Es posible, sin embargo, que la realidad fuera bien distinta.
Gaudí no proyectó azulejos -contrariamente al arquitecto, también modernista, Doménech Muntaner-, sino que los escogida entre la producción de varias empresas españolas e inglesas, como la conocida -y desaparecida- fábrica Pujol Baucis, en Esplugas de Llobregat (Barcelona) -hoy convertida en el museo La Rajoleta, cuyos fondos proceden mayoritariamente de las colecciones de aquella fábrica-, y la fábrica Sebastián Ribó de Barcelona, o los azulejos en forma de girasol, seleccionados por el arquitecto Cristobal Cascante (colaborador de Gaudí), empleados en la Casa Vicens de Barcelona y en la Villa Quijano (El Capricho) en Santillana del Mar, fabricados industrialmente en Inglaterra, y hoy muy cotizados (3000 euros casi cada azulejo) como azulejos "de" Gaudí.
Los azulejos que Gaudí empleaba en sus obras eran de fabricación industrial. Los que han sustituido a las piezas descascarilladas, en cambio, han sido laboriosamente fabricados a mano, por ejemplo, en los talleres Cumella de Granollers, tratando de reproducir los distintos tonos de un mismo color de los "originales" que eran fruto de, no un cuidadoso trabajo de veladuras, sino de las distintas hornadas ya mecanizadas. No existen piezas idénticas procedentes de cocciones distintas.
Si la calidad de una pieza, su "aura" deriva de una factura manual, los azulejos empleados hoy en las restauraciones de la obra de Gaudí son de mucha más "calidad" que los sencillos y económicos azulejos de principios del siglo XX utilizados en cantidades industriales.
¿Merecen azulejos industriales un esforzado trato digno de La Gioconda -tan solo porque se asocian al nombre de Gaudí?