¿Ningún docente se atreve hoy a hablar ex-cathedra, es decir con aires de suficiencia, imponiéndose a profesores de menos rango? Parecería que la antigua imponente y augusta figura del catedrático hubiera desaparecido, se hubiera suavizado o hubiera mutado.
No es casual que el castellano cátedra y el catalán cadira, que se refieren a realidades distintas, sean tan parecidos: ambas palabras vienen del griego cathedra -que resuena también en el moderno término de catedral, el templo por excelencia donde practica el religioso de mayor rango - y designa una sede o un asiento superior, es decir dotado de apoyabrazos. Se traduce también por silla porteadora, útil siempre que existan porteadores a las órdenes de quien se desplaza sentado. Quienes se sientan en una cátedra, un asiento más alto, voluminoso y cómodo, que una silla o un simple taburete, dominan y someten a los demás. Y solo ciertas personas de rango están autorizadas a “sentar cátedra”, es decir, a imponer su voluntad y a ordenar lo que los inferiores tienen que hacer.
La figura tradicional del catedrático no ha desaparecido. Es un funcionario, con un cargo de por vida. Quienes no han alcanzado todavía un trabajo seguro están a merced de su voluntad. Tienen que someterse y acatar las órdenes so pena de la expulsión o de la postración, de de quedar relegado, sin tareas que cumplir, sin proyectos de investigación en los que participar, lo que conlleva la imposibilidad de ascender. El catedrático eleva o ningunea. Vive rodeado de una corte de temerosos o atemorizados docentes que tienen que rendirle pleitesía y acatar sus órdenes o sus caprichos si no quieren perder la posibilidad de seguir ejerciendo la docencia.
Algunas tareas administrativas, por ley, solo pueden ser ejercidas por catedráticos. Entre éstas, ls presidencia de comisiones y de tribunales que sancionan promociones y determinan exclusiones, que abren o cierran puertas. ¿Cómo no inclinar la cabeza ante la figura del catedrático? Como los monarcas, tiene favoritos y desacreditados. Algunos son sus ojitos, otros sufren del mal de ojos. El catedrático dirige proyectos de investigaciones y tesis doctorales. Firma artículos que no siempre escribe, dirige asignaturas que no imparte, delegando la tarea a quienes están por debajo. Kathedra, en griego, también significa inercia. Quien ocupa el sillón no necesita mover un dedo. ¿Quién se atreve a contradecirle? Hace y deshace a voluntad. Su palabra es ley. Y no cabe recurso alguno.
Por desgracia, hoy, algunos catedráticos consideran que son docentes como los demás y no dioses.
Esperemos pues que no perdamos esta entretenida y esperpéntica caterva de catedráticos como dios manda, comisionistas, fugados de la justicia, camellos y protectores políticos, entrenadores besucones, religiosos amantes de los niños, vedettes reales, contables, contratistas ….que tanto nos distraen.
A todos los catedráticos -hoy, muchos- que han colgado para siempre en el armario la toga, el birrete y la muceta, guardado las piletas en el cajón, y se arremangan.
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