“ Desde aquí tendrá una buena perspectiva.”
“Tengo en perspectiva un largo viaje.”
“Observe con atención la perspectiva de este dibujo renacentista”; “obsérvelo con perspectiva”.
Tres frases que recurren a una misma palabra, con matices distintos. La primera perspectiva es sinónimo de vista o de panorama; la segunda equivale a proyecto, mientras que la tercera se refiere a una técnica compositiva.
En los tres casos, sin embargo, la perspectiva se relaciona con la imagen: una imagen real, perceptible, una imagen mental o “imaginativa”, y una imagen en ciernes, en construcción.
Pero ¿qué es la perspectiva?
Perspicio, en latín, es un verbo que dibuja una progresiva gradación en el acto de mirar y en lo que se ve.
Perspicio -un verbo compuesto por spicio, cuyo pasado spectus resuena en nuestro moderno espectáculo, que designa algo digno de verse- significa, en primer lugar, ver, con un matiz: un acto que descubre algo no visto. Una vista que desvela lo que hasta entonces permanecía oculto o era desconocido. Perspicio implica abrir los ojos a lo nunca visto. Esta amplitud de miras que conlleva la perspicacia permite ver más lejos (de lo habitual); exige tener una buena vista, mucha vista.
Se trata de una mirada atenta, que presta atención a los detalles, que podrían pasar desapercibidos ante unos ojos menos agudos. La mirada no es distraída, sino que se fuerza la vista; una mirada esforzada, que busca descubrir lo que a primera vista no se distingue.
Esta mirada, sin embargo, no solo espía. Es fruto de una tensión, sin duda, para no perder detalle de lo que acontece a lo lejos; pero es también una mirada que cuida los detalles, y la atención requerida envuelve y protege. La mirada inspira confianza. Una mirada que vela, que expresa los desvelos hacia lo que despierta interés. No podemos dormirnos como si la vista dejara de atraernos, como si ya no sintiéramos nada hacia lo que se desvela.
Esta mirada no solo ve. Ve tanto, tan lejos, que ve lo que está en ciernes, lo que aún no existe, lo que aún no se ha manifestado. Se trata de una mirada previsora, que prevé o intuye lo que acontecerá sin falta: una mirada creadora.
La perspectiva es una mirada que funda el mundo. No contempla el mundo dispuesto ante ella, sino que lo dispone. El pintor, el fotógrafo y el arquitecto son los creadores dotados de una mirada especial que ordena el mundo, que ordena que se presente, se muestre, que no se retraiga ni se esconde. Un mundo que se despliega ante la vista de quien le da sentido.
La perspectiva no es solo un sistema compositivo o constructivo que da fe de la existencia del mundo, y lo reproduce, sino que lo instituye. Sin el ojo del creador, el mundo seguiría siendo un caos.
Quizá hoy hayamos perdido de vista el mundo.
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