(Himno 64)
Los himnos órficos son poemas anónimos romanos redactados quizá en Oriente seguramente hacia el siglo III dC, atribuidos al mítico músico friego Orfeo que tuvo conocimiento del más allá cuando le fue permitido penetrar en el mundo de los muertos para liberar a su amada Eurídice, prematura e injustamente muerta o raptada por Hades, el dios de los infiernos. Contrariamente a otros dioses y héroes que se aventuraron en el reino de las sombras, Orfeo, al igual que el dios que lo ve todo pese a la oscuridad y el secretísimo o hermetismo, el dios Hermes, salió con vida y pudo cantar lo que vio donde nada se ve, aunque acabaría por pagar con su vida su discernimiento, la iluminación que recibió.
Los himnos órficos revelaban los misterios del mundo, cantaban a dioses y héroes que tenían que ver con la noche o cantaban el lado nocturnal de las divinidades, en un momento en que las luces del paganismo se apagaban en favor del conocimiento iniciático favorecido por divinidades soteriológicas o redentoras, bienes que los dioses paganos no podían o no querían dar, quizá porque no eran necesarios en tiempos más luminosos que la tardo antigüedad y que cualquier época, antigua o actual de decadencia, mentiras y temor.