ruina es una construcción. Palmira es una invención, como todas las ruinas. Hasta mediados del siglo XX, los habitantes de Palmira vivían entre las ruinas cuyas estructuras y piedras aprovechaban para construir o sustentar sus hogares. Las ruinas eran aún vivas, tenían sentido, servían para la vida. Eran o se sentían útiles. Aun no se habían convertido en un espectáculo. Fueron desalojados, reubicados a centenares de metros de distancia, y los restos de la antigua Palmira fueron levantados de nuevo cuidando que parecieran una ruina, que respondieran a lo que esperamos sea una ruina. Las ruinas, como comenta la historiadora Françoise Frontisi-Ducroux, se construyen a fin de suscitar determinadas emociones. Se levantan ciertas columnas, no todas, y se cuida el efecto que se persigue. Por otra parte una ruina es una imagen rota de un edificio en un momento de su historia. Edificios o fases anteriores no se muestran, o se destruyen. La arqueología es el arte de reconstruir la historia haciéndola desaparecer; es el arte de detener la historia.

Las ruinas placen porque nos sentimos a disgusto con nuestro tiempo. Ante las ruinas nos evadimos. Se diría que son el testimonio de tiempos que imaginamos mejores. Hablan de aventuras, de tiempos heroicos. Por otra parte, consideramos las ruinas como seres vivos. Nos apenamos ante su suerte. Las ruinas nos hacen sentir bien: pena y admiración. El poeta francés manierista du Bellay escribió que la visión de las ruinas de Roma le hacían ver y sentir la fugacidad de la vida. Las ruinas arquitectónicas eran una metáfora de la vida humana. Pero quizás no sea cierto. Ante las ruinas nos sentimos más fuertes porque simpatizamos con su suerte.  Las ruinas nos despiertan  empatía, que es lo que nos hace humanos.
Palmira no debe ser preservada por ella misma. No tiene valor, y su pasado debería ser conocido, pero no imitado. Palmira debe ser preservada por nosotros, porque nos hace más humanos, porque nos hace sentir humanos. Despierta nuestra imaginación. Esa falsea la realidad. Vemos o imaginamos el desierto, el oasis, rutas de camellos. Imágenes orientalizantes que esconden la dureza de la vida; pero esto es precisamente la función de las ruinas. Hacernos creer que la vida no es -o no era- dura. Que puede existir una vida mejor, lo que constituye un canto de esperanza. Que se ha perdido. Como toda ilusión.

jueves, 17 de septiembre de 2015

LUIS BAGUÉ QUÍLEZ (1978): DE CONSTRUCCIÓN (2011)

DE CONSTRUCCIÓN

Cuando la arquitectura de los sueños
ha producido monstruos de hormigón,
es preciso mudarse de metáfora
(ya que no de paisaje)
y recorrer los tópicos
que intuye la experiencia
y que el amor confirma:
cimentar las ideas, amueblar
las palabras
y empezar a vivir por el tejado.
Quisiéramos también
edificar la historia,
ladrillo tras ladrillo,
y levantar la casa de la edad.

Habitarla
apenas cuesta nada.
                                    Un solo verso
o, como mucho, dos:
construir un monumento 
que no destruya el tiempo ni el cemento.

(Luis Bagué Quílez, "De construcción", Página en construcción, XXV Premio Unicaja de Poesía, Visor de Poesía, Madrid, 2011, págs. 52-53)


Posiblemente la exposición De obra. Cerámica aplicada a la arquitectura que el Museo de Diseño de Barcelona prepara para septiembre de 2016 concluya con este poema.

Véase la página web del escritor y poeta.